TRUCHINDIOS

Autora: Crai
¿Y ahora qué?
Indios truchos
Productores abandonados Políticos corruptos y oportunistas

Hace unos días se aprobó la prórroga de la Ley 26.160. Se necesitaron un muerto en “tierra sagrada” y un par de horas de discusión, una ganga si se compara a la cantidad de gente a la que le arruina la vida.
¿Latifundistas?
¿CEOS, Macris, Calcaterras, a los que reclaman desde Palermo y San Isidro que se respete a los hermanos originarios?
No.
A Cristóbal López un poco sí, porque la idea de poner el Cushamen al lado de las tierras de Benetton apuntaba a que la tierra perdiera valor y comprarla por monedas, pero bueno, no le salió, y además pareciera tener asuntos más urgentes que atender en Palermo Vedette.

Volviendo a la pregunta original, ¿a quién perjudica? Perjudica a gente como Huberto Bourlon, quien a través de su cuenta de Twitter @elguisodebagre nos cuenta hace más de un año lo que sufre por las usurpaciones de pueblos que tienen el mismo derecho a reclamar tierras por ser originarios que ustedes o yo a reclamar parte del Principado de Liechtenstein.
Nos perjudica a los que vivimos en la Patagonia y hace más años de los que podemos contar sufrimos gobierno tras gobierno de complacientes que otorgan derechos, tenencias y servidumbres como si pudieran, y quienes todavía alquilamos tenemos que pagar “colaboración” para caminar por la pasarela del Lago Lácar, para empezar, y servidumbre para poder trabajar.

Nos perjudica a los que tenemos como proyecto de vida, en un futuro más o menos cercano, un emprendimiento que genere trabajo genuino en un lugar donde o se es empleado municipal/provincial o se alquilan cabañas y campings. Afecta la vida de más personas que a las que beneficia, porque pensemos un segundo quién va a querer ir a El Bolsón, a Lago Puelo, al resto de la Patagonia sabiendo que en cualquier momento una horda de extranjeros iracundos te incendia la cabaña, o que tenés que pagar para usar una ruta; con qué ganas te levantás a trabajar si querés pasar a tu campo y te tienen bloqueado el paso y tus animales se murieron de sed, o los degollaron.

Con qué ganás venís a invertir a un país que no le garantiza nada ni siquiera a sus propios habitantes, excepto a los habitantes que quieren bebederos para mascotas y jaulas anti estrés. No, no se ve lindo.

Sumemos a todo esto que estamos “uh, ni idea, pero re lejos”, fuera del alcance de cualquier radar estatal, excepto claro cuando hay que pagar impuestos -porque esos, aun cuando lleves meses sin ganar un centavo, se pagan igual-; la Patagonia tuvo la suerte, por llamarlo de alguna manera, de “salir en la tele” gracias a Santiago Maldonado, pero ni siquiera se habló del tema, y quienes intentaron explicar que quizás está medio mal incendiar el bosque que rodea Gendarmería Nacional en El Bolsón, con Gendarmería incluida, fuimos tildados de pequeños Mussolinis.

Otros lugares no fueron ni son ni serán tan afortunados. En este blog se ha escrito mucho sobre el origen del problema, sobre los efectos, sobre las posibles soluciones, pero el punto es que estamos solos.

El Estado presente se hizo la rata.
El Estado que anuncia con bombos y platillos algo que podría pasar (o no) EN DOS MIL VEINTITRÉS pero no ha hecho hasta el momento una sola declaración por el extravío de un submarino con cuarenta personas adentro, es el mismo Estado que debería constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.


Y no, no lo está logrando, y a ojo de buen cubero podría decirse que mucho empeño en intentarlo tampoco le ponen.
Ya no se trata de Lewis (que ojalá se vaya, sí, y se lleve, como prometió una vez Capozzolo, hasta el último tornillo que puso, y deje a por lo menos la mitad de Chubut sin agua potable), de Benetton, que en el peor de los casos tienen el título de sus tierras, ya no se trata de los falsos mapuches e Hitachis, de Báez o de la base china, que es todavía peor porque es un pedacito de Neuquén al que no es que no podamos entrar, sino sobre el cual no tenemos directamente soberanía durante al menos cincuenta años.

Ya no se trata de Maldonado y asociados, se trata de quién permite que eso pase.
Y quien lo permite es El Estado “con la nuestra”, como diría Espert.
Es el Estado, y acá no hay confusión entre Estado y Gobierno, no sólo porque tuve excelentes profesoras de Educación Cívica, sino porque todos los gobiernos han aplicado las mismas políticas en este sentido: no hacer absolutamente nada.

Entonces, con una Gendarmería y un Ejército desarmados –literalmente, creo que deben quedar dos aviones a esta altura de la tarde-, demonizados al punto de naturalizar como algo bueno que se maltrate a sus familiares, con el fantasma de que cualquier cosa que estos hagan –excepto darles de almorzar a pelotudos que fueron a un recital- es ni más ni menos que el regreso de la Dictadura, con una Policía que ya no interviene o bien por connivencia o porque les incendian las casas y los autos, ¿qué hacemos?
Salir a aclarar “yo no los voté”, seguir discutiendo el latrocinio de gobiernos anteriores, suscribir a la grieta Lanata-Sietecase, no sirve cuando a las cuatro de la mañana un grupo de “originarios” te ocupa el patio de tu casa.


Seguir discutiendo de cualquier cosa en realidad ya no sirve.
No hay punto de conciliación con un gobierno más ocupado en mantener Piters Robledos que en poner el Estado en función de los lugares y las personas que realmente lo necesita.

La sensación que queda es que nos están dejando al borde de tener que defendernos por nuestros propios medios.
Seguro que en ese momento sí aparece el Estado.
Para defender a los otros.


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