LA CRISIS DE SUPERVIVENCIA DE EUROPA


Autor: Giulio Meotti

Nota original: https://es.gatestoneinstitute.org/13223/europa-crisis-supervivencia


Al enfrentarse a este reto existencial, una espiral descendente en la que los europeos parecen ir muriéndose lentamente por no reproducirse, parece que Europa también ha perdido toda su confianza en sus valores de la Ilustración, que tanto le costó alcanzar, como las libertades personales, la razón y la ciencia en lugar de la superstición y la separación de Iglesia y Estado. (Imagen: Pixabay)

"La posibilidad de que Europa se convierta en un museo o un parque recreativo cultural para los nuevos ricos de la globalización no está completamente descartada". Esta idea de Europa como un inmenso parque temático cultural la planteó el difunto historiador Walter Laqueur, quien, por su visionario pronóstico sobre la crisis de Europa ha sido llamado el "pesimista indispensable". Laqueur fue uno de los primeros que entendió que el actual punto muerto en que se encuentra el continente va mucho más allá de la economía. La cuestión es que los días de la fortaleza europea se han terminado. A causa de las bajas tasas de nacimientos, Europa está encogiéndose drásticamente. Si persisten las actuales tendencias, dijo Laqueur, dentro de cien años la población de Europa "será sólo una fracción de lo que es hoy, y dentro de doscientos, puede que algunos países hayan desaparecido".

Lamentablemente, la "muerte de Europa" se aproxima cada vez más, se está volviendo más visible y los escritores populares hablan con frecuencia de ella.

"En un momento en que la literatura es cada vez más marginada en la vida pública, Michel Houellebecq nos ofrece un llamativo recordatorio de que los novelistas pueden aportar ideas sobre la sociedad que los analistas y expertos suelen pasar por alto", escribió The New York Times sobre el que es probablemente el autor francés más importante. Houellebecq "habla" mediante sus exitosas novelas, como Sumisión, así como en sus conferencias públicas. La última conferencia que dio Houellebecq en Bruselas –con motivo del premio Oswald Spengler, que homenaje al autor de La decadencia de Occidente– estaba dedicada a ese tema. "Por resumir –dijo Houellebecq–, el mundo occidental en conjunto se está suicidando".

¿Por qué Europa ha acabado obsesionándose tanto con su propio declive demográfico y la creciente inmigración fértil de África?

Según Ross Douthat, en un artículo en The New York Times, "los esfuerzos de control de la población financiados por Occidente en el mundo desarrollado" se están "introduciendo en el debate" por tres motivos:

Porque las tasas de natalidad africanas no se han reducido con tanta rapidez como esperaban los expertos occidentales; porque la demografía europea está siguiendo la ley de Macron hacia la tumba; y porque los líderes europeos ya no son ni mucho menos tan optimistas sobre la asimilación de los inmigrantes como lo eran sólo unos años atrás.

Douthat se refiere a dos discursos del presidente francés, Emmanuel Macron. En 2017, Macron dijo que los problemas de África eran "de civilización" y se lamentó de que "cada mujer tenga siete u ocho hijos". En un segundo discurso en la Fundación Gates la semana pasada, Macron dijo: "Preséntenme a la mujer que decide, perfectamente educada, tener siete, ocho o nueve hijos". La pregunta que Macron planteó implícitamente fue: ¿Cómo puede Europa gestionar a su propia población educada con sus bajas tasas de natalidad, mientras se enfrenta a una inmigración masiva y la fertilidad de África y Oriente Medio? Parece que Europa está en una lucha demográfica con el resto del mundo, y que sólo puede perder.

Al enfrentarse a este reto existencial, una espiral descendente en la que los europeos parecen ir muriéndose lentamente por no reproducirse, parece que Europa también ha perdido toda su confianza en sus valores de la Ilustración, que tanto le costó alcanzar, como las libertades personales, la razón y la ciencia en lugar de la superstición y la separación de Iglesia y Estado.

Éstos son fundamentales, si Europa quiere de verdad sobrevivir. El distinguido historiador Victor Davis Hanson escribió hace poco:

Si se juzga por los grandes determinantes históricos del poder civilizacional –combustible, energía, educación, demografía, estabilidad política y poderío militar–, Europa está menguando. Está gastando sólo un 1,4% de su PIB colectivo en defensa [...]. Y con una tasa de fertilidad de menos del 1,6%, Europa está menguando y envejeciendo lentamente –de ahí la miope política migratoria de Angela Merkel, que al parecer ve la inmigración como una solución a la crisis demográfica y un atajo para la mano de obra barata.

Sin embargo, como escribió Walter Laqueur, "incluso aunque el declive de Europa sea irreversible, no hay motivo para que deba acabar desmoronándose".

¿Cómo evita uno que se desmorone?

En una reciente cumbre europea, el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, líder del partido antinmigración la Liga, dijo:

He escuchado a colegas decir que necesitamos la inmigración porque la población de Europa está envejeciendo, pero yo tengo un punto de vista completamente distinto [...]. Creo que estoy en el Gobierno para conseguir que nuestros jóvenes tengan el mismo número de hijos que tenían hace unos años, y que no se trasplante lo mejor de la juventud de África en Europa. Tal vez en Luxemburgo necesiten hacer esto, pero en Italia necesitamos ayudar a la gente a tener más hijos, en vez de traer a esclavos modernos (de África) para sustituir a los hijos que no estamos teniendo.

Después, respondiendo directamente a una interrupción del ministro de Exteriores de Luxemburgo, Jean Asselborn, Salvini añadió:

Respondo tranquilamente que su punto de vista es diferente al mío. [...] Si en Luxemburgo necesitan nueva inmigración, yo prefiero mantener a Italia para los italianos y empezar a hacer hijos otra vez.

Es evidente que Salvini ve lo que cabe esperar del futuro de Italia. Si las condiciones no cambian, la población de Italia podría colapsar, al alcanzar sólo los 16 millones de habitantes, frente a los 56 millones de hoy. Ese inquietante futuro surgió en el último "Festival de Estadística y Demografía" que se celebra cada año en Italia, donde Matteo Rizzolli, profesor de la Universidad de Roma, dijo:

Como esto ocurrirá dentro de cien años, aunque seamos 8 millones menos dentro de 20 años, si seguimos actuando como lo hacemos, no servirá para estimular la tasa de natalidad.

El establishment de Europa se divide por lo tanto entre los llamados "europeístas", que creen que los nuevos migrantes son necesarios para frenar la crisis demográfica de la UE, y los "euroescépticos", que quieren superarla por su cuenta. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, por ejemplo, ha pedido a los europeos que frenen el "declive demográfico" invirtiendo más en las familias tradicionales. Entretanto, el arzobispo católico italiano Gian Carlo Perego ha dicho:

El reto para Italia es que reconcilie un país que está muriendo con los jóvenes que vienen de otras partes, a fin de empezar una nueva historia. Si cerramos la puerta a los migrantes, desapareceremos.

Salvini propuso otra idea más en una entrevista con The Times:

Un país que no engendra niños está destinado a morir [...]. Hemos creado un ministerio de la familia para trabajar en la fertilidad, las guarderías, en un sistema fiscal que tenga en cuenta a las familias numerosas. Al final de este mandato, el Gobierno se medirá por la cifra de nacimientos más que por su deuda pública.

Lo que está en juego, dijo Salvini, es la "tradición" de Italia, "nuestra historia, nuestra identidad": la izquierda está utilizando la crisis de fertilidad como "excusa" para "importar inmigrantes".

Otro arzobispo católico, Andrew Nkea Fuanya, de Mamfe (Camerún) dijo hace poco sobre las bajas tasas de natalidad en Europa:

Es algo muy importante. Y me atreveré a decir que, especialmente con el telón de fondo de la invasión islámica, si se observa a lo largo de la historia, cuando la Iglesia se durmió, y se alejó del Evangelio, el islam aprovechó esa ventaja y entró. Eso es lo que estamos viendo en Europa, que la Iglesia se está durmiendo, y que el islam se está infiltrando [...]. Europa está siendo islamizada, y eso afectará a África.

El declive y la transformación de Europa también se manifiesta en Francia. Según las nuevas estadísticas publicadas por el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos francés, Mohamed y otros varios nombres árabes tradicionales encabezan ahora la lista de los nombres más populares para los bebés en el departamento francés de Seine-Saint-Denis (1,5 millones de habitantes). Es reseñable que dos periodistas del periódico Le Monde, Gérard Davet y Fabrice Lhomee, acaban de publicar un libro titulado Inch'allah: l'islamisation à visage découvert (Si Alá quiere: El rosto revelado de la islamización), una investigación sobre la "islamización" del área de Seine-Saint-Denis.

Mientras, una investigación publicada en julio por el semanario L'Express mostró que en Francia "entre 2000 y 2016, el número de niños con al menos un progenitor extranjero creció del 15 al 24%". Die Welt informó de que, según la Oficina Federal de Estadística, en la Alemania occidental, el 42% de los niños menores de 6 años provienen ahora de origen migrante.

La inmigración sin topes a Europa parece haber causado más perjuicio que beneficio. Walter Laqueur escribió:

La inmigración sin controles no fue la única razón del declive de Europa. Pero tomada en conjunto con los otros infortunios del continente, dio lugar a una profunda crisis; podría hacer falta un milagro para sacar a Europa de estas tribulaciones.

Tanto Matteo Salvini como Michel Houellebecq han señalado que el drama de una Europa envejecida y fatigada no es una cuestión partidista, sino civilizacional. Esta cuestión también decidirá el futuro de la Unión Europea, que la política de fronteras abiertas podría arruinar.

El tiempo se acaba. Como dijo Houellebecq en un discurso en el premio Frank Schirrmacher:

El avance del islam sólo está comenzando, porque la demografía está de su parte y porque Europa, que ha dejado de tener hijos, ha entrado en un proceso de suicidio. Y no es realmente un suicidio lento. Una vez que has llegado a una tasa de natalidad del 1,3 o el 1,4, después las cosas van muy rápido.

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