LA ELECCIÓN PRESENCIAL


En una guerra civil fría, un voto es una bala de papel

Por Curtis Yarbin

Nota original: "The presentee election"

Traducción: Hyspasia. (Los comentarios entre "[", "]" me pertenecen).

"Cada voto es emitido en persona por un ciudadano identificado ante un testigo independiente".


¿Por qué tenemos elecciones? Es una extraña nación ésta [EEUU] que ama las elecciones pero desprecia a los políticos. Pareciera que vemos a la democracia (en el sentido literal del término, lo que significa elegir la gente que dirige el gobierno) como una necesidad desagradable - un lugar extraño donde terminos 250 años después de una revolución.

La respuesta es, en realidad, simple. En el estadío tardía y degenerado de la democracia, tenemos elecciones porque las preferimos en lugar de tener guerras civiles. Cada lado ve a nuestras elecciones como un escudo contra el otro lado - que está despiadada, poderosamente inclinado a su destrucción.

Como tweeteó Matthew Yglesias en el 2016: "Mi presunción es que en la administración Trump turbas iracundas golpearán y asesinarán judíos y gente de color con impunidad". Esta fue una perspectiva centrista. Yglesias, tercera generación de barones de la prensa con sangre tan azul como la camiseta de Maradona, no se estaba comprometiendo involuntariamente sino que estaba en su camino de convertirse en el nuevo rey de Substack, que es como sabemos que los EEUU es un país comunista.

Por supuesto, es fácil ver cuáles turbas pueden golpear a quién con impunidad. Por supuesto, es fácil para usted verlo. Es fácil de ver porque usted ya está fuera de la ilusión. Pero realmente no importa; por definición, sólo aquellos dentro de la ilusión ven sólo la ilusión. Todos nosotros estamos viendo siempre la misma película berreta y se nota.

La nobleza norteamericana realmente cree que los desagradables comunes [la plebe, commoners] están listos, dispuestos y capaces de destrozarlos a ellos. Yo mismo crecí dentro de ese miedo. Fue en los '80s y Jerry Falwell "venía por nosotros" o algo así. 

A medida de que se va hacia atrás en el SXX, esta creencia se vuelve más y más verosímil - lo que quiere decir que si usted mueve la palanca de su máquina del tiempo hacia adelante otra vez, se vuelve menos y menos verosímil -. Pero aquellos dentro de la burbuja sólo ven la burbuja.

Los comunes [la plebe], también, creen que los nobles van por ellos. Esta puede ser su única percepción precisa de su propia realidad política [la de la plebe]. Si bien no es ciertamente lo que nosotros, los nobles, pensamos de nuestros objetivos, adecuadamente caracteriza el impacto de nuestras acciones. Por lo tanto los comunes también analizan el conflicto como un caso de autodefensa colectiva - si bien con menos claridad y consistencia.

Esta es la psicología de la guerra. De acá en más, las elecciones tienen otro significado. En una guerra civil fría, un voto es una bala de papel. Cualquiera que todavía habla de "tener temas" es un boludo.

Así es la forma que toma la guerra civil fría: dos lados por lo demás inofensivos que han reducido su político a un básico problema de autodefensa. Cada lado ha convertido en su medio de vida la pretensión de defender a sus seguidores en contra de las agresiones del otro. La actuación de uno de los lados es innecesaria, la del otro lado es inefectiva. Y sobre eso fueron las elecciones [de EEUU] de 2020 y probablemente sobre eso serán lo que esto dure.

Y esta es la condición tardía y degenerada de la democracia, la limpieza de las elecciones, la ausencia de fraude, ya no es importante. Las elecciones, en cualquier forma, es lo que mantiene a la guerra civil fría.

Si esta guerra civil fría se puede mantener en el reino del contado de cabeza (head-counting) y fuera del reino del cortado de cabezas, todo el mundo se beneficia. Es para eso que hemos inventado las elecciones. En lieu de pelear, le otorgamos la victoria a quien muestra el mayor grupo de seguidores. Cualquier pelea real tendría, probablemente, el mismo resultado, y con un mayor costo humano.

El propósito de un sistema electoral es hacer que ambos bandos confíen en que el ganador tiene más cantidad de ciudadanos adultos dispuestos a hacer algo por eso - algo pequeño, algo trivial, pero algo.

El paso desde esta confianza a un completo y mutuo consentimiento es corto. Es fácil conceder cuando usted sabe que fue superado en cantidad. Es aún más fácil cuando usted sabe que los seres humanos son volubles y ambos bandos son, al menos en algunas cosas, horribles - lo que significa que el péndulo va a volver cuando los votantes que pendulan tomen de su propia horrible medicina. Lo que crea una especia de dura, insatisfactoria, decadente estabilidad.

Así fue el régimen durante el SXX, que estamos comenzando a ver como un hiato temporario entre crisis. Más o menos funcionó, más o menos fue un asco; algunos regímenes son peores y algunos son mejores; hay que ser cuidadoso con lo que uno desea, pero no deje que eso le prohíba desear...

Pero todo este gran razonamiento sólo funciona con confianza mutua en el mecanismo electoral. Cuando esa confianza se rompió, ¿entonces qué?


Desglose comunicacional

El caótico sistema de elecciones de los EEUU ahora falla completamente en el objetivo de crear confianza. Los que pierden no sienten que fueron superados en números; sienten que los engañaron. Las instituciones de EEUU empeoran el problema al insistir en que se retorne a la confianza previa ad baculum.

Al evitar cualquier medida positiva que pueda calmar a los escépticos, tanto los racionales como los irracionales, nuestras instituciones agregaron el negacionismo electoral a su creciente lista de crímenes de pensamiento como mecanismo para terminar con la carrera profesional de las personas. "¡Buenas fintas con el sable rojo, Luke! ¿No amas cómo la luz se siente en tu mano? Y este bebe es el de menor precio de la línea de Sith...por supuesto, es cara...".

Es más, la historia oficial hecha pública reposa en la sensata idea de que substraer un voto legítimo es, de alguna manera, más desagradable que agregar un voto falso. Así es como suena el viejo Kenobi cuando explica que usted obviamente está frente a dos hechos totalmente diferentes. Más tarde - cuando el supervisor imperial lo maltrata - usted puede claramente recordar haber pensado que uno más uno fácilmente puede ser tres...¿por qué, entonces, no debe ser tres? Y usted puede seguir con sus cosas...


La perspectiva global

Mientras tanto, las creíbles autoridades internacionales (de tal manera me refiero a Harvard) del año 2019, al trabajar en un informe hecho por expertos en elecciones, ubican la integridad de las elecciones en EEUU detrás de reyes como... Perú, Mongolia, Lesotho y Tonga. Pero empata con Omán y Méjico.


Una mirada a las elecciones mexicanas, sin embargo, sugiere que México puede discutir (y ganar) la posición en la tabla:

Si usted está interesado en México, la seguridad de las votaciones, o ambos, este post de Snopes, miembro de la vieja escuela, vale la pena que se lea. Es raro que yo recomiende a Snopes, pero el crédito donde corresponda. Para ser justos, era 2015. Y eran tiempos diferentes:

Como remarcó en el año 2014 el profesor Justin Levitt de Loyola University Law School [Facultad de Derecho de la Universidad Loyola], quien ha estado estudiando acusaciones de fraude electoral por años, los requisitos de identificación del votante tienen por objeto una forma rara y sencilla de fraude, lo que deja la puerta abierta o otras formas más problemáticas de fraude:

El fraude electoral sucede. Pero las leyes de identificación no están dirigidas al fraude del que usted escucha. La mayoría de las leyes de identificación no están diseñadas para parar el fraude de votantes ausentes (es más, las leyes que requieren identificación empujan a más personas al sistema de votación por correo, donde hay muchos peligros reales). O a la compra de votos. O a la coerción. O las falsas registraciones. O a votar en direcciones erróneas. O a llenar las urnas con votos por parte de funcionarios que son parte del fraude.

"Muchos peligros reales". Una vez más,  parece que nosotros siempre hemos estado en guerra contra el Este asiático. Una vez más, los EEUU elige el año equivocado para dejar de inhalar pegamento.


La epistemología de la elección

En última instancia, el votante esta en la misma posición respecto a la seguridad de la elección del 2020 como frente a la seguridad de laboratorios biológicos chinos: en cualquiera de los casos tomamos como buena la palabra de una institución opaca y que no le rinde cuentas a nadie sobre lo que pudo haber pasado, o no lo hacemos.

Sabemos que esta institución puede hacer un gran trabajo en auditarse a sí misma. Hemos visto que en los años 2015 y 2019 no pensó que era seguro. ¡Pero en el 2020 decidió que en realidad era muy seguro! Tal vez mejoró. Cosas más extrañas han sucedido.

Sin embargo cuando pedimos estudiar el tema - nos mandan a cagar. Luego nos muestran sus lanzas. ¿Cuántos más mensajes debemos recibir para entender? ¿Por qué otra razón vamos directo a ad baculum, con una mera revisión ad verecundiam?

El argumento de la autoridad funciona si y sólo si la autoridad es inherentemente respetada en ese tema, como las decisiones del Papa en la doctrina católica. Ningún católico serio confunde al Papa con un psíquico - pero esto es lo que honesta y tristemente la mayoría de los ateos y tal vez la mayoría de los protestantes creen que significa la "infalibilidad papal".

El Papa tiene tautológicamente razón sobre la doctrina católica. La comunidad matemática no tiene razón tautológicamente sobre matemática - pero les deseo suerte en tratar de ganarles. Lo mismo sucede con física o geología. Las comunidades de quiroprácticos y de acupuntura (yo, tontamente y probablemente erróneamente creo) son un fraude y una amenaza contra la salud pública. Entonces ¿a qué categoría nuestros expertos electorales (como el profesor Levitt) pertenecen?

Si para saber si nuestras elecciones son robadas o no, debemos tomar como buena la palabra de alguna comunidad, para eso es mejor que no tengamos elecciones en absoluto. Debemos agacharnos, pensar en Inglaterra, y confiar todo nuestro gobierno a esa comunidad - este maravilloso custodio que nadie custodia - al que aparentemente confiamos implícita, completa e incondicionalmente, sin que nos deba explicaciones.

El problema de confiar la seguridad de una elección a un experto electora es el problema de encontrar un experto electoral sin conflictos de interés o ideológicos. Es más, aún la falsa percepción de un conflicto es casi tan malo como un conflicto real.

En el mundo real, el votante está perfectamente enterado de que el "experto electoral" no es más que una credencial conferida por una institución - o mejor dicho, un conjunto de instituciones. Todas esas instituciones parecen compartir exactamente el mismo conflicto de intereses ideológicos; por lo cual las vemos como una única institución. Confianza incondicional en una sagrada institución puede llegar a ser un perfectamente buen sistema de gobierno. Pero difícilmente sea una razón para convocar elecciones.

Pero mientras Gray Mirror nunca será superado por el nihilismo, el nuestro es nihilismo positivo. Si nosotros creyéramos en las elecciones (¡lol!), ¿cómo las llevaríamos a cabo correctamente?

La elección presencial

Una vez que usted deja de confiar en el poder sólo porque el poder es fuerte, ¿cómo puede esa confianza ser reconstruida? Una manera es la elección presencial.


La elección presencial es una la cual el gobierno sabe quiénes son todos sus ciudadanos, y un voto es un ciudadano presente emitido ante un testigo independiente el día de la elección. Los votantes que no puedan trasladarse hasta un centro de votación pueden tener un testigo que se traslade hasta donde estén ellos. ¡Tan simple como eso!

La elección presencial sólo cuenta  a todos los que están dispuestos a estar presentes en cada uno de los bandos. Para diferenciarse de un "esquema de supresión del votante", va mucho más allá de nuestro  [EEUU] actual caos de hacer que la registración sea universal y la votación trivial.



El propósito de la elección presencial es derrotar trivialmente todos los engaños que el profesor Levitt (2015, edición "multitud de peligros reales") menciona - y cualquier otro que cualquiera pueda imaginar. Como decía Snopes sobre México en los 90, "muchos ciudadanos no confían en el proceso electoral". ¿Alguna vez los norteamericanos han sido demasiado orgullosos como para aprender de México?

Probablemente el diseño más parecido, sin embargo, es el de Israel. Hay pocas culturas en las cuales el principio de "confía, pero verifica" ("trust but verify") esté más profundamente instalado. La mente sabra se siente confortable y capaz en diseña e inhibir sistemas bizantinos  - son aquellos en los que se asume de que cualquiera (todos) harán trampa si pudieran salirse con la suya. Nosotros no podemos copiar la arquitectura electoral directamente, pero tenemos  mucho que aprender de ella.

Lo mejor del sistema electoral israelí es su simplicidad. El diseñador entendió que el objetivo de una elección no es sólo ser justo - sino demostrar que lo es. Y la audiencia de cualquier demo difícilmente puede ser culpada de no creer demasiado en lo que le dicen. La comunicación es la responsabilidad del emisor, no de la audiencia.


Una elección palpablemente segura

Lo que necesitamos es una elección que sea palpablemente segura - que cualquier tonto pueda mirarla y ver que es segura, sin confiar en ninguna institución o ningún experto.

Porque si los tontos no cuenta, ¿para qué tenemos elecciones en todo caso? Todo lo que Wikipedia dice de las elecciones de Israel es "el sistema es simple de usar para aquellos con limitado alfabetismo". Los simples, y con los pies en la tierra, votantes, fuente de sabiduría, que toda democracia necesita.

En un mundo donde un número significativo de votantes no confía en ningún experto en absoluto, la única forma práctica de reconquistar esa confianza es conducir una elección tan simple que cualquiera pueda ver que es limpia con sus propios dos ojos. Esa es una elección presencial.


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The presentee election

"Every vote is cast in person by an identified citizen before an independent witness."

Why do we have elections, anyway? It’s a strange nation indeed that loves elections, but loathes politicians. We seem to regard democracy (in the literal sense of the word, meaning electing the people who run, or purportedly run, the government) as an unpleasant necessity—an odd place for a 250-year-old revolution to wind up.

The answer is actually simple. In this degenerate state of late democracy, we have elections because we’d rather not have civil wars. Each side sees our elections as its shield against the other side—which is ruthless, powerful, and bent on its destruction.

As Matthew Yglesias tweeted in 2016, “My guess is that in a Trump administration angry mobs will beat and murder Jews and people of color with impunity.” This was a centrist perspective. Yglesias, a third-generation hereditary baron of publishing with blood as blue as Maradona’s shirt, was not then involuntarily committed, but went on to become the new king of Substack, which is how we know America is a communist country: the religion of a nation is whatever collective delusion can bind her together.

Of course it is easy to see whose mobs get to beat whom with impunity. Of course, it is easy for you to see. It is easy to see because you are already outside the illusion. But it doesn’t really matter; by definition, those inside the illusion see only the illusion. We are all watching the same crappy movie, and it shows.

The American nobility really thinks the foul commoners are ready, willing and able to destroy them. I myself grew up in this fear. It was the ‘80s and Jerry Falwell was coming to get us, or something. As you move backward in the 20th century, this belief grows more and more credible—which means that as you scrub your time machine forward again, it grows less and less credible. But those inside the bubble see only the bubble.

The commoners, too, think the nobles are out to get them. This may be their only accurate perception of political reality. Though it is certainly not how we nobles think of our goals, it properly characterizes the impact of our actions. So commoners too parse the conflict as a case of collective self-defense—if less clearly and consistently.

This is the psychology of war. From here on out, elections have no other meaning. In a cold civil war, a vote is a paper bullet. Anyone still talking about “issues” is a chump.

Hence the shape of the cold civil war: two mostly-harmless sides which have reduced politics to the basic problem of self-defense. Each side makes a living by pretending to defend its supporters against the aggressions of the other. One side’s performance is unnecessary, and the other side’s is ineffective. And this is what elections are about in the 2020s, and probably for as long as they last.

And in this late and degenerate condition of democracy, fair elections are not less important—they are more important. They are all that keeps the civil war cold.

If this cold civil war can at least be kept in the realm of head-counting and out of the realm of head-chopping, everyone benefits. That’s why we invented elections. In lieu of fighting, just award the victory to whoever shows up with the mostest. Any actual fight would probably have the same result, but at much greater human cost.

The purpose of an electoral system is to make both sides trust that the winning side has more adult citizens willing to do something for it—something small, something trivial, but something.

The step from this trust to full mutual consent is a short one. It’s easy to concede when you know you’re outnumbered. It’s even easier when you know that human beings are fickle and both sides are, at least in some ways, awful—meaning the pendulum will swing back as the swing voters get a taste of their own bad medicine. Creating a sort of rough, unsatisfactory, decaying stability.

Such was the late 20th-century regime—which we are starting to see as a temporary hiatus between crises. It kind of worked, it kind of sucked; many regimes are worse and many are better; be careful what you wish for, but don’t let that stop you wishing…

But all this great reasoning only works with mutual trust in the electoral mechanism. When this trust is broken—what then?

Communication breakdown

America’s shambolic election system is now completely failing to create trust. Losers do not feel they are outnumbered; they feel they were cheated. America’s institutions are worsening this problem by insisting on a return to trust ad baculum.

Eschewing any positive measures which might mollify skeptics rational or irrational, our institutions simply add election denialism to their growing list of career-ending thoughtcrimes. Nice moves with the red saber, Luke! Don’t you love how light she feels in your hand? And this baby is the low end of the Sith line… sure, she’s expensive…

Moreover, the official public story relies on the sensible idea that subtracting a legit vote is somehow more awful than adding a bogus vote. This is what old Kenobi sounds like when he explains how you’re obviously looking for some totally different droids. Later—while your imperial supervisor is chewing you out—you so clearly remember thinking that one plus one could easily be three… why, then, should it not be three? You may go about your business…

The global perspective

Meanwhile, the credible international authorities (by which I mean Harvard) of 2019, working from a survey of election experts, rate American election integrity behind such kings as… Peru, Mongolia, Lesotho and Tonga. But tied with Oman and Mexico:


A peek at Mexican elections, though, suggests that Mexico may want to challenge the ruling on the field:


If you are interested in Mexico, voter security, or both, this old-school Snopes post is well worth a read. It is rare that I recommend Snopes, but credit where credit is due. To be fair, it was 2015. And that was a different time:

As Loyola University Law School professor Justin Levitt (who has been tracking allegations of voter fraud for years) noted in 2014, voter ID requirements generally target only a single, rare form of fraud while leaving the door wide open for other (more problematic) forms:

Election fraud happens. But ID laws are not aimed at the fraud you’ll actually hear about. Most current ID laws aren’t designed to stop fraud with absentee ballots (indeed, laws requiring ID at the polls push more people into the absentee system, where there are plenty of real dangers). Or vote buying. Or coercion. Or fake registration forms. Or voting from the wrong address. Or ballot box stuffing by officials in on the scam.  

“Plenty of real dangers.” Once again, it turns out that we have always been at war with Eastasia. Once again—America picks the wrong year to stop sniffing glue.



Election epistemology

Ultimately, the voter is in the same position with the security of the 2020 election as with Chinese biolab security: either we take an opaque and unaccountable institution’s word that nothing untoward could possibly have happened, or we don’t.

We know that this institution can do a very impressive job of investigating itself. We see that in 2015 and 2019, it did not think it was very secure. But in 2020 it decided it was very secure indeed! Perhaps it improved. Stranger things have happened. 

Yet when we ask to look into the matter—it gives us the finger. Then pulls out its club. What other message should we receive? Why else would we go straight to ad baculum, with barely even a cursory stop at ad verecundiam?

The argument from authority works if and only if said authority must be inherently trusted on the subject—like the Pope’s decisions on Catholic doctrine. (No serious Catholic ever confused the Pope with a psychic—but this is honestly and sadly what most atheists, maybe even most Protestants, think “papal infallibility” means.)

The Pope is tautologically correct about Catholic doctrine. The math community is not tautologically correct about math—but good luck beating them at it. The same with physics, or geology. The chiropractic and acupuncture communities (I, foolishly and perhaps wrongly, believe) are complete bunk and a menace to the public health. So in which of these categories do our election experts (like Prof. Levitt) belong?

If to know that our elections are not ganked we must take the word of some community, we might as well not have elections at all. We should bend over, think of England, and entrust all our government to this community—this marvelous unwatched watchman—as we apparently trust it implicitly, completely, and unaccountably.

The problem with trusting election security to election experts is just the problem of finding an election expert without a professional or ideological conflict of interest. Moreover, even the false perception of a conflict is almost as bad as a real conflict.

In the real world, the voter is perfectly that aware that “election expert” is no more than a credential conferred by an institution—or rather, a set of institutions. All such institutions appear to share exactly the same ideological conflict of interest; so we can regard them as a single institution. Unconditional trust in a sacred institution may be a perfectly fine system of government. It is hardly a reason to hold elections.


But while Gray Mirror will never be surpassed for nihilism, ours is a positive nihilism. If we did believe in elections (lol), how would we do them right?

The presentee election

Once you stop trusting power just because it is strong, how can that trust be rebuilt? One way is a presentee election.

A presentee election is one in which the government knows who all its citizens are, and each vote is one citizen present before an independent witness on election day. Voters who can’t come to a booth can have a witness come to them. Simple as that!


The presentee election is just counting who is willing to be present on each side. To differentiate itself from a “voter-suppression scheme,” it goes much farther than our current shambles in making sure registration is universal and voting is trivial.

The purpose of the presentee election is to trivially defeat all the exploits that Prof. Levitt (2015 “plenty of real dangers” edition) mentions—and any others anyone can imagine. As Snopes says of Mexico in the ‘90s, “many citizens no longer trusted the electoral process.” And have Americans ever been too proud to learn from Mexico?


Probably the most similar design, though, is that of Israel. There are few cultures in which the principle of “trust, but verify” is more deeply embedded. The sabra mind is comfortable and capable in designing and inhabiting Byzantine systems—ones which assume that everyone will cheat if they can possibly get away with it. We cannot copy Israel’s electoral architecture directly; but we have plenty to learn from it.

The best thing about Israeli elections is their simplicity. The designer understood that the goal of an election is not just to be fair—but to demonstrate that fairness. And the audience of any demo can hardly be blamed for being unimpressed. Communication is the task of the speaker, not the audience.


The palpably secure election

What we need is a palpably secure election—any fool can look at it and see that it is secure, without trusting any institution or any experts.



Because if fools don’t count, why have elections at all? As Wikipedia says of Israel’s elections, “the system is simple to use for those with limited literacy.” Such simple, yet grounded, voters are the deep fonts of wisdom which every democracy needs.

In a world where an electorally significant number of voters do not trust any experts at all, the only practical way to regain their trust is to conduct an election so simple that everyone can see its fairness with their own two eyes. This is the presentee election.

Everyone in media is having a tough March. I wouldn’t want to be CNN right now! Gray Mirror is no exception—we are mostly flat on the month. While this is probably due to my own bad choices—if you’d like to know more, you’ll still have to:



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