SOBRE SUCESIONES Y LESIONES AUTO INFLIGIDAS
Autor: José E. Durand Mendióroz *
El espejismo de la ayuda de Trump. Quienes esperan que la Asamblea Legislativa designe presidente, olvidan un pequeño detalle: la Constitución. La economía y la política se retroalimentan para la crisis infinita. El olvido fatal: los votos de 2023 estaban unidos por el espanto, antes que por el amor. Las reformas perdieron consenso social, por sus resultados y por la falta de credibilidad.
Al momento de enviar estas líneas, cuando la Argentina suma 200 puntos más que Ucrania de riesgo país, se ha instalado en los medios que los EE.UU. van a darle al país un préstamo especial de treinta mil millones de dólares. Intuyo que se trata de una operación de prensa para ganar el tiempo que corre hasta el 26 de octubre. Porque nadie en su sano juicio puede pensar que el Tío Sam ponga tanta plata a una persona con la debilidad política de Milei quien, para peor, en gran medida la utilizaría para sostener el absurdo techo de la banda. A no ser… que la garantía del préstamo sea… bueno, prefiero pensar que es una pesadilla. Ya veremos.
En la actual coyuntura política se especula con la renuncia de Milei como un hecho más o menos cercano en el tiempo. Por cierto, se dice que nadie quiere eso, y que sería deseable que terminase su mandato. Pero veamos primero la parte jurídica de una eventual sucesión. La memoria de los argentinos mayores de 40 es la del momento estelar de la Asamblea Legislativa, que eligió no uno, sino ¡dos! Presidentes de la Nación luego de la renuncia de Fernando de la Rúa en 2001. Pero no suele recordarse que a la sazón el Vicepresidente Chacho Álvarez, había renunciado a su cargo. Este es el punto: la Constitución establece que ante cualquier motivo de cese del presidente, lo reemplaza el vice. Ante un hipotético cese de Milei, pues, Victoria Villarruel tendría un indiscutible respaldo constitucional y la legitimidad de haber sido elegida por el voto popular para dicha contingencia.
La política y la economía constituyen ámbitos con una relativa autonomía, pero son interdependientes. Empecemos por la política; el 56 por ciento del electorado que en 2023 votó a Milei-Villarruel en el balotaje, estaba unido por el espanto antes que por el amor, y al mismo tiempo, por un acto de fe en una fórmula presidencial que para la mayoría era poco conocida. La credibilidad, en consecuencia era el activo más valioso que tenían. Pero era obvio, además, que la legitimidad de origen habría de ser contrastada permanentemente con la legitimidad de ejercicio por el propio electorado. Las autoridades electas, sin una estructura política territorial ni parlamentaria, dependían de un modo extremo de la opinión pública, del humor social, o como se lo quiera llamar.
La situación económica dejada por el gobierno de los Fernández en el 23 ciertamente influyó en lo político, provocando la unión ante el espanto y beneficiando la alternativa de recambio más definida; pero al mismo tiempo le impuso una mochila de plomo en lo económico.
En un error político gigantesco, al asumir la presidencia Milei se autopercibió como el líder ungido por el cielo de aquel aleatorio 56% del electorado y cual Napoleón Bonaparte, se coronó a sí mismo Emperador, pensando que gobernaría —cual autócrata de malos modales— una inexistente mayoría de libertarios. Javier Gerardo se olvidó entonces de tres necesidades imperiosas que tenía; la de un gobierno de consenso, la de respeto por los matices, y la de coherencia, con lo cual terminó destruyendo su base electoral.
Este proceso de autodestrucción política comenzó desde el día uno mediante la cancelación de Victoria Villarruel, quien fuera una aliada política crucial para triunfar en la interna de la oposición en que se había convertido la primera vuelta electoral. Un caso patente de autofagia, sin mérito alguno de la oposición. Dicho sea de paso, tal conducta fue recurrente hacia cualquier aliado con consistencia política propia; lo cierto es que Villarruel fue la primera en ser lanzada al mar por la borda, en momentos en que Milei exhibía altos índices de aprobación.
De lo expuesto puede concluirse que la mayoría circunstancial que votó a Milei en el 2023 no lo había habilitado a gobernar despóticamente mediante decretos de necesidad y urgencia y vetos seriales de las leyes. Tampoco lo habilitó a equivocarse en los armados políticos, ni a sumar tensiones en la sociedad mediante el agravio usque ad nauseam, ni a llevar a la casta al gobierno, ni a aparecer comprometido con actos de corrupción. Pero —sobre todo— no lo habilitó… a fracasar económicamente.
Milei no estaba habilitado para fracasar en lo económico. El ajuste que emprendió, políticamente iba a ser tolerado, mientras hubiera credibilidad y sobre todo, mientras no superase ciertos límites. Recordemos el cuento del burro al que le estaban enseñando a vivir sin comer y que, justo cuando aprendió a hacerlo… se murió. Aquí estamos entrando en los tradicionales terrenos de la economía (del griego, oikos nomos, ciencia del manejo de la casa).
Las políticas de ajuste nunca tuvieron continuidad en nuestro país por la sencilla razón de que nunca gozaron del favor de las mayorías, que suelen autopercibirse como víctimas de tales reordenamientos. El alerta no es ideológica, sino “gastronómica”; cuando no se llega a fin de mes, se pierden fuentes de trabajo y al mismo tiempo se ve el jolgorio del dólar barato que sólo le sirve a la clase media-alta; entonces algo no cierra; entonces ¡que el costo del ajuste lo pague magoya! Realismo económico puro de la gente, que en las Facultades no suelen enseñar.
El de equilibrio fiscal es un concepto interesante, si bien puede discutirse cómo se gasta, qué se prioriza, etc. Pero el equilibrio que supimos conseguir en este gobierno está relacionado con un dólar subvaluado artificialmente que mantiene la inflación dentro de una olla a presión, oprimiendo en el proceso toda competitividad del sector productivo. Si Mr. L. Gulliver visitara nuestro país y le explicaran, por ejemplo, el funcionamiento del carry trade, sin dudas diría que los dirigentes argentinos son los más corruptos del mundo porque con esa maniobra tan burda roban el valor del trabajo de sus connacionales beneficiando a los más pudientes que se refugian en cuentas en el exterior. Mientras el riesgo país se dispara, el Banco Central sigue sosteniendo el dólar… hasta que se acaben los dólares y… la olla a presión explote.
Milei no va a cambiar su política económica, de modo que es insensato pensar que reiterando las mismas acciones se llegue a resultados diferentes. Los logros obtenidos en realidad son ilusorios porque carecen de sustentabilidad. El gobierno, en síntesis, generó al mismo tiempo la debacle política y la económica. Ahora ambas se retroalimentan, generando una espiral descendente que tarde o temprano terminará afectando la gobernabilidad. Se ha configurado así la tormenta perfecta. Y esto lo saben tanto los mercados tanto como los políticos de raza que hoy lo acompañan, sectores estos que no se caracterizan por ser leales en las malas. Y es que… la verdad… es de sentido común pensar que hoy una invitación a subir al barco del oficialismo es como obsequiar un pasaje para el viaje inaugural del Titanic.
Llegados a este punto, cabe preguntarse qué viene después. Volvamos al principio. Dar por sentado que se ignorará la sucesión prevista en la Constitución implicaría un retroceso en el devenir de las instituciones argentinas. La Asamblea Legislativa no puede siquiera rozar la idea de forzar la Constitución; porque, en buen romance, eso se llama Golpe de Estado. Ningún legislador designado por la Asamblea en tales circunstancias tendría legitimidad de origen. Ni aunque fuera para limitarse a llamar a elecciones. Por dos razones, una de urgencia político-económica y la otra jurídica. La primera es bastante obvia; en las circunstancias extremas que plantea la hipótesis de la sucesión deberán afrontarse decisiones inmediatas, lo que no se compadece con los conciliábulos y el llamado a elecciones. La jurídica radica en que el electorado ya eligió la fórmula presidencial en 2023 por un período de cuatro años; y si cesa el presidente, sigue el vice.
No es éste el momento de disputar la Presidencia de la Nación. Al fin y al cabo aquel armado de impronta kirchnerista ya perdió las elecciones de 2023. Hoy ni siquiera puede reivindicar la menor iniciativa política, salvo el dudoso mérito de beneficiarse con los errores ajenos y con algunas iniciativas de los sectores sociales perjudicados. El turno está abierto para intentarlo en 2027. Ahí se verá. Como dijo el poeta nunca es triste la verdad… lo que no tiene… es remedio.
* El doctor José A. Durand Mendióroz es abogado, profesor universitario y publicista.
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