TREMOLINA EN EUROPA

 


Macron enfurece a los globalistas al reclamar “autonomía estratégica” para Europa respecto de China y Taiwán


Autor: Santiago González (@gauchomalo140)

Nota 3 de 5 en la serie “Un mundo multipolar”


Nota original:  https://gauchomalo.com.ar/tremolina-en-europa/



C

uando el presidente de Francia Emmanuel Macron se enteró el mes pasado de que China había presentado un plan de paz para resolver la guerra en Ucrania, de inmediato prometió viajar a Beiyín para discutirlo con los jerarcas de esa nación. A principios de abril cumplió su promesa, viajó acompañado por la presidente de la Comisión Europea Ursula von der Leyen, y ambos volvieron con las manos vacías. El plan ya había sido recibido con frialdad tanto por Kiev como por Moscú, y las largas horas de conversación privada que Macron mantuvo con Xi Yinpín no produjeron ningún resultado, al menos sobre ese asunto. Sólo en un diálogo conjunto en el que el presidente francés y Von der Leyen pidieron a Xi que no suministrara armas a Rusia, el líder chino les respondió lacónicamente que esa guerra no era su guerra.

Macron subió al avión presidencial que lo alejaría de la capital china con sentimientos encontrados. Era la segunda vez que sentía menguada su capacidad de persuación: Xi se había mostrado en Beiyín tan impermeable a su destreza con las palabras como Vladimir Putin en Moscú un año atrás, cuando intentó disuadirlo de una acción armada en el Mar Negro. Pero al mismo tiempo China le había brindado una recepción imperial, con toda la pompa, a la medida de la gloria de Francia, mientras reservaba para Von der Leyen el lugar de una burócrata insignificante. Y los jerarcas chinos habían ponderado con pronunciada elocuencia su proyecto de “autonomía estratégica” para la Europa unificada, al que Beiyín suele apelar cada vez que trata con líderes europeos.

El presidente entendió entonces que si bien el viaje había sido un fracaso en términos de su visión de Francia como “potencia mediadora”, su costado exitoso estaba en el caluroso respaldo que Xi y el resto de los líderes chinos habían dispensado a su visión sobre el lugar de Europa en el mundo. Se trataba ahora de orientar el balance de su visita al Oriente en esa dirección. Entonces llamó a unos periodistas de entre los que lo acompañaban en el avión, dos de Les Echos, el principal diario financiero de Francia, y dos de Politico, un sitio noticioso con presencia en los Estados Unidos y Europa, y habló con ellos largo, tendido, y arrebatado por el entusiasmo. Politico consignó que ciertos excesos verbales de Macron habían sido eliminados de la crónica a pedido de los colaboradores presidenciales.

“Europa ha pasado demasiado tiempo sin construir esta autonomía estratégica. Pero hoy la batalla ideológica está ganada”, sostuvo. Dijo que nunca hubo tal aceleración del poder europeo como después de Covid, y que era el momento de ponerlo en práctica. “Lo peor para Europa sería que en el momento en que logra tener en claro su posición estratégica, se vea arrebatada por el desorden mundial y por crisis que no son las nuestras”. Consideró que la autonomía estratégica resulta crucial para evitar que Europa se convierta en “vasallo” de Washington, cuando tiene las condiciones para convertirse en un tercer polo entre los Estados Unidos y China. “No queremos caer en la lógica de un bloque frente a otro”, agregó.

Y para ejemplificar sus dichos acudió al ejemplo de Taiwán, un conflicto chino atizado por Washington en las últimas semanas. “¿Nos interesa acaso acelerar la cuestión de Taiwán? No. Lo peor sería entender que nosotros los europeos debemos convertirnos en segundones en este asunto, y definir nuestra posición a partir de la agenda estadounidense y la reacción exagerada de China”, dijo Macron. “Los europeos no podemos resolver la crisis en Ucrania; ¿con qué credibilidad podríamos decir ‘Ojo que si hacen algo malo en Taiwán se las tendrán que ver con nosotros’? Si lo que se busca es avivar las tensiones, ése es el camino.” Y agregó: “Si las tensiones entre las superpotencias se agudizaran, no tendríamos ni el tiempo ni los medios para financiar nuestra propia autonomía estratégica y nos convertiríamos en vasallos, cuando bien podríamos ser el tercer polo [en el orden mundial] si nos tomáramos unos pocos años para desarrollarlo.”

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El interés occidental por Taiwán se remonta a los años de la Guerra Fría: la isla fue el refugio de las fuerzas nacionalistas chinas derrotadas por los comunistas, que organizaron allí un nuevo país con el nombre de República China y presidido por el caudillo militar Chiang Kai-shek, quien la gobernó desde 1949 hasta su muerte en 1975, cuando legó el sillón presidencial a su hijo. Para Occidente, esa dictadura vitalicia era un baluarte de la libertad que representaba a toda China; para Beiyín, un territorio secesionista que más tarde o más temprano habría de volver al redil. En la década de 1980, luego de que los Estados Unidos se allanaran a la idea de que la verdadera China tenía su capital en Beiyín, Chiang hijo cedió por primera vez la presidencia a un gobierno electo; en 2016, Tsai Ingwen se convirtió en la primera presidente mujer de Taiwán.

Tras el colapso de la Unión Soviética y la progresiva incorporación de China al sistema productivo y financiero internacional, el interés de Occidente por Taiwán disminuyó sensiblemente, sin que la República Popular China aprovechara ese desinterés para intentar la recuperación de la isla extraviada. Las cosas cambiaron cuando China dejó de ser un socio económico, un mercado inagotable y una fuente conveniente  de mano de obra barata, para convertirse en un rival amenazador para el establishment económico y financiero occidental, que ahora no sabe cómo deshacerse del gigante que ellos mismos ayudaron a crecer. Cualquier cosa que sirva para atacarlo o distraerle fuerzas viene bien, y Taiwán es una de esas cosas.

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En 2022, la legisladora demócrata y entonces presidente de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi protagonizó una publicitada visita a Taiwán, a la que China respondió con maniobras militares y pruebas de misiles de precisión en los alrededores de la isla. Este mes, antes de iniciar una recorrida por países de Centroamérica, la pícara presidente Tsai se dio una vueltita por California, donde altos funcionarios y legisladores demócratas se congregaron para escucharla decir que “la democracia está en peligro”. Beiyín entendió el mensaje y recurrió otra vez al ayuda-memoria de las maniobras militares, ahora con el desplazamiento de unidades navales por aguas vecinas a la isla.

Los chinos esperaron a que el presidente de Francia y la presidente de la Comunidad Europea abandonaran China para lanzar sus maniobras navales, un gesto atribuible a la proverbial cortesía oriental. Macron y Von der Leyen habían levantado ante Xi la cuestión de Taiwan. “La estabilidad en el estrecho de Taiwan es de la mayor importancia”, le reclamó la presidente de la CE. “La amenaza del uso de la fuerza para modificar el status quo es inaceptable.” Xi, visiblemente molesto según un testigo, y apartándose por un momento de la proverbial parsimonia oriental, les respondió que quien creyera que podía influir sobre Beiyín respecto de Taiwán se engañaba.

Las disputas entre los Estados Unidos y China o, si se prefiere, entre la plutocracia occidental conducida desde Washington y China, son fundamentalmente económicas y con muchos y muy diversos intereses en juego, y el conflicto entablado respecto de Taiwán tiene para Occidente (aunque seguramente no para los ciudadanos taiwaneses) un enorme valor publicitario, pero no más que eso. En ese contexto, las declaraciones de Macron sobre la inconveniencia de que Europa se involucre en la cuestión de Taiwán estaban destinadas a caer mal. Y cayeron mal, muy mal. La prensa globalista -desde el Guardian al Economist, desde el Wall Street Journal al New York Times– literalmente lo masacró, lo mismo que muchos legisladores del Parlamento Europeo, y algunos políticos alemanes y estadounidenses. 1 2

Prácticamente nadie salió en Europa en defensa del europeísmo de Macron, pero Benjamin Haddad, un legislador francés afín al presidente, sostuvo que “aunque a los políticos norteamericanos no les guste, la verdad incómoda es que Macron dice en voz alta lo que muchos socios europeos piensan calladamente.” Según el legislador, “a puertas cerradas, a los líderes europeos no les gusta marchar al ritmo de Washington hacia un conflicto abierto con China.” Si bien les preocupan muchos aspectos de la conducta china, escribió Haddad, “no quieren verse arrastrados a una actitud de enfrentamiento que muchas veces ven más relacionada con el temor estadounidense a perder su primacía global que con la sensatez política.”

El rechazo generalizado que produjeron las declaraciones de Macron, y su interpretación capciosa, obligó al Palacio del Elíseo a despejar dudas sobre la posición del país respecto de las cuestiones en debate. Francia, dijo una declaración oficial, “no es equidistante entre los Estados Unidos y China. Los Estados Unidos son nuestros aliados, con valores compartidos.” Y agregó: “Nuestra posición respecto de Taiwán es constante. Apoyamos el status quo y mantenemos nuestro intercambio y nuestra cooperación con Taiwán, que es un sistema reconocidamente democrático.”

Sin embargo, a los pocos días, durante una visita a Holanda, Macron volvió a la carga con la idea de una Europa independiente, proponiendo esta vez cinco pilares para reordenar su economía sin depender de terceros y con arreglo a sus valores y a su seguridad nacional. “Nuestra Europa está hecha de sueños”, dijo, “pero los verdaderos soñadores son muy pragmáticos. De otro modo terminarían por soñar los sueños de otros. Yo soy un soñador, un idealista, pero no quiero soñar mis sueños en lenguas ajenas. … La soberanía europea no es un concepto ni una fantasía, sino que es, en un mundo peligroso, una necesidad absoluta para vivir, para soñar por nuestra cuenta como europeos.” En Francia, diría un francés, gaullistas somos todos. –S.G.

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Notas:

1. La reacción más cínica estuvo a cargo del senador republicano estadounidense Marco Rubio, quien dijo “¿Acaso Macron habla por toda Europa? ¿Acaso Macron es ahora el jefe de Europa? Porque si lo es, hay algunas cosas que vamos a tener que cambiar. Tal vez deberíamos decir que nosotros nos vamos a encargar de Taiwán y de las amenazas planteadas por China, y ustedes muchachos se van a tener que hacer cargo de Ucrania y de Europa.” ¡Como si el conflicto en Ucrania hubiese sido desencadenado por Europa! ¡Como si Europa no fuera, después de Ucrania, la principal víctima de una guerra encendida por Washington!

2. Más inteligente fue la crítica de Matthew Fulco en The Japan Times: “Si el presidente francés quería verdaderamente ejercer influencia sobre Xi, no habría llevado consigo a China una gran delegación comercial que incluyó al CEO de Airbus”, escribió Fulco. “Al viajar con los líderes empresarios, Macron dio a entender que los negocios estaban por encima de la política.” Durante la visita, Airbus firmó dos grandes acuerdos con China, uno para sumar una línea de montaje a su planta en Tianyín, y otro para venderle 160 aviones de distinto porte. [Nota agregada el 19-4-2023]. 


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