LA RAZÓN DE ESTADO
Desde Maquiavelo, la frase del título ha sido y será un argumento poderoso.
Grandes hombres de Estado antes y después de Richelieu lo han usado. Sirvió tanto para resguardar el Bien Mayor como también para cometer los peores crímenes. Viendo los últimos acontecimientos que a manera de catarata abrumadora, son la realidad de nuestros días, algo se representó en mi demencial espacio mental.
Todo se inició el día 9 de agosto cuando por la TV, presencié una actuación del inefable Oyarbide, digna del Oscar. Al observar su gestualidad temblona, su expresión asustada, me dí cuenta que estaba ante la puesta en escena de un consumado actor. Esta vez más sofisticada que la de unos cuantos atorrantes pseudo empresarios vividores del Estado. Inútiles payasos que de haber empezado su carrera laboral en, por ejemplo USA, no hubieran llegado ni a jefes de personal. Y cuyos testimonios no sirven de mucho en un país donde las penas del Código Penal para corruptos y delincuentes, causan risa.
Un país puede tener toda una clase política o empresarial corruptísima, de hecho lo vimos en Brasil. Pero no la justicia, aunque no toda la justicia brasileña sea honesta. Argentina desgraciadamente cayó en lo peor que le puede pasar a un país, lo dijo San Agustín hace más de quince siglos. Los gobiernos se han convertido en bandas de ladrones porque no hay justicia. Y nuestra Justicia pasó a ser una banda de gángsters.
Esto que acabo de decir, todo el mundo lo sabe. Ya no es novedad. Pero viendo el caso de este pintoresco y nefasto personaje, empecé a pensar que quizás nos encontremos ante un límite. Oyarbide fue Juez Federal, muchos años. Por su despacho, su casa, sus bulines y otros aguantaderos, pasó lo más granado de nuestra corrupción. Si llevó un registro de todo eso, no lo sé. Pero lo más importante, que creo es capital, es que fue Juez del más corrupto fuero de nuestra Justicia, el Fuero Federal.
Por lo tanto, su conocimiento de la corrupción tiene en su caso un agregado extra y que creo nadie contabilizó hasta ahora: es el que mejor conoce los chanchullos de sus colegas, de los que seguramente tiene hasta pruebas instrumentales de esos chanchullos. Pero además, si eventualmente se lo acusara y condenara por prevaricato y otros delitos más, ¿qué pasaría con sus sentencias? ¿Habría una revisión total de ellas? Aunque no soy abogado, por una cuestión cultural, de formación y experiencia, sé perfectamente que una cosa sería la llamada Cosa Juzgada Írrita para algunas sentencias, algo que de por sí causaría un desparramo, a una revisión total de su actuación. Tendríamos en puerta la mayor crisis política de nuestra historia, y que posiblemente puede terminar en enfrentamientos. No olvidar la profunda división que hay en nuestra sociedad, el odio que muestran actores de nuestra vida diaria y sobre todo, la gente de a pie.
Y no me quiero olvidar del periodismo. Convertido en un gang de -salvo contadísimas excepciones-, servicios, peseteros, obsecuentes alcahuetes del poder de turno o directamente cobradores de sobres de 25 de Mayo 11. ¿Saldrán entonces a la luz sus nombres? ¿O ese conjunto de goodfellas seguirá cobijándose en los harapos de la Libertad de Prensa? ¿Habrá Razón de Estado para los que figuran seguramente en los gloriosos Gloria o esos pendrives aparecidos en estos días provenientes de Abalito?
Creo que Oyarbide apelará a la Razón de Estado para zafar, como pasa con Cristina, a la que no la proteje un mero cálculo electoral de Cambiemos aunque, de paso les sirva. A ella la protege la Razón de Estado. Solamente que esa institución, según Maquiavelo, solamente podía estar en manos de hombres probos. En Argentina, la probidad es una cualidad descalificatoria para actuar en política. En ella desde hace décadas se aplica la Razón de Estado pero justamente para lo contrario del Bien Mayor.
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