¿QUÉ HA PASADO CON EL NACIONALISMO ARGENTINO?
Autor: Der Landsmann
Las grandes naciones han surgido a partir de un fuerte sentido
nacionalista y Argentina no ha sido la excepción, pero, de un tiempo a esta
parte la doctrina del Nuevo Orden Mundial ha sembrado la idea de que éste es un
sentimiento perimido, obsoleto y anacrónico; por supuesto, las nuevas ideas son
totalmente acordes con su plan de dominio mundial y apropiación de recursos en
vistas a un futuro no muy lejano.
El principio de las nacionalidades apareció como una consecuencia
de la situación creada por la Revolución Francesa. La abolición de la
monarquía volvió a entregar la soberanía en las manos de los pueblos, los
cuales deberían definir sus límites y los principios por los que se iban a
guiar. Así nacieron el «derecho de los pueblos a disponer de sí mismos» y
los partidos políticos.
Tal como lo entendemos, y como se ha venido transmitiendo desde
tiempos remotos, podemos decir que:
El nacionalismo es la búsqueda de las leyes que convienen a un
país determinado para mantenerse incorrupto en su ser nacional.
El nacionalista, en lo sucesivo, considera la nación como una
herencia inalienable, de la cual no tiene el derecho de disponer y que debe
transmitir intacta a sus hijos.
Pero, como bien lo explica un autor francés:
La nación puede estar amenazada
por algo distinto a una agresión exterior; puede perder su voluntad de ser.
Todo, en apariencia, permanece
inmutable: el suelo inviolado, los hombres yendo y viniendo a su trabajo y, sin
embargo, todo ha sido modificado; sí, en ellos la tradición ha muerto, no saben
ya lo que son ni por qué lo son.
En torno a este concepto se
ordenan todas las nociones complementarias de lealtad y de tradición, de
soberanía y de derecho. Si se abandona, lealtad, tradición, soberanía y derecho
pierden todo su significado, falta un punto fijo con respecto al cual
ordenarse.
La situación parece sacada de nuestra Argentina actual, producto
de más de tres décadas de destrucción del ser nacional, de nuestros valores,
creencias y tradiciones.
¿Se puede revertir esta apremiante situación y volver a ser una de
las naciones más pujantes del continente y del mundo? En lo personal, creo que
sí es posible, pero debemos cambiar nuestra forma de pensar, de votar y de
vivir. Dejar de pensar en la individualidad y hacerlo en vista de la comunidad,
que a la larga termina siendo beneficioso en lo personal. Debemos recuperar
valores y tradiciones. Debemos plantarnos en la defensa de nuestros recursos y
producción. Debemos quitar cada manzana podrida de la casta política y llevar a
la gestión pública a aquellos que defiendan lo nacional, justamente lo
contrario de lo que hace nuestra casta política actual.
Estamos inmersos en un sistema perverso, lleno de promesas de
campaña que una vez logrados los votos que le dan la mayoría, dejan caer en el
olvido y se dedican a llenar sus propias arcas, olvidando las promesas de
campaña y sumiendo al pueblo en la miseria, exprimiéndolo para seguir siendo la
casta dominante, privilegiada y eternizada en el poder.
Argentina ha sido en algún momento de su historia, el “granero
del mundo”. Al llegar la IIGM abastecía las necesidades
alimentarias de una Europa devastada. Los ingresos eran cuantiosos, pero luego,
masas de hombres, que ascendían a millones de individuos, abandonaron el campo
para ir a las grandes ciudades a fin de ganarse la vida en calidad de obreros
de fábrica en las industrias recientemente creadas. De alguna manera fue el
principio de la debacle. Hoy en día, en el mundo hay una gran demanda de
alimentos, nosotros tenemos la capacidad de proveerlos sacando provecho de
nuestra bendecida tierra, pero por el contrario, nuestros gobiernos de las
últimas tres décadas se han dedicado a perseguir y destruir a pequeños y
medianos productores, dejando al campo en un estado de emergencia que ojalá
pueda revertirse. No es gratuito que al no ocupar el lugar de proveedor, se
favorezca a mercados como Ucrania, EEUU y Brasil, no es casualidad, es
connivencia.
No podemos competir en industria electrónica ni automotriz con el
Tigre asiático, pero sí podemos competir y sobresalir en la industria
alimenticia. Hacerlo es una obligación de nuestros gobernantes.
Lamentablemente, desde hace más de tres décadas, nuestros
gobernantes, en mayor o menor medida han sido influidos por ideas marxistas. Lo
importante es tomar en cuenta que para el marxismo, todo el sistema democrático
no es, en el mejor de los casos, más que un medio para llegar a sus fines: se
sirve de él para paralizar al adversario y dejar libre su campo de acción. El
marxismo apoyará a la democracia mientras no haya logrado, persiguiendo
tortuosamente sus designios destructores, ganar la confianza del espíritu
nacional que quiere destruir.
Durante las últimas tres décadas, cada gobierno electo por el
pueblo se ha dedicado a destruir las fuerzas armadas y de seguridad, dejando
indefensa a la Nación ante eventuales hipótesis de conflicto, tanto externas
como internas, lo que constituye lisa y llanamente “Alta
traición a la Patria”. Cada uno de ellos lo ha hecho esgrimiendo su
derecho como “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas”, derecho que
trae consigo obligaciones y castigos por incumplimiento. Por ser cada uno de
ellos “Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas” y perpetrar
alta traición a la Patria, los debe juzgar la justicia militar… y la
traición se paga con la vida.
¿Pero qué podríamos considerar traición a la Patria?…
En esta primera entrega analizaremos brevemente la gestión
de Raúl Alfonsín:
·
La entrega de territorio
nacional, con Picton, Lennox y Nueva, (también llamadas islas del Beagle), que
trajo por consecuencia la pérdida de la soberanía del paso bioceánico, de
porción de la Isla de Tierra del Fuego, (por lo cual debemos de hacer aduana al
ir del continente a la isla), de porción del sector antártico, y con ello, de
enorme cantidad de recursos económicos producto de la explotación minera,
pesquera y petrolera, dejando todos esos recursos en manos del estado chileno.
·
Juzgamiento de los militares
que combatieron a la subversión cumpliendo las órdenes del gobierno democrático
de la Presidente María Estela Martínez de Perón, según
Decreto 2772/75, firmado entre otros políticos, por Ítalo Luder (quien
ocupó interinamente la presidencia de la Nación durante una licencia por
razones de salud de la Presidente María Estela Martínez de Perón. En este
período Luder firmó los decretos 2770, 2771, y 2772, creó
un Consejo de Seguridad Interior integrado por el
presidente y los jefes de las fuerzas armadas, y extendió a todo el país la
política de «aniquilar» el accionar de los «elementos
subversivos»), Manuel Arauz Castex (Ministro de
Relaciones Exteriores y Culto), Tomás Vottero (Ministro de
Defensa), Carlos Emery (Ministro de Bienestar Social y Salud
Pública), Carlos Ruckauf (Ministro de Trabajo), Antonio
Cafiero (Ministro de Economía de la Nación) y Ángel
Federico Robledo (Ministro del Interior).
Muchos de ellos, transformados en diciembre de 1983 en adalides de
la “democracia”, borraron con el codo lo que escribieron con la
mano y olvidando las órdenes por ellos emitidas, comenzaron una “caza de
brujas” que aún no ha terminado.
El juicio de la Junta Militar en septiembre de 1985 fue la primera
andanada de la campaña por «reformar» las Fuerzas Armadas
hasta su extinción, mediante operaciones prácticas tales como la guerra
psicológica. Ese juicio, orquestado por el gobierno de Raúl
Alfonsín y los cabilderos internacionales de los derechos
humanos, especialmente los congregados en el gobierno de Jimmy Carter en los
Estados Unidos, se copió de los juicios de Nremberg, posteriores a la Segunda
Guerra Mundial, a criminales de guerra nazis, con todo y la consigna de «nunca más»
Pero los integrantes de la junta militar, y por extensión toda la
institución castrense, fueron enjuiciados, sobre todo, por osar
enfrentarse a los británicos, y en segundo lugar por librar la
guerra contra la subversión comunista: la llamada «guerra
sucia». Esos fueron los delitos por los que se les envió a
prisión, transmitiendo un claro mensaje al resto de las Fuerzas Armadas, lo
mismo que a la población argentina.
El patriotismo dentro de las fuerzas armadas se pagó muy caro… y
aún lo siguen pagando, muchos aún sin sentencia firme. Lo contrario ocurre con
aquellos que delinquen y sumen en el miedo a la sociedad argentina en su
totalidad.
Como lo documentó el Coronel Seineldín en
su alegato ante la Cámara Federal, a lo largo de todo el resto del gobierno
de Alfonsín y luego durante el de Carlos
Menem, la política del gobierno para con las Fuerzas Armadas ha
consistido de una tras otra provocación: hostigamiento y maltrato de oficiales
nacionalistas, drásticas reducciones del presupuesto y retiro forzado de
personal de alto rango, bajos salarios, el cercenamiento de las capacidades
tecnológicas de la institución, y el constante incumplimiento de cualquier
promesa de desagraviar la institución y subsanar sus condiciones.
Seineldín explicaba que la política de Alfonsín apuntaba,
sobre todo, a destruir la misión de las Fuerzas Armadas en tanto «brazo
armado de la Patria», eliminar el concepto de la «hipótesis
de conflicto» y, por último, acabar con el papel de la
institución como protectora de «los más altos intereses de la Nación».
En palabras del mismo Seineldín, ello condujo a «la
desmoralización y el deterioro del material y personal de las Fuerzas Armadas
y, sobre todo, la desmoralización».
Alfonsín inicia el ataque contra la Iglesia, como fuerza espiritual.
Continúa su ataque contra la pequeña y mediana empresa, la empresa industrial y
los gremios. La idea era demoler la Argentina tradicional. Pero la maniobra más
importante que el doctor Alfonsín realiza fue una maniobra de
desculturalización, utilizando las técnicas gramscianas, lo que provoca una
desorientación en todo el pueblo argentino, tratando de reemplazar los valores
tradicionales por los valores nuevos, o llamémoslos los «anti
valores». Tomemos en cuenta que el doctor Alfonsín era
un agente de la Segunda Internacional Roja.
Finalizó el gobierno de Alfonsín con una debilidad inmensa
de la Iglesia y la proliferación de las sectas; con un fracaso en la dirigencia
política producto de los errores, de los desvíos y fundamentalmente por la gran
crisis, por la gran corrupción dirigencial que tenía; debilitada la pequeña y
mediana empresa y, sobre todo, la industrial y, por supuesto, comienza el
endeudamiento, que habíamos quedado que se va a instalar un sistema financiero
de especulación.
Pero muy especialmente queda el pueblo argentino en una
desorientación total, por la forma como atentaron contra las inteligencias
nacionales.
Si esto no constituye alta traición a la Patria, ¿qué lo hará?.
Es hora que los gobernantes comiencen a manejarse con austeridad
para poder sacar este maravilloso país adelante. Esperemos lo entiendan de una
vez por todas para poder ocupar el lugar que nos merecemos entre las naciones
del mundo. Quizás sea hora de releer la historia, que ha demostrado ser
cíclica. Miremos a Esparta si es necesario, cuna de
grandes guerreros.
“Indiscutiblemente, la sociedad
espartana fue austera. Hasta el día de hoy hablamos de la «sobriedad
espartana». Lo que pasa es que, en la enorme mayoría de los casos, se la
entiende mal. Sobriedad no significa conformarse con menos. Significa no
arruinarse la vida deseando más de lo necesario. Ser sobrio significa no gastar
toda una existencia persiguiendo lo prescindible. Ser austero no significa ser
«menos», o tener «menos». Ser austero significa exigir lo preciso y desechar lo
superfluo. No es una cuestión de cantidad. Es una cuestión de sabiduría”.
Es hora de devolver a las Fuerzas Armadas y de seguridad el papel
que les corresponde dentro de una Nación constituida. Debe cesar la destrucción
sistemática de las últimas tres décadas. Debemos volver a equiparlas y
restituir el fuego sagrado que alguna vez fue su norte.
Se deben aplicar las leyes para todos por igual:
“Cuando las leyes callan,
hablan las armas”.
Hay que terminar con la traición perpetrada a las Fuerzas Armadas,
que fueron enviadas a acabar con la subversión marxista y apátrida, restituir
el honor y el valor histórico. Que vuelvan a sentir el orgullo de pertenecer a
la Fuerza. Que los políticos dejen de sembrar el odio y la marginación a
nuestros hombres de armas, no olvidemos la historia, no repitamos viejos
errores.
Del siguiente texto, que cierra esta primera entrega, cualquier
parecido con nuestra realidad… no es pura coincidencia.
“Nos habían dicho, al abandonar
la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos
ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos
beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra
civilización.
Hemos podido comprobar que todo
era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra
sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos,
pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que
en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que
muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas
tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción.
No puedo creer que todo esto
sea verdad, y, sin embargo, las guerras recientes han demostrado hasta qué
punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir.
Te lo ruego, tranquilízame lo
más rápidamente posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos
sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio.
Si ha de ser de otro modo, si
tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del
desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las Legiones!”
MARCUS FLAVINIUS
(Centurión de la 2* Cohorte de
la Legión Augusta, a su primo Tertullus, de Roma).
Por Der Landsmann para SAEEG.
* * *
Bibliografía:
·
Doctrines
du Nationalisme, Jacques Ploncard d’Assac.
·
“El
complot para aniquilar a las Fuerzas Armadas y a las naciones de Iberoamérica”
– Gretchen Small y Dennis Small (coord.).
·
Denes
Martos – Los Espartanos.
·
Jean
Larteguy – Los Centuriones.
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