LA GUERRA QUE NADIE QUIERE


Autor: Pat Buchanan (*)
Traducción: Santiago González (@gauchomalo140)
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/guerra-iran-3/

El presidente Donald Trump no quiere una guerra con Irán. Los Estados Unidos no quieren una guerra con Irán. Hasta los senadores republicanos se pronuncian contra una acción militar en respuesta a ese ataque contra instalaciones petroleras en Arabia Saudí. “Deberíamos reunirnos e intercambiar ideas, respetuosamente, y llegar a un consenso, que debe ser bipartidario”, dice el senador por Idaho Jim Risch,presidente de la comisión de relaciones exteriores.

Cuando Lindsay Graham [1] dijo que la Casa Blanca había mostrado “debilidad” y reclamó ataques en represalia por lo que el secretario de estado Mike Pompeo describe como “un acto de guerra” iraní, el presidente le devolvió la pelota a su rival en el campo de golf: “Atacar es fácil, pero si lo ven a Lindsey, pregúntenle cómo resultaron las cosas en el Medio Oriente. Y cómo resultaron en Irak.”

Y sin embargo, si los Estados Unidos no quieren una guerra e Irán no quiere una guerra, ¿cómo es que nos encontramos al borde de la guerra?

Respuesta: Por culpa de la política impuesta por Trump, Pompeo y John Bolton luego de nuestra denuncia unilateral del pacto nuclear con Irán. El rumbo quedó determinado por las políticas que decidimos aplicar.

Al imponer a Irán las sanciones más severas que jamás haya aplicado una nación moderna contra otra, sin llegar a la guerra, los Estados Unidos, ejerciendo la “máxima presión”, pretendieron quebrar al régimen iraní y doblegarlo a la voluntad norteamericana. Sométanse a nuestras demandas, le dijimos a Teherán, o verán cómo su economía se desmorona y colapsa, y su pueblo se subleva y derroca su régimen.

Entre las doce demandas planteadas por Pompeo: Poner fin a todo enriquecimiento de uranio o procesamiento de plutonio. Cancelar todo ensayo de misiles balísticos. Romper vínculos con el Hezbolá en el Líbano y con Hamas en Gaza. Desarmar y desmovilizar las milicias chiís en Siria e Irak. Cancelar el apoyo a los rebeldes hutíes que se resisten a la intervención saudita en Yemen.

Las demandas planteadas por Pompeo son las que impone una nación victoriosa al derrotad o al indefenso. El problema de Pompeo: Irán no es una cosa ni la otra. El Hezbolá es la fuerza dominante en el Líbano. Junto con Rusia y el Hezbolá, Irán y sus milicias permitieron que Bashar al Assad emergiera victorioso tras ocho años de guerra civil. Y en Irak, las legiones de milicianos chiítas de las Fuerzas de Movilización Popular, aliadas de Irán y entrenadas por él, son veinte veces más numerosas que los 5.200 soldados norteamericanos destacados allí.

Eso explica la desafiante respuesta de Teherán a las doce demandas de Pompeo: No vamos a capitular, y si sus sanciones impiden que nuestro petróleo llegue a nuestros compradores tradicionales, nosotros vamos impedir que el petróleo de sus aliados suníes salga del Golfo Pérsico.

Por esa razón, hemos asistido en estos meses al sabotaje y secuestro de buques cisterna en el Golfo, el alza de las primas de seguros para los cisternas en tránsito, un drone Predator de 130 millones de dólares abatido por Irán, y, hace una semana, un atentado contra instalaciones petroleras saudíes que redujo sus exportaciones a la mitad.

A esto le siguió la advertencia iraní de que un ataque saudí contra Irán significa la guerra, y que una ataque estadounidense será respondido con un contraataque. Nosotros no queremos la guerra, dicen los iraníes, pero si la alternativa es morir asfixiados por las sanciones estadounidenses, vamos a usar nuestras armas contra las de ustedes.

Los Estados Unidos podrían emerger victoriosos de una guerra semejante, pero el costo sería calamitoso, al poner en peligro esa quinta parte de la producción petrolera mundial que pasa por el estrecho de Ormuz, y generar de ese modo una recesión mundial.



Y aunque no haya respuesta militar estadounidense o saudí al ataque del sábado anterior, ¿qué le impediría a Irán ordenar un segundo atentado que paralice otra parte importante de la producción petrolera del Golfo? Irán ha demostrado contar con la capacidad para hacerlo y, aparentemente, ni nosotros ni los saudíes, tenemos los medios para evitarlo.

Hay, además, una pregunta todavía más profunda: si los Estados Unidos no fueron atacados, ¿por qué tenemos el deber de responder militarmente a un ataque contra Arabia Saudí? Arabia Saudí no forma parte de la OTAN. No es nuestro aliado por tratado alguno. La Alianza para la Seguridad del Oriente Medio, esa “OTAN árabe” para contener a Irán (integrada por Egipto, Jordania, Arabia Saudí y los estados árabes del Golfo) de la que se habló el año pasado, nunca llegó a ver la luz.

No tenemos obligación alguna de librar la guerra de los saudíes. Ni tampoco Arabia Saudí es un aliado natural de los Estados Unidos. El príncipe heredero Mohamed bin Salman lidera una autocracia islámica. Maniobró para quedar en el primer lugar de la línea de sucesión al trono de su padre, cuya salud es endeble. Encerró a sus príncipes hermanos en el Ritz Carlton de Riad hasta que se los sacó de encima a cambio de miles de millones de dólares. Hizo que el primer ministro del Líbano acudiera al reino, donde lo obligó a renunciar en términos humillantes. Expulsó a Qatar de los foros árabes del Golfo. Ha sido acusado de complicidad en el asesinato en Estambul del columnista del Wahington Post Jamal Jashogui. Con su fuerza aérea comprada a los Estados Unidos, el príncipe heredero desató un infierno en Yemen para aplatar a los rebeldes hutíes que controlan la capital.

La cuestión que hoy se le plantea al presidente Trump es la siguiente: ¿cómo aparta a su país del borde del precipicio al que lo condujo por escuchar a los neocons y los halcones republicanos que derrotó en 2016, y que sin embargo han ejercido una influencia desproporcionada en su política exterior?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.


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© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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[1] Senador republicano por Carolina del Norte. 

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