ESCUELAS DEL ESTADO Y CONTROL ESTATAL

 


Nota original: https://larryalextaunton.com/2022/01/state-schools-and-the-end-of-parental-rights-the-ideological-origins-of-the-progressive-dream-of-the-state-as-father-mother-educator/

Larry Alex Tauton


La autora y activista educativa Jennifer Berkshire se burlaba de los derechos parentales y sostiene que son contrarios al interés nacional y promovían la necesidad de control estatal sobre los niños: ¿sabrá que todo esto ya fue hecho con anterioridad y con consecuencias desastrosas?

La teórica educativa, activista y emisora de podcasts Jennifer Berkshire no cre que usted deba supervisar la educación de sus hijos. Es la vieja teoría de que todo se hace mejor si lo hace un burócrata. Escribiendo en The Nation y dando voz a la visión más radicalizada de la izquierda universal - ¿publica The Nation algo diferente? Berkshire lamenta que las escuelas públicas van a perder con el aumento de la posibilidad de elegir escuela por parte de los padres; desdeña las críticas que se efectuaron a la Teoría Crítica de la Raza como "demasiado ruido por nada"; da por cierta la supremacía del gobierno en el manejo de las escuelas sin ofrecer ninguna prueba que soporte sus tesis (¡los datos ciertamente no lo sustentan!); y, sobre todo, promueve la abolición del control de los padres. La visión de Berkshire sobre los padres y la familia puede ser encapsulado en un tweet sobre el tema: 

"Esta clase de pensamiento - que los niños deben ser ensañados únicamente lo que los padres quieran que aprendan - es un absoluto anatema en una democracia".

Es mendacidad. O, tal vez, Berkshire es víctima de la educación del gobierno y simplemente no sabe qué es mejor. Sea como fuere, la idea de que el estado tiene alguna clase de propiedad sobre los niños no es un hito de las democracias. En todo caso, es una característica central de los regímenes totalitarios desde Esparta, donde los niños fueron, de acuerdo a Plutarco, entregados al estado a la edad de siete año y les enseñaban la "obediencia perfecta", hasta llegar a la Unión Soviética que buscó la completa abolición de la familia y de las creencias religiosas con el objetivo final de reemplazarlas por el culto al estado.

De ambas, Esparta y la Unión Soviética, la última es más pertinente al punto que quiero hacer por la simple razón de que tanto la USSR como la visión de izquierda representada por la Srta. Berkshire tienen sus raíces en Marx y su Manifiesto Comunista. El panfletista alemán declaró: "¡Hay que abolir la familia!". Marx lo dijo en el contexto  de remover el control parental de la educación: "¿Nos culpan por querer terminar con la explotación de los niños por parte de sus padres? De ese crimen somos culpables". Marx, como Berkshire después de él (y el demócrata Terry McAuliffe en su reciente debate a gobernador [del Estado de Virginia, EEUU] contra Glenn Yougkin), presumió que lo que los padres quieren no es el mejor interés de sus hijos mientras que el estado [comunista] sí. La historia cuenta lo opuesto.

La Srta. Berkshire es coautora (junto con Jack Schneider, quien, increíblemente, es un historiador) de un nuevo libro sobre el tema: "Un Lobo en la Puerta de la Escuela: el Desmantelamiento de la Educación Pública y el Futuro de la Escuela". En él invita a que imaginemos un futuro distópico de un futuro aterrador donde - agárrense fuerte - los padres pueden optar por escuelas diferentes a las del gobierno. Al hacer la crítica de este libro, Jon Shelton dice: "Como toda buena ciencia ficción, los autores construyen un caso convincente que, basado en nuestra trayectoria actual, un futuro de pesadilla está más cerca de lo que creemos".

¿Un "futuro de pesadilla"? ¿Por qué no una pesadilla pasada [o presente]?


La Conexión Comunista: el Estado como Madre & Padre

Por más de setenta y cinco años, las élites mundiales han hecho lo que quisieron no sólo con la educación, sino también con la política internacional, la doméstica; la militar y la policía, la economía; y la vida de incontables millones de personas. ¿El resultado? Siete décadas de inmitigable desorden, masacres, hambre, robo, retraso, incompetencia y promesas de utopías por venir.

El sistema educativo soviético - que se refleja en los operativos del partido demócrata [de EEUU] como Berkshire - está mayormente basado en las teorías de los comunistas a ultranza Anatoly Lunacharsky y Anton Makarenko. Los orfanatos, de los cuales había por toda la USSR como un Archipiélago Gulag para niños, se convirtieron en los laboratorios perfectos para testear estas teorías de chiflados (peligrosos).

Lunarcharsky es visto como un tipo confuso y gentil. Probablemente porque no existen registros de Anatoly balenado a nadie. Eso y el hecho de que Stalin no lo quisiera, hoy en día lo pone en un pie de privilegio con millones de personas que creen que el comunismo es una buena idea que Stalin pervirtió. Pero no se equivoquen, Lunacharsky espiritualmente asesinó generaciones de niños europeos orientales al destruirles el alma con sus teorías educacionales comunistas.

Cuando los bolcheviques toman el poder en Rusia en Octubre de 1917, Lunacharsky fue nombrado Comisariado Soviético para la Educación y las Artes, un puesto que mantuvo hasta 1929. Y mientras él y Lenin (y más tarde Stalin) no coincidían en los detalles de sus doctrinas, sí concordaban en lo básico: no hay Dios, no hay alma, no hay vida después de la muerte, y la suprema responsabilidad del estado es hacer buenos comunistas.

En la visión de Lunacharsky, el camino para hacer buenos comunistas era que el estado usurpara el rol de los padres:

"Si nosotros podemos doblegar nuestra pobreza, diría que el hogar de los niños es la mejor manera de criarlos - pero para logar una crianza genuinamente socialista, debemos remover a los chicos de su familia y su estructura pequeño burguesa" [1].

Comparemos esta frase con la línea del libro de la Srta. Berkshire cuando se refiere al rol del estado referido a la pobreza de la familia:

"El argumento de que las escuelas públicas han suplantado las instituciones privadas, mayormente de las iglesias y de las familias, es la respuesta a expendir el rol que esperamos que jueguen las escuelas en el cuidado de los niños".

La Srta. Berkshire no es tan cara de piedra como Lunacharsky, pero el sentido es el mismo: el estado socialista es mejor que los padres.  Nótese el uso de la primera persona del plural "nosotros esperamos". Usted recordará que la destrucción de la familia estaba en el centro de la doctrina marxista porque se la consideraba el pilar del capitalismo. Por lo tanto, no es sorpresa de que los sutiles ataques de la Srta. Berkshire a la familia sean acompañados de ataques al capitalismo y apoye sin rodeos al socialismo como camino a la verdadera LUZ. (El sitio web Black Lives Matter fue, al principio, abiertamente marxista y antifamilia. Al descubrir que era mal marketing, cambiaron la terminología).

Superar la pobreza nacional es algo que los socialistas nunca pudieron lograr. Es más, sus políticas económicas lograron algo opuesto al toque de Midas, creando faltantes donde antes no los había. Es más, el Comisario, intoxicado por su gran visión, esperaba construir una red de hogares para todos los niños soviéticos, no sólo los huérfanos y abandonados. El genuinamente creía que el estado podía criar mejor a los niños que sus propias madres y padres.


Los orfanatos como laboratorios: "Los Niños del Estado"

Pronto le quedó claro a los soviéticos que la brecha entre el entusiasmo estatal por este plan y la real capacidad por llevar adelante este plan era oceánica. Los niños que estaban fuera de su hogar, - como resultado de la Primera Guerra Mundial, del golpe de estado bolchevique, de la guerra civil rusa, y de las hambrunas provocadas por el estado - llegaban a millones. Cualquier plan que además quisiera sacar de sus casas a los niños que todavía conservaban un hogar en directamente impracticable. No que las consideraciones prácticas alguna vez hubieran detenido a los gobiernos de implementar malas políticas, pero esta vez los burócratas no podían evitar reconocer la escala del problema. Los niños sin hogar, llamados bezprizornye (un término despreciativo, que literalmente significa, "aquellos sin tutoría", pero que la impiedad del término se pierde con la traducción), vagaban famélicos por las calles, mendigaban en las estaciones de tren y dormían en los tachos de basura. "¿Quién no los ha visto?" se quejaba un viejo bolchevique [2].

Los orfelinatos dirigidos por el estado fueron establecidos con el objeto de que el gobierno rehabilitara y eventualmente graduara a sus tutelados como comunistas listos para servir al colectivo. (La Srta. Berkshire, como todos los socialistas, ama la palabra "colectivo"). La correcta indoctrinación socialista era todo lo que estos niños realmente necesitaban, o era la creencia de la época. Nuevamente, la sombra de la realidad de las necesidades humanas sobre la Utopía socialista probó ser más larga de lo esperado. Las instalaciones a menudo estaban superpobladas, con poco personal, y se caracterizaban por carencias de comida y ropa. La disciplina era o bien demasiado severa o faltaba totalmente. Tan malas eran las condiciones en esos orfanatos que muchos niños preferían vivir en la calle. "Declaro, sin exageración alguna, que tenemos no hogares de niños sino cementerios de niños y alcantarillas en el sentido literal del término", escribió un observador [3].

La vida en las calles invariablemente significaba ingresar a una vida criminal, usualmente pequeños hurtos. La actitud predominante sobre los besprizornye era una de hostilidad. Una ley de 1935 decretó que si estos niños eran arrestados, debían ser juzgados como adultos. Por 1937, el 65% de los niños entre doce y quince años arrestados fueron enviados a campos de concentración para trabajos forzados. Otros eran simplemente baleandos, en particular si tenían enfermedades venéreas [4].

Los soviéticos tenían razón sobre una cosa, sin embargo: produjeron niños que fueron útiles al menos para una agencia gubernamental: la KGB. "De acuerdo a una serie de testimonios", escribe el historiador Alan Balla, "los 'niños del estado' consiguieron empleo en la policía secreta, de hay los roles intercambiables de defensor, compañero de celda y guardianos, interrogadores y verdugo...Llevaban a cabo las órdenes que les dieran sin dubitar" [5].


"Familia" redefinida

Luego de un tiempo las visiones de Lunacharsky perdieron el favor gubernamental. Fueron reemplazadas por las de Anton Makarenko, quien, al igual que Lunacharsky, era ucraniano. Como teórico educacional stalinista,  Makarenko diferían de Lunacharsky en estilo pero no en substancia. Él, también, entendió que el objetivo del hombre era servir y adorar al estado soviético para siempre. La experiencia le enseñó, sin embargo, que esto no puede ser hecho con el estado únicamente. Las familias eran necesarias, pero una nueva familia sovietcéntrica, no la versión tradicional pre 1917.

Cualquiera que sea su reputación actualmente, no se debe olvidar que Makarenko no era menos hostil a la familia que Lunacharsky [7]. Redefinieron "familia", como en nuestro tiempo se redefinió "matrimonio". Las estructuras y métodos tradicionales fueron reemplazados por los soviéticos. No más, él dijo, los valores y la autoridad parentales provendrán de la Iglesia y de los Diez Mandamientos. (Al igual que Lunacharsky, una de las primeras cosas que hizo fue cerrar las iglesias en las escuelas). "Ahora no engañamos más a los niños" [7].

Padres y escuelas debían modelar sus estructuras al propio estado soviético. La progresión completa - familia autoritaria, escuela autoritaria, y la vida como adulto en un estado autoritario - era diseñado para inculcar disciplina y lealtad incuestionable [8]. Pero no lealtad al director o a los padres sino al estado únicamente. Se animaba a que los hijos denunciaran  a los profesores o padres políticamente incorrectos. De ahí que la tiranía se extendía a todo aspecto de la vida soviética.

Como era de esperar, la Unión Soviética institucionalizó la imbecilidad de Makarenko, haciendo que sus teorías guiaran el sistema educativo. "Las políticas y prácticas de la era soviética persisten en las instituciones rusas.  Conocido por su control centralizado, su extendida red de orfanatos para niños abandonados inspiró la filosofía soviética que favorecía la organización colectiva sobre el cuidado individual, y lo ideal era que el estado pudiera reemplazar a la familia" [9].

Desafortunadamente, las teorías de Lunacharsky serían resucitadas luego de la muerte de Stalin. Ambos hombres recibieron cierta celebridad post-mortem en la ex-USSR donde los orfelinatos todavía tienen su impronta indeleble.

Y como la mayoría de las ideas del mal que plantan raíz, no todo lo que dijeron Lunacharsky y Makarenko carece de sentido, de ahí su atractivo y longevidad. Estos hombres tuvieron razón, por ejemplo, al enfatizar la necesidad de los niños por estructura, objetivos, disciplina, amor propio y sentido de la dignidad. Como ateos y materialistas estrictos, sin embargo, negaban que el hombre tuvieran una dimensión espiritual. Eso hace que enfoquen las necesidades humanas como uno analizaría las de una planta: denle agua, comida, luz del sol y ¡puf!, usted tendrá una cosecha saludable y productiva.



No resultó de esa manera

Los futuros graduados provenientes de orfanatos - "los niños del estado" - mejoraron poco desde los tiempos de Stalin. De acuerdo al ministro del interior ruso, los egresados de los institutos ingresaran en un 30% a una vida criminal, 40% se volverán adictos a las drogas o al alcohol, 60% de las niñas se harán prostitutas,10% de esos niños cometerán suicidio [10]. ¿Qué sucede con los que no se graduaron? En Ucrania, 30% de aquellos con severas enfermedades endémicas no llegarán vivos a los 18 años de edad [11]. En algunos casos, las tasas de mortalidad son el triple de la población en general [12]. Una maravilla la utopía socialista.

Por supuesto, nadie saber realmente qué le sucedió a estos chicos. Muchos de ellos desaparecen poco después de ser largados a las calles, por lo que las estadísticas son todas estimaciones en el mejor de los casos. Y el gobierno no ofrece datos, pero si admite esto, probablemente las verdaderas cifras sean más altas. Me hace recordar una línea de "Doctor Zhivago", de Pasternak: "Un día Lara se fue y no volvió. Debe de haber sido arrestada en la calle, como tan a menudo sucede en estos días y se murió o se desvaneció en algún lugar, olvidada como un número anónimo en una lista que luego fue mal archivada..." [13].


Los progres nunca abandonan una mala idea

Puede ser injusto atar la filosofía educacional progresista a la de los comunistas, pero la opinión de la Srta Berkshire proviene directamente  de "El Manifiesto Comunista". Como observó Richard Weaver hace tiempo: "Las ideas tienen consecuencias" y las ideas marxistas de ingeniería social como las que la Srta. Berkshire quiere implementar, lo han sido con desastrosas consecuencias en la ex-Unión Soviética, sin hablar del desastre sin atenuantes de lo que sus hijos ideológicos han lograda en el sistema norteamericano de escuela pública. Sugerir que más de lo mismo será exitoso es más de lentes color de rosa: es un experimento ideológico humano donde los responsables no toman en cuenta la historia.

Suponiendo que ellos conozcan la historia.

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Nota relacionada:

¿QUÉ LE DIJO VIRGINIA A BIDEN?

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Notas:

1. State Children: Soviet Russia’s Besprizornye and the New Socialist Generation, p. 229. Alan Ball, Russian Review, Vol. 52, No. 2. (April 1993).

2. State Children, p. 229.

3. State Children, p. 234.

4. State Children, p. 246.

5. State Children, p. 244.

6. The Commissariat of Enlightenment, Sheila Fitzpatrick, p. 30.

7.http://www.marxists.org/reference/archive/makarenko/works/lectures/lec01.html

8. Utopia in Power, p. 286.

9. Abandoned to the State: Cruelty and Neglect in Russian Orphanages, p. 28.

10. Religion in Eastern Europe XXVIII, 3 (August 2008)

11. Abandoned to the State, p. 28.

12. Abandoned to the State, p. 27 “While UNICEF acknowledges that many of these children are at increased risk from their underlying conditions, it attributes part of the high mortality figures to crowding, poor hygiene, and low standards of care.”

13. Doctor Zhivago, Boris Pasternak, p. 449. Translated by Manya Harari and Max Hayward, Everyman’s Library, Alfred A. Knopf New York, 1991.


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Larry Alex Taunton es un autor, comentador cultural y columnista free lance que colabora con USA TODAY, Fox News, First Things, The Atlantic, CNN, y The American Spectator. Además es un invitado frecuente a programas de radio y es el autor de "The Grace  Effect and The Gospel Coalition Arts and Culture Book of the Year, The Faith of Christopher Hitchens. Usted puede subscribirse a su blog larryalextaunton.com.



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Author and education activist Jennifer Berkshire mocked parental rights as contrary to national interests and promoted the need for state control of your children: does she really not know this has all been done before, and with disastrous consequences?

Educational theorist, activist, and podcaster Jennifer Berkshire doesn’t think you should have oversight of the education of your children. It’s the old everything is done better when done by a bureaucrat philosophy. Writing for The Nation and voicing the radical vision of Leftists everywhere—does The Nation publish anything else?—Berkshire laments the millions of dollars public schools will lose with the rise of school choice; casually dismisses Critical Race Theory as much ado about nothing; assumes the supremacy of government schools without offering any evidence to support her thesis (the data certainly doesn’t support it); and, above all, pushes for the abolition of parental control. Berkshire’s view of parents and the family is encapsulated in a tweet on the subject:

“This kind of thinking—that kids should only be taught what their parents want them to learn—is absolutely anathema to a democracy.

This is startling mendacity. Or, perhaps, Berkshire is a victim of a government education and simply doesn’t know any better. Regardless, the idea that the state has a kind of ownership of children is not a hallmark of democracies. It is, rather, a central feature of totalitarian regimes from Sparta, where children were, according to Plutarch, handed over to the state at age seven and taught “perfect obedience” to it, to the Soviet Union which sought the complete abolition of the family and religious belief with the goal of replacing them with the state.

Of the two, Sparta and the USSR, the latter is more pertinent to my point in this article for the simple reason that both the USSR and the Leftist vision articulated by Ms. Berkshire have their roots in Karl Marx’s The Communist Manifesto. There the German pamphleteer declared: “Abolish the family!” Marx made this statement in the context of removing parental control of education: “Do you charge us with wanting to stop the exploitation of children by their parents? To this crime we plead guilty.” Marx, like Berkshire after him (and Democrat fixture Terry McAuliffe in his recent gubernatorial debate with Glenn Youngkin), assumes that what parents want is not in the best interests of their children while those of the [communist] state are. History tells an opposite tale.

Ms. Berkshire is the co-author (along with Jack Schneider who is, unbelievably, an historian) of a new book on the subject: A Wolf at the Schoolhouse Door: the Dismantling of Public Education and the Future of SchoolIn it, she invites us to imagine a dystopian, frightening future where—brace yourself—parents actually have educational options other than government schools. Reviewing the book for Jacobin, Jon Shelton says, “Just as with good sci-fi, the authors make a compelling case that, based on our current trajectory, a nightmare future is closer than we think.”

“A nightmare future”? How about a nightmare past?

The Communist Connection: the State as Mother & Father

For more than seventy-five years, the world’s Leftist elites had their way with not only education, but foreign and domestic policy, the military and police, the economy, and the lives of countless millions of people. The result? Seven decades of unremitting turmoil, bloodshed, famine, theft, backwardness, incompetence, and promises of a coming utopia.

The Soviet educational system—which is reflected in the views expressed by Democrat operatives like Berkshire—was largely based on the theories of communist diehards Anatoly Lunacharsky and Anton Makarenko. Orphanages, which dotted the USSR like a Gulag Archipelago for children, became the perfect laboratory to test these whack-job theories.

As Communists go, Lunacharsky is generally regarded as a warm and fuzzy type. This is probably because we have no record of Anatoly shooting anyone. That and the fact that Stalin did not like him, and nowadays this puts you in good standing with the millions of people who believe Communism is a good idea that Stalin perverted. But make no mistake about it, Lunacharsky spiritually assassinated generations of Eastern European children with his soul-destroying communist educational theories.

When the Bolsheviks seized power in Russia in October 1917, Lunacharsky was made Soviet Commissar for Education and the Arts, a post he would maintain until 1929. And while he and Lenin (and, later, Stalin) did not agree on the finer points of their doctrines, they did agree on a few basics: there was no God, no soul, no afterlife, and the supreme responsibility of the state was to make good communists.

In Lunacharsky’s view, the way to make good communists was for the state to usurp the role of parents:

“If we can overcome our poverty, I would say that the children’s home is the best way of raising children—a genuine socialist upbringing, removing children from the family setting and its petty-bourgeois structure.” 1

Compare that statement with a line from Ms. Berkshire’s book on the state’s role in addressing family poverty:

“The argument that public schools have supplanted private institutions, namely churches, and the family is a response to the expanding role we expect schools to play in the care for children.”

Ms. Berkshire is not so bald-faced as Lunacharsky, but the meaning is one and the same: the socialist state is the best parent of all. Note the “we” in her statement. You must remember that destruction of the family is a core tenet of Marxism because it is deemed to be the primary pillar of capitalism. Thus, it is no surprise that Ms. Berkshire’s subtle attacks on the family are accompanied by attacks on capitalism and a full-throated support of socialism as a path to true enlightenment. (The Black Lives Matter website was, at first, quite open in its Marxist and anti-family objectives. Discovering this was bad marketing, this language has since been removed.)

Overcoming national poverty is something socialists have never accomplished. Indeed, their economic policies achieve something akin to the opposite of the Midas touch, creating want where there had previously been none. Even so, the Commissar, intoxicated by his grand vision, hoped to build a whole network of homes for all Soviet children, not just the orphaned or abandoned ones. He genuinely believed that the state could do a better job of raising children than mothers and fathers.

Orphanages as Laboratories: “State Children”

Soon it became clear to Soviets, however, that the gap between the state’s enthusiasm for this plan and its actual ability to carry it out was oceanic. The children who were without homes—a result of World War I, the Bolshevik coup d’état, the Russian Civil War, and a state-induced famine—numbered in the millions. Any plans that called for the seizure of children who already had a home were obviously unworkable. Not that practical considerations have often restrained bad governments from implementing bad policies, but this time the bureaucrats couldn’t avoid noticing the scale of their problem. Homeless children, called besprizornye (A derogatory term, it literally means, “ones without oversight,” but the pitiless nature of the word is lost in translation from the Russian), roamed the streets, begged in train stations, and slept in trash bins. “Who has not seen them?” complained one old Bolshevik. 2

State-run homes for these children were established with the view that the government would rehabilitate and eventually graduate their charges as communists ready to serve the collective. (Ms. Berkshire, like all socialists, loves the word “collective.”) Proper socialist indoctrination was all that these children really needed, or so the thinking ran. Once again, the shadow between socialist Utopianism and the realities of human needs proved longer than expected. Facilities were often overcrowded, understaffed, and characterized by shortages in food and clothing. Discipline was either severe or lacking altogether. So bad were conditions in these homes that many children preferred life on the streets. “I declare without exaggeration that we have, not children’s homes, but children’s cemeteries and cesspools in the literal sense of the words,” wrote one observer. 3

Life on the street invariably meant a life of crime, usually petty theft. The prevailing attitude about besprizornye was one of hostility. A 1935 law decreed that when these children were arrested, they were to be tried as adults. By 1937, some 65 percent of besprizornye between the ages of twelve and fifteen who fell afoul of the law were sent to labor camps. Others were simply shot, particularly if they were found to have venereal diseases. 4

The Soviets were right about one thing, though: it did produce children who were useful to at least one government agency: the KGB. “According to scattered claims,” writes historian Alan Ball, “‘state children’ also gained employment in the secret police, thereby exchanging the roles of defendant and inmate for those of guard, interrogator and executioner…. They purportedly carried out the security force’s commands without hesitation.” 5

“Family” Redefined

For a time, Lunacharsky’s views fell out of favor. They were replaced by those of Anton Makarenko, who was, like Lunacharsky, a Ukrainian. A Stalinist educational theorist, Makarenko differed with Lunacharsky in style, not substance. He, too, saw it as the chief end of man to serve and worship the Soviet state forever. Experience taught him, however, that this could not be done by the state alone. Families would be needed, but a new Soviet-centric family, not the traditional pre-1917 version.

Whatever his reputation now, it should not be forgotten that Makarenko was no less hostile to the family than Lunacharsky. 6 “Family” was redefined in much the same way that “marriage” has been redefined in our own time. Traditional structures and methods were replaced with new Soviet ones. No longer, he said, were parental values and authority to be derived from the Church and the Ten Commandments. (This, too, was like Lunacharsky, whose first move was to close church schools.) “Now we do not deceive children,” Makarenko said. 7

Parents and schools were to model their structures on the Soviet state itself. The whole progression—authoritarian family, authoritarian school, and life as an adult in an authoritarian state—was designed to inculcate discipline and unquestioning loyalty. 8 But not a loyalty to schoolmasters or parents; loyalty was to be to the state alone. Children were encouraged to report politically incorrect teachers or relatives. Thus, tyranny was extended to every aspect of Soviet life.

Predictably, the Soviet Union institutionalized Makarenko’s idiocy, making his theories the guiding principles of the educational system. “Soviet-era policies and practices persist in Russian institutions. Renowned for its centralized control, the sprawling system of internaty [orphanages] for abandoned children was inspired by Soviet philosophy favoring collective organization over individual care, and the ideal that the state could replace the family.” 9

Unfortunately, Lunacharsky’s theories would be revived after Stalin’s death. Both men enjoy a certain posthumous celebrity in the former Soviet Union where the orphanages still bear their indelible imprint.

As with most evil ideas that take root, not all of those ascribed to Lunacharsky and Makarenko are nonsensical, hence their appeal and longevity. These men were, for instance, certainly correct to emphasize a child’s need for structure, purpose, discipline, and self-respect. As atheists and strict materialists, however, they denied utterly that man had a spiritual dimension. This led them to address human needs as one might treat those of a plant: give it water, food and sunlight and poof! You have a healthy, productive yield.

It didn’t turn out that way.

The prospects for graduates of orphanages—“state children”—has hardly improved from the Stalinist Era. According to the Russian Interior Ministry’s own estimates, 30 percent will enter a life of crime, 40 percent will become addicted to drugs or alcohol, 60 percent of girls will become prostitutes, and 10 percent of these children will commit suicide. 10 What of the non-graduates? In Ukraine, 30 percent of those with severe disabilities will be dead by the age of eighteen. 11 In some cases, mortality rates are said to run three and even four times as high as that of the general population. 12 So much for socialist utopia.

Of course, no one really knows what happened to these children. Since they often disappear after they are ejected into the streets, such statistics can only be guesswork. And the government is less than forthcoming with the data, but if they will admit this much, the real figures are probably higher. I am reminded of a line from Pasternak’s Doctor Zhivago: “One day Lara went out and did not come back. She must have been arrested in the street, as so often happened in those days, and she died or vanished somewhere, forgotten as a nameless number on a list which later was mislaid …” 13

Progressives Never Give Up On a Bad Idea

It may seem unfair to link progressive educational philosophy with that of communists, but Ms. Berkshire’s views are straight out of The Communist Manifesto. As Richard Weaver famously observed long ago, “Ideas have consequences,” and the ideas of Marxist social engineers like Ms. Berkshire have been tried before with disastrous consequences in the former Soviet Union, to say nothing of the unmitigated disaster that their ideological heirs have made of the American public school system. To suggest that more of the same will somehow yield success is more than Pollyannaism; it is the dangerous human experimentation of ideologues for whom history counts for nothing.

If they ever knew such history in the first place.

1. State Children: Soviet Russia’s Besprizornye and the New Socialist Generation, p. 229. Alan Ball, Russian Review, Vol. 52, No. 2. (April 1993).
2. State Children, p. 229.
3. State Children, p. 234.
4. State Children, p. 246.
5. State Children, p. 244.
6. The Commissariat of Enlightenment, Sheila Fitzpatrick, p. 30.
7. http://www.marxists.org/reference/archive/makarenko/works/lectures/lec01.html
8. Utopia in Power, p. 286.
9. Abandoned to the State: Cruelty and Neglect in Russian Orphanages, p. 28.
10. Religion in Eastern Europe XXVIII, 3 (August 2008)
11. Abandoned to the State, p. 28.
12. Abandoned to the State, p. 27 “While UNICEF acknowledges that many of these children are at increased risk from their underlying conditions, it attributes part of the high mortality figures to crowding, poor hygiene, and low standards of care.”
13. Doctor Zhivago, Boris Pasternak, p. 449. Translated by Manya Harari and Max Hayward, Everyman’s Library, Alfred A. Knopf New York, 1991.

Larry Alex Taunton is an author, cultural commentator, and freelance columnist contributing to USA TODAYFox NewsFirst ThingsThe AtlanticCNN, and The American Spectator.  In addition to being a frequent radio and television guest, he is also the author of The Grace  Effect and The Gospel Coalition Arts and Culture Book of the Year, The Faith of Christopher Hitchens. You can subscribe to his blog at larryalextaunton.com.

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