POSTALES DE MI PATRIA


Autor: Juan Martín Perkins

Algunas postales de mi país de estos días superan cualquier ficción. Son inimaginables fotos del subdesarrollo latinoamericano. Inimaginables hasta para García Márquez o Vargas Llosa.

Mientras la política, por unanimidad, vota la emergencia alimentaria, la misma política se traslada a Tucumán y nos regala una postal de la impudicia.

Una postal de hambre declamada y al mismo tiempo la otra postal, el banquete.

De manual, todo a la vista. Muerto el rey, ¡viva el rey! Y se festeja con un mega asado bien regado para el monarca y los cortesanos que retornan. Linda manera de mostrar como se lucha contra la pobreza.

Recordé mi viaje de turismo a Tucumán. La emoción al entrar con mis hijas a la “casita de Tucumán” nuestro templo símbolo de la libertad, autonomía e independencia. Justo lo que estamos perdiendo.

Recordé el viaje agotador en una camioneta de trabajo para participar, con mi familia, de un acto simulacro de la declaración de Independencia donde pude saludar a Manuel Belgrano en persona y fui invitado a firmar las actas de declaración al grito de ¡Viva la Patria! de todos los presentes.

Recuerdo esa emoción de mi paso por San Miguel de Tucumán rumbo a los Valles Calchaquíes mientras veo el contraste con el banquete actual.

Imagino a los 28 congresales de 1816 llegando a caballo desde rincones recónditos de la patria naciente tras largos y penosos días de marcha, por caminos polvorientos y llenos de acechanzas. Duro contraste del banquete actual, donde podemos ver como disponen de aviones jet pagados con los dineros del pueblo, al que sumen en emergencia alimentaria. 

¿Impudicia es la palabra?

¿Qué dirían Pueyrredón, Paso, Medrano, Godoy Cruz, Fray Justo Oro, Laprida o de Anchorena si vieran a Magario y Espinoza trepando al avión sanitario de la provincia de Tucumán?

¿Cómo le explicamos esto a San Martín, Güemes y Belgrano que gastaron la de ellos para dejarnos un país?

Venía rumbo al pueblo de mañana temprano pensando en estas dolorosas postales de mi país, cuando al pasar por La Carreta me saca de las cavilaciones la figura de un paisano.

Por la costa del alambre, dentro del campo en medio de un lote de vacas venía caminando con el caballo de tiro un paisano imponente. Caminaba despacio, detrás de una vaca  que aparentaba estar en trabajo de parto.

Gorra vasca roja, frondosa barba larga y negra con incipientes canas estilo El Pampa Larralde con 40 años.

Cuchillo tipo facón grande terciado en la cintura a la vista bajo una campera de tiro corto. De alpargatas, con cañas de lona en franjas coloridas tipo correntinas.

Caminaba tranquilo el paisano sobre la escarcha tras la vaca. Cuando pasé a unos metros le guiñe las luces y él levantó la vista, tomó el rebenque que colgaba de la empuñadura del cuchillo, revoleó en el aire y me regaló un Sapucai.

Me pareció ver que era el paisano Bastida, pero no estoy seguro.  A la vuelta, pasé espiando a ver si divisaba al Larralde de La Carreta para saludarlo pero ya no estaba. Lo que sí pude ver es a la misma vaca colorada cara blanca pastando tranquilamente. A sus patas, durmiendo arrollado y calentito al sol un ternero negro como una noche oscura.

Les cuento esta otra postal de nuestra patria porque es una viva pulsión de vida. Gracias a Dios, esta otra Argentina también existe, y saberlo y difundirlo nos ayuda a tener esperanza para encarar con optimismo el futuro.

El campo siempre nos brinda una buena postal. Solo hay que mirar… y valorar.

Todo está a la vista.

Juan Martín Perkins.
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