MEMORIAS DE UNA TRAGEDIA POR VENIR
Autor: Leandro
Nota original: http://leandroalgodistinto.blogspot.com/2018/08/memorias-de-una-tragedia-por-venir-i.html
Hoy tiro un texto de no ficción. Hay un tema que me viene dando vueltas en la cabeza hace un buen tiempo y cada vez que lo trato de aclarar se ramifica y dispara cosas nuevas, entonces lo mejor quizá sea empezar por el principio.
Están locos. Pero locos-locos. Dementes. Cuckoo. Se deschavetaron.
No ustedes, los 20 que van a entrar acá a leer ésto. Bah, no sólo ustedes. Me refiero a una inmensa masa de gente que por ruidosa se hace visible. Hoy por el tema aborto, ayer por otra cosa, mañana por una nueva. Están muy mal. Ofendidos, enojados. Sin ningún tipo de empatía. Renunciaron al argumento y eligen la pelea. Sin cuartel ni tregua por los heridos.
Son los fanáticos del ALGO.
Esto intenta ser una suerte de textito introductorio, como decía, a algunas cuantas cosas que vengo sintiendo y pensando. Relacionadas a la libertad, el individuo, el Estado, el espacio público, los espacios privados, las decisiones. Algo de todo esto es este hilo de tuits: http://restaurarg.blogspot.com/2018/01/transfobicos.html
Voy a intentar comenzar por una somera descripción de un problema que surge al intentar plantear cualquiera de esos temas.
ESTÁ MAL. Si, en pleno siglo XXI después de dejar las llanuras europeas, las estepas rusas, las junglas asiáticas y urbanizaciones de todo tipo y color millones de vidas segadas en nombre de la libertad, hoy está mal plantear una opinión.
Porque alguien se ofende. Porque ataco sus valores. Porque su derecho al confort es absoluto y el mío a opinar debe procurar no molestar su plácida existencia. Aún cuando su placidez implique que su lebensraum avasalle mi persona, parece que debo permitirlo en aras de un pretendido bien común.
Bueno pues no.
Resulta que me valoro un tanto mas que eso. Y valoro a cada individuo de la tierra en forma infinitamente superior a como considero cualquier tipo de "colectivización".
Y por eso me estoy rebelando. Contra la corrección política, a diario. No creo que haya nada que uno no pueda decir. De hecho, el único límite que reconozco a la libertad de expresión es el estar dispuesto a que los demás te consideren un imbécil. Puede pasar. Es su derecho también. Pero elijo seguir siempre pensando que si hay algo tal como "La Verdad", sólo es alcanzable después de sopesar ideas mucho mas vastas que las que caben en una sola mente. Y para poder hacerlo hay que escucharlas.
También puede resultar que no exista tal absoluto. Que lo que necesitemos es alcanzar algún tipo de intermedio negociado con el que podamos convivir.
Cosa de no tener que alzarnos en armas todos contra todos ante cualquier diferencia. Puede que así lo prefieran, pero sería realmente incómodo tener que andar matándonos entre todos para fijar la tasa de promoción de la exploración aeroespacial del Municipio en que vivimos. A mi el anarquismo juvenil se me curó teniendo que trabajar para comer, pero quizá a otros no les funcione. Entonces entra en escena la canalización de la diferencia de opiniones por vías pacíficas.
Y acá tenemos un problema.
Varios.
Resulta que los adelantos tecnológicos al final eran meras herramientas. Un garrote es un pedazo de árbol y para fabricar una ametralladora hace falta mucha ciencia y técnica; pero en cualquiera de los dos casos si en el extremo accionante hay un hijo de puta, en el otro extremo hay alguien en problemas. Con las tecnologías de la información pasa lo mismo.
Hay quienes dicen que los adelantos en los medios de comunicación de masas en la época explican el nazismo. No lo creo así. Pueden haber sido útiles instrumentos para una aceleración de su expansión y una mayor facilidad de su dominio, pero resulta difícil comprender la ideología que subyace ateniéndose al mero instrumento. Sin nacionalismo prusiano en el siglo XIX ni corrientes völkisch nostálgicas de un Imperio que no fue, las cintas de película de Leni Riefenstahl no hubiesen invadido Polonia.
De vuelta al hoy, internet abrió un universo de oportunidades para un mundo de siete mil millones de individuos como no se veía desde la imprenta para una Europa de un puñado de millones. De hecho, la imprenta permitió la difusión rápida de conocimientos que llevó a Occidente a aventajar, siendo que corría desde atrás, a las demás civilizaciones asentadas en el mundo en la época. Y también a las guerras de religión y el Renacimiento y Westphalia y los imperios y las revoluciones liberales y las reacciones nostálgicas y las corrientes völkisch...
Hoy tenemos frente a nosotros la oportunidad de leer, ver, escuchar, a cualquier individuo del mundo que quiera gritar sus verdades. Y de gritar las nuestras, claro.
Ahora bien, eso es fantástico. Creo que estamos en la época histórica justa para haberlo adapado fácil y naturalizado, pero tiene una dimensión impresionante.
Qué pasa entonces? Todo está bien?
No, creo que no. La difusión de ideas es mas sencilla, pero también la creación de ruido. Y en el ruido hace pleno impacto el tema de fondo al que me trae toda esta larguísima introducción.
Estoy visualizando un sentir de época sobre el cual apenas he leído. Nunca sentí nada similar, apenas lo adivino. Me voy a odiar por escribir la palabra clivaje, especialmente porque ésto no es sólo uno de esos. No estamos ante una de las tradicionales enfermedades maniqueas de la argentinidad. Esto no es River-Boca, unitarios-federales, peronistas-antiperonistas. Me temo que es peor.
Lo que mucho me temo es que hay una reconfiguración del ser individual, volviendo a virar desde lo que ES cada uno, hacia aquello a lo que adhiere. Un set de etiquetas que definen a la persona de acuerdo a su pertenencia a tal o cual corriente de pensamiento respecto a un tema, generalmente originada, definida y encasillada desde fuera de la persona. El kit es completo, tómalo o déjalo para pertenecer a nosotros o a ellos.
Es un ambiente muy complicado. Ese subsumir al individuo en colectivos demanda atentar en forma directa contra cualquier tipo de individualidad. Y provee de demasiado poder a algunos que resultan ser la cara visible, militante, estridente, de esos colectivos.
Y esos colectivos chocan. Con suerte en ámbitos de discusión pública. Regulados. Civilizados. A veces en las calles. Los disturbios son buenos, decía Maquiavelo en los Discorsi, porque permiten evaporar la intensidad de las pasiones. Al finalizar, nos sentamos a negociar la convivencia.
Pero, siempre hay un pero. Los disturbios van dejando mella. Las expresiones de los dolidos en la Roma republicana habrán servido para encauzar transitoriamente la violencia y evitar una inestabilidad extendida, pero a la larga los hubo quienes se apoderaron de la representación de esos colectivos afectados. Por supuesto, guerra civil e Imperio sobrevinieron.
Muy bien. Veo que no es privativa de la Argentina esta tendencia. Occidente todo está cayendo en esta colectivización de las pasiones a partir de posturas frente a temas diversos. Discursos radicalizados. Lazos deshechos. No se trata sólo de esta o aquella política, de grado de intervención de la economía o la laicidad del Estado, de aborto o eutanasia o porro libre.
Convertimos en la madre de todas las batallas a cualquiera de éstas; y ya sabemos que la próxima está a la vuelta de la esquina.
Y a veces ni siquiera importa tener razón, o incrementar el propio bienestar a partir de la nueva situación deseada. Parece que les bastase con estar dañando a quien pertenece a un colectivo con el que no estamos de acuerdo en un tema que no es el de marras. Estamos jodidos, de ser así.
Estamos jodidos porque de continuar esta gimnasia de radicalización, reduccionismo y extremismo estamos abonando el territorio para el próximo demente que logre plantar la semilla necesaria para coincidir con una mayoría de esos colectivos. Fea tiranía, la de las mayorías. Imagínense cuando encima están ofendidas.
Queda para otros intentos intentar descular por qué, desde cuándo, si es inevitable. Pero esto es lo que veo. Y por las dudas advierto. Porque frente a el zeitgeist de hacer todo para repetir los errores del pasado a ver cuándo se repiten sus tragedias, preferiría que vayamos pensando la forma de hacer
Algo distinto.
Nota original: http://leandroalgodistinto.blogspot.com/2018/08/memorias-de-una-tragedia-por-venir-i.html
Hoy tiro un texto de no ficción. Hay un tema que me viene dando vueltas en la cabeza hace un buen tiempo y cada vez que lo trato de aclarar se ramifica y dispara cosas nuevas, entonces lo mejor quizá sea empezar por el principio.
Están locos. Pero locos-locos. Dementes. Cuckoo. Se deschavetaron.
No ustedes, los 20 que van a entrar acá a leer ésto. Bah, no sólo ustedes. Me refiero a una inmensa masa de gente que por ruidosa se hace visible. Hoy por el tema aborto, ayer por otra cosa, mañana por una nueva. Están muy mal. Ofendidos, enojados. Sin ningún tipo de empatía. Renunciaron al argumento y eligen la pelea. Sin cuartel ni tregua por los heridos.
Son los fanáticos del ALGO.
Esto intenta ser una suerte de textito introductorio, como decía, a algunas cuantas cosas que vengo sintiendo y pensando. Relacionadas a la libertad, el individuo, el Estado, el espacio público, los espacios privados, las decisiones. Algo de todo esto es este hilo de tuits: http://restaurarg.blogspot.com/2018/01/transfobicos.html
Voy a intentar comenzar por una somera descripción de un problema que surge al intentar plantear cualquiera de esos temas.
ESTÁ MAL. Si, en pleno siglo XXI después de dejar las llanuras europeas, las estepas rusas, las junglas asiáticas y urbanizaciones de todo tipo y color millones de vidas segadas en nombre de la libertad, hoy está mal plantear una opinión.
Porque alguien se ofende. Porque ataco sus valores. Porque su derecho al confort es absoluto y el mío a opinar debe procurar no molestar su plácida existencia. Aún cuando su placidez implique que su lebensraum avasalle mi persona, parece que debo permitirlo en aras de un pretendido bien común.
Bueno pues no.
Resulta que me valoro un tanto mas que eso. Y valoro a cada individuo de la tierra en forma infinitamente superior a como considero cualquier tipo de "colectivización".
Y por eso me estoy rebelando. Contra la corrección política, a diario. No creo que haya nada que uno no pueda decir. De hecho, el único límite que reconozco a la libertad de expresión es el estar dispuesto a que los demás te consideren un imbécil. Puede pasar. Es su derecho también. Pero elijo seguir siempre pensando que si hay algo tal como "La Verdad", sólo es alcanzable después de sopesar ideas mucho mas vastas que las que caben en una sola mente. Y para poder hacerlo hay que escucharlas.
También puede resultar que no exista tal absoluto. Que lo que necesitemos es alcanzar algún tipo de intermedio negociado con el que podamos convivir.
Cosa de no tener que alzarnos en armas todos contra todos ante cualquier diferencia. Puede que así lo prefieran, pero sería realmente incómodo tener que andar matándonos entre todos para fijar la tasa de promoción de la exploración aeroespacial del Municipio en que vivimos. A mi el anarquismo juvenil se me curó teniendo que trabajar para comer, pero quizá a otros no les funcione. Entonces entra en escena la canalización de la diferencia de opiniones por vías pacíficas.
Y acá tenemos un problema.
Varios.
Resulta que los adelantos tecnológicos al final eran meras herramientas. Un garrote es un pedazo de árbol y para fabricar una ametralladora hace falta mucha ciencia y técnica; pero en cualquiera de los dos casos si en el extremo accionante hay un hijo de puta, en el otro extremo hay alguien en problemas. Con las tecnologías de la información pasa lo mismo.
Hay quienes dicen que los adelantos en los medios de comunicación de masas en la época explican el nazismo. No lo creo así. Pueden haber sido útiles instrumentos para una aceleración de su expansión y una mayor facilidad de su dominio, pero resulta difícil comprender la ideología que subyace ateniéndose al mero instrumento. Sin nacionalismo prusiano en el siglo XIX ni corrientes völkisch nostálgicas de un Imperio que no fue, las cintas de película de Leni Riefenstahl no hubiesen invadido Polonia.
De vuelta al hoy, internet abrió un universo de oportunidades para un mundo de siete mil millones de individuos como no se veía desde la imprenta para una Europa de un puñado de millones. De hecho, la imprenta permitió la difusión rápida de conocimientos que llevó a Occidente a aventajar, siendo que corría desde atrás, a las demás civilizaciones asentadas en el mundo en la época. Y también a las guerras de religión y el Renacimiento y Westphalia y los imperios y las revoluciones liberales y las reacciones nostálgicas y las corrientes völkisch...
Hoy tenemos frente a nosotros la oportunidad de leer, ver, escuchar, a cualquier individuo del mundo que quiera gritar sus verdades. Y de gritar las nuestras, claro.
Ahora bien, eso es fantástico. Creo que estamos en la época histórica justa para haberlo adapado fácil y naturalizado, pero tiene una dimensión impresionante.
Qué pasa entonces? Todo está bien?
No, creo que no. La difusión de ideas es mas sencilla, pero también la creación de ruido. Y en el ruido hace pleno impacto el tema de fondo al que me trae toda esta larguísima introducción.
Estoy visualizando un sentir de época sobre el cual apenas he leído. Nunca sentí nada similar, apenas lo adivino. Me voy a odiar por escribir la palabra clivaje, especialmente porque ésto no es sólo uno de esos. No estamos ante una de las tradicionales enfermedades maniqueas de la argentinidad. Esto no es River-Boca, unitarios-federales, peronistas-antiperonistas. Me temo que es peor.
Lo que mucho me temo es que hay una reconfiguración del ser individual, volviendo a virar desde lo que ES cada uno, hacia aquello a lo que adhiere. Un set de etiquetas que definen a la persona de acuerdo a su pertenencia a tal o cual corriente de pensamiento respecto a un tema, generalmente originada, definida y encasillada desde fuera de la persona. El kit es completo, tómalo o déjalo para pertenecer a nosotros o a ellos.
Es un ambiente muy complicado. Ese subsumir al individuo en colectivos demanda atentar en forma directa contra cualquier tipo de individualidad. Y provee de demasiado poder a algunos que resultan ser la cara visible, militante, estridente, de esos colectivos.
Y esos colectivos chocan. Con suerte en ámbitos de discusión pública. Regulados. Civilizados. A veces en las calles. Los disturbios son buenos, decía Maquiavelo en los Discorsi, porque permiten evaporar la intensidad de las pasiones. Al finalizar, nos sentamos a negociar la convivencia.
Pero, siempre hay un pero. Los disturbios van dejando mella. Las expresiones de los dolidos en la Roma republicana habrán servido para encauzar transitoriamente la violencia y evitar una inestabilidad extendida, pero a la larga los hubo quienes se apoderaron de la representación de esos colectivos afectados. Por supuesto, guerra civil e Imperio sobrevinieron.
Muy bien. Veo que no es privativa de la Argentina esta tendencia. Occidente todo está cayendo en esta colectivización de las pasiones a partir de posturas frente a temas diversos. Discursos radicalizados. Lazos deshechos. No se trata sólo de esta o aquella política, de grado de intervención de la economía o la laicidad del Estado, de aborto o eutanasia o porro libre.
Convertimos en la madre de todas las batallas a cualquiera de éstas; y ya sabemos que la próxima está a la vuelta de la esquina.
Y a veces ni siquiera importa tener razón, o incrementar el propio bienestar a partir de la nueva situación deseada. Parece que les bastase con estar dañando a quien pertenece a un colectivo con el que no estamos de acuerdo en un tema que no es el de marras. Estamos jodidos, de ser así.
Estamos jodidos porque de continuar esta gimnasia de radicalización, reduccionismo y extremismo estamos abonando el territorio para el próximo demente que logre plantar la semilla necesaria para coincidir con una mayoría de esos colectivos. Fea tiranía, la de las mayorías. Imagínense cuando encima están ofendidas.
Queda para otros intentos intentar descular por qué, desde cuándo, si es inevitable. Pero esto es lo que veo. Y por las dudas advierto. Porque frente a el zeitgeist de hacer todo para repetir los errores del pasado a ver cuándo se repiten sus tragedias, preferiría que vayamos pensando la forma de hacer
Algo distinto.
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