FUE LEY - ¿Y AHORA?


Pobres pero vanguardistas.

Autor: reaxionario (@reaxionario)


El bando celeste tiene en mente un ideal de nación relativamente acabado.

Bueno, finalmente, como cualquiera que no pertenezca al Club de los Electroencefalogramas Planos ha sabido anticipar, el aborto legal ya es un hecho en la República Argentina — uno de los mejores alumnos de la escuela norteamericana de cambio social. Seremos pobres pero siempre a la vanguardia.

Y otra vez perdieron los conservadores, a quienes lo mejor que se les ocurrió del 2018 a esta parte fue construir un feto gigante que, se supone, debía despertar la simpatía o el instinto maternal de los indecisos pero que más bien se parecía al Feto Gigante Nazi de South Park: The Stick of Truth. Me hizo hasta cuestionarme tener hijos.

Pero bueno, estoy siendo mal tipo porque en realidad es una pelea muy desigual: tapa o contratapa del New York Times verde contra esperpento de yeso y cartón celeste ilustra muy bien el nivel de poder de cada pañuelo.

Pero el farruco feto de los feelings además es una metáfora del conservadurismo argentino en general: tosco, bruto y atractivo sólo para fanáticos, loquitos y marginales. No es casualidad que alrededor de cada convocatoria celeste orbiten grupúsculos de antivacunas, gente que dice “plandemia” no irónicamente, terraplanistas, y otros que no pueden vivir si no dicen “Soros” al menos una docena de veces al día. Digo — si se van a burlar de las feministas militantes y su estética repelente podrían ocuparse también de purgar sus propias filas de dementes que le vienen como anillo al dedo a la propaganda adversaria.

De otra manera, lo único que logran es ahogar la voz de gente sensata y decente como Iris Speroni, que en esta muy buena nota da los primeros pasos hacia un argumento very legal & very cool contra lo que algunos suelen llamar “la casta política” y su nueva ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Sin duda ha hecho algo más productivo que marchar con una pancarta que dice si hay aborto hay guerra, y más todavía si después no van a tirar ni una sola piedra. Igual está muy bien — no a la violencia.

Pero si bien Iris ha hecho necesario, de ninguna manera podemos decir que es suficiente. No basta con poder construir un caso viable contra el aborto y sus proponentes si uno no tiene de antemano el poder para llevarlo a cabo. Lamentablemente, hemos sido educados en el mito de la soberanía popular: los representantes del pueblo trabajan para el pueblo, se deben al pueblo y pueden ser juzgados y condenados por el pueblo a través de sus instituciones.

"Right makes might" : es exactamente al revés.

Más poder tenés, menos explicaciones tenés que dar. 

Se nos ha hecho creer que right makes might — es decir, que el poder es una consecuencia de tener razón — cuando hoy, como ayer y siempre, es exactamente al revés. Primero viene la fuerza, la voluntad de usarla, y luego se construye la justificación de su aplicación, tan exhaustiva como haga falta. Más poder tenés, menos explicaciones tenés que dar.

Por lo tanto, el principal foco del bando celeste, cuyas ideas van más allá de sólo oponerse al aborto y tiene en mente un ideal de nación relativamente acabado, debería pasar por buscar la forma de volverse atractivo para una élite disidente que tenga las ganas y la tarasca para tomar el poder y ande buscando (acaso inconscientemente) incorporar una narrativa o cosmovisión que más o menos le sea funcional.

Esa es la relación histórica entre los teóricos y las élites: las teorías se construyen no por la mera introspección y el amor a la filosofía, sino para satisfacer una demanda concreta en el mundo real. John Locke escribía porque había que seguir justificando el avance de las clases adineradas de Londres por sobre la corona, no porque quisiera “llegar a la verdad” o alguna gansada de esas. Para cuando publicó Two Treatises on Civil Government, Charles I llevaba cuatro décadas sin la cabeza pegada al cuerpo. Might makes right, amigos: primero la fuerza y después el porqué.

Ahora bien, ¿qué minoría selecta está disconforme con el status quo? En el Siglo XVII los burgueses londinenses tenían más plata que el rey, que todo el tiempo los estaba mangueando a la vez que pretendía transformarse en una especie de Luis XIV. Algo claramente no cerraba, y el buen Vishnu (o quizás Pareto) no tardó en restaurar el balance del mundo poniendo al mando a aquellos que lo merecían.

¿Hay algo similar acá? Sin duda puede que haya una clase con más plata que el gobierno y más preparada también, pero por lo que veo está bastante cómoda. El sistema tal cual es los beneficia o al menos no les molesta — porque quédense tranquilos que de otra manera ya nos lo habrían hecho saber como a Allende y la familia Romanov.

Y, si esta élite disidente efectivamente existiera aunque sea en forma incipiente, ¿qué hace pensar a los celestes que sus ideas le resultarían útiles? Después de todo, son odiosas para el establishment transnacional occidental (a diferencia de las ideas de los bolcheviques) y encima mueven muy poca gente (a diferencia de los nazis). No se dejen llevar por Trump y Bolsonaro: ellos no tuvieron que construir su base de votantes. Ya existía, aunque adormecida y dispersa: apenas el caudillo tronó los dedos, las tropas pararon la oreja. No hubo que forzar nada — todo natural, no plastic. Ustedes sí tienen que arrancar de abajo.

Pero aún si esa élite disidente existiera y se interesara en sus ideas, ¿cuántos en el bando celeste estarían dispuestos a ponerse a sus órdenes? Los conservadores argentinos son todos caciques. Todos quieren la diez. Todos se miran al espejo y ven a un rey — ¿quién se va a atrever a decirles qué hacer? No son capaces ni de acatar la orden de ponerse cubrebocas para entrar a un Farmacity aunque sea para hacerle la gauchada al pobre empleado que al fin y al cabo es el que después se va a ligar la reprimenda. A ningún general le sirve una manada de insurrectos.

Y eso sin preguntarme cuántos siquiera saldrían de sus casas si supieran que existe una mínima chance de no volver sanos y salvos. La onda ahora es sentir que desembarcaste en Normandía a riesgo cero. Toda la dopamina, nada del peligro. Voy a la marcha, toco el tambor, me saco unas selfies, algún cantito acá y allá, y me voy a dormir sintiéndome un campeón porque por lo menos estoy “haciendo algo”.

Pero hablemos en serio.

¿Quién les va a dar pelota si sus exégetas son divas recién egresadas del colegio con el ego por las nubes que no pueden sostener una conversación civilizada, o gente grande que dice que el cáncer de pulmón se produce porque los médicos asustan a los pacientes? En Twitter mismo las cuentas pro-vida más populares se han construido a base de puro y descarado tribuneo. Encima ahora han poco más que endiosado a una conductora de programas de chimentos cuyo único mérito fue ir a golpearles la puerta y decirles acá estoy. No es raro que nadie quiera tocarlos ni con un palo.

Lo malo es que dentro de todo ese mar de inviables hay gente muy buena como Iris, que realmente está interesada en buscar la forma de hacerle frente a una clase gobernante corrupta cuyos intereses están tan despegados de los intereses de los argentinos comunes y corrientes que bien podrían estar gobernándonos desde una luna de Saturno que no sentiríamos la diferencia.

Este es un juego de minorías contra minorías.

Mi sugerencia para esas personas valiosas es que se alejen y dejen que este pastiche de fanáticos negadores de la realidad y charlatanes siga su curso y se estrelle como es su destino. Váyanse bien lejos y comiencen a hacer networking con seres pensantes. De a poco y en silencio.

Siempre digo lo mismo, aunque los machiavellians lo han dicho mejor: este es un juego de minorías contra minorías. La masificación viene después, y los celestes se han salteado todos los pasos porque creen que el poder se construye de abajo hacia arriba — justo como sus enemigos quieren que piensen.

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