RAFAEL

Fue arquitecto de altos edificios, pero su obra más importante fue, por lejos, la familia

Autor: Juan Martín Perkins  


Estaba escribiendo la columna de hoy sobre “la cancelación", el deporte preferido de los progresistas que se creen con autoridad moral como para cancelar a quienes no se arrodillan ante la idiotez de la corrección política.

Estaba en eso, ocupándome de la idiotez de Martín Lousteau, cuando oí en la radio que murió el gran Tony Bennett a punto de cumplir 97 años.


Enorme artista Tony.


Sobre todo porque me anima a abandonar mi columna sobre idiotas de la política, para dedicarla a la partida de otro gran artista… 


Más grande que Tony Bennett y Frank Sinatra juntos, esta semana, a los 97, se fue Padre.


Se fue como él deseaba, luego de una fiesta y rodeado de la gran familia que supo criar junto a Madre…  y mantener unida, siempre motivo de su orgullo.


Se que a vos no te va ni te viene, pero la columna es mía y yo necesito hacerle un homenaje para agradecer por tanto ejemplo de vida. 


Agradezco por su fe de niño inocente y por su pasión por la familia de 13 hijos, 45 nietos y 33 bisnietos más 4 que vienen en camino.


Por su arte de mantener unida a la familia educando en valores como el respeto y la libertad.


Por la mano de su hija con la que me casé y tuve dos hijas maravillosas.


Su casa fue primero lugar de encuentro oasis para hijos, luego con los años, se transformó en el club del abuelo y la casa de todos. 


Siempre con mente abierta y atento a las inquietudes de los jóvenes nietos, que nunca perdieron el interés por conocer la opinión del abuelo y pedir su consejo. 


Más de 30 años editó un órgano de comunicación mensual donde se informó y registró toda la actualidad e historia familiar. 


Cada uno de los 365 Informadores cuentan con una editorial de su autoría.


Año por medio, la Llorentada de navidad, donde él era el alma, nos convocaba a celebrar la sagrada familia y compartir entre todos.


Fue arquitecto de altos edificios, pero su obra más importante fue, por lejos, la familia.


Canto los salmos, rezó en voz alta, amó la vida siempre con entusiasmo y optimismo en el futuro, cantó y bailó tangos con su amada. 


Fue feliz y lo hizo con arte, tocando corazones.


Fue maestro en desprendimiento de lo material y su filosofía fue la escucha, sobre todo a las inquietudes y necesidades de los chicos y los jóvenes, que le resultaban mucho más interesantes e importantes que las de los mayores.


Se fue como vivió… en día de fiesta con la familia a pleno.


Recibió a cada uno que lo visitó y cuando el bullicio terminó y todos se fueron, pidió tomar la comunión.


La ministro de la Eucaristía se despidió con un “nos vemos en la semana… o en el cielo”.


Cerró sus ojos cansados, describió el más allá y se relajó mientras su hija Josefina rezaba una coronilla tomando su mano, suspiró y se fue de los brazos de Josefina a los brazos de Madre, en presencia de Dios.


¡Hola Padre! ¿Cómo estás? (era mi saludo).


¡Vivo!, respondía con entusiasmo y enseguida entraba en tema.


Te voy a extrañar, Padre, dejas la vara muy alta, pero tu ejemplo nos hará esforzar más y más para estar a la altura de tu memoria y tu arte.


Mi homenaje es compartirlo con quien lea.


Juan Martín Perkins.

 


Agradecemos la difusión del presente artículo:  

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