A TODO O NADA
Mostró el agotamiento de una propuesta política que, con un perfil doctrinario trazado con brocha gorda, supo en 2023 canalizar el hartazgo de la sociedad.
Autor: Santiago González - Gaucho Malo (@gauchomalo140)
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/todo-nada/
Un duelo final entre la gente de bien y los kukas puede ser el escenario deseado por los hermanos Milei para aventar peligros en ciernes
El presidente libertario habló dos veces en público en la última semana: el sábado en la inauguración de la Exposición Rural en Palermo y el martes durante un encuentro cerrado llamado Derecha Fest, que se celebró en la ciudad de Córdoba y tuvo como oradores al propio Javier Milei y a una media docena de sus más caracterizados publicistas y pensadores.
Pudo haber sido Córdoba el lanzamiento de la campaña para la serie de elecciones legislativas que comienza en septiembre en la provincia de Buenos Aires, y sin embargo no fue más que la enésima reiteración de los lugares comunes de la retórica libertaria desde diciembre de 2023. No hubo ideas nuevas ni precisiones programáticas, sólo arengas de batalla.
La reunión mostró el agotamiento de una propuesta política que, con un perfil doctrinario trazado con brocha gorda, supo en 2023 canalizar el hartazgo de la sociedad tras una sucesión de gobiernos incompetentes. Después de dos años el plan de gobierno sigue sin aparecer, la vida es cada vez más áspera, y Milei empieza a confundirse con Macri y con Fernández.
Las convocatorias a la lucha electoral, plagadas de incitaciones violentas e insultos, atizaron el entusiasmo del no muy poblado auditorio, pero lo dejaron en ayunas sobre el rumbo del gobierno. Muchos oblaron los 35.000 pesos de la entrada esperando un anticipo de lo que vendría después del ajuste. El silencio con el que se retiraron al cierre denunció su frustración.
Todos los oradores descargaron su acostumbrada letanía de diatribas contra la política, el periodismo y la vicepresidente, aún cuando las listas del oficialismo han incorporado nombres baqueteados de “la casta” y el presidente ha sabido encontrar un puñado de periodistas que no le hacen preguntas. Para Victoria Villarruel, en cambio, no hubo redención posible.
Días después, la vicepresidente fue proscripta por decisión oficial del acto de inauguración de la Exposición Rural en Buenos Aires. El presidente la atacó además en varios párrafos del mensaje que pronunció en la ocasión, una agresión (no fue la única) capaz de lastimar a un auditorio que cultiva valores, tradiciones y creencias bastante similares a los de Villarruel.
Para los hermanos Milei pudo haber sido un precio razonable a pagar. Según una encuesta de la Universidad de San Andrés realizada este mes, Villarruel conserva una imagen positiva superior a la de cualquier otro dirigente político y con un diferencial respecto de la imagen negativa menor que el resto. Esta resistencia de su figura les exige redoblar esfuerzos.
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Próximo a completar la primera mitad de su mandato, Milei no puede mostrar otros logros que la baja de la inflación y el equilibrio fiscal, que serían dignos de elogio si fueran reales. Pero no lo son: el gobierno nunca atacó —ni siquiera examinó— las causas reales de la inflación o del gasto excesivo. Se limitó a reprimirlas, de manera bastante primitiva.
Los economistas profesionales lo saben y ya lo han explicado técnicamente, pero hay señales que los legos podemos comprender casi a simple vista: si el gobierno tiene que inducir una recesión, controlar los salarios y contener el precio del dólar para que la inflación no se escape es porque ésta sigue agazapada y lista para estallar en cualquier momento.
Si el gobierno no puede pagar salarios dignos a sus médicos y policías ni aumentar las jubilaciones ni transferir a las provincias el dinero que les pertenece es porque todavía no identificó ni cauterizó (o no quiere hacerlo) la hemorragia por donde se pierden los fondos del Estado. Inflación y gasto, entonces, están reprimidos pero no corregidos.
Estas cosas también las conoce el mundo corporativo, que desconfía de Milei aunque su gobierno les conceda subsidios y privilegios: su gestión ostenta el nivel más bajo de inversión como porcentaje del PBI de los últimos seis presidentes, y la inversión externa exhibe un saldo negativo del orden de los 1.600 millones de dólares: las empresas extranjeras se van.
El sostenimiento de esas políticas ha conducido al gobierno a contraer nueva deuda externa, especialmente con el FMI y otros organismos multilaterales, ya que el elevado riesgo país (más de 700 puntos) le impide acudir al mercado financiero comercial, así como a emitir moneda muy por encima del crecimiento real de la actividad, lo que anticipa otra clase de dificultades.
Este escenario inestable, inseguro, se agrava por la negativa del gobierno a explicar el sentido de sus políticas: para qué es necesario todo el sacrificio soportado por su población, cómo se va a restablecer la actividad productiva y recuperar el empleo; especialmente, cómo van a generarse las divisas necesarias para pagar la deuda impuesta a todos los ciudadanos.
Milei no lo explicó en la tenida libertaria en Córdoba ni en el predio rural de Palermo, donde afirmó que quienes proponen un módico aumento en las pensiones jubilatorias “son asesinos de las generaciones futuras”. ¡Qué pensar entonces de quienes endeudan el país en decenas de miles de millones de dólares!
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La falta de respuesta a estas preguntas no crea el mejor escenario para las elecciones de octubre. La narrativa de historieta que opone a los superhéroes libertarios contra los supervillanos habituales —orcos, mandriles, kukas, zurdos— sirvió una vez, cuando la sociedad estaba mal, pero difícilmente vuelva a servir ahora, cuando la sociedad siente que está peor.
Aunque se han observado recuperaciones parciales, muchas veces pasajeras, en algunos sectores de la actividad económica, la actividad industrial en su conjunto cayó casi un tres por ciento en los primeros cinco meses del año, y en mayo el sector que más creció fue la intermediación financiera (25,8%) seguido por la pesca (algo más del 10%).
El consumo masivo no deja de caer desde que asumió Milei en diciembre de 2023, tanto en los comercios de cercanías como en las grandes superficies, en línea con la depresión de los salarios y las jubilaciones. El gobierno liberal no acepta incrementos salariales superiores al 1,5% mensual, aun cuando hayan sido aceptados por los patrones.
Por otra parte, la decisión judicial de poner presa a Cristina Kirchner ordenó la oposición en torno de una figura fuerte. Cuando el propuesto embajador Peter Lamelas hizo explícita en el Congreso estadounidense la manera como su país influyó en esa decisión judicial, y como espera sostenerla, le regaló al kirchnerismo un soberbio tema de campaña.
El oficialismo encuentra sus mayores apoyos, también según las encuestas, en ese pequeño sector de la sociedad cuyos intereses se ven favorecidos por sus políticas, entre quienes pervive un aborrecimiento visceral por el peronismo o cualquier cosa que se le parezca, y también, curiosamente, entre los jóvenes educados por el kirchnerismo.
En los reportajes callejeros, los ancianos claman por sus jubilaciones, pero insertan sus penurias en la penuria general de la patria; los más jóvenes claman por sus “derechos”, desligados de cualquier cuestión social, de soberanía, tradición o historia. “Que me explote un López o un Robinson no me cambia mucho las cosas”, me dijo claramente uno de ellos.
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El tramo que resta hasta completar en diciembre la primera mitad de su mandato resulta crucial para el presidente Milei. En su horizonte político aparecen tres poderosas amenazas, tres oscuros y densos nubarrones capaces de conjugarse en una tormenta perfecta, o bien de desactivarse mutuamente.
El primer nubarrón se cierne sobre el segmento económico de la esfera celeste, y se refiere a una corrección violenta del tipo de cambio como consecuencia de presiones sobre el dólar que el gobierno no pueda resistir justamente por carencia de divisas suficientes como para responder a una demanda desbocada. Catastrófico pero poco probable.
El segundo nubarrón se extiende sobre el segmento político, y tiene que ver con el enjuiciamiento del presidente en el Congreso por su comportamiento y responsabilidades en el obscuro caso de la criptomoneda $Libra, cuya investigación avanza tanto en la justicia argentina como en la estadounidense, y también en una comisión legislativa local. Más probable, pero de trámite lento
El tercer nubarrón se despliega sobre el segmento social, y remite al resultado de las elecciones legislativas de octubre, que el gobierno propone a la vez como un plebiscito sobre su gestión y como un duelo tipo Predator vs Terminator con el kirchnerismo. Es una apuesta demasiado arriesgada para una elección legislativa que en sí misma no cambiaría mucho las cosas, pero para la pretensión autocrática del mileísmo tiene sentido.
Veamos el escenario en secuencia. Ese comicio de extensión nacional va a estar precedido en septiembre por una elección local en la decisiva provincia de Buenos Aires, donde hasta este momento los pronósticos anticipan un cómodo triunfo del peronismo en las secciones clave, excepto en la primera, que todavía aparece en duda.
Suponiendo que esa previsión se mantiene, una victoria del peronismo bonaerense en septiembre puede alentar un triunfo nacional del mismo signo en octubre. Si esa victoria resulta arrolladora puede desatar todos los demonios y desencadenar la sinergia de los tres nubarrones mencionados en una tormenta sobrecogedora para el oficialismo.
Pero un triunfo peronista en septiembre también puede incentivar, con una ayudita del periodismo amigo, un pánico generalizado ante un eventual regreso del kirchnerismo, y aglutinar a todos junto al gobierno en los comicios de octubre. Un duelo final entre la gente de bien y los kukas, a todo o nada, puede ser el escenario deseado por los hermanos Milei: les brindaría la épica que su falta de programa les impide agitar.
Así como una derrota les permitiría a los líderes libertarios atribuir el eventual fracaso de su gestión a la perfidia de los ignorantes, los brutos, los simios, los peronistas que se le oponen, un triunfo electoral inapelable —el famoso último clavo del cajón— les daría las fuerzas necesarias para disipar los otros dos peligrosos nubarrones y seguir adelante con sus políticas, ya sin obstáculos
–Santiago González
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