SÓLO UN PEDAZO DE PAPEL


Estamos en un estado de anarquía solapada, todavía subterránea y fragmentada.

Autor: Eduardo Siutti (@evelynmundo)


Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina.
Preámbulo de la Constitución Argentina


A pesar de que en mi visión del país, la famosa grieta nos viene desde 1810 por lo menos, no quiero remontarme tan lejos. Basta con las últimas décadas. Veamos por ejemplo la sociedad y sus supuestos representantes. Y digo supuestos porque no representan los intereses de la sociedad, solamente los propios. Se han constituido en casta inamovible, renovable y hasta hereditaria. Remarco estas tres características porque fueron progresivas. Primero, se instalaron, son siempre los mismos. Segundo, se renuevan a través de auténticas escuelas dirigenciales basadas en la componenda, donde hoydía incluso abiertamente, se rechaza la meritocracia por ser enemiga de lo “popular”. 

Y tercero y esto es lo más fascinante, la casta tiene herederos de sangre. El jacobinismo regicida que copiaron nuestro primeros liberales como Moreno, Castelli, Monteagudo y otros sans culottes, devino como un mal chiste, en aristocracia de sangre. Donde apellidos como Kirchner, Perón, Cafiero, Saadi, Romero, Zamora, Alfonsín y muchos más, se perpetúan a través de hijos, entenados, amantes, sobrinos. A eso hay que sumar a los cortesanos, que son la multitud de amigos del poder. No menciono al macrismo porque no ha engendrado herederos de sangre todavía, aunque tiene cortesanos que hoy practican la fronda de salón con los que detentan el poder aunque los humillen o descalifiquen. Pero no hay que preocuparse, en un par de décadas, los Peña, Macri, Bullrich, Frigerio pondrán los suyos.

Pero claro, este remedo de aristocracia, berreta, maleducada, zafia y prepotente no es la corte de Enrique IV o del Rey Sol, donde el Estado funcionaba y los súbditos tenían una vida razonablemente buena. Cortes que tenían internas, Fronda se llamaban. Los protagonistas de nuestras frondas no son ni Condé ni Coligny, son griteríos de conventillo, peleas de peluquería, siempre protagonizadas por los amanuenses, mientras los de más arriba se ocupan de lo que verdaderamente importa, conservar el poder, manejar las cajas institucionalizando la corrupción porque “para hacer política hace falta mucha guita”. Para lo cual no tienen ningún escrúpulo en exprimir al contribuyente en niveles nunca vistos porque hay que mantener la “Corte”.

Desde ya, esta pandemia que hoy nos invade, -no quiero polemizar sobre ella específicamente-, no ha cambiado el fondo de las cosas. Por el contrario, ha acentuado la distancia que hay entre los que mandan y los mandados.

Viendo el panorama cotidiano y los acontecimientos que se suceden día a día en nuestra querida y vilipendiada Patria, revisé el Preámbulo de la Constitución Argentina. Y no por ignorarlo, precisamente. 
Como no soy economista ni jurista, me voy a detener puntualmente en lo básico.

El Estado Argentino en un breve resumen, según nuestra Carta Magna está obligado a:

Constituir la unión nacional. Parlamento que representa a todos.

Afianzar la justicia. Justicia totalmente independiente.

Consolidar la paz interior. Seguridad y protección de la comunidad.

Proveer a la defensa común. Sostener FF.AA. modernas, equipadas y sobre todo, valoradas. Que sean además, el respaldo de una diplomacia que siempre anteponga nuestros intereses ante la Comunidad Internacional.

Promover el bienestar general. Gobierno para todos en base al bien común, respetando la división de poderes.

Asegurar los beneficios de la libertad. Algo absolutamente elemental.
No quiero entrar en cuestiones más discutibles como la educación, no porque no sea importante.

¿Qué tenemos hoy? Una absoluta ausencia de esos principios elementales que enumera nuestra Carta Magna. No hace falta que los aburra revisando cada uno de ellos. Todos sabemos muy bien que nada de eso ocurre, antes lo contrario.

Ver cómo un grupo de vecinos lastima y le quema su casa a un enfermero por el simple hecho de que superó el Covid. O cualquier persona asaltada y golpeada en su casa por vecinos ladrones si se defiende, va preso. Quienes ejercen o ejercieron la más alta Magistratura son personajes con infinidad de procesamientos penales y pese a eso se postulan, ganan elecciones. No quiero seguir, no hace falta, ya no es la violación de artículos de la Constitución, algo que es prácticamente una costumbre. No, estamos hablando de lo básico, del Preámbulo.

Hace un tiempo se hablaba de anomia. Hoy ya estamos superando eso, estamos en un estado de anarquía solapada, todavía subterránea y fragmentada. De a poco nos vamos dando cuenta que estamos a la buena de Dios. No podemos esperar nada del Estado, del  Sistema, en realidad, porque ya no solamente no cumple con lo básico, directamente reniega de sus funciones más elementales. 

La historia, como dijo Marco Tulio, es maestra de la vida. En algún momento la sociedad,  fragmentada y enojada, se va a expresar, y de la peor manera porque no hay Sistema que la contenga. 
Cuidado.

Eduardo Siutti
@evelynmundo
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