LA EPIFANÍA DE KISSINGER


Autor: Sumantra Maitra

Nota original: https://www.theamericanconservative.com/kissingers-epiphany/

El original en inglés al pie.

Henry Kissinger introduce una pregunta importante sobre la lealtad y la inmigración masiva.

"Fue un gran error dejar que tanta gente perteneciente a culturas y religiones totalmente diferentes, porque crea grupos de presión dentro de cada uno de los países que los recibe", opinó Henry Kissinger durante una entrevista para un canal de TV alemán. 

Los lectores puedan recordar lo que escribí sobre la Secretaria de Estado para las relaciones británico-indias, Suella Braverman, diciendo exactamente lo mismo en un discurso en Washington DC hace una semana.

Que esto sea controvertido desafía toda lógica. La migración puede llegar a ser buena e incluso benéfica si es limitada y en base al mérito. Es casi inevitablemente mala cuando se trata de hordas sin control de migración masiva de varones adultos en edad militar sin lealtad alguna hacia su nueva tierra. También es mala incluso cuando se trate de una migración legal, pero a escala masiva, la cual reemplaza a los trabajadores locales con mano de obra extranjera y barata.

La inmigración masiva conforma sociedades paralelas que eventualmente necesitan de un poder centralizado despótico o imperial para mantener la paz étnica - lo que quiere decir, un poder no-democrático - y crea las condiciones para lealtades múltiples - lo que inevitablemente termina con la democracia. La cuestión final es la siguiente: ¿Dónde yace la lealtad de un inmigrante? ¿Con su antiguo país y su tribu con sus propias rivalidades étnicas o con su nueva tierra? El test de la lealtad viene al centro de la escena en tiempos de crisis que estén relacionadas con las tierras y etnacidades que - supuestamente - dejaron atrás. Desde el hombre que puso la bomba en Boston al turco que provocó una gresca en Washington DC a las banderas de Israel y de Palestina que flamearon en la mayoría de las ciudades, la respuesta es bastante obvia. Esto se va a constituir un una cuestión cada vez más importante directamente atada con la supervivencia de la república.

Se entiende que esto pueda preocupar a un norteamericano o a un europeo, e incluso a un inmigrante asimilado de Europa o los EEUU, que vea a multitudes de hombres agitando una bandera palestina, de la misma manera que puedan llegar a flamear una turca, de India, paquistaní o mexicana. La lealtad es fundamentalmente atada a la geografía; y es reforzada por un ethos unificador. Ni siquiera debería ser objeto de controversia afirmar que el "pluribus" no existiría sin el "unum" como parte de la ecuación.

Entonces queda preguntarnos, ¿qué hay que hacer?

Por esa razón, tanto los EEUU como Europa se encuentran indefensos en evitar la inmigración masiva descontrolada o mantener la paz con inmigrantes con lealtades múltiples. Si uno verdaderamente desea una democracia civilizada, asimilada y unificada, entonces los criterios de derechos humanos universalizados en 1945 necesitan ser reemplazados. Vienen de una era diferente con una demografía y de una realidad material diferentes.

Las elecciones serán cada vez menos importantes si los líderes electos tienen sus manos atadas por las organizacionesdederechoshumanoscracia. Ya estamos en tiempo de descuento de cortar este nudo gordiano.


 

Kissinger’s Epiphany

State of the Union: Henry Kissinger raises an important question about loyalty and mass-migration. 

Washington,Dc,,Usa,,February,8,,1984,Henry,Kissinger,,Chairman,Of
Credit: mark reinstein

“It was a grave mistake to let in so many people of totally different culture and religion and concepts, because it creates a pressure group inside each country that does that,” Henry Kissinger opined during an interview with a German TV outlet. 

Readers might remember that I wrote about the British-Indian Home Secretary Suella Braverman saying the exact same thing in a speech in Washington, D.C. a week or so ago. 

That this may be controversial defies logic. Migration is arguably good and even beneficial when it is limited, and merit-oriented. It is almost inevitably bad when it is unchecked mass-migration of hordes of military-age men with no loyalty towards their new land. It is also bad even when it is legal migration, but on a massive scale, which replaces local workers with cheap foreign labor. 

Mass-migration results in parallel societies that eventually always need a despotic or imperial centralized power to maintain the ethnic peace—which is to say, a non-democratic power—and creates a condition of multiple loyalties—which also inevitably ends democracy. The question ultimately comes down to this: Where does a migrant’s loyalty lie? To their old country and its tribal and ethnic rivalries, or to their new land? The test of that loyalty comes to the fore in times of crisis related to their older lands and ethnicities. From the Boston bomber to the Turkish brawl in Washington D.C. to the Israeli and Palestinian flag waving in major cities, the answer is quite obvious. This is going to be an increasingly important question directly tied to the survival of the republic. 

It understandably might bother an American or a European, or even to an assimilated migrant in Europe or America, to see throngs of men waving the Palestinian flag, just as it might, to see them wave the Turkish, Indian, Pakistani, or Mexican flags. Loyalty is fundamentally tied to geography, and is only reinforced by a culturally unifying ethos. It is not remotely controversial to say that the “pluribus” wouldn’t exist without the “unum” part of the equation. 

The question is, as always, what is to be done

The post-1945 human rights norms, originally designed to prevent totalitarian tyranny, is the “original sin” that killed politics, democracy, and “great leaders” who make good decisions for their people. They moved power from the hands of the people and their elected leaders to a swarm of managerial NGO-cracy. 

Because of that, Europe and America are both helpless in preventing unchecked mass-migration and of maintaining the peace with migrants of multiple loyalties. If one truly desires a civilized, assimilated, and unified democracy, then the post-’45 human rights guardrails need to be replaced. It is from a different era with a different demographic and material reality. 

Elections will increasingly not matter if elected leaders have their hands tied by the Gordian knot of NGO-cracy. It is way past due time to cut that knot. 

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