¿QUÉ HA PASADO CON EL NACIONALISMO ARGENTINO? - Parte II
Autor: Der Landsmann
Hay un refrán: «El Comunismo es el más sangriento, más difícil y la forma más
terrible de pasar de Capitalismo a Capitalismo. La verdad es que esto parece
ser demostrado por la realidad ahora».
Y un chiste soviético decía: «El Cristianismo sólo predicó
las ventajas de la pobreza, los comunistas la impusieron».
Los Comunistas son tristemente famosos de causar el hambre masiva
confiscando el grano de todos los campesinos. Nacionalizaron la tierra de los
campesinos para hacerlos dependientes del Estado. Confiscaron las tierras y
posesiones de sus «enemigos» más peligrosos.
El emperador romano Gaius Julius Caesar (100-44 a. C.)
hizo lo contrario comprando tierra él mismo y regalándola a sus soldados para
hacerlos independientes del Estado.
Cuando las ideas e ideales de un individuo o sociedad se
encuentran en las antípodas del comunismo, reciben de parte de éste el mote
de «fascismo», sobre todo cuando se apela a los valores más
firmes, la angustia nacional, la necesidad de un orden y una disciplina, la
preocupación por el destino histórico y económico de «todo» el
pueblo.
Lo que la Internacional marxista ―las dos, la II y la III― comenzó
a percibir fue nada menos que esto: el fascismo parece no ser sólo un episodio
nacional de Italia. Parece no ser sólo un incidente desgraciado para la
revolución socialista mundial, producido en uno de los frentes, en Italia,
y restringido a él. Parece más bien un signo de otro orden, una estrategia
nueva contra nosotros, provista y alimentada por valores de calidad superior a
la de los hasta ahora conocidos. Parece que esa estrategia puede muy bien
adquirir rango mundial, es decir, ser desplegada contra el marxismo en el mundo
entero. Parece asimismo que su propósito es transformar la vieja sociedad
demoburguesa, el viejo Estado parlamentario, y forjar una sociedad nueva y un
Estado nuevo, con suficiente vigor para vencer incluso las contradicciones
últimas del régimen capitalista. Parece también que su poder de captación
consigue hasta el enrolamiento de los proletarios, de los trabajadores,
uniéndolos a la pequeña burguesía, a las clases medias, a las juventudes
nacionalistas y a todos los patriotas.
La conclusión marxista a esas consideraciones fue, naturalmente,
ésta: ¡Lucha mundial contra el fascismo! Una consigna así dio la vuelta al
mundo antes de que el propio fascismo tuviese en él análogo cinturón de
admiradores. En casi todas partes se organizó y propagó el antifascismo antes
que el fascismo apareciese. Y obsérvese que la consigna antifascista no era
exclusivamente protesta internacional revolucionaria contra el régimen de
Italia, sino que se hacía de ella consigna nacional, contra las supuestas
fuerzas fascistas del propio país.
El marxismo, la mística de la revolución proletaria mundial, tiene
hoy núcleos fieles hasta en los rincones más apartados del Globo. Las mismas
consignas aparecen en un cartelón comunista de los bolcheviques chinos que en
uno de los austríacos o búlgaros. Puede hablarse de una internacional marxista,
no sólo porque hay marxistas en casi todos los países, sino porque, además, son
tipos humanos de calidad rigurosamente idéntica, que han retorcido el cuello a
todo signo nacional y de raza, aún a costa de adquirir una configuración
espiritual monstruosa. El militante rojo es el mismo en todas partes. Dispone
de las mismas armas y lucha por los mismos objetivos. Es, por tanto, también
vulnerable a las mismas flechas.
Claro que ese tambor batiente y guerrero contra el fascismo
coincidió con otro, de sonido antagonista y contrario: el de las gentes
angustiadas por la cercanía bolchevique; el de las gentes ligadas a un espíritu
nacional profundo; el de las juventudes bélicas y generosas; el de todo ese
gran sector de muchedumbre a la intemperie, ligadas, sin embargo, a una lealtad
y a una continuidad de la cultura de su propia sangre.
No hay ni puede haber una Internacional fascista.
Pero, ¿Fascismo fuera de Italia?… sería
imposible. Constituiría, desde luego, un absurdo. Nacionalismo sí
es el término correcto.
Desde el año 1983 a la fecha, la mayor parte del tiempo han estado
haciéndonos creer que debíamos migrar y alinearnos con gobiernos filo
comunistas, pertenecer a la Internacional socialista ya que, según dichos
gobernantes, «era lo más parecido a vivir en el paraíso pero, el Imperio les hacía la
vida imposible».
Revisemos unas pocas cifras:
Los representantes criminales del poder han admitido ahora que
detuvieron el desarrollo de Rusia y lanzaron el país al caos,
que la vida era mejor en la Rusia zarista que en la Unión
Soviética. Como ejemplo de esto, un empleado tipo en la Rusia soviética
en 1968 vivía con un estándar que era sólo un 18 por ciento de lo que un empleado
ruso normal disfrutaba en 1914. También ha sido calculado que un jornalero ruso
en 1968 vivía con un estándar que era sólo la mitad de su colega en 1914,
incluso contando una proporción de inflación del 8 por ciento por año. Aun así,
la vida en la Rusia no era tan dura en 1968 como
en 1991, el último año del Poder Soviético. Los obreros durante el
régimen zarista ganaron 30 rublos por mes, y los profesores y doctores 200.
Una barra de pan (410 g) cuesta 3 kopecks; 410 g de carne 15
kopecks; 410 g de mantequilla 45 kopecks; 410 g de caviar 3 rublos y 45
kopecks.
Si nosotros comparamos las condiciones en la URSS con
aquellas en Occidente, encontramos contrastes aún más agudos. En 1968, el
estándar de vida media en el Reino Unido era 4.6 veces superior
que en la Unión Soviética. (1)
Estas cifras corresponden a la madre patria de los gobiernos filo
comunistas, la que solventaba gran parte de los gastos de sus gobiernos
satélites. ¿Qué quedaba entonces para Cuba, El Salvador, Nicaragua? Basta ver
el paraíso en que se ha convertido Venezuela…
El proceso destructivo del gobierno de Raúl Alfonsín fue enorme:
·
Modificó el Código de Justicia
Militar y permitió los castigos a los militares. Por decreto, el gobierno creó
la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), presidida por
el escritor Ernesto Sábato. (Por supuesto, con los crímenes de la subversión
fueron más indulgentes, la mayoría está libre e incluso, posteriormente,
formaron parte de gobiernos).
·
Inició el largo proceso de
desmalvinización que sigue profundizándose hasta la actualidad.
·
En los levantamientos
carapintadas enfrentó a los uniformados creando la discordia y haciendo oídos
sordos al justo reclamo de volver al ideal del Ejército sanmartiniano y al cese
de la persecución de los efectivos que cumplieron la orden que emanó de un
gobierno constitucional.
·
El gobierno devaluó la moneda y
restringió la circulación de dinero, en un frustrado intento por frenar el
proceso inflacionario.
·
Le dio la espalda al campo,
verdadero motor de nuestra economía dejando fuera de las negociaciones a
Confederaciones Rurales Argentinas: la Federación Agraria, la Sociedad Rural y
Coninagro.
·
Entre abril y mayo, el ministro
de Obras Públicas, Rodolfo Terragno, propuso la privatización parcial de las
empresas estatales, como la telefónica ENTel o la petrolera YPF.
·
Entró en funcionamiento el Plan
Primavera, por el que se congelaron salarios y precios, y se intentaó reducir
el gasto público. La situación económica se agravó meses más tarde, con la
eliminación de los créditos internacionales.
·
El gobierno devaluó el austral.
Fue el punto de partida de una profunda crisis hiperinflacionaria. (2)
·
El 30 de mayo de 1989 se
decretó el estado de sitio y se adoptaron medidas económicas de emergencia, la
deuda externa había crecido y los salarios decrecido enormemente.
·
Según datos del Centro de
Población, Empleo y Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires (CEPED-UBA),
en octubre de 1982 (14 meses antes de la asunción
de Alfonsín) la pobreza en el Gran Buenos Aires llegaba al 21,6%
de los hogares, mientras que el mismo mes de 1985 (ya con casi
dos años de mandato) bajó al 14,2 por ciento. En este sentido, en mayo de 1989
(dos meses antes de dejar anticipadamente su puesto) subió al 19,6% de los
hogares y en octubre de 1989, apenas dos meses
después de la asunción de Carlos Menem (PJ), el 38,3% de
las viviendas estaba por debajo de la línea de la pobreza. (3)
Y ya que nombramos a Carlos Menem, en esta segunda entrega, vamos
a analizar brevemente su gestión de gobierno.
Apenas comenzado su mandato, Menem firmó los decretos que dan
inicio al proceso de privatizaciones de empresas estatales. La primera compañía
fue ENTel. Le siguieron los ferrocarriles y Aerolíneas Argentinas, entre otros
activos que pasaron a manos privadas. ¿Hace falta aclarar que entregar las
comunicaciones, los ferrocarriles y la aerolínea de bandera es una aberración
ante una posible hipótesis de conflicto ante la cual quedaríamos incomunicados
y sin logística?
Luego de tanta injusticia para con la familia militar y el proceso
de desmantelamiento perpetrado por la gestión alfonsinista, Menem nombró a
Jorge Domínguez como ministro de Defensa, quien llegó con espejitos de colores
y prometió construir un «Pentágono», un edificio inteligente
que agruparía al Ministerio y a la conducción de las tres fuerzas, pero que
nunca se concretó.
Paralelamente y entre las políticas tendientes a la profundización
de la indefensión de la Nación, Menem anuló el servicio militar obligatorio,
(ligado a casos de corrupción vinculados a la venta de armas a Ecuador ―lo que
alejó a Argentina de Perú, uno de sus aliados tradicionales en la región― y a
los turbios negocios de la Fuerza Aérea en los aeropuertos);
desinstitucionalizó el procedimiento de toma de decisión en las cuestiones de
Defensa, no estableció metas institucionales y actuó sin precisar lineamientos
integrales para el funcionamiento del sistema.
También promovió modificaciones para subordinar la Junta
Interamericana de Defensa, integrada por militares de todos los países, a la
OEA, limitando su autonomía y convirtiéndola en un órgano de asesoramiento
técnico-militar sin funciones operativas.
Durante su gobierno, el jefe del Ejército, el traidor Martín
Balza, formuló por primera vez una disculpa institucional por las acciones
ilegales de las Fuerzas Armadas durante la última dictadura, dando herramientas
al enemigo al omitir que fue una orden generada por el ejecutivo y acatada,
como corresponde, por las Fuerzas Armadas y de Seguridad.
Menem no hizo más que poner en marcha aquello que académicos,
economistas y funcionarios estadounidenses y del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional establecieron a comienzos de 1989 en el denominado Consenso de
Washington: en el documento aparecían diez puntos que expresaban
las necesidades y las opciones del mundo hacia el siglo XXI: disciplina fiscal,
prioridad del gasto público en educación y salud, reforma tributaria, tasas de
interés positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos,
políticas comerciales liberales, mayor apertura e la inversión extranjera,
privatización de empresas públicas, desregulación y protección de la propiedad
privada. En pocas palabras, nos entregó maniatados.
Aprobó la Ley de Reforma del Estado y La Ley de emergencia
Económica, que esbozaban un amplio plan de privatizaciones y dotaban al
Ejecutivo de amplias facultades. Propició el canje compulsivo de depósitos a
plazo fijo por bonos externos. Esto ocasionó pérdidas irreparables al sector de
pequeños y medianos ahorristas.
Privatizó absolutamente todo; hacia el final de la presidencia de
Menen no quedó ninguna empresa en manos del Estado. Se privatizaron la
petrolera YPF, Aerolíneas Argentinas, ENTel, Gas del Estado, la Caja Nacional
de Ahorro y Seguro, Obras Sanitarias, los aeropuertos, el Correo, la
energía eléctrica, la seguridad social, dos plantas siderúrgicas, el Mercado de
Hacienda de Liniers, las radios, los canales de televisión, las carreteras, los
ferrocarriles.
Si bien la prédica privatista aconsejaba romper con el monopolio
estatal, las empresas adjudicatarias gozaron de un virtual monopolio, ya que se
distribuyeron territorialmente la provisión de servicios. Esta transformó a los
usuarios en rehenes de las empresas, que fijaron altas tarifas y con total
libertad redujeron los servicios a los territorios que mayores ganancias les
brindaban. El servicio ferroviario, por ejemplo, quedó reducido al Gran Buenos
Aires y dejó aisladas a importantes zonas del país. Las privatizaciones
proporcionaron unos 25.006 millones de dólares.
Durante su gobierno (1990), Argentina renunció a desarrollar armas
nucleares. En realidad, entre los años 80 y 90, Argentina desarrolló el misil
Cóndor, un proyecto secreto que hubiera cambiado radicalmente la historia del
país haciéndola dominar la región. EEUU, temeroso de perder su control de
Latinoamérica, detuvo el desarrollo del vector. El misil tenía un alcance de
750 a 1000 kilómetros y un sistema de guiado mediante una computadora inercial
y tobera móvil.
La cabeza balística tenía una carga útil de unos 500 kilogramos y
las posibilidades que albergaba el Cóndor eran asombrosas desde el punto de
vista militar.
Una de la características más sobresalientes que poseía era que
funcionaba a través de combustible sólido. Esto, proporcionaba muchas ventajas,
como el hecho de que podía ser lanzado inmediatamente desde cualquier plataforma
habilitada al efecto, lo que, desde el campo de la estrategia, permite grandes
posibilidades.
El desarrollo del misil se hizo a través de la cooperación con
CONSEN, una empresa europea de transferencia misilística, que proporcionó mucha
ayuda en los sistemas de guiado y en los TVC, que en su época, era lo más
innovador en materia de combustible sólidos.
Por desgracia para Argentina, las increíbles capacidades de este
misil hicieron que fuera codiciado por muchos países, especialmente por Irak y
Egipto, alcanzando un nivel de cooperación tecnológica con los mismos y
empezando la gestación de la tragedia que acabaría con el Cóndor. EEUU no
quería que este misil llegara a manos de Irak, ya que era mucho más poderoso
que los Scud y podía alcanzar Irán e Israel sin dificultad, cosa que rompería
el equilibrio en Oriente Medio, que había diseñado EEUU. Por otra parte,
Gran Bretaña, aliado de EEUU, mostraba gran preocupación por el misil Cóndor
porque podía destruir sus defensas en las Malvinas y hacerle perder el control
de las islas por lo que, indirectamente, presionó a Estados Unidos para que
bloqueara la creación del misil.
Aunque el gobierno de Menem tumbó el proyecto puede que en un
futuro el misil Cóndor vuelva a la vida y surque los cielos como es su legítimo
derecho, honrando a la Argentina.
Y así se suceden uno a uno los actos de gobierno tendientes a la
destrucción del ser nacional sin que haya habido en las últimas tres décadas
una sola voz que se alce contra ello, lo que nos trae a la memoria las palabras
de José Antonio Primo de Rivera, tan actuales y verídicas:
…Para algunos esto será indicio
de que vivimos en un pueblo civilizado, tolerante y respetuoso con la justicia.
Para nosotros es indicio de que vivimos en un pueblo sometido a una larga
educación de conformismo enfermizo y cobarde…
Con estas palabras culminamos la segunda entrega. En la próxima
abordaremos la gestión de gobierno de Fernando De la Rúa.
Por Der Landsmann para SAEEG.
Notas
1.
Anatoli
Fedoseyev – «Sobre la Nueva Rusia«.
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