LOS HOMBRES QUE NOS DIERON LA PATAGONIA I

Estanislao Zeballos
y
los derechos soberanos de la Argentina *

AUTOR: Marcelo Javier de los Reyes **


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Dr. Estanislao Zeballos,
Caras y Caretas


Nota de RestaurARG: Invitamos a leer la biografía de Zeballos, un hombre al servicio de la Nación y los comentarios sobre sus tres libros sobre la Patagonia y los araucanos.
De cuando había hombres de enjundia.


Introducción
Esto es un reconocimiento a la obra de Estanislao S. Zeballos y a los hombres que forjaron un país considerado por la comunidad de naciones.
Actualmente la memoria de del General Julio A. Roca y del mismo Estanislao Zeballos es cuestionada desde ciertos sectores ideológicos.
La historia no se juzga a partir de los valores actuales sino que debemos situarnos en el contexto de la época que vamos a analizar[1].
Presentaré una breve biografía del Dr. Zeballos y tres de sus obras:
- Viaje al país de los Araucanos (1881),
- Callvucurá y la Dinastía de los Piedras (1884),
- La conquista de las quince mil leguas (1878)
La intención de este trabajo es comprender el “problema del indio” —a sabiendas que hoy no es correcto hablar de indio— y la preocupación que ocasionaba tanto durante la colonia como a la joven república.
Las diferentes campañas al desierto han dejado espacios para la discusión.
Hoy, nuevamente, constituyen otro elemento más que divide a la sociedad argentina.
Estanislao Zeballos - Biografía


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Estanislao Severo Zeballos nació en Rosario, provincia de Santa Fe, el 22 de julio de 1854.
En 1866 se trasladó a Buenos Aires para cursar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional.
Durante la epidemia de fiebre amarilla (1870-1871) Zeballos colaboró con José C. Paz en la Comisión Popular de Salubridad, lo que lo llevó a contraer la enfermedad.
En 1872, en el Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, junto a un grupo de jóvenes estudiantes universitarios, fundó la Sociedad de Estímulo Científico, que luego dio origen a la Sociedad Científica Argentina[2].
Zeballos redactó los estatutos de la sociedad y a comienzos de 1876 integraría la comisión redactora de los Anales de la Sociedad Científica Argentina, con permanencia hasta la actualidad.
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En forma personal y desde esa sociedad, brindó su apoyo a la expedición que realizó el Perito Francisco Pascasio Moreno (1852-1919) a los ríos Negro y Limay, cuya información fue más tarde utilizada para proponer el traslado de la frontera hasta el río Negro en su obra La conquista de quince mil leguas, publicada en 1878.

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Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Tuvo participación activa en ocasión del suicidio del estudiante Roberto Sánchez en diciembre de 1871. Este hecho derivó en un alzamiento del alumnado, la separación de los docentes responsables, la sanción de una reforma universitaria y, a propuesta del propio Zeballos, la fundación del primer centro estudiantil y de un órgano de prensa, ambos denominados “13 de diciembre”, la fecha en que Sánchez se había quitado la vida[3].
A los 20 años obtuvo el título de Abogado en 1874 y desde ese momento se dedicó a la docencia y, simultáneamente, trabajó como cronista en el diario La Prensa a partir de un ofrecimiento que le hizo su propietario, José C. Paz[4].

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La Prensa, 11 de marzo de 1874, N° 888.


También en 1874 participó de las fuerzas mitristas, promotoras de un proceso revolucionario contra el gobierno nacional, que termina fracasando y debe pasar un tiempo en prisión.
Para sostenerse durante su estadía en Buenos Aires, durante algún tiempo fue escribiente del naturalista alemán Germán Burmeister, Director del Museo Público. En 1875 presentó a la Sociedad Científica Argentina el proyecto de fundación del Museo de Ciencias Naturales.


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Perito Moreno recorre aguas arriba el Río Santa Cruz. 1871.


Apoyó la expedición de Francisco Pascasio Moreno para explorar las cuencas de los ríos Negro y Limay. Con los datos recabados, años después, propuso el traslado de la frontera Sur hasta el río Negro en su obra ‘La conquista de quince mil leguas’, publicada en 1878.
Escribió el libro en pocas semanas, a pedido del General Julio A. Roca, con la finalidad de convencer a los miembros del Congreso Nacional de financiar la campaña expedicionaria al Desierto que ya estaba iniciando el entonces ministro de guerra.

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Quirno Costa en la tapa de Caras y Caretas, 1899.


En 1879 fundó el Instituto Geográfico Argentino, del que fue su primer presidente. Gestionó una subvención a Florentino Ameghino para la publicación de sus estudios sobre los mamíferos fósiles.
Escribió sobre Derecho:
  • El Derecho privado humano,
  • La legislación de emergencia,
  • Estudio crítico de la legislación comparada; su influencia sobre la soberanía, etc.
Entre 1898 y 1923 dirigió la Revista de Derecho, Historia y Letras, fundada por él.
Más de una tercera parte de su extensa obra se relaciona con temas históricos, particularmente referidos a la conquista y exploración del territorio nacional en el sur y a la historia socio-cultural.
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Luego de la campaña de Roca, a fines de 1879, Zeballos viajó por el norte de la Patagonia y procedió a dejar por escrito sus observaciones en Viaje al país de los araucanos, publicado en 1881, el que sería el primer tomo de una trilogía, de la que formaría parte La Región del Trigo, del año 1883, y A través de las cabañas, de 1888. Luego escribió unas crónicas sobre los caciques Callvucurá y Painé y sobre una inexistente cacica huilliche, Relmú.

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A través de las Cabañas, de Estanislao Zeballos.


Zeballos fue diputado de la Legislatura de Buenos Aires (1879) y diputado nacional entre 1880 y 1892.
Fue Ministro de Relaciones Exteriores de los presidentes Juárez Celman (1886–1890) y Carlos Pellegrini (1890-1892) y de Figueroa Alcorta (1906).
Entre 1912 y 1926 fue nuevamente electo diputado nacional.
Fue decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1918.
Por invitación del Institut of Politics de la Universidad de Harvard viajó a los Estados Unidos para participar de “Conferencias de Williamstown”, que fueron publicadas en inglés, póstumamente en 1927.
Zeballos falleció en Liverpool el 4 de octubre de 1923. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta.
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Cementerio de la Recoleta, Estanislao Zeballos.




* * *
Los libros de Estanislao Zeballos


Viaje al país de los araucanos (1881)

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Este libro es posterior a la campaña de Roca. Permite situar el origen de los araucanos.
En Viaje al país de los araucanos, cuyo título, Zeballos nos habla de un país denominado Raullco por los nativos, “de co ‘agua’ y Raull ‘detenida’ ‘estancada’ lo que significa ‘región empapada’ o ‘pantanosa’. Este es el nombre con que se designa a la región sur de Chile, nombre que fue desfigurado y que dio lugar a otro más conocido por nosotros: Arauco[5].
Lo define de la siguiente manera:
Al sur de Chile se extiende un país de topografía encantadoramente accidentada. Al Oeste el mar bate sus límites de granito, al Centro trepan a las cumbres selvas vírgenes de vegetación antártica, en que descuellan el roble, las araucarias y la hayas entrelazados sus troncos corpulentos por vigorosos parásitos , sumisos y audaces, emblema de los pequeños que medran a la sombra de los grandes; entre el mar y la selvas, llanos extensos, con los señalados en las carta con el nombre Hipinco y cerrando al este el cuadro de tantas grandezas los Andes con sus nieves permanentes: Tal es el panorama.[6]


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Indígena araucano con varias esposas.
Los araucanos practicaban la poligamia.


Zeballos cuenta que los pobladores de Arauco toman dimensión histórica ante la expedición de Pedro Valdivia, lanzada desde el Perú. Tanto él como su hueste encontraron la muerte en la batalla de Tucapel, el 26 de diciembre de 1553.
Éste sería el primer lanzamiento araucano contra la dominación extranjera.
Agrega Zeballos:
A los trescientos años, los araucanos continúan en armas, con virilidad asombrosa, diezmados, cubiertos sus campos innumerables cadáveres, cautivas por millares sus familias, incendiados mil veces sus aduares y abrumados por todos los recursos que el arte de la guerra ha desplegado prodigiosamente en los tiempos modernos, a los cuales oponen sus pechos indomables, las lanzas primitivas y las piedras de los Andes.
El telégrafo anuncia, en efecto, que no repuestos aun de los sangrientos combates sufridos al Oriente de los Andes, en lucha con las armas argentinas durante los años corridos de 1879 a 1881, acaban de confederarse levantándose de nuevo en pavoroso son de venganza y reconquista a los trescientos veintinueve años de su famosa victoria de Tucapel, y las ciudades chilenas de Imperial, Angol, Concepción y tantas otras, sobre cuyos muros blandieron los ejércitos de Caupolicán y de Lautaro los endebles arcos, acaban de ver por la centésima vez sus campiñas invadidas por el indómito Araucano y arrasadas entre el fragor de la muerte y el incendio.[7]


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* * *


Callvucurá y la dinastía de los Piedra (1884)
Como podrá apreciarse, ya avanzado el siglo XIX, la cuestión del indio seguía sin resolverse y eso tenía una clara explicación
Dice Zeballos:
En 1833 cuando Rosas marchó sobre las hordas salvajes de los desiertos australes, permanecía en la comarca indígena, de La que Salinas Grande ha sido capital, una numerosa tribu de indios vorogas, originarios de la gran familia trasandina moradora al sur del rio chileno de Imperial, en las márgenes del arroyo Vorohué, vulgo Voroa.[8]


La capital de Salinas grande era Masallé y su jefe supremo era el cacique Rondeau. Las tribus voroganas vivían allí con cierta tranquilidad manteniendo relaciones comerciales con otras tribus araucanas de Chile. En 1835 recibieron emisarios que les anunciaron a los voroganos la llegada de una caravana chilena a un país llamado Chilihué (nueva Chile) a diez leguas de Salinas Grande. Los emisarios le anunciaron a Rondeau que iban en paz y a comerciar y que solicitaban su soberana protección en las comarcas de su mando. Rondeau “mandó chasquis para convocar a sus hermanos, caciques y capitanejos al parlamento con que resolvía recibir la caravana del Mulú Mapú o ‘País de la humedad’, como llamaban a la región meridional de la Araucanía por la abundancia de la lluvias”[9].
La comitiva que provenía de las orillas del océano Pacífico y que habían atravesado los Andes y la pampa hasta llegar a Masallé debía ser toda una fiesta de hermandad.
Los recién venidos descendieron el médano a la furia de los caballos, blandiendo sus formidables lanzas y atronando los aires con feroces alaridos. Los humildes caminantes se transformaron en sangrientos enemigos.
Rondeau, Melin, Venancio, Alun, Callvuquirque y muchos capitanes y ancianos adivinos fueron degollados., y entre el clamoreo aterrador de la horda criminal, resonó en los desiertos por primera vez el nombre del caudillo vencedor. Callvucurá será aclamado, sobre el médano ensangrentado de Masallé Cacique General del inmenso imperio de la Pampa.[10]


Este episodio ha pasado a la historia con el nombre de “Masacre de Masallé” y significó el inicio de hegemonía de Callvucurá (Callvú, azul; curá, piedra), que se impuso por todas las tribus de la región.
Las tribus de los indios argentinos, conocidos generalmente por pampas desconfiaron de Callvucurá y se acercaron a las poblaciones cristianas en busca de protección. Tales son los casos de las tribus Cachul y Catriel en Azul.
Callvucurá bien pronto había firmado tratados con Rosas “que lo obligaba a defender el territorio argentino contra los indios chilenos y marchaba a cortar la retirada de los invasores”[11].
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Sello de Callfucurá, en la colección del Museo de La Plata.

A partir de 1852, una vez derrotado Rosas las tribus de Callvucurá y otras asolaron las poblaciones cristianas tanto de la provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa fe y Cuyo. Sus tropas dominaban amplias regiones y asolaban a las ciudades como la de Azul, la que en 1855 fue tomada por ellas, causando la muerte de 300 vecinos. El propio coronel Bartolomé Mitre marchó a Azul para recuperar la ciudad pero debió retirarse ante el acoso de los indígenas.
Tal era la situación que provocaban los malones que en 1877 el ministro de guerra Adolfo Alsina propuso la construcción de una zanja perimetral y de fortines para evitar los malones y el robo del ganado. A la muerte de Alsina fue llamado a ocupar su puesto de Ministro de Guerra y Marina el General Julio Argentino Roca quien hasta el momento tenía el cargo de comandante en jefe de las fronteras del sur interior.


Roca entonces llevó a cabo su teoría expuesta en 1875 a Alsina de avanzar sobre el desierto para lo cual había solicitado un año para prepararlo y otro para lograrlo. Sin duda, la dupla Roca-Zeballos fue la que permitió que las tropas del Estado Nacional llegaran al río Negro el 25 de mayo 1879.
* * *
[FIN DEL CAPÍTULO I - Continúa en “La conquista de quince mil leguas”].

* * *


Agradecemos la difusión del presente artículo: 


* * *
* La presente exposición fue presentada en el Seminario Permanente de Historia de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, dirigido por el Dr. Tulio Ortíz, el día 18/10/2017.
** Licenciado en Historia, graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
[1] Este enfrentamiento hacia nuestra historia ha llevado a que alguno escribiera un grafiti sobre una pared en la Av. Julio Argentino Roca (Diagonal Norte) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la leyenda: “es preferible un mayo francés a un julio argentino”.
[2] Norma Isabel Sánchez. “La Sociedad Científica Argentina, 140 años de historia”. Sociedad Científica Argentina, <http://cientifica.org.ar/site/index.php/es/mnuhistoria>
[3] Luciana B. Scotti. “Estanislao S. Zeballos: maestro de la escuela argentina de Derecho Internacional Privado en la Universidad de Buenos Aires”, p. 154.
[4] Para profundizar acerca de la labor de Estanislao S. Zeballos en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, ver el mencionado trabajo de la Dra. Luciana B. Scotti.

[5] Estanislao S. Zeballos. Viaje al país de los araucanos. Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2005, p. 487-488.
[6] Idem.
[7] Ibíd., p. 491-492.
[8] Estanislao S. Zeballos. Callvucurá, Painé, Relmu Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2007, p. 29
[9] Ibíd., p. 31.
[10] Ibid., 32.

[11] Ibid., p. 39.


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