UTOPÍA, MOHO Y RODOLFO BARRA
Así, cuando miro esas repúblicas que hoy día florecen por todas partes, no veo en ellas - ¡Dios me perdone! - sino la conjura de los ricos para procurarse sus propias comodidades en nombre de la república. Imaginan e inventan toda suerte de artificios para conservar, sin miedo a perderlas, todas las cosas de que se han apropiado con malas artes, y también para abusar de los pobres pagándoles por su trabajo tan poco dinero como pueden. Y cuando los ricos han decretado que tales invenciones se lleven a efecto en beneficio de la comunidad, es decir, también de los pobres, enseguida se convierten en leyes.
Utopía, Tomás Moro
Autor: Unidad Básica Julian Casablancas (@sashapak_)
Sacro Imperio Rioplatense
A partir de la asunción de Sergio Massa en el Ministerio de Economía allá por 2022, puede afirmarse que comenzó un nuevo ciclo político en la Argentina. La concentración de facultades en manos de un Ministro, a través de una especie de golpe de palacio que de facto trastocó la cadena de mando del Poder Ejecutivo, nos recordó que no es lo mismo detentar el poder que ejercerlo.
Hoy, atónito, el establishment radical-progresista no puede comprender siquiera cómo un presidente recién electo se apoya en oscuras teorías anti-republicanas para llevar a cabo su proyecto político. Claro que no necesariamente este cambio de ciclo implica buenos resultados, mucho menos en el corto plazo, pero sí puede pensarse como algo auspicioso considerando la degradación institucional que sufre nuestro país desde hace casi 50 años.
Primeras filtraciones de poder
Prefiero obviar las explicaciones sobre por qué 1976 es la primera fecha bisagra, aunque es justo admitir que la conjura contra la tradición política Argentina empezó mucho antes. Después de todo, hasta Beresford contó con aliados locales. Lo cierto es que a partir del golpe de estado contra María Estela Martínez, podemos observar una constante: el Poder Ejecutivo comienza a diluir su centralidad, sometido a duras internas durante la dictadura y luego, bajo el constante escrutinio de nuevos organismos de control cuya gobernanza está por fuera del orden republicano.
Si bien es un lugar común plantear que Argentina es un país con su soberanía limitada, tenemos que entender que eso no se traduce necesariamente en la mera prohibición que rige sobre sus autoridades para imponer o modificar el derecho vigente, sino también en la dilución de responsabilidades y en mecanismos de toma de decisiones más complejos e intrincados.
No es solamente el tándem CELS-Amnesty lo que nos priva de una política de defensa y seguridad criteriosa, sino que es la misma dinámica de la política partidaria la que preserva la inacción a partir de un clima de paranoia causado por operaciones mediáticas y persecuciones judiciales por errores técnicos. Basta ver el absurdo juicio político a Dilma Rousseff para entender la desproporción entre la responsabilidad de un presidente y las trivialidades por las que se lo podría deponer vía impeachment.
Realizar grandes obras y reformas, cumpliendo el due diligence impuesto por el coloso de normativas y regulaciones, obtener las firmas y verificaciones, lidiar con amparos y observaciones y un sinfín de peripecias causadas por el exceso de burocracia y judicialización de la política, parece francamente imposible.
Y es un mal que todos los países occidentales parecen estar sufriendo. Una especie de moho que afecta a las democracias liberales, con aparatos gubernamentales inmensos pero con la capacidad operativa de una cooperadora escolar. Quien ose enfrentar a esos poderes que “supervisan” por fuera del Estado, se convierte en un “enemigo de la democracia”, como Nayib Bukele.
Aristóteles vio tres formas de gobierno: gobierno de uno, gobierno de unos pocos y gobierno de muchos. Los llamó monarquía, oligarquía y democracia. Nuestro Departamento de Realidad los llama: dictadura, democracia y populismo.
Curtis Yarvin
En una nota periodística de hace unos días, justificando el proceder del Presidente electo Javier Milei al firmar un Decreto de Necesidad y Urgencia con un gran número de medidas para reformar el Estado, el Procurador del Tesoro Rodolfo Barra arguyó que la figura del Presidente es equivalente a la de un monarca. Esto lógicamente causó revuelo entre el periodismo enamorado de las instituciones y del sistema de prebendas que lo mantiene, además de los clásicos gritos desconsolados de los “constitucionalistas”, que nos recuerdan a cuando esos mismos personeros despotricaban por la “tiranía” que supuestamente imperaba en la presidencia de Cristina Fernández.
Lo cierto es que la justificación de Barra es al menos atendible: en un momento de crisis terminal, luego de más de una década de estancamiento económico, resulta suicida pensar que la solución va a venir de un proceso deliberativo entre 257 personas (la mayoría, con facultades intelectuales al menos precarias) que supuestamente “representan al pueblo”.
Venimos desde 1688 probando el veneno del parlamentarismo. La Revolución Gloriosa, además de dar inicio a una guerra sin cuartel contra el catolicismo por parte de las sectas protestantes (incluso las secularizadas), fue el comienzo del espiral descendente al idealismo político como forma de dominación encubierta por parte del poder imperial angloamericano. Desde allí, el poder pasa a estar en manos “del pueblo”, una abstracción a medida de quien tenga la capacidad de nublar la conciencia colectiva con mentiras y medias verdades.
La concepción liberal de la democracia de masas tiene tres requerimientos para “funcionar”:
- Republicanismo parlamentario como excusa para licuar la capacidad operativa del poder ejecutivo unipersonal
- Libertad de culto como forma velada del anti catolicismo
- Libertad de prensa como excusa para degradar la unidad espiritual y cognitiva de las naciones
Esto es el moho. La conjura de los ricos que denunciaba Tomás Moro. Su devenir histórico está muy bien resumido por Reaxionario en su texto “Vivir bajo ocupación enemiga”:
Lo que sucede es, en realidad, que somos gobernados por una oligarquía que se siente heredera de la tradición iluminista, y cuyo centro está en Washington DC. Las semillas de este selecto grupo datan de la Revolución Puritana, cuyo espíritu viajó en el Mayflower para encontrar tierra fértil al otro lado del charco, salir del cascarón en 1776, consolidarse como fuerza durante la Guerra Civil, desarrollarse como tecnocracia durante las presidencias de Wilson y Roosevelt, para finalmente conquistar el mundo en 1945.
El moho crece en la oscuridad
Generalmente, el moho requiere de oscuridad y humedad para desarrollarse. De allí los esfuerzos sistemáticos por imponer la narrativa estéril del institucionalismo acartonado, de “la fiesta de la democracia”, de la ideología de los DDHH (una cepa particular de moho cuyos polos administrativos se encuentran en Nueva York, Londres y Bruselas). Algunos sustratos orgánicos son particularmente propicios para su crecimiento. En nuestra sociedad, podríamos pensar que la humedad es la ideología, y que la oscuridad es el periodismo, que opera de varias formas, a saber:
- Inundando el discurso público de información irrelevante
- Censurando
- Desprestigiando a cualquiera que pretenda echar luz sobre un problema
Cuando los hongos crecen en entornos inorgánicos como las paredes de una casa o la administración pública no causan un daño directo a la estructura, pero seguramente destruyan las vías respiratorias de las personas que habitan dentro. El nivel de afectación de moho que tiene Argentina es elevado, y es innegable que 1955, 1976, 1983 y 1995 son fechas clave que marcan una expansión de la influencia del mismo.
A causa del sensacionalismo y la ideología del honestismo, en la política de hoy todo sobre nuestros dirigentes es público, menos lo realmente importante. La fórmula debería ser al revés. Nos debería importar un pepino qué auto maneja Milei, pero deberíamos saber un poco más sobre qué tipo de conversaciones lleva adelante su Secretario de Finanzas o su Canciller. Lo que sí nos importa es que sean responsables por sus actos, y que cada uno de ellos sea en beneficio de un proyecto de país autóctono, compatible con nuestra tradición y nuestro legado.
De aquí que el Poder Ejecutivo sea el más escrutado judicialmente y donde más caros se pagan los errores. Con los organismos de control y el poder judicial controlado por potencias externas en total coordinación con los medios de comunicación, se genera una situación donde:
- Cualquier persona que pretenda echar luz en los rincones mohosos del sistema es atacado inmediatamente vía Lawfare.
- Se disuade a los cuadros técnicos más capaces de ejercer en el Estado, ya que se los somete a un nivel de presión y exposición para el que no están preparados - y que no es redituable soportar en comparación a rascarse el higo en una multinacional por un salario 5 veces mayor.
Leer instrucciones antes de usar
Creo que es auspicioso el precedente que pretende sentar Barra. Al menos, es una voz diferente en términos de la concepción que se tiene del poder, y para los parámetros de Argentina es equivalente a comprar dos bidones de 5L de cloro al 6%. De todos modos, es entendible tener reparos ante su doctrina: el sistema está acostumbrado a que el Presidente no pueda hacer nada, y la clase política no está acostumbrada a semejantes libertades en el ejercicio del poder, con las responsabilidades que eso conlleva.
Por lo tanto, sus primeras acciones pueden ser el equivalente a intoxicarse con cloro intentando limpiar el baño. Un buen protocolo de desinfección, con los elementos necesarios para protegerse en su aplicación y un uso CRITERIOSO de agente limpiador son recomendables para el uso del Ejecutivo.
De lo contrario, terminaremos con la ropa arruinada, con los ojos y las manos irritadas, y quizá el moho vuelva. Y muchos en la casa tendrán reparos cuando querramos, en unos años, volver a agarrar los guantes. A veces, con luz y ventilación alcanza y sobra.
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