¿CÓMO LUCHAR?
Autora: Eugenia Campos Carlés
-Es curioso. Si un hombre tiene una pequeña propiedad, esa propiedad se transforma en él, en una parte de él, y es como él. Si es dueño de una propiedad, aunque solo sea para poder andar por ella, trabajarla, apenarse cuando no marcha bien y estar contento cuando la lluvia caiga sobre ella, esa propiedad es él y, de alguna manera, él es más grande porque la posee. Incluso si las cosas no le van bien él tiene la grandeza que le da su propiedad. Es así.
Y siguió cavilando.
- Pero cuando un hombre tiene una propiedad que no ve, que no puede tocar con los dedos porque le falta tiempo, ni pisar porque no está allí, entonces la propiedad es el hombre. Él no puede hacer ni pensar lo que desea. La propiedad se apodera del hombre por ser más fuerte que él. Y él ya no es grande, sino pequeño. Tan solo sus propiedades son grandes y él se convierte en el servidor de su propiedad. Esto es lo cierto también.
(...)
-Levanté esta casa con mis propias manos. Enderecé clavos viejos para colocar el revestimiento. ...Es mía, yo la construí. Atrévete a chocar contra ella, yo estaré en la ventana con el rifle. Que se te ocurra acercarte de más y te dejo seco como a un conejo.
- No soy yo. Yo no puedo hacer nada. Pierdo el empleo si no sigo órdenes. Y, mire, suponga que me mata, simplemente a usted lo cuelgan, pero mucho antes de que lo cuelguen habrá otro tipo en el tractor y él echará abajo la casa. Comete un error si me mata a mí.
- Eso es verdad -dijo el campesino- ¿quién te ha dado las órdenes? Iré por él. Ese es al que debo matar.
- Se equivoca. El banco le dió la orden a él. El banco le dijo: o quitas a esta gente de en medio o te quedas sin empleo.
- Bueno, en el banco hay un presidente, están los que componen la Junta directiva. Cargaré el peine del rifle e iré al banco.
El conductor arguyó:
- Un tipo me dijo que el banco recibe órdenes del Este, del gobierno. Las órdenes eran: o consigues que la tierra rinda beneficios o tendrás que cerrar.
- Pero ¿hasta dónde llega? ¿A quién le podemos disparar?. A este paso me muero antes de poder matar al que me está matando a mí de hambre.
- No sé. Quizás no hay nadie a quien disparar. A lo mejor no se trata en absoluto de hombres…
De Las Viñas de la Ira, de John Steinbeck
¿Contra quién luchamos entonces? Somos muchos hombres comunes concretos luchando contra una entidad abstracta. Al momento en el que una ley abstracta plantea que un Estado abstracto tiene poder por sobre la educación de nuestros hijos concretos se genera una disociación. El padre de ese hijo pasa a luchar contra un Estado que es solo una abstracción. La lucha pasa a ser un acto difícil de llevar a cabo. Es un solo hombre peleando contra una monstruosidad.
Me pregunto entonces ¿cuál es el medio por el cual reestablecemos nuestra libertad? ¿Por la revolución? ¿la rebelión? ¿Cómo lo hacemos si nuestro enemigo es una abstracción? Camus nos dice que: La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión. Nos habla de un “acto de rebelión”. La Real Academia Española (RAE), en términos de derecho, define rebelión como el delito contra el orden público, penado por la ley ordinaria y por la militar, consistente en el levantamiento público y en cierta hostilidad contra los poderes del Estado, con el fin de derrocarlos. ¿Cuál es esa ley? ¿De quiénes habla cuando habla de levantamiento público? ¿O cuál es esa entidad de poder? En la realidad, todos estos son términos abstractos. No aplicados a casos concretos. Lo mismo nos sucede si recurrimos a definir revolución. La RAE establece: Cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional. ¿De qué estructuras habla? ¿A qué refiere con comunidad nacional? Más abstracciones.
Cuando referimos a una revolución, etimológicamente queremos decir “dar vuelta”. La revolución busca romper con la estructura previa para crear un nuevo orden. Destruye los cimientos dando una vuelta completa a lo ya existente. Me pregunto, ¿se puede crear un cambio social, político o económico destruyendo lo previo? ¿o será que la revolución es solo utopía? La revolución persigue una libertad abstracta por medio de un movimiento abstracto. Son ideas que no concuerdan con la realidad. Las revoluciones concretas arrastran a la violencia. Por eso vivimos las revoluciones como ideales atractivos que finalizan en la persecución y el asesinato. Pensemos en la Revolución Francesa. Esta, persiguió una libertad, una fraternidad y una igualdad abstracta. Nos dijo “libertad, fraternidad, igualdad o muerte”. Nos dio la libertad de elegir entre la libertad o la muerte ¿y la libertad verdadera? La abstracción también se presenta en la revolución feminista de hoy en día. Se observan mujeres concretas luchando contra un constructo abstracto: la figura del hombre violento que oprime a la mujer. Como dice Steinbeck, quizás al final ni siquiera se trate de hombres…
Así, descartamos la revolución como un método eficiente para restablecer la libertad del hombre.
Pero ¿qué sucede si pensamos en la rebelión? Una rebelión también puede sufrir de abstracción. Camus en su obra “El hombre rebelde” nos plantea que el hombre rebelde es aquel que dice que “no”. Sin embargo, el decir que “no” no implica una renuncia total. Es solo afirmar que algo se ha excedido y ya no puede ser aceptado. Los hombres vivimos bajo ciertas normas que aceptamos todos los días inconscientemente. Pero las aceptamos porque nos parecen justas. Cuando una de estas normas afecta nuestra integridad en forma negativa el hombre debe rebelarse. Se rebela ante lo injusto. Pero su lucha no debería apuntar a la destrucción (al igual que la revolución) sino que a intentar enderezar el camino para buscar el bien y la verdad. Restaurando estructuras previas y a su vez fusionando nuevas. El de la rebelión que mantiene valores que son intrínsecos al ser humano.
Pero nuevamente sucede lo mismo. Estamos hablando en abstracto. De manera teórica. Quizás el hombre debe rebelarse todos los días de ser necesario. Pero quizás deben ser pequeñas luchas. El enfrentamiento del hombre común contra lo concreto. El caso particular de un hombre -diría “individuo” pero estaría recurriendo a otra abstracción- que se topa con una situación que le quita libertad y dice que “no”. Quizás la suma de muchos hombres actuando así desenmascararía la entidad abstracta totalitaria que infiere Steinbeck.
Propongo un modelo que quizás lleva al conflicto pero no a la violencia. Como dice Belloc: “Truth might come by conflict, though in reflective silence and calmness also” (La verdad puede surgir del conflicto, aunque también del silencio de reflexión y la calma). Para este tipo de rebelión es vital el estudio y la exégesis intelectual. Hoy en día la lucha es cultural. Se debe luchar por medio de argumentos coherentes y bien fundamentados, evitando siempre el sentimentalismo y el sensacionalismo. Sin embargo, el rebelde debe saber que la respuesta de su enemigo va a ser probablemente violenta y sin fundamento. Pero le propongo al rebelde que no use el mismo juego enemigo y deje la violencia en evidencia. También, el rebelde debe saber que quizás su lucha no va a ser reconocida y cuando cuenten cómo fue probablemente se mienta. Pero el rebelde no debe abandonarse. Debe saber que es mucho más noble caminar por el camino del bien y la verdad sin importar las consecuencias.
Ante el conflicto, el rebelde no debe deponer su “no”. Es cierto también, que cuando uno argumenta con alguien que piensa completamente lo opuesto a uno, la verdad se debería presentar nítida. Pero hoy en día la gente ya no cree en la verdad como algo único y objetivo entonces estamos ante un problema. La verdad se ve devaluada y muchos de los que me lean van a decir que todo es relativo y uno no puede marchar en nombre de la verdad. Al menos no en nombre de una verdad única. Me dirán que el rebelde es el que lucha por su verdad. Como si la verdad pudiera ser disminuida a una mera opinión. Sin embargo, estoy convencida que existe una sola verdad y se rige principalmente por el discernimiento entre el bien y el mal.
Partamos de las leyes como ejemplo. Todos sabemos que las leyes pueden ser injustas. Sin embargo, nos las presentan como verdades ¿quién lo decide? El poder abstracto otra vez. Este constructo que desde lo lejano nos controla. Porque el relativismo es otra abstracción. No es aplicable a la realidad. En casos concretos, todo lo relativo se resuelve en lo arbitrario, es decir en quien tiene el poder. Incluso, sufre de una contradicción lógica interna: resulta imposible establecer como ley o verdad universal que todo es relativo, dado que entonces ese mismo postulado tendría el carácter de relativo, invalidándose a sí mismo.
Así mismo, creo que afirmar que todo es relativo es una contribución al poder de turno. Es la manera de someterse y no actuar con rebeldía. El que cree que todo es relativo al final no puede luchar en defensa de nada porque se ve imposibilitado a afirmar y a refutar. Su lucha es inválida. La abstracción totalitaria requiere de nuestro nihilismo ante la verdad. Necesita que el hombre establezca que la verdad es solo una forma de opinión.
Por otro lado, se fomenta la liberación de lo emocional. Se persigue acabar con la razón ya que es el medio por el cual entendemos las cosas por lo que son verdaderamente. Y cuando esto sucede, el mismo hombre comienza a sufrir una abstracción. Nada puede ser verdad y si algo lo es, es solo opinión. Cualquier lucha pasa a ser irreal: ideas de hombres luchando contra ideas de poder. Todo como una gran abstracción, un juego. Y así se crea el modelo de hombre que ya no puede ni con sí mismo entonces se abandona. Y si la vida no tiene sentido, entonces la rebelión tampoco.
Lo que buscan es quitarnos la capacidad de discernimiento entre el bien y el mal. Si el hombre pierde esta noción, entonces no puede juzgar ningún acto porque todo le parecerá relativo. Por ende, pierde su libertad e inconscientemente se abandona a intereses ajenos. Porque al final, si todo es relativo ¿qué vale más? ¿La verdad de un solo hombre o la verdad de todo un Estado? Humpty Dumpty nos dirá que sólo importa quién manda.
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