EL ANTIGUO VÍNCULO ENTRE INTELIGENCIA Y RELACIONES INTERNACIONALES
Autor: Marcelo Javier de los Reyes
Giménez*[1]
Nota original: http://saeeg.org/index.php/2019/11/09/el-antiguo-vinculo-entre-inteligencia-relaciones-internacionales/
Introducción
Normalmente suele
observarse a la Inteligencia y a las Relaciones Internacionales como
disciplinas de las Ciencias Sociales que transitan por caminos separados y,
quizás, inconexos. Nada más alejado de eso, como podrá apreciarse cuando se
aborde la evolución de la inteligencia a lo largo de la Historia.
Como bien afirma el
profesor Gustavo Díaz Matey, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad
Complutense de Madrid y MA en estudios de Inteligencia y Seguridad por la
Universidad de Salford, Manchester, “es curioso comprobar como el estudio de la
inteligencia, que en último término es una de las herramientas claves para la
toma de decisiones, está ausente en los inicios de la teoría de las Relaciones
Internacionales”[2].
El mismo Díaz Matey sostiene
que esto se debió a que, hacia 1948, cuando Hans Morgenthau escribió su libro Politics
among Nations[3], solo hacía tres años que
había finalizado la Segunda Guerra Mundial y que sus protagonistas, los
militares, eran homenajeados en todos los países que salieron victoriosos de la
contienda. Agrega que por esos años se iniciaba la confrontación entre los
Estados Unidos y la Unión Soviética por lo que todo lo inherente a lo militar
“cubría gran parte de todo lo que tenía que ver con la inteligencia”[4],
a lo que se debe agregar la cultura del secretismo que imperaba sobre esa
actividad.
De este modo, la
inteligencia no tuvo su lugar en los estudios teóricos de relaciones
internacionales sino que debió ir abriéndose un nuevo camino a partir de la
teorización que Sherman Kent comenzó a desarrollar sobre esa actividad[5].
Desde
sus orígenes la Inteligencia, entonces considerada como la actividad de
espionaje, estaba íntimamente vinculada al arte militar, a la guerra, y así
permaneció durante siglos. Esa actividad contribuyó a la expansión y a la
seguridad de las entonces ciudades-Estado, reinos e imperios, por lo cual desde
esos tiempos estuvo vinculada a las relaciones internacionales —aunque éste, como se verá más adelante, no sea
el concepto apropiado para la historia antigua— como un elemento fundamental de
la estrategia.
Durante la Edad Media y, en
general, durante la Moderna, la Inteligencia estuvo vinculada a las misiones de
los emisarios y diplomáticos que respondían en forma directa a los monarcas. Se
trataba entonces, no de un funcionario que actuaba en el marco de un organismo
estructurado sino prácticamente en solitario y por una relación personal. Si bien los monarcas recurrían a enviados,
emisarios o embajadores, con el correr del tiempo algunos Estados fueron dando,
paulatinamente, lugar a la creación de organismos que fueron tomando forma,
principalmente, hacia el siglo XIX. El siglo XX fue el siglo de los servicios
de inteligencia, los cuales se consolidaron durante las dos guerras mundiales y
durante la Guerra Fría.
“Espionaje” y “situación
internacional”
En los orígenes de esta
interrelación no se puede hablar ni de “inteligencia” ni de “relaciones
internacionales” ya que, por un lado, los orígenes de lo que hoy se conoce como
“inteligencia” fue el “espionaje” y, por el otro, en el mundo antiguo no
existían naciones, ya que por ejemplo si bien la Biblia habla de “nación” y
“naciones”, no lo hace en el mismo sentido que ha alcanzado el término luego de
la firma del tratado de Westfalia que, en 1648, puso fin a la guerra de los
Treinta Años. En ese sentido, el mundo antiguo no conformaba un “sistema
internacional”, sino lo que el Doctor Manfred
Wilhelmy considera una “situación” internacional, habida cuenta que no existían
naciones[6].
El
término “inteligencia” es mucho más amplio que la mera actividad realizada por
los espías. Las
más antiguas informaciones respecto a esta actividad las podemos encontrar en
numerosas citas de la Biblia, por ejemplo, en Josué 2:1-7, Números
13:1-2 y también encontramos referencia a los espías en el Génesis, cuando luego de los siete años
de abundancia en Egipto comenzaron los siete años de escasez que generaron
hambre en la población de Canaán. En ese libro leemos que Jacob, enterado de
que en Egipto había alimentos, envió a sus hijos a comprar trigo y fue donde se
encontraron con José, su hermano y señor de la tierra. Aunque éste los reconoció no lo demostró y, en cambio, les dijo:
“Vosotros sois unos espías, que habéis venido a reconocer las partes no
fortificadas de la tierra” (Génesis 42:1,17.).
La Biblia
también nos da cuenta de otro elemento importante de la inteligencia: el mensaje encriptado. En el libro del Apocalipsis o libro de la Revelación, el objetivo es comunicar la
revelación de Dios a su pueblo en una etapa trágica de la historia, entre el 92
y el 96 d.C., durante una de las persecuciones romanas a los cristianos. A raíz
de ello, el libro debía enviar un mensaje a través de símbolos que fueran
comprensibles solo para un grupo de gente, usando un lenguaje secreto para
evitar que los representantes del imperio consideraran el texto como una
amenaza e intensificaran la persecución. Algunos símbolos provenían del Antiguo
Testamento, mientras que otros los explica el mismo escrito. Por ejemplo, los
“siete candeleros” son las “siete iglesias”; los colores también tienen su
significado: “blanco” implica “victoria” y “rojo” “derramamiento de sangre”. El
“Cordero” es “Jesús resucitado”, “la Bestia” es el “Imperio romano” y el número
“666” es “Nerón” ya que en “Nerón César” cada consonante de sus palabras tiene
un valor numérico en hebreo y todas juntas suman “666”. La “otra bestia” que se
parece a Jesús son los “falsos profetas”. Estos son algunos ejemplos de los que
existen en este libro.
Alvin
Toffler menciona que en El libro de los
muertos del antiguo Egipto se describió el espionaje como uno de los más
graves pecados del alma[7].
Sun Zi ―más conocido en Occidente como Sun Tzu― en El arte de la guerra
(1996), una obra que ya tiene
2.500 años, se refiere a la actividad de los espías, como se menciona en el
capítulo III, y en el cual expresa: “Quienes no sean muy sensatos y sabios no
pueden valerse de espías; quienes no sean bondadosos y generosos no pueden
dirigir a espías, quienes no sean minuciosos y bien calculadores no pueden
discernir las informaciones verídicas, proporcionadas por espías”[8].
La
utilización de los espías también era conocida en la época de Alejandro Magno,
rey de Macedonia, quien vivió entre el 356 y el 323 a.C. En vísperas de la
batalla de Gaugamela (Tell Gomel, a unos 35 kilómetros al noroeste de Mosul,
norte de Asiria), el 1º de octubre de 331[9],
Alejandro Magno se estableció a unos cinco kilómetros de las tropas persas. A
sabiendas de la existencia de espías entre sus tropas, Alejandro Magno hizo
correr el rumor de que llevaría a cabo el ataque esa misma noche. Esta
información se trasmitió a las fuerzas persas, que recibieron la orden de
mantenerse atentas a la espera de los macedonios, pero, en cambio, Alejandro
ordenó a sus soldados que descansaran y procedió a atacar en la mañana
siguiente aprovechando el cansancio de los persas[10].
Este ejemplo nos permite apreciar que Alejandro Magno no solo utilizó la contrainteligencia sino que echó mano de
otra herramienta de la inteligencia: la desinformación.
Además
de la reunión de información de inteligencia, contrainteligencia, acciones
encubiertas y operaciones clandestinas, técnicas, códigos y sistemas de
cifrado, en el mundo antiguo también se recurrió al asesinato político, se
apeló al escape y a la evasión, a la creación de disfraces, al uso de tinta que
desaparecía, entre otras[11].
Textos de escritores de la antigüedad, como Eneas el Táctico, Polibio,
Polyaenus ―autor macedonio del siglo
II d.C., quien escribió Estratagemas en
la guerra, dedicada a los emperadores romanos Marcos Aurelius y Lucius
Verus―,
Sextus Julius Africanus y Vegetius ―autor del siglo IV d.C., cuya obra principal es Epítoma rei militaris, también conocida
como De re militari (“Compendio de
técnica militar) y autor, asimismo, de Digesta
Artis Mulomedicinae, tratado de veterinaria sobre las enfermedades de
caballos y mulos―,
contienen menciones acerca del uso de la información de señales.
Eneas
el Táctico escribió un tratado acerca de las medidas que conviene adoptar en
ocasión del sitio de una ciudad. Se estima que lo escribió entre 357 y 340 a.C.
y en ese tratado “traza una interesante imagen de una pequeña polis de la
metrópoli, imagen que resulta mucho más realista que todo lo que puede
extraerse de las demás fuentes literarias de dicha época”[12].
Eneas ha proporcionado el primer instructivo en el que recomienda qué hacer
ante la inminencia de una guerra: desde recomendaciones sobre provisiones y
esclavos hasta medidas sobre seguridad en las comunicaciones[13].
Describió en detalle dieciocho métodos diferentes de envío de mensajes, algunos
de ellos empleando sistemas de encriptado[14].
Proponía una vigilancia especial para que entre la ciudad y los exiliados que
vivían fuera de ella —considerada una fuente permanente de agitación— no se
estableciera ningún tipo de enlace, para lo cual aconsejaba la implementación
de la censura en la correspondencia. Del mismo modo proponía un estricto
control de ingreso y egreso de la ciudad y que las autoridades debían tomar
conocimiento acerca de los forasteros que entraban a la ciudad, dónde se
alojarían, además de tener un registro de todos los moradores de la ciudad.
Consideraba que, aunque para mantener la ciudad debían reclutarse mercenarios,
cuando se efectuasen los ejercicios de alarma los forasteros y mercenarios
debían ser trasladados a un área preventivamente asignada por motivos de
seguridad[15]. En su tratado se refiere
también a la forma correcta de cerrar las puertas de la ciudad, al servicio de
la guardia y al sistema de señales, entre otras cosas[16].
Debido
a que desde la antigüedad muchas de las operaciones de inteligencia se desarrollaron
en forma encubierta, existen pocos registros a los que puedan recurrir los
historiadores. Sin embargo, las fuentes conocidas nos permiten apreciar que los
decisores en la antigüedad entendieron que las actividades de inteligencia
formaban parte del arte de la guerra y que eran muy necesarias para quien
ejercía el gobierno. La reunión de información de inteligencia era fundamental
al momento de conquistar una ciudad, de ejercer el dominio sobre poblaciones
rivales o, como se mencionó en el caso del imperio persa, para controlar a sus
propias poblaciones con el objetivo de perpetuar el régimen.
La
inteligencia en la Edad Media y Moderna
En la Edad Media los
monarcas también se valieron de emisarios y de informantes que hacían las veces
de espías y que se infiltraban entre los enemigos.
Las repúblicas italianas y
otros monarcas europeos apelaron al uso de embajadores, quienes representaban a
sus gobiernos ante otros estados pero quienes, además, cumplían con la misión
de reunir información y noticias de interés que era enviada a sus respectivos
gobiernos.
El período entre 1500 y
1800 puede definirse como de transición. En Occidente los monarcas y los
diplomáticos empleaban espías pero éstos no formaban parte de un servicio
permanente de inteligencia[17].
Por esos años, el arte de lo secreto y del espionaje estaba más desarrollado y
extendido en Oriente, particularmente durante el imperio mogol en India,
aproximadamente entre 1550 y 1750, y en China[18].
Emperadores mogoles como Akbar —quien se propuso reivindicar su soberanía sobre
los reinos locales para construir un imperio poderoso a partir de una
administración centralizada—, su hijo Jahangir (1605-1627), el hijo de éste,
Shah Jahan (1627-1658), quien amplió el imperio creado por Akbar y pasó a la
historia como el constructor del Taj Mahal, y Aurangzeb (1658-1707),
financiaron personalmente un cuerpo de espías con redes entre recolectores de
basura, mendigos y comerciantes que reportaban sobre conspiraciones y complots[19].
En Occidente la
inteligencia asumió un papel relevante durante dos conflictos: el primero entre
Inglaterra y Escocia; el segundo entre Inglaterra y España, conducidas por
Isabel I y Felipe II, en las décadas ochenta y noventa del siglo XVI.
Por esos años también
Francia desarrolló un entramado de inteligencia tanto dirigido hacia el
interior del reino como hacia otras potencias. Fue una de las grandes
preocupaciones del cardenal Richelieu (1586-1642) durante su gestión de
gobierno. Esta experiencia llevó a que, en torno de 1700, los franceses
alcanzasen la reputación de clever
spymaster, tal como lo expresa el profesor de Historia de la Univesity of
New Hampshire Douglas L. Wheeler[20].
Por este motivo, muchas palabras de esta profesión pasaron al idioma inglés
—como cita Wheeler— desde el francés: reconnaissance,
reconnoitre o reconnoiter, surveillance,
espionnage, aunque esta última se
escribe con una sola “n” en inglés, espionage.
En el siglo XVIII se
profesionalizó la diplomacia y se estructuraron los ejércitos y las armadas
regulares que acompañaron la consolidación del Estado nación. Hasta entonces la
actividad de inteligencia dependía directamente de los gobernantes y de los
jefes militares.
La inteligencia en la Edad
Contemporánea
Las revoluciones políticas
y tecnológicas que tuvieron lugar a partir de 1800 motivaron a los líderes y
comandantes a utilizar la inteligencia para propósitos cotidianos y recurriendo
a medios tradicionales. Así, en tiempos de paz, bancos, compañías de seguros y mercaderes
procuraban información para proteger sus respectivos negocios y expandir sus
inversiones. A partir del siglo XIX, acompañando la industrialización, las
innovaciones tecnológicas también favorecieron a la inteligencia. El desarrollo
de las comunicaciones y de los transportes más rápidos contribuyó en la
recolección y diseminación más rápida de la información de inteligencia[21].
En tiempos de guerra se
realizaban exploraciones de reconocimiento en cercanías del enemigo, se
enviaban espías para descubrir los planes del adversario y se interceptaban
mensajes y documentos, entre otras actividades[22].
Es la época de la aparición
de los primeros organismos. En 1825 se creó en Rusia la Okhrana,
Servicio de Seguridad de los zares rusos que tenía por objetivo descubrir a los
opositores: los primeros servicios estaban más destinados a la represión
interior y al espionaje con respecto a otras potencias. El caso de Rusia no fue
el único. La inteligencia prusiana fue desarrollada por Wilhelm Stieber, al
cual el canciller Otto von Bismarck le encargó la creación de una red de espías
en el interior de Austria[23].
Bismarck tenía como propósito la unificación de los estados germano parlantes
para lo cual debía debilitar el poder del Imperio austrohúngaro. Stieber, quien
se recibió de abogado en 1844 y había decidido incorporarse a la policía de
Berlín, resolvió casos de alto perfil recurriendo a disfraces para obtener
información e infiltrarse en las bandas criminales. Otras técnicas que utilizó
fueron la observación cuidadosa, la interceptación de correspondencia y las
operaciones encubiertas. Puso en su mira a grupos subversivos, enfrentó a los
revolucionarios de 1848[24]
y en su mira estuvieron Karl Marx y otros líderes socialistas[25].
Para llevar a cabo la tarea encargada por Bismarck estableció una agencia de
noticias como pantalla y desarrolló una amplia red de espías en Austria y “fue
el primero en observar que era más seguro usar cientos de hombres, cada uno de
los cuales obtenía fragmentos de información, que basarse en unos pocos espías
estrella que trabajaran en profundidad”[26].
Su red de espionaje fue la que facilitó las victorias de Prusia en la guerra
contra Austria (1866) y contra Francia (1870-1871).
Del mismo modo, debe considerarse
la importancia de la inteligencia durante la guerra de Secesión estadounidense
(1861-1865). Por ese entonces en los Estados Unidos no existía ninguna
organización dedicada a la inteligencia y esa actividad fue manejada de forma
descentralizada tanto por la Unión como por la Confederación. Tampoco se
utilizaba el término “inteligencia” sino “servicio secreto” y sus oficiales
aprendieron acerca de la inteligencia a través de la historia militar[27].
Ambas partes obtuvieron información mediante la interceptación de documentos
del enemigo y del correo, a través de la decodificación de mensajes e
interrogación de prisioneros[28].
Las telecomunicaciones
militares brindaron oportunidades únicas de recopilación de información. Ambos
bandos progresaron en las operaciones de interceptación y señales de telégrafo,
así como en el criptoanálisis y la criptografía.
El uso del telégrafo
constituyó un elemento primordial para el sistema de comunicaciones en tiempos
de guerra y el “cifrado” y el “criptoanálisis”, para descifrar el texto cifrado
interceptado, estuvieron a la orden del día en este conflicto.
En general, los organismos de inteligencia fueron constituyéndose
durante el siglo XX. En el caso de Alemania, su servicio de inteligencia sentó
las bases sobre el organismo creado en Prusia en 1866, Amt Auslands und
Abwehr o simplemente denominado Abwehr[29].
El organismo quedó fuera de servicio con motivo de la derrota del Imperio
alemán en la Primera Guerra Mundial, pero fue reestructurado y abierto
nuevamente en 1921, pocos años después de proclamarse la República de Weimar.
Cabe destacar que, en las últimas semanas de la guerra, el servicio alemán se
abocó a la construcción de una red de espionaje alemana en Argentina con el
objetivo de fortalecer la presencia del capital alemán en el mercado argentino
y recobrar la importante presencia económica adquirida antes de 1914. Esta
operación fue denunciada por los hombres de negocios estadounidenses, quienes
observaron una declinación en el número de pedidos de bienes norteamericanos en
el mercado argentino.
La Abwehr, organización de inteligencia militar alemana,
estuvo operativa hasta la caída de la Alemania Nazi.
Por su parte, la inteligencia británica encuentra sus orígenes en
su ejército, más precisamente en el Departamento topográfico. En 1909, con
posterioridad a la guerra contra los bóers, fue fundado el Secret Service Bureau que luego dará lugar a la creación del MI5 (Military
Intelligence, Section 5)[30].
Hasta ese momento no existió una oficina de inteligencia militar formalmente
organizada[31].
Como ya fuera mencionado, por esos años los Estados Unidos no
contaban con un servicio de inteligencia, el cual comenzará a ser organizado
recién a partir de la Segunda Guerra Mundial. Fue precisamente este conflicto
el que potenció la actividad de la inteligencia, la cual fue acompañada por el
desarrollo de las comunicaciones y de las tecnologías asociadas. Por esos años,
el Reino Unido
aún era un imperio colonial expandido por todo el mundo, presencia que le
facilitaba obtener información de inteligencia casi en cualquier lugar del
planeta, en el marco de los recursos humanos disponibles y de los adelantos
tecnológicos que existían por esos años. Cabe agregar que ese conflicto
permitió el desarrollo de nuevas tecnologías o la mejora de otras ya
existentes.
Los lazos entre la
inteligencia británica y la estadounidense encuentran hitos fundamentales
durante la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, uno de los puntos cruciales
de esa cooperación en materia de inteligencia se encuentra en el descifrado de
la máquina Enigma, utilizada por las
fuerzas alemanas para la transmisión de mensajes utilizando la criptografía
(del griego κρυπτος —kryptos— =
oculto, secreto, disimulado; γραφη—graphé— = escritura), disciplina científica que tiene por
propósito encubrir mensajes a través de la utilización de un algoritmo que,
posteriormente, debe permitir volver ese mensaje a su escritura original.
A los efectos de desarrollar la
actividad de inteligencia destinada a la interceptación y análisis de
información transmitida por medios electromagnéticos (SIGINT), en 1939, los
británicos crearon una base militar en una mansión victoriana en Bletchley
Park, Buckinghamshire. En la misma llevaron a cabo la tarea de descifrar los
códigos que utilizaban los alemanes durante la guerra. En ese sitio
desarrollaron e instalaron la primera computadora denominada Colossus bajo la dirección del
matemático, filósofo y criptógrafo Alan Turing, considerado uno de los padres
de la informática moderna. A juicio de Stephen Hawking fue el matemático más
brillante del siglo XX. No
obstante, el descifrado del código Enigma
se atribuye también a la labor de tres criptógrafos polacos: Marian
Rejewski, Henryk Zygalkski y Jerzy Rozycki. Desde 1928 los polacos se
encontraban abocados a descifrar el código Enigma,
para lo cual utilizaban cuatro estaciones de escucha en Varsovia, Starogard,
Poznam y Krzeslawice. Ante la imposibilidad de lograrlo, los militares polacos
recurrieron a la asistencia de matemáticos de la Universidad de Poznam,
liderados —precisamente— por Marian
Rejewski. Con ese propósito los polacos echaron mano a una máquina Enigma comercial, pues originariamente
ese invento tenía ese propósito[32].
Alan Turing
En vísperas de que estallara la guerra, en julio de 1939, el
teniente general Waclaw Stachiewicz —a la sazón, jefe del Estado Mayor de
Polonia—, permitió que los secretos acerca del descifrado de Enigma fueran compartidos con los
servicios de inteligencia aliados. De este modo, los polacos entregaron a las
inteligencias británica y francesa, copias de las máquinas Enigma.
El trabajo
realizado en forma conjunta entre británicos y estadounidenses para el
descifrado de la máquina Enigma fue
el inicio de una colaboración, en materia de inteligencia, que trascendió la
Segunda Guerra Mundial y se mantuvo durante la Guerra Fría.
Las fuerzas armadas establecieron una
estrecha relación en materia de SIGINT (signals
intelligence) que dio origen a la firma de un acuerdo entre los Estados
Unidos y el Reino Unido que, originariamente, fue denominado BRUSA, ahora conocido como UKUSA, United Kingdom-United States Security Agreement (National Security Agency, 1940-1956).
El objetivo ya no era la Alemania Nazi sino la Unión Soviética, la potencia que
había integrado la “extraña alianza” que salió victoriosa de la guerra.
Ciertamente, la desconfianza de Churchill durante el conflicto fue confirmada y
los entonces aliados bien pronto se abocaron a la tarea del espionaje de sus ex
socios. Precisamente, la vigilancia masiva se consolida a partir de este
tratado entre el Reino Unido y los Estados Unidos, cuyo objetivo era y es
recolectar información de inteligencia en el marco de un sistema bipolar
liderado por Estados Unidos y por la Unión Soviética. Demás está decir que fue
realizado en forma absolutamente secreta.
Desde entonces las partes colaboran en
forma muy estrecha en el intercambio de información de inteligencia. Para
llevar adelante su misión, los cinco miembros que conforma la red de espionaje
global conocida como Five Eyes o red Echelon —Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda— se han repartido el planeta para
rastrillar las comunicaciones a escala global y su funcionamiento fue vital
durante la Guerra Fría para espiar al bloque comunista. A pesar de que el
bloque comunista ha desaparecido tras la implosión de la Unión Soviética,
acaecida en 1991, las actividades de inteligencia entre ambas partes continúan y
la red Five Eyes está vigente.
Reunión
de Five Eyes en agosto de 2018. El Ministro de Asuntos Interiores, Peter Dutton,
el Ministro de Seguridad Pública de Canadá, Ralph Goodale, el Ministro de
Justicia de Nueva Zelanda, Andrew Little, el Ministro del Interior británico,
Sajid Javid, y el Secretario de Seguridad Nacional de los Estados Unidos,
Kirstjen Nielsen, en Gold Coast.. En una declaración conjunta, los ministros
dijeron que los gobiernos extranjeros, los actores y sus representantes estaban
involucrados en “actividades coercitivas, engañosas y clandestinas” para “sembrar
la discordia, manipular el discurso público, sesgar el desarrollo de políticas
o perturbar los mercados”[33].
De una “desconocida seguridad” a un mundo
incierto
El
mundo bipolar que se inició poco después de finalizada la Segunda Guerra
Mundial y que se extendió hasta 1991 se caracterizó por ser un período dominado
por el potencial enfrentamiento bélico entre las superpotencias, Estados Unidos
y la Unión Soviética, y por la amenaza nuclear. Sin embargo, fue un periodo de
la historia en el que los escenarios internacionales podían ser previsibles.
El fin
de la bipolaridad derivó en un
mundo que tendió hacia una alta complejidad que no había sido prevista.
Emergieron amenazas que se constituyeron en los principales temas de
observación por parte de los organismos de seguridad y de inteligencia a escala
global a partir de 1991. Se trata de amenazas que, en general, no provenían de
otro Estado sino amenazas causadas por actores no estatales nacionales o
transnacionales: terrorismo, narcotráfico, proliferación de armas
livianas, de armas químicas o biológicas, de crimen organizado, etc.
A estas cuestiones
preocupantes se suman las “guerras comerciales” y la puja entre globalismo y
nacionalismo, lo que ha invertido la tradicional posición de los actores:
Estados Unidos, presidido por Donald Trump se manifiesta contrario al
globalismo, mientras que Rusia y China se constituyen como defensores del
internacionalismo.
El
considerado fin de la Guerra Fría de ninguna manera ha significado el fin de
los conflictos y mucho menos de la incertidumbre. Por el contrario, los
conflictos se incrementaron, sobre todo los regionales y los intraestatales
Quien ha puesto más en evidencia la
fragilidad y la volatilidad de nuestra sociedad actual fue el sociólogo polaco
Zygmunt Bauman, particularmente al introducir el concepto de modernidad líquida. En su libro Modernidad Líquida explica que la
diferencia entre los líquidos y los sólidos es que los primeros no conservan
fácilmente una forma durante mucho tiempo y están continuamente dispuestos a
cambiarla. Para los líquidos lo que cuenta es el flujo del tiempo y no el
espacio que ―como los sólidos― puedan llegar a ocupar[34].
Considera que la “era de la modernidad sólida”, con sus certezas, ha llegado a
su fin. Bauman se vale de esta metáfora de la liquidez para explicar la fase
actual de la modernidad, caracterizada por la desregulación, la
flexibilización, la liberalización de todos los mercados, la disolución de lo
público en favor de lo privado, en síntesis, la inestabilidad.
Bauman continuó su elucidación con lo
que podemos considerar más relevante desde la inteligencia: “La planificación del futuro desafía nuestros
hábitos y costumbres, las capacidades que aprendimos para superar los escollos
del camino”[35].
Nos encontramos ante una encrucijada y
se hace difícil encontrar el camino a seguir ante un sinnúmero de alternativas
que se nos presentan pero que no sabemos hacia dónde nos llevarán. De ahí que
Bauman considera importante debatir acerca de la siguiente cuestión: “¿Cómo restablecer el equilibrio entre
política y poder? Porque ahora la política es local y el poder global”[36].
En su libro La Sociedad Poscapitalista,
Peter F. Drucker[37]
también hace referencia a las profundas transformaciones del mundo actual y vaticina,
entre otras cosas, que esa será una “sociedad de grandes organizaciones”, tanto
oficiales como privadas, que necesariamente operarán en virtud del flujo
informativo.
En este contexto de incertidumbres, han
tenido lugar una suma de acontecimientos que no fueron percibidos con
anterioridad por los servicios de inteligencia. Entre ellos pueden mencionarse
el derrumbe del Muro de Berlín por parte de los alemanes (1989) ―parece
impropio hablar de “caída” y aún más cuando lo hacemos desde la inteligencia―,
la implosión de la Unión Soviética (1991), los ataques del 11 de septiembre
(11-S) en Washington y Nueva York (2001), los atentados del 11 de marzo (11-M)
en España (2004), la crisis de las hipotecas subprime o “hipotecas basuras” ―que terminó detonando en 2008 con
consecuencias de alcance global―, por citar algunos ejemplos.
En esta “sociedad de grandes
organizaciones” —como la ha definido Peter Drucker—, las correspondientes a la
inteligencia han debido repensar sus funciones, reorganizarse, reestructurarse
y adecuarse a la multiplicidad de actores que hoy se encuentran en la mira de
las mismas. Parafraseando a Bauman, para la inteligencia, el mundo de la Guerra
Fría ―si se considera su final con la implosión de la Unión Soviética, visión
que no es compartida por el autor de este trabajo― era de una “realidad sólida”
y el posterior de una “realidad líquida”.
A modo de conclusión
En el presente estudio se ha podido observar como la
Inteligencia y las Relaciones Internacionales son dos disciplinas que desde la
antigüedad han estado interactuando, a veces una sobre la otra, conforme a los
escenarios mundiales que se fueron dando a lo largo de la historia. Los
ejemplos brindados no dejan duda que ambas disciplinas se entrelazan desde sus
orígenes y ha sido así desde entonces, aunque en la actualidad la inteligencia
y particularmente la inteligencia estratégica deben considerarse como
esenciales en un mundo complejo, diverso e incierto. Para ello, seguramente, deberá
considerarse que los servicios tendrán que recurrir a la obtención de
información por medios propios en mayor medida, quizás disminuyendo el
porcentaje dedicado a las fuentes abiertas.
Un buen servicio de inteligencia debe anticiparse a los
hechos a los efectos de evitar las sorpresas, por lo que puede ayudar a evitar
que un conflicto escale y derive en una guerra o evitar un ataque terrorista.
Incluso durante el transcurso de una guerra, la inteligencia también ayuda a
minimizar los riesgos en vidas y en pérdidas materiales. La historia nos da
muchos ejemplos de ello.
De ahí que debe ser ponderada por cada Estado que desee
brindar seguridad y protección para sus ciudadanos, así como mantener intacta
su soberanía nacional.
En la época de Sherman Kent la inteligencia parecía
limitarse a la reunión de información, pero ya desde fines del siglo XX la
inteligencia comenzó a poner el peso en el análisis. Para ello debe recurrir a
lo que se denomina “comunidad ampliada de inteligencia”, concepto por el cual
los servicios de inteligencia deben incorporar para sus propósitos a los think tank, para lo que deberán constituir organismos que deberían
trabajar como intermediarios entre ellos y esos centros de pensamiento
académico, de modo tal de no mostrarse abiertamente en estas actividades.
Las relaciones internacionales y los
diversos actores del escenario mundial presentan en la actualidad un dinamismo
como nunca antes se ha visto. Los actuales virajes en ciertas posiciones que
han sido tradicionales coadyuvan a un incremento de la incertidumbre.
Es evidente que los nuevos escenarios,
nacionales, regionales y mundiales, harán aún más necesaria la actividad de la
inteligencia estratégica a los fines de obtener la mayor información posible
sobre las cuestiones que resulten necesarias, con el objetivo de ofrecer los
elementos imprescindibles para proceder a la toma de decisiones. Esto requiere
cada vez más equipos multidisciplinarios de profesionales en el seno de los
servicios de inteligencia. La complejidad mundial, también demanda prestar
atención a lo que expresan sociólogos, filósofos y hombres de otras
disciplinas, escritores y artistas incluidos, respecto a sus observaciones del
curso que toman las sociedades y las políticas a escala nacional, regional y
mundial.
* Licenciado en
Historia, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires
(UBA) y Doctor en Relaciones Internacionales, Atlantic International University
(AIU), Estados Unidos. Fue docente de la Universidad del Salvador, de la Escuela
Superior de Guerra del Ejército Argentino y profesor de “Inteligencia” en la
Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La
Plata (UNLP).
[1] El presente artículo es una síntesis del libro: de los Reyes
Giménez, Marcelo Javier. Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un
vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones.
Buenos Aires, Argentina: Almaluz, 2019, 310 p.
[2] Gustavo Díaz Matey. “La naturaleza del concepto de
inteligencia desde el estudio de las Relaciones Internacionales”. Intelligence Press, 21/08/2012, <https://www.intel.press/article3-La-naturaleza-del-concepto-de-inteligencia-desde-el-estudio-de-las-Relaciones-Internacionales>, [consulta: 12/04/2018].
[3] Hans J. Morgenthau. Politics Among Nations. New
York: Alfred A. Knopf, 1948. 489 p.
[4] Gustavo
Díaz Matey. Op. cit.
[5] Sherman Kent. Inteligencia estratégica. Buenos Aires:
Pleamar, 1967, 249 p.
[6] Manfred Wilhelmy. Política
internacional: enfoques y realidades. Buenos Aires: Grupo Editor
Latinoamericano (GEL), p. 79.
[7] Alvin
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[8] Sun
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[9] Bengtson, Hermann. Griegos
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[10] Gonzalo Ruiz. “Alejandro
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[11] Rose
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Intelligence Studies, vol. 18, number 3, Summer/Fall 2011, Association of
Former Intelligence Officers (AFIO), Virginia, United States.
[12] Bengtson, Hermann. Op.
cit., p. 240.
[13] Ídem.
[14] Rose
Mary Sheldon. Op.
cit.
[15] Bengtson, Hermann. Op.
cit., p. 241.
[16] Ídem.
[17] Douglas
L. Wheeler. “A Guide to the History of Intelligence in the Age of Empires,
1500-1800”. En: The Intelligencer,
Journal of U.S. Intelligence Studies, vol. 18, number 3, Summer/Fall 2011,
Association of Former Intelligence Officers (AFIO), Virginia, United States.
[18] Ídem.
[19] Ídem.
[20] Ídem.
[21] Douglas
L. Wheeler. “A Guide to the History of Intelligence 1800-1918”. En: The Intelligencer, Journal of U.S.
Intelligence Studies, vol. 19, number 1, Winter/Spring 2012, Association of
Former Intelligence Officers (AFIO), Virginia, United States.
[22] Ídem.
[23] Wilhelm Stieber: el rey de
los sabuesos”. Selecciones Reader's Digest, 08/11/2017,
<https://selecciones.com.mx/wilhelm-stieber-el-rey-de-los-sabuesos/>.
[24]
Luego del Congreso de Viena de 1815, la Europa de la Restauración, impulsada
por el canciller austríaco príncipe Klemens de Metternich, debió enfrentar tres
oleadas sucesivas de revoluciones burguesas que se produjeron en 1820, 1830 y
1848, poniendo fin al denominado “sistema Metternich”.
[25] Ídem.
[26] Ídem.
[27] Edward
J Glantz. “Guide to Civil War Intelligence”. En: The Intelligencer, Journal of U.S. Intelligence Studies, vol. 18,
number 2, Winter/Spring 2011, Association of Former Intelligence Officers
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[28] Ídem.
[29] Stephen Wade. Spies
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[30] “The
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[31] Stephen Wade. Op.
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