EL CAMINO CIRCULAR




Esperamos ansiosos al arriero que nos saque del barro sin querer ver el lodazal en el horizonte


Autor: Santiago González (@gauchomalo140)
El presidente electo suele decir en estos días que el gobierno saliente deja el país en un pantano. La imagen se aproxima bastante a la percepción que compartimos buena parte de los argentinos: nos sentimos paralizados e impotentes, con el auto encajado en el barro. Cada vez que le damos un toque al acelerador con la esperanza de reanudar la marcha, nos hundimos un poco más. De modo que no queda otra alternativa que esperar y ver. Atrás dejamos un gobierno, y otro asoma en el extremo del camino. El espejo retrovisor muestra una de las peores administraciones que haya dado el sistema democrático. Pero es evidente que nuestro auto se desplaza por un camino circular, que no conduce a ninguna parte y vuelve siempre a los mismos lugares. Porque lo que nos espera a la distancia no es un destino nuevo, prometedor de terrenos más firmes y andar más seguro: ya estuvimos allí, ya lo conocemos. Ni el que dejamos atrás ni el que nos espera tienen nada que envidiarse. Ya estuvimos en ese otro pantano, y hace cuatro años apareció un jinete que nos sacó del barro y nos aseguró buen viaje. Confiados, no advertimos que a los pocos kilómetros, cuando el auto empezaba a cobrar velocidad, nos esperaba un nuevo lodazal, amasado con la misma ineptitud, la misma confusión ideológica, la misma venalidad, tal vez en distintas proporciones. Ahora, hundidos hasta el eje, vemos que se acerca este nuevo arriero comedido, con sus caballos y sus sogas, que le echa la culpa al anterior por sus malas indicaciones, y ofrece sacarnos del charco y ponernos nuevamente en marcha. Lo escuchamos casi agradecidos cuando promete volvernos a lo seco, y preferimos ignorar que nos señala fatalmente el camino circular. El que conduce al barreal ya conocido. Donde todo volverá a empezar, con el vehículo resentido por el esfuerzo y nosotros un poco más cansados, hasta que nos demos cuenta de que alguna vez habrá que pegar el volantazo, escapar por una huella secundaria, o agarrar nomás campo traviesa. –S.G.


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