LOS ESCLAVOS DEL SIGLO XXI


Autor: Juan Martín Perkins (@JuanMPerkins)


Los piqueteros y los sufrientes trabajadores de Buenos Aires son los esclavos del siglo 21. No sé si son conscientes de ello.
Como en épocas feudales, nuestra sociedad se constituye de hombres libres, siervos y esclavos.
Cada uno de nosotros sabrá la categoría que tiene.

Veo la imagen de una movilera que le pone el micrófono a una chica que asoma la cabeza por la puerta de una carpa. El reportaje transcurre en medio de un acampe que corta la 9 de Julio, pleno obelisco, hora pico, caos de tránsito.
La chica no sabe responder a qué agrupación pertenece, ni cuál es la causa de la protesta. Su expresión es pura resignación y no tiene más información que su nombre, su paga y el horario de su relevo. Se calla abruptamente ante la presencia de alguien que le ordena no hacer declaraciones a la prensa.

Las autoridades seculares y religiosas siempre vieron a la esclavitud como una institución natural. Se justificaban citando fuentes bíblicas y enfatizando la pecaminosidad moral de la sociedad y los beneficios económicos de la esclavitud. (¡Cuánta plata proporcionan a la organización social y al puntero! ¿No?).


Con la caída del feudalismo, la institución “esclavitud” empezó a tener condiciones más desfavorables. La mantención de los esclavos se tornó cara y el aumento y las necesidades de la población hicieron que fuera “conveniente” trabajar.
Como CONSECUENCIA, no como causa, la esclavitud disminuyó en el Renacimiento, aunque los esclavos domésticos trabajaron hasta bien entrado el siglo 19.
Lentamente, la esclavitud comenzó a verse de modo condenable. A medida que la mentalidad de la sociedad fue cambiando se fueron estableciendo prohibiciones legales a la esclavitud.

La asamblea de 1813 declaró libres a los hijos de esclavos nacidos en nuestro territorio a partir de cierta fecha. La resolución es conocida como “libertad de vientres”. ¡Que aberración! ¿No? Pero no hay que sacar de contexto.

Después, la resolución fue ampliada y declaraba libre inmediatamente a todo esclavo que entrara a nuestro territorio.

Aunque se trató de un gran avance, es un error decir que la esclavitud fue abolida porque abarcaba solo a los esclavos que fueran introducidos.

Lo cierto es que en Argentina, cualquier intento por abolir la esclavitud o eliminarla paulatinamente siempre terminaba en buenas intenciones y declamaciones de los políticos para épocas de votaciones. Podemos corroborarlo a través de la prensa, donde abundaban los avisos de recompensas por entregas de esclavos prófugos, de los contratos de compra venta y de los testamentos.

Por ejemplo, el del caudillo santiagueño federal nacional y popular Felipe Ibarra, que declaró en su testamento de 1851 a 3 esclavos de su propiedad.

El principal motivo que influyó en nuestra mentalidad esclavista fue que éramos de la teoría que decía que las economías se sostenían en la esclavitud. Como la brasilera, que recién la abolió en 1888.

Tuvo que llegar la constitución liberal de 1853 con todo el espíritu de Alberdi, para tener una LEY que aboliera la esclavitud, pero desde entonces, venimos reformándola y violándola a más no poder.

La cuestión es, que aún no hemos terminado con la esclavitud. Ahí está, un sistema que no nos educa y nos mantiene con declamaciones de buenas intenciones, discursos humanistas y sarasa sasasa, pero todavía mantenemos una dirigencia secular y religiosa que ve este espectáculo de acampes en el obelisco como una institución natural.

¡¡¡Es que sus economías se apoyan en eso para financiarse!!! Y hasta el Papa las alienta pidiendo que hagan lío.




Ahora, no nos justificamos con citas bíblicas y la pecaminosidad moral de la sociedad, ahora, simplemente, se trata de la economía de las organizaciones sociales que se sientan a extorsionar a la ministra Stanley con la excusa perfecta. Antes era la economía, ahora es la pobreza culpa del FMI.

Y dale que va. Por eso no abandonamos la mentalidad de esclavitud.

En pleno siglo 21, huérfanos de Juan Bautista Alberdi, en medio de la anarquía callejera, creemos que podemos vivir sin ley. Entendemos al caos como sinónimo de libertad. Así nos va, sin LEY.

Esclavos.




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