AFGANISTÁN Y LA ADORMIDERA
¿QUÉ NOS DICEN LOS CULTIVOS DE
ADORMIDERA EN AFGANISTÁN?
Autora: Isabel Stanganelli*
«Afganistán
es el modelo de lo que se puede alcanzar en Iraq».
George
W. Bush, discurso ante la Asamblea de la ONU.
Septiembre 2002
Y
me referiré solamente a un aspecto de las actividades y objetivos en Afganistán
durante esas dos décadas: los cultivos de amapola.
Resulta de utilidad mencionar
que luego del petróleo y las armas, las drogas son el tercer producto mundial
de comercio. El Triángulo de Oro —Myanmar, Laos, Tailandia— había sido la mayor
zona productora de opio
[1] del planeta durante la Guerra
Fría, pero la Media Luna de Oro —con Afganistán como punto de partida— pronto
sustituyó con creces a la anterior como parte de la post Guerra Fría[2].
Y fue justamente una buena fuente de ingresos durante la resistencia a la
ocupación soviética 1979-1989.
La cuestión es que en 2003, 1
hectárea, cultivada con trigo rendía US$ 350, una con adormidera —en un 75%
amapola blanca— rendía US$ 6.150. Si
tenemos en cuenta que este cultivo es menos exigente, es fácilmente colocable
en el mercado, su valor es ínfimo en relación con el valor de venta final por
lo que los compradores pueden incrementarlo sin mayores pérdidas —siempre
tendrán consumidores en el ancho mundo—, puede ser guardado o acopiado
indefinidamente y permite comprar todo lo imaginable: armas, alimentos,
protección… Resulta el producto perfecto para sostener una guerra y también
para reconstruir un país.
Evolución de los cultivos
Este cultivo existe en
Afganistán desde hace siglos, pero hemos visto que su uso comercial se inició
durante la ocupación soviética del país. Los muyahidines —sostenidos por la CIA—
tenían cultivos. Enviaban la morfina base a Pakistán o a Turquía donde era
transformada en heroína. Tanto la resistencia a la ocupación soviética como la
posterior guerra civil entre los grupos que habían expulsado a los soviéticos,
pero que no lograron acuerdo para gobernar el país, fueron destruyendo las
infraestructuras agrícolas, los principales canales de irrigación y las rutas
al mercado de todas las restantes fuentes de ingreso nacionales, además de
producir la emigración de la población. Con respecto a la población más
capacitada, comenzó a destacarse en foros científicos y académicos en países
vecinos y ya no regresaron.
Después del retiro soviético, y
ya sin Rocky ayudando, el país perdió los subsidios de Moscú, no recibió más
ayuda de Washington ni del resto del mundo —salvo la ocasional de Pakistán—.
Los señores regionales de la guerra, líderes de tribus y clanes, lucharon entre
sí, provistos de importantes fuerzas a las que pagaban, alimentaban, vestían y
armaban —y cuya fidelidad compraban— con el dinero que aportaban los crecientes
cultivos de opio.
Era la última década del siglo
XX y en su transcurso Afganistán no solo sustituyó al Triángulo de Oro en la
producción de opio sino que recibió la actividad de Pakistán, donde estaba
comenzando a ser considerada ilegal.
Hacia 1996 el grupo mayoritario
pashtún de ideología talibán logró imponerse a la Alianza del Norte (uzbekos,
tadjikos, hazaras) y tomó Kabul. Entre sus medidas impuso la reducción de esta
producción y solicitó ayuda internacional para subsidiar a los campesinos que
sustituyeran este cultivo. Recibieron unos 630.000/año durante cinco años…
Colombia recibió en el mismo lapso 399 millones anuales…
Como consecuencia, los cultivos
en Afganistán no se redujeron: pasaron de 58.400 hectáreas en 1997 a 91.000 en
1998. Y siguieron incrementándose. Los campesinos necesitaban alimentarse y
recuperarse de los daños producidos por los conflictos. Lamentablemente éstos
continuaron.
Fue exactamente en 1999 cuando
la producción de 4.565 toneladas superó a la de todo el resto del mundo
incluyendo al Triángulo de Oro, llegando a alcanzar el 70% del total mundial.
Sin embargo en el año 2000 se
redujo a 3.300 toneladas en plena época de cosecha —julio—; el entonces
gobernante Mullah Omar prohibió los cultivos, hizo incendiar los laboratorios
de heroína y encarcelar a los campesinos que no destruyeran sus cultivos. Esta
decisión se debió a que Washington afirmaba que el gobierno talibán se sostenía
con armas adquiridas con los ingresos provenientes del opio. En 2001 se
siguieron reduciendo las hectáreas cultivadas, 1.625 hectáreas, 96% de
reducción. Posiblemente el 4% restante proviniera de áreas aún no controladas
por los talibán, las de la aún beligerante Alianza del Norte.
La llamativa reducción en 2001 fue y
sigue siendo objeto de numerosas especulaciones: ¿se buscaba reducir la oferta
para aumentar su precio? (personalmente no creo pues esto beneficiaba a la
alianza rival septentrional), ¿se procuraba lograr el reconocimiento del
gobierno por la ONU?, ¿el levantamiento de sanciones y la ayuda internacional?
Al menos la solicitaron. Y lograr reducir en un año el 96% de un cultivo no
deja de ser un logro asombroso.
Numerosos diplomáticos occidentales
advirtieron que si se perdía este gesto los cultivos volverían. Pero el
entonces presidente Bush Jr. bloqueó cualquier gesto a favor de la
rehabilitación diplomática de los talibán al reclamar la entrega de Osama bin
Laden como consecuencia de 11-S.
Afganistán «protegida» por Occidente
En 2002, ya sin los talibán, la ONU
señaló el colapso total de la ley y el orden en Afganistán. Según Estados
Unidos se plantaron 30.700 hectáreas, 74.000 según la ONU y hubo provincias que
hasta incorporaron cultivos de cannabis —marihuana—. En 2003 la ocupación
entregó semillas de trigo para sustituir el cultivo de adormidera, pero
curiosamente donde se entregaron esas semillas fue donde más se cultivó amapola
y ese año se produjo 6% más opio que el año anterior, 75% del opio del mundo
con 61.000 hectáreas bajo cultivo —según Estados Unidos—, 80.000 para la ONU,
el doble de superficie que en 2002.
Gran cantidad de sindicatos,
organizaciones y hasta campesinos y funcionarios preferían compartir las
ganancias antes que combatir: «vuelva en una semana y no encontrará los
cultivos». Por pocos dólares negaban haber visto siquiera laboratorios. «Los
americanos están enojados.... destruyamos algunos cultivos a orillas del camino»…
El gobierno carecía de capacidad para investigar la corrupción oficial por
drogas.
En 2004 el área cultivada se incrementó
en 40%, incorporándose áreas nuevas y se esperaba que para 2005 el incremento
de cultivos fuera del 43%. La ONU señaló un gran deterioro en la situación
general y la existencia de campos que incorporaron maquinaria nueva, algo no
hallado en otros cultivos.
Las familias próximas a Kabul que
destruyeron los cultivos de opio quedaron en la miseria: se instalaron minas en
sus campos para evitar nuevos cultivos.
La misión de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán
En 2020 se cultivaban 224.000 hectáreas.
Ya en 2018 la Oficina de Drogas y Crimen de la ONU aseguró que los opiáceos
colaboraban entre el 6 y
el 11% del PBI y superaban el valor de los servicios y bienes
exportados. Afganistán ya estaba superando en producción el 90% mundial[3].
Curiosamente se responsabilizó
y se sigue culpando a los talibán de dicha evolución y cae en el olvido la reducción
del 96% de los cultivos decretada por el Mullah Omar antes de su destitución y
la ocupación del país por Occidente. La elevada distribución de los cultivos es
un hecho documentado y creciente a partir de 2002, coincidente con la ocupación
extra continental.
Luego de 20 años en Afganistán,
de haber implementado estrategias de toda índole y de haberse retirado cediendo
nuevamente el gobierno al entonces derrocado régimen que había eliminado el
cultivo en forma drástica, hoy se acusa a los talibán de enriquecerse con el
mismo. Contradicción…
Reconocer la imposibilidad de
controlar los cultivos por parte del gobierno de Estados Unidos y la OTAN debido a que no controlaban la totalidad del
territorio ni aun habiendo permanecido 20 años es un argumento que se
contradice con las noticias que recorrieron el planeta durante ese período.
De todos modos ya había algunos
indicios de que algo no estaba saliendo bien… En 2017 el Washington Post informó que soldados estadounidenses pagaban a los
granjeros para que dejaran de cultivar la amapola, intentaron esterilizar los
suelos con productos químicos, bombardearon laboratorios[4]
—operación «Tempestad de hierro»— y hasta llegaron a ocuparse de arrancar
flores con las manos. Fue el año en que la superficie cultivada superó
holgadamente las 300.000 hectáreas. Y es fácil deducir que si hubieran estado
cerca de lograr erradicar los cultivos habrían sumido en la pobreza al pueblo
al que querían «liberar». Nueva contradicción… El pueblo se habría lanzado
contra los «liberadores».
Conclusiones
La Alianza occidental no había
aprendido nada del pasado. Para los afganos, vencedores ante Alejandro, el
imperio británico y el soviético, esta última incursión no fue más que otra
invasión bárbara y la resistieron como a las anteriores con los recursos y
alianzas que se les presentaron. Continúa siendo un bastión en el centro de
Asia.
Por otra parte, llama la
atención la desigualdad absoluta entre los dos contendientes. ¿Con qué
estrategia ingresaron Washington y sus aliados en Kabul? ¿Asignar el control de
Kabul a ciertos socios internacionales —hasta que se hizo cargo la OTAN—
mientras las tropas estadounidenses presentaban dudosas batallas en el sur sin
saber si los señores de la guerra que los protegían en realidad eran «leales»?
¿Obligando a intervenir a
Pakistán para restar «profundidad estratégica» a los talibán? Esto también
resultó una mala decisión como comprobamos con los bombardeos y la destrucción
por drones de este país vecino que «no estaba ayudando lo suficiente».
Hemos visto que la batalla
contra la adormidera resultó perdida y patética.
Además… en 20 años ¿no pudieron
contar con al menos un estratega capaz de lograr algún triunfo, algo que aunque
fuera por un instante iluminara esta estéril agonía de dos décadas que terminó
con la entrega del poder a los mismos que habían sido derrocados y el abandono
a su suerte de aquellos afganos que decidieron apostar por la superpotencia?
No hubo planeamiento
estratégico y si entre los integrantes de la coalición hubo alguien capaz de
advertir el peligro, no fue escuchado.
Lamentablemente Sherman Kent no
se equivocó al advertir que por acertada que fuera la evaluación de los
analistas y estrategas, nada obliga a quienes comandan a escucharlos.
* Profesora y
Doctora en Geografía/Geopolítica, Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Magíster en Relaciones Internacionales, UNLP. Secretaria Académica de la SAEEG.
Referencias
[1] El opio es
base para producir morfina, goma de opio y heroína.
[2] Si bien la
Media Luna de Oro originalmente se refería a Afganistán, Irán y Turquía, la
situación internacional la transformó en el principal centro de producción y
origen de rutas, principalmente hacia el norte, oeste y sur de esta república.
[3] “El lucrativo
negocio del opio. La guerra de las amapolas: el fracaso de EEUU en Afganistán
que aupó a los talibanes”. El Confidencial, 21/08/2021, https://www.elconfidencial.com/mundo/2021-08-21/guerra-taliban-eeuu-afganistan-amapolas-heroina_3238702/ [consulta: 20/02/2023].
[4] Hubo más de 200
bombardeos que debieron ser suspendidos debido a su alto costo y a la vez a su
ineficacia.
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