DE ESO NO SE HABLA

Película de María Luisa Bemberg: "De Eso No Se Habla".
Autora: Iris Speroni

Luego de perder las elecciones, el Jefe de Gabinete supuestamente entregó un documento donde autoevalúa su desempeño económico. “Supuestamente” porque no está firmado ni membretado.

Una mentira que se arrastra por siete páginas. Merecemos algo mejor luego de haberle pagado el sueldo durante 48 meses. 

Marcos Peña ha sido nefasto para el país, en numerosos niveles. No es el único responsable. El presidente lo nombró y sostuvo. El Congreso, que tiene la atribución de removerlo si así lo considera pertinente, lo ha consentido en el cargo (arts. 53 y 59 de la CN). Con ese simple hecho ha dejado que una persona hueca, vanidosa y supinamente incompetente (además de codicioso, ça va sans dire) nos empobreciera a todos nosotros, millones de argentinos, durante cuatro años. A cambio enriqueció a un puñado de amigos y, por supuesto, a los legisladores.

Vamos a sus supuestos dichos. 

La inflación sigue alta”.  No sigue, aumentó. Caballeros, la duplicaron. Ahora tuvimos que reponer [los controles cambiarios], contra nuestra voluntad,...”. Niega la cadena de causa y efecto: endeudamiento, bicicleta, venta de dólares a valores subsidiados para beneficiar al sector financiero, emisión monetaria descontrolada y manejo criminal del Banco Central de la República Argentina. 

El consumo privado también impulsará el crecimiento. La inestabilidad del proceso electoral lo golpeó cuando empezaba a mostrar signos de mejora”. Cuatro años consecutivos de caída de la actividad para invocar supuestos “signos” sólo perceptibles por él. Unicornios amarillos que vagan por la pradera de la imaginación de Peña.

A fines de 2019 las condiciones estructurales de la economía argentina habrán mejorado sustancialmente”. La Jefatura de Gabinete no presenta las cifras que respalden semejante aseveración contraria no sólo a nuestra percepción, que puede ser parcial, sino a las estadísticas. Inflación galopante, cierre de empresas, pérdida de trabajo, caída del poder de compra de las personas. Tal vez vive en otro país.

Sobre la situación fiscal. En 2019 el Estado argentino prácticamente va a alcanzar el equilibrio primario”. Mentira. Déficit fiscal, descontrol de las cuentas fiscales, gastos multimillonarios en banalidades y abandono de actividades indelegables. Desde un punto de vista administrativo el gobierno saliente ha sido desastroso. Gastó mucho y mal. Una falta de respeto a los votantes y a los contribuyentes. El equilibrio fiscal primario implica igualar los ingresos corrientes (impuestos) y gastos corrientes (sueldos, compras, subsidios). Empeora cuando se suma el pago de intereses (servicio) a la deuda del Tesoro Nacional. El déficit llega a la estratósfera con los intereses de la deuda del BCRA (cuasifiscal) con un costo del 80% anual.

Durante esta administración se llevaron adelante varias medidas para aliviar la carga tributaria de las personas y las empresas”. Miente don Peña. Durante esta administración decenas de miles de personas que trabajan y pone su capital a riesgo quebraron, perdieron su trabajo y/o comprometieron su patrimonio, gracias a la presión impositiva y la tasa de interés del 80% anual (decidida por el gobierno). Dieron más poder a la AFIP, una organización delictiva dedicada a hostigar y abusar de los ciudadanos. No eliminaron el impuesto a las ganancias para los asalariados, en contra de las promesas electorales y agregaron nuevos impuestos. Tenemos la peor presión impositiva en la historia del país. Ni las causas, ni las consecuencias, se registran en este discurso autocomplaciente y psicótico. Sí es cierto que bajó la carga impositiva a algunas actividades. A las actividades de los amigos, como es el caso de la ley que favorece a Mercado Libre, presuntamente propiedad de Galperín que puede o no ser un testaferro del mismo Macri (*).

Por último me voy a detener en las exportaciones. El jefe de gabinete se autocongratula por el acuerdo con la Unión Europea. He presentado mis prevenciones oportunamente (**). Sostiene que tenemos oportunidad de aumentar las exportaciones pesqueras. No necesitamos acuerdo para eso. La UE no pone barreras cuando necesita algo, y necesita nuestro Atlántico Sur (***). 

Todo el documento es un compendio de excusas y falacias para justificar errores, propio de un niño con un mal boletín escolar y no de un adulto con uno de los más altos cargos dentro de la jerarquía institucional. 


* * *



La semana pasada el diputado de Mendiguren sostuvo que sería conveniente que en lugar de exportar commodities vendiéramos productos manufacturados. Exportar fideos en lugar de trigo y aceite en lugar de semillas de girasol. De esa forma podríamos duplicar el monto de las exportaciones y generar trabajo. Lo repitió el sábado a la noche en el programa de Carlos González Prieto por A24.

En el objetivo estamos de acuerdo. 

Pero tanto el diputado como el jefe de gabinete pasan por alto la cadena de causa y efecto. La Argentina no exporta productos manufacturados porque cada paso productivo está plagado de impuestos (****). Eso hace que todos los agentes económicos o bien huyan del país lo antes posible o restrinjan la producción. Como ya he dicho en otro artículo, una empresa de Pittsburg compra más barato los lingotes de aluminio de Aluar que una fábrica de Quilmes (*****). Por el alto costo impositivo y por el flete. 

Los políticos argentinos son los únicos autores de las causas que impiden la producción y exportación de productos. Incluyo tanto a de Mendiguren, cuyo único aporte en los últimos cuatro años fue promover un nuevo impuesto, y a Marcos Peña, incompetente excepcional y mentiroso extraordinaire. Toda la casta política es responsable de la pobreza cada vez mayor en el país, de la pérdida de patrimonio y calidad de vida de todos nosotros

Lo peor es que, al menos públicamente, no asumen que son ellos y ningún otro los responsables. Cada vez que enumeran medidas a tomar, como hizo el sábado de Mendiguren, eluden las que realmente hay que llevar a cabo: bajar los impuestos, en particular los intermedios del ciclo productivo.

Ninguna de las medidas propuestas por de Mendiguren conlleva a la recuperación del país, el aumento de las exportaciones o la mejora de la calidad de vida. Simplemente, los políticos no hablan de lo que hay que hablar.

Sí, hay pobres. Hay pobres porque de cada $ 100 que cobra un trabajador, destina $ 50 a comprar comida y $ 50 a pagar impuestos. Entonces la comida sale el doble de lo que debe costar. Esta es la razón por la cual una manzana de Río Negro es más barata en Londres que en Buenos Aires. 

Sí, el flete es caro. Porque de cada $ 100 que recibe un transportista, $ 55 los destina a pagar impuestos (al combustible, a la compra de rodados y a la compra de cubiertas). Más el dinero para los amigos, a.k.a. peaje.

Sí, cierran empresas. No puede ser de otra manera, cuando no sólo tienen impuestos prohibitivos sino que los deben pagar por adelantado. Percepciones y retenciones de impuesto a los ingresos brutos, impuesto a los sellos, adelanto de ganancias. Mientras el estado fija una tasa de interés de 80% anual. 

¿Cuál es la respuesta de la casta política versión 2019? “Poner dinero en el bolsillo de la gente”. Si uno tuviera la oportunidad de repreguntar cuál sería el mecanismo operativo para “poner dinero”, probablemente el 90% de los políticos enmudecería. Para ellos es un slogan a repetir. 

Hay una manera sencilla de aumentar en instantes el poder de compra del salario, en “poner dinero en el bolsillo” de la gente: eliminar todos los impuestos a los alimentos, combustibles y servicios. Duplicará el poder adquisitivo de jubilados, asalariados y monotributistas. 

Para poner en marcha el sector productivo se deben eliminar todos los adelantos impositivos. 

Nada de eso harán los políticos. No hubo ni uno que propusiera eliminar algunos de sus privilegios. Ni bajarse los sueldos, ni bajarse los viáticos, ni echar asesores, ni eliminar ministerios o secretarías o institutos o registros que nadie sabe para qué existen o eliminar los subsidios a las miles de fundaciones que reciben dinero del estado. 

De eso no se habla.

Es como la enana de la película de María Luisa Bemberg. Hay un único gasto que bajar, el gasto político. Nadie lo dice. Las razones de nuestra pobreza son claras: están a la vista de todos nosotros y nadie las nombra. 

Los políticos son nuestra enana.

* * *


Agradecemos la difusión del presente artículo:   

* * *
Notas:

* * *

Texto completo del documento supuestamente emitido por Marcos Peña:


OCHO PUNTOS SOBRE LA ECONOMÍA


1. Sobre la herencia económica que dejamos.

2. Sobre nuestro programa económico.
3. Sobre la inflación.
4. Sobre la situación fiscal.
5. Sobre los impuestos.
6. Sobre la deuda.
7. Sobre la energía.
8. Sobre el empleo.

1. Sobre la herencia económica que dejamos. A fin de 2019 el país está listo para
crecer. Sin magia, sin mentira, sin ficción. Gracias al esfuerzo de los argentinos de todos
estos años, hemos revertido la herencia de 2015, cuando recibimos:

● un Banco Central sin reservas y restricciones cambiarias para importar y viajar
● un déficit fiscal brutal (7% del PBI) con una presión impositiva récord
● un desempleo mentiroso y una pobreza estructural altísima
● una inflación ya alta durante 8 años y en ascenso
● un tipo de cambio atrasado, que perjudicaba la actividad productiva
● un Estado arrasado, dominado por punteros y copado por militantes, empresas
públicas quebradas.
● una crisis energética con tarifas atrasadas que se sostenía con permanentes
cortes de luz y gas y se abastecía con carísimos barcos de gas licuado que venían
de Venezuela bajo contratos muy dudosos.

Es cierto que en 2019 hay problemas. Y que no hemos podido cumplir las mejoras de
bienestar que todos anhelamos. La inflación sigue alta. Y a pesar de haber creado
1.250.000 puestos de trabajo en esta gestión (incluyendo formales, informales y
autónomos), no fue suficiente, porque hay más gente que busca trabajo.

El punto de partida para 2020 es mucho más sano. Algunas razones:
● Hay equilibrio fiscal primario. Cuando se suman los intereses, el déficit total es la
mitad del de 2015.
● Menor presión tributaria, que sigue alta, pero es mucho menor que en 2015 (3%
del PBI). Bajamos ganancias (sucesivas subas del mínimo no imponible, la
primera en febrero de 2016, la última en agosto), bienes personales, retenciones
a las exportaciones (que están dos tercio más bajas que en 2015), impuesto al
cheque a cuenta de otros tributos, impuestos al trabajo para crear empleo, entre
otros.
● También bajaron impuestos las provincias (ingresos brutos, sellos), porque
aumentamos los recursos que reciben de la Nación, y les dimos certidumbre con
la ley de Consenso Fiscal. Eso les permitió tener superávit fiscal a casi todas las
provincias.
● Un tipo de cambio competitivo (en términos reales, casi el doble del que
heredamos en 2015), que nos permite un comercio balanceado con el resto del
mundo, sin sorpresas cambiarias para el futuro.
● Este es el cuarto año consecutivo de suba de exportaciones. Algo que no pasaba
desde hacía una década. Y todos los días recibimos noticias de apertura de
mercados para nuestros frigoríficos, nuestras frutas, nuestros vinos.
● Tenemos una mejor infraestructura. Estos años llenamos la Argentina de obras
que potencian nuestra competitividad. Rutas, puertos, aeropuertos, gasoductos,
trenes, energía, agua potable, cloacas.
● Volvimos a tener energía. Importábamos energía en 2015 y ahora la exportamos,
generando empleo y divisas para nuestro país. No fue magia. Había que recorrer
un camino pedregoso, como el de las tarifas, para poder volver a tener energía.

El esfuerzo de este último año y medio fue muy exigente para todos. Pero no es menos
cierto que veníamos recuperándonos (la actividad en julio creció 1,2% mensual y la
inflación de agosto apuntaba a 1,8%), y que la incertidumbre electoral interrumpió la
recuperación.

En la economía, la confianza sobre el futuro define el presente. Al principio de nuestra
gestión pudimos levantar los controles cambiarios porque la gente mira al futuro para
decidir hoy. Ahora los tuvimos que reponer, contra nuestra voluntad, porque esa misma
gente tiene miedo a qué pueda pasar en el futuro.

2. Sobre nuestro programa económico. Por primera vez en mucho tiempo, Argentina
tuvo una idea de largo plazo basada en reglas claras, estabilidad económica e inserción
al mundo. Es la única manera de lograr un crecimiento sostenido que dure, con más
empleo e inversiones.

A fines de 2019 las condiciones estructurales de la economía argentina habrán mejorado
sustancialmente. En 2020, las exportaciones serán el motor más dinámico del
crecimiento, con las cantidades exportadas cerca de su máximo histórico, con
previsiones de una buena siembra y cosecha, la maduración de algunas inversiones
(como Vaca Muerta) y la tracción de Brasil como destino principal de nuestras
manufacturas industriales.

El consumo privado también impulsará el crecimiento. La inestabilidad del proceso
electoral lo golpeó cuando empezaba a mostrar signos de mejora, pero en 2020 las
jubilaciones y pensiones, asignaciones familiares y por hijo aumentarán en términos
reales. Del mismo modo, se recuperará el salario real, cuando la economía retome el
proceso de reducción de la inflación que se dio hasta julio de 2019, interrumpido por el
salto cambiario de agosto.

El tipo de cambio competitivo, la mejora de las exportaciones y el impulso a las
inversiones tendrán un impacto en el empleo privado, que lleva 8 años estancado. Esto
será el mayor motor para el consumo privado.

El consumo privado se debe recuperar de una vez y para siempre, no a tasas chinas,
sino de manera sostenible. Para ello no hay que caer en la falsa dicotomía entre el
mercado interno y el externo. Sin exportaciones el país no tendrá los dólares para
financiar la demanda interna.

Mientras tanto, tenemos que seguir consolidando consensos. No es sano que cada
cuatro años parezca que tengamos que resetear y empezar de nuevo. Como punto de
partida, para el próximo período tenemos que consensuar al menos dos prioridades: un
consenso pro exportador (para dar sostenibilidad al modelo de crecimiento sin la
recurrente asfixia de divisas) y un consenso pro empleo (dado que el empleo privado es
el gran organizador social).

3. Sobre la inflación. Argentina tiene una historia crónica con la inflación pero que, en
realidad, es el reflejo de otros problemas. Durante décadas buscamos atajos frente a la
inflación en lugar de atacar las causas de fondo.

Nuestras recurrentes crisis son el reflejo de una economía que, en forma permanente,
parece querer vivir por encima de sus posibilidades. El equilibrio fiscal es importante
porque cuando el Estado gasta menos de lo que le ingresa no necesita financiarlo con
emisión de pesos (inflación) o deuda.

Lamentablemente, no se puede eliminar la inflación de un día para el otro, pero en estos
cuatro años hemos dado los pasos necesarios para empezar a ver una reducción
sostenida y sostenible de la inflación: corregimos las tarifas y el tipo de cambio; y
equilibramos las cuentas públicas.

En estos cuatro años nos ocupamos de apagar esos motores. Empezamos a corregir los
problemas de fondo, y sin atajos como un tipo de cambio fijo. Las tarifas ya valen casi lo
mismo que lo que cuestan. El dólar, más allá de las restricciones recientes, vale lo que
se dice que vale. Y, lo más importante, vamos a terminar 2019 con un Estado cerca del
equilibrio.

4. Sobre la situación fiscal. En 2019 el Estado argentino prácticamente va a alcanzar el equilibrio primario, tanto a nivel nacional como provincial. Esto es algo que no se ve hace una década y que es prácticamente una excepción en la historia económica de los últimos 70 años.

La sustentabilidad de las cuentas públicas es indispensable para tener una economía
ordenada, previsible, que promueva la inversión y la generación de empleo. El
desequilibrio de las cuentas públicas ha sido en las últimas décadas uno de los
principales factores de la volatilidad de la economía argentina: en los últimos 60 años el
Sector Público Argentino consolidado tuvo, en promedio, un déficit fiscal primario de 2%
del PIB, con máximos de 12% y un déficit financiero promedio de 4% del PIB. Por este
motivo, un sector público equilibrado fiscalmente es esencial para reducir las
vulnerabilidades de la economía ante shocks y evitar crisis recurrentes, tales como las
que vienen aquejando a la economía argentina hace décadas.

El déficit primario del Sector Público consolidado en 2015 era de casi 4% del PIB, aún
sin contar el incremento de la deuda flotante, la deuda no registrada con proveedores,
los impuestos cobrados anticipadamente y los juicios pendientes con las provincias. El
resultado fiscal acumulaba un deterioro superior a los 7 puntos del producto. Ese año el
gasto público primario consolidado superaba 40% del PIB y se ubicaba –al igual que la
presión tributaria– en máximos históricos. Sin embargo, el elevado gasto público no se
traducía en una mejor calidad de vida para los argentinos.

En 2019 el Sector Público Nacional habrá prácticamente eliminado el déficit primario. El
esfuerzo fiscal se logró preservando la inversión social, devolviendo recursos a las
provincias y reduciendo la presión tributaria. Así en 2015-2019 el gasto primario
excluyendo prestaciones sociales, tuvo una reducción de 5,1 puntos del PIB, regresando
a los niveles de 2006.

Respecto a las provincias, su situación fiscal es significativamente más saludable. A
diferencia de 2015, la mayoría de ellas pueden pagar sueldos y aguinaldos. La nueva ley
de responsabilidad fiscal y el aumento de las transferencias automáticas a las provincias
permitieron que, aún con bajas de impuestos provinciales, las provincias ordenaran sus
cuentas públicas. Los resultados ya se están viendo: mientras en 2015 solo 6
jurisdicciones tuvieron un resultado primario superavitario, en 2018 la cifra aumentó a 17.
El patrón se mantiene si analizamos el resultado fiscal de las provincias después de
intereses: mientras en 2015 sólo 6 jurisdicciones tuvieron superávit financiero, en 2018
lo lograron 11 jurisdicciones.

Se dejó de usar a los recursos como un mecanismo de disciplinamiento de los gobiernos
locales. Mientras en 2015 las transferencias automáticas a las provincias representaron
el 40,5% de la recaudación nacional (excluyendo Comercio Exterior y Seguridad Social),
este año cerrarán en 49,5%. El porcentaje de transferencias automáticas a Provincias es
el más alto en 30 años.

En 2015, después del fallo de la Corte Suprema, acordamos con las 24 provincias para
devolverles los fondos que durante años el Gobierno Nacional les retenía injustamente.
Además, trabajamos de manera coordinada para potenciar la cantidad de obras sin ver
el color político de quienes gobernaban, lo que era usual hasta 2015.

5. Sobre los impuestos. Durante esta administración se llevaron adelante varias
medidas para aliviar la carga tributaria de las personas y las empresas. Entre 2016 y
2019, la presión tributaria total habrá bajado en 3 puntos del PBI.

Queremos un sistema impositivo eficiente y simple, con el menor grado posible de
distorsión sobre las inversiones y el empleo y que incluya criterios de equidad (que dos
personas o empresas iguales paguen lo mismo) y progresividad (que quienes más ganan
paguen proporcionalmente más que quienes ganan menos). Recibimos todo lo contrario:
una presión impositiva que había subido 6 puntos del PBI, con muchos impuestos
distorsivos y un esquema poco progresivo y equitativo.

En estos años redujimos la presión tributaria por 3,1 puntos del PBI y hoy está en 28%,
aproximadamente, el menor valor desde 2011. Esto fue posible gracias a haber subido
el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y haber automatizado el ajuste de
las escalas, a bajar las alícuotas del impuesto para las empresas que inviertan; a haber
creado el mínimo no imponible para las contribuciones patronales para empleos de bajas
remuneraciones, a subir el mínimo no imponible del impuesto a los bienes personales y
bajar las alícuotas; a haber bajado las retenciones a las exportaciones, que siguen siendo
menores a las de 2015, más allá de la reimposición en 2018; y a haber eliminado el IVA
de los bienes de la canasta básica, entre otras medidas.

Gracias a la reforma tributaria, alrededor de 80% del empleo privado registra una baja
en los costos laborales por contribuciones patronales en 2019, lo cual representa un
incentivo a la formalización focalizado en el segmento de salarios más bajos. También
bajó lo que se paga por contribuciones patronales y las retenciones a las exportaciones,
más allá de la reimposición parcial de 2018.

Además, en el marco del Consenso Fiscal, las Provincias tomaron el compromiso de
reducir progresivamente los distorsivos impuestos a los Ingresos Brutos y a los Sellos.
La Reforma Tributaria y el Consenso Fiscal fijaron un sendero de reducción de impuestos
que será especialmente importante en los próximos años, además de haber mejorado el
diseño de muchos impuestos, como el impuesto a los combustibles o a los que gravan
la contaminación.

6. Sobre la deuda. En estos años tuvimos que pedir prestado, porque heredamos un
déficit enorme y porque habían quedado muchas cuentas sin pagar del gobierno anterior,
como la deuda con los holdouts. Decidimos financiarnos de forma transparente y clara.

Estos años hicimos un gran esfuerzo para equilibrar nuestras cuentas. Si mantenemos
el compromiso de tener un presupuesto equilibrado en los próximos años, la deuda
pública dejará de ser un problema.

Si se considera el período entre 2009 y 2015, el déficit financiero fue superior a los
100.000 millones de dólares e implicó que la deuda pública creciera 65.000 millones de
dólares. La totalidad de ese incremento la aportó el BCRA, a través de mayores tenencias
de letras intransferibles y el crecimiento de los adelantos transitorios. Durante el período
2016-2019, el déficit acumulado será de 110.000 millones de dólares y el incremento de
la deuda de 75.000 millones de dólares (la deuda con el Banco Central medida en dólares
se redujo 12.000 millones).

Dos de cada tres dólares que tomamos de deuda fueron para mejorar los plazos o las
condiciones de deudas viejas o, también, para cambiar los acreedores. Dejamos de
deberle los 20.000 millones de dólares que teníamos en reclamos de los Holdouts (los
que no habían aceptado el canje de deuda post default de 2001), se cancelaron deudas
con provincias y se recuperó el acceso a los mercados de crédito voluntario. Cuando las
condiciones financieras internacionales se endurecieron –merced a la credibilidad
recuperada- Argentina pudo acceder al crédito compensatorio del FMI, mucho más
barato, lo que permitió cancelar compromisos con el sector privado.

7. Sobre la energía. Recibimos una situación dramática y nos planteamos un rumbo
claro: lograr el abastecimiento, que estaba destruido, diversificar la matriz, normalizar
mercados, asignar mejor los recursos del Estado y garantizar un suministro confiable
para los hogares y las empresas argentinas.

En todas las áreas dimos vuelta la situación con la que arrancamos: volvieron a crecer
la producción de petróleo (después de 20 años de caída) y la producción de gas, que en
los primeros nueve meses del año tuvo la mayor producción de la última década, 16%
más que en 2015. En 2018 volvimos a exportar gas a Chile después de once años. El
desarrollo de Vaca Muerta estaba frenado y este año va a recibir inversiones por más de
7.500 millones de dólares y generar miles de puestos de trabajo en la provincia de
Neuquén.

En estos años se construyeron y se inauguraron 29 centrales eléctricas de generación
térmica y se terminaron otras 12 que estaban en obra. Esto permitió reducir un 40% la
cantidad de cortes en el servicio eléctrico.

En 2015 prácticamente no existían las inversiones en materia de energías renovables,
pese a que somos uno de los países con mayor potencial solar y eólica del planeta, y
hoy ya casi el 10% de la generación eléctrica es por vías renovables.

8. Sobre el empleo. El desempleo está en niveles similares a los que dejó el gobierno
anterior. Debería ser más bajo, y probablemente baje a medida que la economía vuelva
a crecer. De todas maneras, la cantidad de personas que trabajan sigue creciendo.
En nuestra gestión se crearon 1.250.000 puestos de trabajo, incluidos los informales. El
desempleo sube en parte porque hay más gente saliendo a buscar trabajo (hoy estamos
en niveles récord). El aumento del desempleo no se da por una destrucción del empleo
sino porque más personas se vuelcan a un mercado laboral que no puede crear la
cantidad de puestos necesarios. Integrarnos al mundo también nos permite generar más
y mejor empleo. Por eso logramos un acuerdo histórico con la Unión Europea.

En particular, este acuerdo tiene la capacidad de potenciar fuertemente las exportaciones
argentinas y así estimular el desarrollo de sectores generadores de valor agregado y
empleo. Específicamente, sectores agroindustriales como el de la carne, pescado,
lácteos y otros alimentos, o industrias como la de pieles y cueros y plásticos.
Sabemos que todavía falta mucho, pero este es el camino correcto para tener un país
mejor, generando confianza y trabajando a la par del mundo.

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