EL SECRETO ENCANTO DE LOS SERVICIOS DE INTELIGENCIA - Tercera y Última Parte

De omni re scibili

LA INTELIGENCIA ESTRATÉGICA COMO INSTRUMENTO FUNDAMENTAL PARA LA TOMA DE DECISIONES

Autor: Marcelo Javier de los Reyes*

De omni re scibili

Como ya se ha expresado, inteligencia en un término polisémico que fue expresado ―en lo que respecta al tema de esta presentación― por Sherman Kent como “información procesada”, como “producto” y como “organización”.

En principio, debemos recordar que Washington Platt dice que:

Inteligencia es un enunciado o exposición significativa y llena de sentido derivada de la información que ha sido seleccionada, evaluada, interpretada y finalmente expresada de modo que su significación sea clara para la resolución de un problema actual de política nacional [21]. 

En esta definición cabe hacer la salvedad que puede ser tanto un problema nacional como internacional pero que afecte los intereses nacionales aunque, lo importante, es destacar que la inteligencia tiene por objetivo “la resolución de un problema” o, dicho más ampliamente, la resolución o la prevención de un conflicto, una amenaza o un riesgo. En este sentido, se trata del análisis, del procesamiento de un cúmulo de información proveniente de fuentes públicas y propias destinado a la toma de decisión. Para sintetizar, entonces, la actividad de inteligencia debe desarrollarse ―preferentemente― para la adecuada toma de decisiones para la prevención y resolución de conflictos que pudieran derivar en crisis.

Por otro lado, el término ha dado lugar a varios niveles que podemos conceptualizar en “inteligencia táctica”, “inteligencia operacional” e “inteligencia estratégica”.

La inteligencia táctica está íntimamente vinculada al combate y sus principales características son la urgencia y la limitación de medios que obligan a que, en la mayoría de las situaciones, se opere con información bruta o semielaborada.

La inteligencia operacional es aquella requerida por los mandos para el planeamiento y dirección de las operaciones —de combate, militarmente hablando— mediante la cual se establecen posibilidades operativas o tácticas —según incumba—, determinando las características, las limitaciones y las vulnerabilidades del adversario. 

De alguna manera, esta inteligencia se encontraría en un escalón intermedio entre la inteligencia táctica y la inteligencia estratégica.

En una profusa obra, el Dr. Federico Frischknecht expresó que un conflicto da origen a una estrategia para superarlo. La estrategia tiene las siguientes características:

opera en el mediano y largo plazo,
compete a los más altos niveles de la conducción, al presidente de la Nación o a los máximos responsables civiles o militares y
requiere de planificación y de la planificación de la inteligencia [22].

A partir de lo expuesto, cabe citar la definición de “conducción estratégica”:

Todas las definiciones de conducción coinciden en que se trata básicamente de un proceso de decisión para convertir ideas en acción. Esa es la responsabilidad indelegable de estadistas, directivos y comandantes.
La conducción le da intencionalidad a la acción, que responde así a ideas inteligentes y no a causas ciegas. La decisión, al relacionar fines con medios, ideas con acción, es la racionalidad. “el intelecto que le da vida a la materia”, al decir de Clausewitz (1832, Libro II, Cap. 2 secc. 15). […]
La conducción está indisolublemente ligada a la decisión y la decisión es una forma de pensamiento, un pensamiento que concibe, diseña y elige alternativas para pasar de las ideas a la acción [23]

La toma de decisiones nunca debería estar sujeta a la improvisación sino íntimamente vinculada a la adopción de una estrategia destinada a resolver el conflicto o reducir la incertidumbre. Es precisamente ese el momento en que se debe recurrir a la inteligencia estratégica. El Licenciado en Administración de Empresas Aníbal Rodríguez Melgarejo le reconoce a la inteligencia las siguientes virtudes, las que son citadas textualmente [24]:

Multidimensionalidad: la aptitud de ver una realidad en todos sus aspectos.
Capacidad: potencialidad de imaginar, crear y operativizar.
Aprendizaje: el esfuerzo de aumentar el “stock de conocimientos”.
Generalidad: capacidad de percibir el amplio espectro de los problemas.
Sentido común: don de percibir y distinguir actuando en base a él.
Capacidad de Comunicación: aptitud muy valiosa en las actuales circunstancias.

Una observación que podría realizarse a la descripción de estas características es que el autor se refiere meramente a la “inteligencia” pero la integralidad de las mismas conforma ampliamente todo lo pertinente a la “inteligencia estratégica”. Se trata de la conjunción de lo racional con lo empírico, de la suma de la mayor cantidad posible de conocimientos, de la creatividad, de la intuición y de la comunicación en función de favorecer la toma de decisiones.

De tal manera que la inteligencia estratégica está íntimamente vinculada a la máxima conducción, dado que es la que responde a los requerimientos de los diversos gobiernos nacionales a los efectos de proporcionar una visión global de las cuestiones políticas, económicas, diplomáticas, militares, sociales, empresariales, etc., indispensables para la planificación de políticas y procedimientos en tanto a nivel nacional como internacional. Se trata, entonces, de una inteligencia integral conformada por la suma de las inteligencias sectoriales y debe ubicarse en el escalón más alto de un organismo de inteligencia. En síntesis es la inteligencia “concerniente a todo lo que se puede conocer”.


Proceso de decisión y toma de decisiones

La toma de decisiones, en el mayor nivel de la conducción, debe comprender a la organización y a la sociedad en la cual se desarrolla “ello en virtud, de que ningún proceso de decisión puede divorciarse del ambiente respecto del cual ésta se toma” [25].

En primer lugar, debe reconocerse la existencia de un problema/conflicto que determine la necesidad de un proceso de decisión que lleve a su resolución [26]. Este proceso requiere de la elección de una acción posible entre dos o más alternativas con el propósito de lograr el objetivo deseado: la resolución o desactivación del problema/conflicto.

El proceso decisional se conforma de tres etapas: elaboración, toma y ejecución [27]. Cuando el problema/conflicto ha sido determinado se requiere de la mayor información posible, “válida y confiable”, para poner en funcionamiento el proceso de toma de decisiones. Claro está que en la toma de decisiones convergen factores personales, políticos y de contexto que condicionan la elección de la alternativa pero, sin duda, debe contar con información de inteligencia apropiada para discernir cuál sería la alternativa a adoptar para la efectiva resolución del problema/conflicto. 

Para generar esas alternativas se hace necesario apelar a la creatividad más que a una forma de pensamiento estructurado. En este sentido, la inteligencia estratégica, a partir de un conocimiento global, producto del procesamiento de las diversas inteligencias sectoriales que permitan determinar los riesgos y/u oportunidades que emergen del análisis del problema/conflicto, se transforma en un instrumento fundamental al momento de la toma de decisiones.

Indubitablemente, corresponderá al máximo responsable de la conducción elegir la alternativa más apropiada pero no debería soslayarse la relevancia de contar con la información de inteligencia “válida, confiable y oportuna” para proceder a la ejecución, a la implementación de una de las alternativas propuestas.
 El pensamiento estratégico es un proceso sumamente complejo que requiere del más amplio conocimiento de la información, de su procesamiento, capaz de proponer nuevas direcciones, de ofrecer varios caminos, aún aquellos menos evidentes. Para ello se valdrá de diferentes métodos y recursos con la intención de facilitar las mejores respuestas para que la conducción alcance sus objetivos.

En función de lo expuesto, vale en este punto recordar a Shinmen Musashi No Kami Fujiwara No Genshin, más conocido como Miyamoto Musashi —nacido en 1584, en la población de Miyamoto, en la provincia de Mimasaka, Japón—, autor de El Libro de los Cinco Anillos (en japonés 五輪書 [Go rin no sho]), quien afirma en su obra que comenzó a comprender el Camino de la Estrategia cuando alcanzó los 50 años de edad. Hijo de un samurái, Musashi devino en un ronin (浪人 - literalmente “hombre ola”), es decir en un samurái sin amo, durante el período feudal de Japón. En el año 1643 escribió su libro, en cuyo prólogo proporciona varios puntos a tener en cuenta [28]:
deja de lado una estrategia “estructurada” (“depurada”) y no siguió una ley determinada;
alude a una “habilidad natural”, la cual es una característica destacable en un analista de inteligencia estratégico;
la imperiosa necesidad de buscar en todo momento (“mañana y tarde”) el conocimiento;
la combinación de “muchas artes y habilidades”, es decir, la apelación a un pensamiento flexible, la necesidad de la adaptación permanente al cambio y de la innovación, de la creatividad;
llegó a comprender el Camino de la Estrategia a los 50 años, lo que implica que un analista estratégico debe ser una persona experimentada, con amplios conocimientos y una gran apertura, es decir, un “cinturón negro” en términos de inteligencia. De ahí en más, su pericia lo llevará a escalar a través de diferentes danes, para continuar con la metáfora de las artes marciales [29]. 

Si bien su libro fue orientado hacia las artes marciales, al igual que El arte de la guerra de Sun Zi —el cual contiene un capítulo titulado “El aprovechamiento de los espías” [30] —, ha sido valorado desde la estrategia, en particular la empresarial.

A partir de lo expuesto puede deducirse que un servicio de inteligencia que cuente con numerosos analistas seniors y, particularmente, con numerosos analistas estratégicos experimentados, se constituirá en un verdadero “órgano colegiado” destinado a asistir en la toma de decisiones.

Finalmente, cabe citar nuevamente a Musashi: cuando has comprendido el Camino de la Estrategia, no existe una sola cosa que no seas capaz de comprender y puedes ver el Camino en todas las cosas.

A modo de conclusión

“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos”, es una frase que le ha sido atribuida tanto a William Shakespeare (1564 – 1616) como al filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788 – 1860). Con independencia de quien la haya expresado, nuestro mundo actual, dada su alta complejidad, somete permanentemente a la conducción estratégica a diversos desafíos pero con las alternativas proporcionadas por la inteligencia estratégica se podría dar respuestas efectivas a los mismos.

Lucio Anneo Séneca (4 a.C. – 65), en su carta LXXI dirigida a Lucilio, escribió: Ignoranti quem portum petat, nullus suus ventus est, “Ningún viento será bueno para quien no sabe a qué puerto se encamina”. Esta cita debería ser seriamente tomada en cuenta por quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones. 

¿Cómo saber a qué puerto debe dirigirse el decisor? 

La respuesta ya está dada: apelando a la inteligencia estratégica, la que le señalará las fortalezas y las vulnerabilidades de aquellas cuestiones que hacen al interés de la Nación. De ese modo, el decisor tendrá en claro cuáles son los vientos favorables en los distintos escenarios de probabilidad y cuál debería ser el mejor puerto de destino.

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(*) Licenciado en Historia graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Postgrado en Política Exterior Argentina, Universidad del Salvador. Durante casi veinte años fue docente de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Docente de la Facultad del Ejército, Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF). 

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Notas:
[21] Washington Platt (1983). Producción de inteligencia. Principios básicos. Buenos Aires, Struhart & Cía., p. 24.
[22] Al respecto ver: Frischknecht, Federico et al. (1994). Lógica, teoría y práctica de la estrategia. Buenos Aires, Escuela de Guerra Naval, 271 p.
[23] Íbid., p. 19 y 20.
[24] Rodríguez Melgarejo, Aníbal. “La toma de decisiones”. En: Boletín de Lecturas Sociales y Económicas, UCA, FCSE, Año 3, nº 13. Puede encontrarse una versión digitalizada en <http://200.16.86.50/digital/33/revistas/blse/melgarejo4-4.pdf>.
[25] Palumbo, Santiago (1995). “El proceso de decisión en la elaboración de políticas”. En: Revista Nacional de Inteligencia, vol. IV, nº 2, segundo cuatrimestre, p. 85.
[26] Ibíd., p. 87.
[27] Ídem.
[28] Musashi, Miyamoto. “Prólogo de Miyamoto Musashi”. Go Rin Kai, <http://www.gorinkai.com/textos/gorin0.htm>. [consulta: 10/06/2018].
[29] En la parte final de su prólogo, Miyamoto Musashi dice: 
“Cuando llegué a la treintena, miré hacia atrás contemplando mi pasado. Todas esas victorias no se debieron a tener una estrategia depurada. Quizás fue mi habilidad natural, o el deseo del Cielo, o que los luchadores de las diversas escuelas eran inferiores. Por lo tanto, estudié mañana y tarde buscando el principio, y llegué a comprender cuál era el Camino de la Estrategia cuando cumplí cincuenta años.
Desde entonces he vivido sin seguir ningún camino en particular. De acuerdo con la virtud de la Estrategia he practicado muchas artes y habilidades, siempre sin un maestro. Para escribir este libro no uso la ley de Buda o las enseñanzas de Confucio, ni las antiguas crónicas guerreras o libros de tácticas marciales. Tomo mi pincel para explicar el auténtico espíritu de esta escuela ‘Ichi’, tal y como se refleja en el Camino del Cielo y de Kwannon. Este momento es la noche del décimo día del décimo mes, a la hora del Tigre. [3 a 5 a.m.]”.
[30] Sun Zi (1996). El arte de la guerra. Beijing, Ediciones en lenguas extranjeras, 1996 (2ª reimp.), p. 91-96.

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