MI COCINERITO

 


Esa filosofía de la economía, austeridad, conciencia de lo trascendente y el valor de lo natural.


Autor: Juan Martín Perkins   


Recién casados, vivimos en un campo del partido de Carlos Casares.


Sin celulares ni redes sociales, sin más luz por las noches que la que nos proporcionaba un grupo electrógeno y las velas. 


Heladera a gas, calefacción a leña y en verano, abanico y agua fresca.


Todo a pulmón, con mucho trabajo, gracias a Dios.


Con el tiempo llegó “Beteco” una señal de TV que se emitía desde Bellocq. Era poco lo que podíamos ver por la noche antes de apagar el motor, pero algo es algo.


ATC de esos años transmitía el programa de un cocinero vasco que enseñaba a cocinar mientras filosofaba entre chistes.


Karlos Arguiñano lleva 40 años cocinando ante las cámaras con la misma frescura y espontaneidad de siempre, pero con la sabiduría que le han aportado sus 77 años y toda una vida de familia, esposa, 7 hijos y 14 nietos.


Hay innumerable cantidad de anécdotas, graciosas alegres y de las otras, donde siempre se mantuvo firme su prédica sobre cocinar y comer en casa con la familia y la importancia de la cocina como ámbito donde se expresa y canaliza el amor.


Mi mujer nunca dejaba de sintonizar puntualmente a su “cocinerito” con lápiz y papel para anotar ingredientes, tiempos de cocción y otros secretos de Karlos Arguiñano.


“En tu cocina por ATC” se criaron nuestras hijas, en esa filosofía de la economía, austeridad, conciencia de lo trascendente y el valor de lo natural.


Lamentablemente el mundo tomó un camino diferente. Poca gente destina tiempo a cocinar y comer en familia en las grandes ciudades, donde todo es vianda de delivery. Así nos va.


Cada vez menos familia.


Muchos me dirán que el trabajo no lo permite y mil excusas más. Todas válidas seguramente, pero ¿has pensado en el tiempo que pasas con el celular o la PC mirando las redes?


En un reportaje reciente, con 77 años, Karlos dijo que la vejez le quita fuerzas pero lo compensa con sabiduría para afrontar mejor la vida.


Reflexiona sobre la primera potencia mundial llamando la atención sobre que Nueva York tiene gente durmiendo a la intemperie con temperaturas gélidas bajo puentes y cartones.


Durante el día la calle es de las estrellas que se desplazan en limusina, pero a la madrugada, la ciudad mutante sale de los subsuelos y se entrega al fentanilo.


Arguiñano nos recuerda que él viene avisando desde la cocina que esto sucedería.


Los malos son los que gobiernan, por eso las guerras, el hambre y las drogas nunca se detienen, porque ellos prefieren gastar en armas antes que velar porque la comida y la educación nos alcance a todos.


Se que es fácil decirlo, pero las hambrunas, las guerras, las inmigraciones, el desarraigo, las persecuciones, los genocidios, como dice Arguiñano, podrían evitarse desde la familia, la escuela y la cocina… pero claro, se ve que no tenemos demasiado interés en que suceda y los malos se aprovechan.


Saben que la humanidad “desarrollada” prefiere esperar que llegue el delivery con la Stella Artois, la pizza o las empanadas.


Te haces mayor muy rápido y sabio muy tarde para comprender que en el mundo mandan los malos, esos que mandan a tus hijos, a los pobres e inocentes a pelear por ellos contra los enemigos que ellos mismos fabrican para venderles armas.



Juan Martín Perkins.


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