DISTENSIÓN EN MEDIO ORIENTE
La novedad cayó como un balde de agua fría en Washington y en las capitales europeas.
Autor: Santiago González (@gauchomalo140)
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/distension-en-medio-oriente/
Nota 2 de 5 de la serie "Un mundo multipolar".
n las últimas semanas la dinámica de una región tan relevante como el medio oriente mostró un giro impensado cuyas consecuencias apenas comienzan a ser ponderadas: Arabia Saudí e Irán, dos potencias regionales duramente enfrentadas desde hace casi medio siglo por su ambición de liderar el mundo árabe, por su condición de adalides de las dos grandes ramas del Islam -suní y chií- y por sus diferentes organizaciones políticas -monarquía y teocracia-, que incluso se combaten por vía de intermediarios en Siria y en Yemen, decidieron restablecer vínculos diplomáticos, abrir embajadas, reanudar los contactos oficiales y conceder visas a sus ciudadanos. Y como si esto fuera poco, este acercamiento fue facilitado por China, un jugador inesperado en un ámbito tradicionalmente administrado por los Estados Unidos.
La novedad cayó como un balde de agua fría en Washington y en las capitales europeas, que no acertaron a darle una respuesta coherente, y desconcertó a Israel, el habitante incómodo del medio oriente que siempre confió en los Estados Unidos como garante último en un contexto hostil. Los dirigentes del estado judío todavía no han logrado definir si estos movimientos de sus vecinos, especialmente de Irán, al que luego de lograda la paz con Egipto vieron siempre como su mayor amenaza, juegan a favor o en contra de su propia seguridad. Y China se les aparece como un gestor regional tan imprevisto como enigmático.
El entendimiento tomó tan de sorpresa a los estadounidenses que el director de la CIA Bill Burns viajó secretamente a Riad en la primera semana de abril para determinar en qué punto se encontraban las amistosas relaciones que mantenían desde hace décadas Washington y los saudíes. La visita fue revelada por el Washington Post y admitida luego por fuentes oficiales, que invocaron razones relacionadas con la cooperación en materia de inteligencia y lucha contra el terrorismo. Pero según el Wall Street Journal, Burns fue a transmitirle personalmente al príncipe heredero Mohammed bin Salman el disgusto de Washington por no haber sido avisado de la reconciliación saudí con los iraníes, y su frustración por haber sido marginado del proceso.
Sin embargo, el jefe del espionaje estadounidense no tenía razones para sentirse “tomado por sorpresa”, como escribió el WSJ. El proceso de acercamiento entre Riad y Teherán se venía cocinando desde hacía meses, y sus espías seguramente lo tenían al tanto. O por lo menos eso es lo que uno cree. Según fuentes familiarizadas con la región, Irak y Omán venían obrando de intermediarios desde fines de 2021 para acercar a dos naciones que habían roto sus tensos vínculos diplomáticos cinco años antes, cuando los saudíes ejecutaron al clérigo chií Nimr al Nimr y varias de sus embajadas y consulados fueron atacados en represalia por iraníes indignados. A lo largo del año pasado, las partes mantuvieron cinco reuniones en Bagdad, seguidas de otras tres en Muscat sobre cuestiones de seguridad, que no pudieron pasar desapercibidas para los profesionales de la CIA.
China se incorporó como mediador en diciembre de 2022, con un viaje que el presidente Xi Yinpín hizo a Arabia Saudí; hubo luego contactos bilaterales directos entre los cancilleres saudí e iraní en Amman, el presidente iraní Ebrahim Raisi viajó a Beiyín en febrero de 2023. Y el 10 de marzo, después de cuatro días de negociaciones en la capital china, los dos países musulmanes anunciaron su decisión de restablecer vínculos diplomáticos y reabrir sus respectivas embajadas, además de reactivar antiguos convenios bilaterales sobre asuntos económicos y de seguridad que habían sido suscriptos en 1998 y 2001. El 6 de abril, los ministros de exteriores de Arabia Saudí e Irán mantuvieron en Beiyín su primera reunión formal y se comprometieron públicamente a llevar a la práctica los acuerdos pactados.
¿Qué buscan lo saudíes con este acuerdo? La primera respuesta de los observadores es seguridad. Sus ciudades y sus instalaciones petroleras fueron blanco en los últimos años de ataques como misiles y drones lanzados por los hutíes, rebeldes yemenitas apoyados por Irán, y enfrentados desde hace tiempo contra un gobierno sostenido por los saudíes. Uno de esos ataques, en 2019, redujo circunstancialmente a la mitad su capacidad petrolera. Los saudíes se embarcaron además en un programa de largo plazo, llamado Visión 2030, destinado a modernizar y diversificar su economía para hacerla menos dependiente del petróleo: sin un contexto de paz y seguridad ese proyecto es inviable.
Respecto de Irán, la motivación más plausible para quienes conocen la región es evitar el aislamiento diplomático, por un lado respecto de Occidente como consecuencia de la caída del acuerdo nuclear al que había llegado con los Estados Unidos y Europa, y por otro respecto de su propia región como consecuencia de los llamados Acuerdos de Abraham, por los que los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein reconocieron en 2020 a Israel como estado soberano y normalizaron relaciones, abriendo el camino para que otros países musulmanes hicieran lo mismo. Los iraníes, que no reconocen a Israel, creen que la distensión con los saudíes evitará que esa tendencia se propague, mientras ellos mismos mantienen en pie el llamado “Eje de la resistencia”, aliados regionales que le ayudan a preservar su propia seguridad.
Kayhan, un periódico que suele expresar los puntos de vista del líder supremo iraní, ayatolá Alí Jamenei, sugiere que saudíes e iraníes podrán afrontar momentos más amistosos y otros más hostiles, pero que el acuerdo les permitirá convivir; considera que si se respetan los compromisos, se sostendrá en el tiempo, y que si resulta exitoso Occidente no podrá socavarlo y la influencia estadounidense sobre Arabia Saudí se reducirá. Según el diario, las bases del acuerdo fueron sentadas por Qasem Soleimani, el comandante de la Fuerza Quds asesinado por los Estados Unidos en enero de 2020 en el aeropuerto de Bagdad, cuando se dirigía a negociar con los saudíes. Soleimani les proponía entonces un compromiso para no escalar los conflictos en la región durante un lapso de diez años, escribió Kayhan.
Desde la perspectiva israelí, el acuerdo entre Arabia Saudí, un potencial aliado, e Irán, un enemigo intransigente, mereció interpretaciones encontradas. Para Mairav Zonszein, analista del International Crisis Group con sede en Bélgica, ese entendimiento “debilita el eje anti-Irán y los Acuerdos de Abraham y envalentona a Irán, en lugar de aislarlo más”. Según Mordechai Chaziza, de la Universidad de Haifa, la distensión iranio-saudí “podría lograr que los saudíes (y los chinos) presionen a Irán en la dirección de la paz y la estabilidad regional, lo que sólo puede beneficiar a Israel”. Chaziza hizo notar que apenas un día antes de normalizar sus relaciones con Irán, Riad ofreció hacer lo mismo con Israel a cambio de que los Estados Unidos garanticen la seguridad saudí y acompañen su programa nuclear. La capacidad nuclear iraní preocupa no sólo a Israel sino también a los saudíes. Zonszein consideró difícil que Washington acepte esas condiciones, y sostuvo al mismo tiempo que la estrategia israelí de encarar las relaciones con Irán basándose sólo en la fuerza fracasó. A los israelíes el barrio se les ha complicado, y la distensión regional tiene además para ellos el desagradable efecto de devolver el conflicto palestino al centro de la atención internacional.
La reacción inmediata sobre la intervención de Beiyín en los acuerdos iranio-saudíes puso el énfasis en la inesperada presencia china en una región donde los Estados Unidos siempre obraron como maestro de ceremonias, con dos grandes intereses a la vista: la provisión de petróleo y la seguridad de Israel. Es cierto que la influencia norteamericana se ha venido debilitando luego de su torpe comportamiento en escenarios musulmanes como Irak, Afganistán, Libia y Siria. Pero China no ha dado señales de que pretenda jugar en la zona, al menos en lo inmediato, otro papel que el de amigable componedor, lo que no es poco. Como quedó dicho, Beiyín ingresó sólo a último momento en las conversaciones iranio-saudíes, para dar el empujoncito final a unas negociaciones iniciadas mucho tiempo atrás. Haber ofrecido su capital como escenario para el anuncio de los acuerdos fue un magnífico golpe publicitario para los chinos, y para los musulmanes una manera de mostrar que su decisión era ajena a cualquier maniobra occidental.
El restablecimiento de las relaciones entre Irán y Arabia Saudí se inserta en un proceso regional de negociaciones y acuerdos entre países musulmanes tradicionalmente enfrentados, y promete intensificar esa tendencia en el futuro inmediato. Los saudíes están considerando reanudar los servicios consulares con Siria, un paso significativo hacia el restablecimiento de los vínculos entre el mundo árabe y el régimen de Bashir al Assad. Riad también procura mejorar sus relaciones con Turquía, agriadas trae el asesinato en Estambul, a manos de agentes saudíes, de Jamal Jashoggi, un periodista disidente saudí. Teherán por su lado designó un nuevo embajador ante los Emiratos, con los que restableció unas relaciones rotas en 2016, y la distensión podría extenderse a Bahrein y Egipto. Los observadores esperan esfuerzos compartidos para poner fin a la larga guerra civil en Yemen entre bandos enfrentados con el patrocinio saudí e iraní, pero en la que no todo depende de ellos.
Santiago González
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