EL SEMIDIÓS DE LAS PAMPAS III

Juan Manuel de Rosas,
     Semidiós de las Pampas
Tercera Parte





Continuación de "El Semidiós de las Pampas II"

Autor: GONZALO IRASTORZA  [*]

V         En las antípodas de don Bernardino [1] y el Partido Unitario

            La anarquía del Año XX, vio a Juan Manuel inmerso en las actividades públicas. Su ascendencia en el gauchaje y el “ejército privado” que tenía a su cargo, sirvieron a las autoridades para restaurar el orden, caído como consecuencia del enfrentamiento entre el Directorio y los caudillos del interior.    Si bien Rosas, decididamente se sentía cercano al movimiento federal que encarnaban los caudillos, no por ello, dejaba de ser un porteño de pura cepa. Así negoció con Estanislao López, el caudillo santafesino, preservando la autonomía y seguridad de su entrañable Buenos Aires, viendo con beneplácito la vuelta de un gobierno provincial en el puerto y la salida de los jefes y tropas del interior de su querida tierra porteña.

            En Buenos Aires, eran épocas del gobernador Martín Rodríguez, y su influyente ministro de gobierno, Bernardino Rivadavia [2]. La política del Directorio, volvía con otros nombres, y el descontento comenzaba a reinar en la campaña bonaerense. “Mientras Rivadavia... intenta poner en ejecución doctrinas y progresos que le habían deslumbrado en Europa, funda instituciones, organiza academias y fomenta sociedades literarias, todo ello en la ciudad y para la ciudad, la campaña abandonada, y cada día más anarquizada, es presa de las tribus salvajes. Y en los momentos en que se debaten en Buenos Aires temas literarios y cuestiones filosóficas… Rosas con sus gauchos, pelea contra los indios en defensa de los campesinos desamparados por el gobierno urbano y progresista.[3] Vemos al Juan Manuel, realista hasta los huesos, haciendo gala del “argentinos, a las cosas”, en términos orteguianos, ocupándose de lo importante, ante el idealismo absurdo de las autoridades entretenidas en cuestiones de poca monta. Pese a todo, Juan Manuel, fiel a su tradición de colaborar con las autoridades constituidas -sean o no de su signo-, prosiguió entablando negociaciones con la indiada, buscando dar un marco de tranquilidad a las fronteras. Una y otra vez, requirió del apoyo oficial. Fue desoído hasta el hartazgo. Los indios, ante el incumplimiento del gobierno, terminaron invadiendo la provincia en abril de 1826.

            El gobierno “nacional” de aquel entonces, la presidencia “preconstitucional” de Rivadavia y su círculo unitario, se hallaban en serias dificultades. Guerra contra el Brasil, disconformidad generalizada en las provincias. Los “estadistas de gabinete” -enajenados de la realidad-, empezaban a sentir el menosprecio de una sociedad que no estaba hecha a su medida.

            ROSAS, ante la indiferencia de la que era objeto, mira ya con marcada desconfianza a RIVADAVIA y sus hombres.
                                        

VI       El caudillo, el jefe de milicias, el amo de los indios



            Juan Manuel se ha destacado en todo lo que ha emprendido. Es un productor agropecuario de avanzada y la voz cantante de los hacendados bonaerenses; la campaña es suya. En la ciudad, ya son varios los círculos ilustrados que miran con buenos ojos a este jefe virtual de la seguridad porteña. Mantiene una importante fuerza a su cargo, compuesta por “peonada e indiaje en armas”.[4]
            Su vida rústica, su perfil psicológico, le ha permitido conocer en detalle a los indios de la campaña. A muchos de ellos los ha cristianizado e integrado a la civilización.[5]
            Así vemos que, promediando la década del XX, Juan Manuel, es ya una indiscutible figura de repercusión nacional. Es el caudillo de la provincia de Buenos Aires, sostiene sus fronteras y contiene a la indiada... Sin quererlo, se está perfilando hacia la suma del poder.

VII      Dorrego, víctima ilustre de las disensiones civiles…



            La guerra contra el Brasil, ganada en el terreno, se transforma en derrota en las negociaciones. RIVADAVIA, ante la imposibilidad logística de continuar las operaciones contra el Imperio, pretende someter a la Nación a aceptar una deshonrosa paz, que cede al Brasil la Banda Oriental. Esto provocará su alejamiento de la primera magistratura sin pena ni gloria. Cae la autoridad nacional. Buenos Aires recupera su gobierno, de la mano de la figura del Partido Federal, el coronel Manuel Dorrego, quien asumiría el 13 de agosto de 1828. “Dorrego, es por entonces el primer ciudadano de Buenos Aires... Ha adquirido en sus viajes, sobre todo durante su permanencia en los Estados Unidos, una cultura apreciable... Es sencillísimo en sus tratos y se conduce en la vida y en el gobierno como un demócrata... La gloria de imponer el espíritu federal, la democracia federal, le corresponderá a... Rosas. Dorrego es su precursor.[6]

            Se celebra una nueva paz con el Brasil, donde Dorrego, a cargo de las Relaciones Exteriores de la Confederación, adhiere a una “independencia provisoria” de la Banda Oriental. Esto, si bien no saciaba de justicia la situación para la Argentina, era un acuerdo mucho más ventajoso que el firmado por Rivadavia, que lisa y llanamente, depositaba la soberanía del Uruguay en manos del Imperio.

            Las tropas acantonadas en Uruguay, comenzaron a regresar a sus cuarteles. Algunos de sus jefes, eran adictos a las políticas unitarias de Rivadavia & Cía., y veían con desagrado, al nuevo gobierno federal instalado en Buenos Aires.

            El 1° de diciembre de 1828, el motín comenzaba a gestarse en los cuarteles de la Recoleta. El general Juan Galo Lavalle, héroe de Ituzaingó, comandó la sublevación,  auto-proclamándose gobernador de Buenos Aires. Dorrego, se refugiaba en Cañuelas en busca de refuerzos. Fue derrotado en Navarro por el ejército de línea comandado por Lavalle, y tras desoír los consejos de don Juan Manuel que lo urgía a ir hasta Santa FE en busca de apoyo, fue apresado por una partida unitaria.

            “El consejo de sabios”, el gabinete unitario recalcitrante que rodeaba a Lavalle -“la espada sin cabeza”-, integrado por Varela, del Carril y Agüero, intimaban al héroe de Ituzaingó a que pusiera fin a la vida del gobernador Dorrego... El fin se acercaba.

            El mártir federal, escribiría antes de pasar a la inmortalidad: “Que mi muerte no sea causa de derramamiento de sangre[7]. Ignoraba el guerrero de la independencia, que a los argentinos nos deparaban entonces, más de cincuenta años de guerra civil. El fusilamiento de Dorrego, verdadero magnicidio y tragedia de dimensiones épicas, produjo indignación y malestar.[8].

            Mientras tanto, el interior federal, reaccionaba contra los sublevados del 1° de diciembre de 1828. En Buenos Aires, Juan Manuel, lideraba la resistencia contra la insurrección unitaria. López, en Santa Fe, confirma su papel de jefe de los Ejércitos Federales. Lavalle, angustiado ante tanta oposición, se ve obligado a pactar con Rosas. El camino se va despejando para que la Legislatura elija sucesor: todas las miradas apuntaban a don Juan Manuel, que ya era el héroe indiscutido de la provincia y número dos del Partido Federal.

El 21 de noviembre, con Rosas ya en el poder, se llevan adelante los póstumos funerales de honor del coronel Manuel Dorrego. Los restos del bizarro guerrero de la Independencia y primer magistrado de la República, procedían de Navarro, lugar donde fue ultimado por los unitarios: Encabezada por el gobernador, imponente comitiva ha salido del Fuerte... Visten luto las mujeres. Los hombres lo llevan en los sombreros o en las mangas. De las puertas entornadas y de las rejas, cuelgan largos crespones. Banderas de la Patria sobre el coche... Lentas marchas de las bandas militares. Cañonazos del Fuerte... Los regimientos hacen calle desde el Fuerte a la Catedral. Ciudadanos de categoría arrastran el coche… Balcones y azoteas negrean de mujeres enlutadas ¡Así llora a... Dorrego el pueblo de Buenos Aires…! A las cinco de la tarde, la procesión se dirige hacia... la Recoleta. Millares de personas la ven pasar. Pero el gran interés está en Rosas. El va inmutable y callado, a pie, en su espléndido traje de capitán general... Rígido, magnífico en sus galas y en su belleza, avanza, como guiado por una voz misteriosa, hacia un destino terrible que solo él conoce. Su puño aprieta el bastón de mando, que en su mano adquiere un peligroso significado. Las gentes miran con sumisión y encandilamiento pasar a este héroe, a este semidiós de las pampas, que tiene el aspecto de los Césares romanos... Muchos personajes, fatigados, han subido a sus carruajes, que van detrás. El continúa impávido, hierático, tal como partió del Fuerte... la multitud lo rodea. Va a hablar... Silencio religioso. Óyese sólo, como eco lejano, el cañón del Fuerte. Ante la congoja unánime, con la voz quebrada, en tono patético y solemne, Rosas lee una página de antología: «Dorrego, víctima ilustre de las disensiones civiles, descansa en paz. La Patria, el honor y la religión han sido satisfechas hoy, tributando los últimos honores al primer magistrado de la República sentenciado a morir en el silencio de las leyes. La mancha más negra de la historia de los argentinos ha sido ya lavada con las lágrimas de un pueblo justo, agradecido y sensible... Vuestra tumba, rodeada en este momento de los Representantes de la provincia, de la magistratura, de los venerables sacerdotes, de los guerreros de la independencia y de vuestros compatriotas dolientes, forma el monumento glorioso que... Buenos Aires os ha consagrado ante el mundo civilizado... monumento que advertirá hasta las últimas generaciones que el pueblo porteño no ha sido cómplice en vuestro infortunio... Allá, ante el Eterno Árbitro del mundo, donde la justicia domina, vuestras acciones han sido ya juzgadas; lo serán también las de vuestros jefes; y la inocencia y el crimen no serán confundidos ¡Descansa en paz entre los justos!»[9]


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 Agradecemos la difusión de la nota del Lic. Gonzalo Irastorza:  


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Notas


[*] Lic. Cs. Pol. - RR. II., DNI: 24.493.548, gonzaloirastorza@yahoo.com.ar



[1]Rivadavia y Rosas representan polos opuestos. Rivadavia se ha formado en Europa y en los libros, en las reuniones aristocráticas... Rosas se ha formado en nuestros campos y en el libro de la vida. Las reuniones que él ama son los grandes rodeos de hacienda... Rivadavia es libresco y Rosas realista. Rivadavia está empapado de doctrinas extranjeras... Rosas está empapado de los jugos de nuestra tierra. Rivadavia tiene sus raíces en la España afrancesada de Floridablanca y en el París de la Restauración, y Rosas tiene sus raíces en la recia España católica de los conquistadores y en los campos democráticos de Buenos Aires. Los dos son grandes señores: el uno, con un señorío ampuloso, afectado, aprendido en los salones; el otro, con el señorío de su abolengo y de su vida natural.” GÁLVEZ, Manuel. VIDA DE DON JUAN MANUEL DE ROSAS. Bs. As., Río de la Plata, S/F, p. 78.


[2]Es un liberal, pero no al modo francés... sino al de Floridablanca, el ministro de Carlos III. Liberalismo señoril y cortesano... Considérasele ilustradísimo, talentoso... de ideas y de vastos proyectos... Y a sus méritos intelectuales y de carácter... agrega el venir de Europa, de París, el París... de la segunda Restauración, donde ha hecho amistad con celebridades como el general La Fayette, el sabio Humboldt y el filósofo Destutt de Tracy. Su incorporación al gobierno es trascendental, pues, aparte de la obra que realizará Rivadavia, ella provoca el verdadero nacimiento del Partido Unitario. El espíritu unitario, caracterizado por el desprecio de los demás pueblos del país; por el europeísmo y el doctrinarismo, por el afán de ilustración y la indiferencia, alborea en 1810. Comienza a concretarse en partido con el Directorio... Y así los directoriales, son los futuros unitarios... Pero sólo se constituyen en partido cuando llega Rivadavia y en él encuentran un jefe. No es un partido, como los del siglo XX... No es una organización, es una coincidencia de opiniones, de sentimientos y de intereses. Para Rosas, el advenimiento de Rivadavia tiene importancia decisiva. Mientras Rosas tiene tendencias democráticas, Rivadavia, aristócrata y enemigo de la plebe, gobierna para la clase dirigente. Rosas es católico y respeta a la Iglesia, y Rivadavia, al año de gobierno, impone su reforma eclesiástica: supresión de conventos, secularización de cementerios, disminución de los derechos y privilegios del clero. Por todo esto Rosas... se vincula con los grupos opositores que siguen al coronel Dorrego y que son llamados federales”. GÁLVEZ, Manuel. Op. Cit., pp. 32/34.

[3] Idem, p. 86.

[4] Sus “Colorados de Monte” (Regimiento de campaña) estaban en apresto ante cualquier emergencia que alterara el orden. Su zona de reunión natural, era la estancia “Los Cerrillos”.  Lo componían más de 2000 voluntarios, vestidos por cuenta del Restaurador. Cfr. GÁLVEZ, Manuel. Op. Cit., p. 74.

[5]En sus estancias tiene muchos indios, que allí adquieren rudimentos de civilización. Aprender a no robar ni matar. Muchos son bautizados y adoptan nombres cristianos. Hacia el 70, el jefe de los ranqueles será el indio Mariano Rosas, criado y bautizado en la estancia de Juan Manuel. Entonces, Mariano le dice al Coronel Lucio Victorio Mansilla que ha ido en excursión a Los Toldos, cómo todo lo que sabe se lo debe a Rosas, que ha sido para él su mejor padre. Los amigos de Rosas, sin embargo, no son los ranqueles, sino los pampas, cuyos caciques se envanecen de esa amistad y le llaman Juan Manuel... Para ellos, Rosas es el hombre que cumple, el... todopoderoso, el amigo y protector de los indios.Idem, p. 30

[6] Idem, p 100/101.

[7] BUSANICHE, José Luis. HISTORIA ARGENTINA. Bs. As., Solar, 1984, p. 484.
[8] En el extranjero, nos llenó de oprobio El Foreing Office, a través de Lord Ponsonby, expresaba: “Con el gobierno provincial de Buenos Aires, destruido por la traición, ha expirado la autoridad delegada para la paz. Los traidores que asesinaron a su gobernante legal, pueden, quizás, pretender establecer un nuevo gobierno legal... pero no está en el poder de un simple puñado de desalmados derribar las instituciones del país y gozar los frutos de su traición.HERRERA, Luis Alberto de. LA MISIÓN PONSONBY. Montevideo, Los Orientales, 1930, p. 342.

[9] GÁLVEZ, Manuel. Op. Cit., pp. 220/224.

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