DILAPIDAR LOS EEUU
Nos ocupamos únicamente de lo irrelevante porque creemos que nos da el pinet;
mientras, ignoramos problemas existenciales que ya no tenemos capacidad de resolver.
Autor: Víctor Davis Hanson
Nota original: https://amgreatness.com/2023/04/09/fiddling-america-away/
En inglés al pie.
En las últimas semanas, el mundo ha estado desestimando a los EEUU ya sea por loco o por irrelevante mientras ve que el país se canibaliza a sí mismo.
Los amigos tiemblan por esta abrupta decadencia. Los enemigos festejan. Los neutrales hacen los ajustes necesarios para unirse al lado no-norteamericano en ascenso.
Los síntomas de nuestra degradación en el exterior se ven por todos lados. Cuanto más fanfarronea Joe Biden sobre las sanciones a Rusia, amigos como India y aliados como Japón las ignoran. ¿Y por qué no, cuando Biden no tiene idea de cuánto va a durar esta guerra en Ucrania, o cuántos más recursos los EEUU puede, debe y quiere darle a Kiev, o cuándo todo esto va a terminar?
Big Biden habla sobre más energía solar y más granjas de energía eólica, cuando los nuevos acuerdos "verdes" no llenan el tanque de nafta en Munich ni calientan los hogares de Kyoto, o bajan el precio del petróleo importado en el Reino Unido. Sostener que el desastre de Afganistán fue un éxito, no engaña a nadie.
Los aliados preguntan quiénes son nuestros líderes. ¿Un disminuido Joe Biden quien nunca sabe bien dónde está, qué está haciendo, o con quién se encuentra?
¿Kamala Harris, cuyo único interés parece ser exacerbar las tensiones raciales y sociales con fines demagógicos, mediante el uso de un vocabulario cada vez más limitado?
¿El senador John Fetterman (demócrata de Pensilvania), quien fue elegido con el argumento de que es cruel no votar a un candidato que está impedido física y mentalmente?
¿El responsable del Departamento de Energía, que se vestía de mujer, usaba lápiz labial, ahora acusado de robar equipaje femenino en una cinta transportadora de un aeropuerto?
¿Pete Buttigieg, el secretario de transporte, que vive marcando melodramas pasados mientras no tiene ni idea de cómo arreglar la crisis actual?
¿Los jerarcas del Pentágono que viven preocupados de decir lo correcto ahora con el fin de conseguir un buen puesto en una empresa proveedora del Departamento de Defensa el día que se retiren?
Los aliados temen que luego de que hemos abandonado armas por valor de miles de millones de dólares en Kabul en manos de los talibanes, y entregado miles de millones en armas a la picadora de carne que es Ucrania, y que no logramos aumentar la producción de armamentos en suelo norteamericano, Washington simplemente no tiene los recursos para hacerle frente a China ya sea tanto en una guerra proxy o en una guerra a cara descubierta.
Si usted se toma la molestia de navegar por cualquier página web de las fuerzas armadas de los EEUU, y verá que los temas son: raza, género, homosexuales, transgénero, o la falta de efectivos - nada se habla de armas letales, una nueva división de soldados veteranos, o un nuevo programa para mejorar el entrenamiento, o mejoras físicas, o la actitud y aptitud mental entre los efectivos.
Los hombres y mujeres, aquéllos que Rusia y China más temen, sienten que no son bienvenidos en las FFAA de los EEUU y eligen no sumarse a sus filas. Aquellos que nuestros enemigos desean que sí se unan a las FFAA de los EEUU, sí se enlistan, encantados con las políticas de cuotas para LGTB+ que llevan adelante los jerarcas de las fuerzas. Nuestros enemigos también están encantados.
Turquía, miembro de la OTAN, llama a un encuentro ecuménico musulmán en un esfuerzo de combinar a shiitas y sunitas, persas y árabes, gentes del Medio Oriente y todos los musulmanes - todos unidos en contra de Israel. ¿Y por qué no, cuando Biden ha insultado gratuitamente y luego rogado a Arabia Saudita y a los países exportadores de petróleo, ignorado los acuerdos de Abraham, enviado al ostracismo a Israel, disminuido drásticamente la capacidad de producción de energía por parte de los EEUU, y mendigado ante Irán para que Irán reingrese al acuerdo nuclear firmado durante el gobierno de Obama?
China abiertamente habla de guerra contra los EEUU. Pekín sostiene que el estrecho que la separa de Taiwán son aguas territoriales chinas. En asociación con Rusia, agregan a la alianza a Irán, Corea del Norte, y se acercan a Turquía, quien es ostensiblemente un miembro de la OTAN.
Después de negarse a blanquear que el virus COVID-19 fue producido artificialmente en un laboratorio en Wuhan (*), virus que mató a un millón de norteamericanos, China desafía al enviar un globo espía sobre solares clasificados por todo el continente de EEUU - parte de un plan continuo de humillación, iniciado cuando fueron defenestrados los diplomáticos enviados por Biden a Anchorage para una mini-cumbre.
Los productores de petróleo, China, países hostiles como Rusia o Irán, y oportunistas como Turquía e India todos ven el final del dólar como moneda internacional. Luego de la humillación norteamericana en Afganistán, el mundo islámico, todos ven a EEUU como cada vez más débil.
La administración Biden fanfarronea que ha salvado a la OTAN al darle armas a Ucrania. Pero Europa necesita energía fósil, vació sus arsenales al dárselos a Ucrania, y está aterrada de que Biden lleve a la alianza a una confrontación con Rusia, pero al mismo tiempo lo suficientemente incompetente para asegurarles tanto una depresión económica como un conflicto nuclear o ambas cosas.
El presidente mejicano Andrés Manuel López Obrador se regodea en la publicidad que le otorga ayudar a Biden a subir las escaleras, y fanfarronea de que 40 millones de mejicanos han entrado a los EEUU, la mayoría ilegalmente. Pide a sus compatriotas que voten a los demócratas para asegurarse que la frontera permanezca abierta y que sea un vehículo para que los mejicanos que viven en EEUU envíen miles de millones de dólares a sus parientes. A México le conviene también porque el flujo expulsor de población amortigua las tensiones sociales en casa y las produce en EEUU. ¿Ayudamos a proteger las fronteras de Ucrania porque no podemos defender las propias? ¿Los 100.000 norteamericanos muertos son sólo daño colateral de tener las fronteras abiertas?
Cuanto más recorren el mundo el Jefe del Gabinete de asesores y el secretario de Defensa, más se preocupan nuestros aliados, al ver qué fuera de tono están nuestros funcionarios tanto de temas estratégicos como de la política doméstica; nuestros aliados se preguntan si las FFAA de los EEUU han descendido en una especia de commissariat progre [woke].
La comunidad internacional está aterrorizada por los U$D 33 billones (continentales) de incremento en la deuda de los EEUU, un récord de 130% del PBI. Se ha quedado petrificada al ver que la administración Biden cometió chapuza tras chapuza al imprimir dinero para evitar el trabajo de la gente durante la crisis de la cadena de suministros, incentivó la inflación, aumentó las tasas de interés e hizo todo lo posible para que colapsaran los bancos.
El resto del mundo no tolera más sermones por parte de funcionarios norteamericanos sobre los beneficios de la democracia - no cuando las relaciones raciales en EEUU se retrotraen a la altura de veneno balcánico. Los regímenes autoritarios enjuician ex-presidentes; llevan a tribunales a rivales políticos; y dejan libres a los criminales cuando les sirven a sus fines ideológicos. Ahora los EEUU hace lo mismo, llevados de la mano del odio paranoico e irracional de la izquierda contra Donald Trump, y está dispuesta a destrozar todos los usos y costumbres para ventilar su antipatía a todo lo que tenga que ver con Trump.
Los extranjeros asumen que los microcentros de Baltimore, Detroit, Los Ángeles, Memphis, San Francisco y Washington pertenecen al medioevo: sucios, inseguros, vacíos y malolientes. La civilización occidental descubrió 2500 años atrás como remover el excremento de las calles. Ahora, o se olvidaron o perdieron esa habilidad, así como perdieron el conocimiento de que el crimen y las enfermedades medran entre las cloacas y la basura.
Los medios de comunicación de los EEUU alguna vez fueron el standard del mundo. The New York Times se vanagloriaba de ser un diario para ser guardado. Las cadenas de noticias eran por lo general bastante imparciales. Los periodistas independientes eran más o menos honestos con las cuestiones gubernamentales. Pero todo esas instituciones son hoy el hazmerreír del mundo: ridículamente equivocados con la "Colusión Rusa", predeciblemente parciales con la "Desinformación rusa", la laptop de Hunter Biden, la patética farsa montada por Alvin Bragg contra el candidato presidencial y ex presidente Trump, excitados con el allanamiento del hogar de un expresidente por el FBI, o cuando fue tratado como un ciudadano de a pie por un Senado partisano.
¿Al llegar EEUU a su punto mínimo en temas militares, políticos, financieros, económicos y culturales, cuál es la reacción de un país con anteojeras?
¿Qué remedios se preparan cuando estamos al borde de un abismo comparable con la Guerra Civil, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial o la locura cultural de los '60s?
¿Planes Marshall para equilibrar nuestros presupuestos? ¿Una Marina de 600 barcos? ¿Dos divisiones más de fuerzas de choque del Ejército? ¿Un sistema continental de defensa misilística? ¿La restauración de los centros de las ciudades de EEUU? ¿Un plan para asegurar la frontera sur? ¿Aumentar la producción de gas y petróleo? ¿Terminar con el canibalismo racial y sexual y restaurar la meritocracia? ¿Reformar la educación universitaria? ¿Empezar a acusar a los criminales por los crímenes que hayan cometido? ¿Limpiar el FBI, CIA, Departamento de Justicia y la IRS [nuestra AFIP]?
No.
En su lugar los norteamericanos se preguntan por qué un fiscal de la justicia ordinaria ha acusado de felonías a un ex presidente por primera vez en la historia, quien ahora es un candidato presidencial para 2024, por un affair romántico que tuvo hace 16 años y que concluyó con un acuerdo entre las partes para esconderlo del público.
Un hombre que pretende ser una mujer está cobrando cachets millonarios por una personificación creada para los medios para que las corporaciones progres [woke] para que promocione sus cervezas y corpiños deportivos. ¿Esas corporaciones creen que las mujeres norteamericanas tienen tan pocos atributos que un Gerente General debe contratar a un hombre sin tetas para que sea su persona pública para que acomode un busto que no tiene en competiciones en las que no compite?
Los microcentros de las ciudades están alcanzando un mínima de desocupación edilicia, vagancia y violencia que hace que la vida ahí sea insostenible mientras el país discute sobre género y pronombres. Mientras los crímenes violentos crecen fuera de control, especialmente los crímenes de odio, los crímenes interraciales y los crímenes en los microcentro de las ciudades, un equipo de basquet femenino en su mayoría integrado por mujeres negras arma un psicodrama para los medios con mohínes - mientras sostiene que la Primera Dama Jill Biden les "faltó el respeto" y que no concurrirían a la Casa Blanca sino que preferían ser recibidas en una de las tres mansiones de los Obama -un dúo que no se caracteriza por agasajar extraños, en particular si son pobres.
¿De qué se ocupa Norteamérica mientras el mundo arde en llamas?
Los estudiantes universitarios de EEUU, ya sean de la Facultad de Leyes de Stanford o de la Universidad Estatal de San Francisco, gritan obscenidades a jueces federales o buscan golpear a disertantes invitados. Sus disrupciones son alentadas por el silencia de sus propios decanos y a veces directamente son alentados a hacerlo. Y les dicen que tienen razón en ambos casos.
Todos saben que la expulsión de unos pocos elitistas y mimados infractores restauraría la mesura a las disertaciones; todos saben que los administradores o bien están del lado de los culpables o temen por el futuro de sus propias carreras en caso de hacer cumplir el reglamento que deben hacer cumplir.
A medida que el transgenerismo barre el país y gana la atención de la Casa Blanca, los medios de comunicación hacen lo posible para esconder los hechos de que: a) la asesina transgénero en Nashville escribió cómo y por qué ella iba a matar niños de 9 años, b) que otro transgénero fue frenado justo a tiempo en Colorado antes de que iniciara su propio tiroteo y c) que otro transgénero quiso asesinar en su hogar al Miembro de la Corte Suprema Juez Kavanagh.
Decir la verdad de que hombres que usan ropa de mujer practican danzas sexualizadas para audiencias que incluyen niños, y que estos hombres transvestidos no sólo son exentos de las ramificaciones legales de sus actos, sino que están en gran demanda para brindar sus servicios de varieté, está hoy por hoy prácticamente penado. La novelista J. K. Rowlings, la tenista Martina Navratilova, y el nadador Riley Gaines no pueden aparecer en público sin esperar ser físicamente atacados por la "pacífica" comunidad transgénero. ¿Su pecado? La mera sugerencia de que hombres biológicos no pueden declararse a sí mismo mujeres y por ese solo acto asumir que lo son.
Así que los EEUU sufre el pecado de omisión - discutir por cosas que no son esenciales - y de comisión - perder guerras, quebrar, arruinar la economía, coquetear con una guerra civil. Nosotros sabemos que esos son errores no forzados. Pero, aparentemente, creemos que los remedios son peores que las enfermedades originales. Entonces nos focalizamos sólo en lo irrelevante de lo cual nos sentimos capacitados en ocuparnos mientras ignoramos lo existencial que sabemos que ya no podemos resolver.
El mundo está aterrado y pasmado con el resultado - y cada vez mira para otro lado para buscar soluciones que no sean norteamericanas.
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Nota de Restaurar: Esta editorial difiere con el autor en cuanto al origen del virus COVID-19. Coincidimos en que es un virus sintético de laboratorio. A diferencia del autor, no creemos que el responsable sea el gobierno chino sino que salió de un laboratorio bajo el control de una Fundación originaria en los EEUU. Para ello recomendamos la nota de Santiago García (@gauchomalo140), INTRIGA EN WUHAN,
http://restaurarg.blogspot.com/2020/05/intriga-en-wuhan.html.
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Fiddling America Away
The last few weeks, the world had been writing off the U
The last few weeks, the world had been writing off the United States as either crazy or irrelevant as it watches America cannibalize itself.
Friends tremble at our sudden decline. Enemies rejoice. Neutrals make the necessary adjustments to join the ascendant non-American side.
The symptoms of our decline abroad appear everywhere. The more Joe Biden brags about the crippling oil sanctions on Russia, friends like India and allies like Japan ignore them. And why not, when Biden has no idea how long the war in Ukraine will last, or how much wherewithal the United States can, should, or will give Kyiv, or how its on-to-Red-Square blank check will finally end?
Big Biden talks about more solar and wind farms, and green new deals won’t fill the gas tanks in Munich or heat the homes of Kyoto, or lower the price of imported oil in the United Kingdom. Claiming the Afghanistan mess was a success fools no one.
Allies ask who are our leaders. An impaired Joe Biden who never is quite sure where he is, what he is doing, or whom he is with?
Kamala Harris, whose only interests appear to be demagoguing racial and social tensions with a shrinking vocabulary?
Senator John Fetterman (D-Penn.), who was elected on the argument it was unkind not to vote for a candidate who was physically and mentally impaired?
Energy Department kingpin Sam Brinton, the cross-dresser in lipstick, now charged with felonies for stealing women’s luggage at airport carousels?
Pete Buttigieg, our transportation secretary, who virtue signals melodramas of the past when he is clueless how to fix crises in the present?
Our Pentagon brass who fixate on saying the correct thing now to ensure the lucrative defense contractor billets later?
Allies fear that after abandoning billions of dollars in weaponry in Kabul to the terrorist Taliban, and pumping billions of dollars more of arms into the Ukrainian meat grinder, and failing to increase U.S. armaments production, Washington simply does not have the resources to match China in either a looming proxy or head-to-head war.
Browse through any media account of the U.S. military, and the storyline is one of racial, gender, gay, or transgendered wokeism, or a looming manpower shortage—not a new lethal weapon, a new division of veteran soldiers, or a new program to up the level of training, physical prowess, and mental attitude among the ranks.
The men and women, whom Russia and China most fear, feel that they are unwelcome in the U.S. military and so no longer join. Those whom our enemies hope do enlist, sign up to the delight of their quota-driven, identify politics recruitment officers—and our enemies as well.
NATO member Turkey is calling for an ecumenical Islamic effort combining Shiites and Sunnis, Persians and the Arabs, Middle Easterners and all Muslims—to unite against Israel. And why not when Biden had gratuitously insulted and yet begged Saudi Arabia and the Gulf exporting states, ignored the Abraham Accords, ostracized Israel, radically cut back on U.S. energy production capability, and groveled to Iran to reenter the Iran Nuclear Deal?
China now openly talks of war with the United States. Beijing claims the Taiwan Strait as its own de facto territorial waters. It partners with Russia to add to a growing alliance of Iran, and North Korea, and beckons Turkey, ostensibly a NATO ally.
After refusing to come clean about its birthing in Wuhan of the gain-in-function, engineered COVID-19 virus that killed 1 million Americans, China is unapologetically defiant about sending a spy balloon over key classified sites throughout the continental United States—part of the continual, humiliating follow-up to its inaugural smack down of Biden’s diplomats at the Anchorage mini-summit.
Oil producers, China, hostiles like Russia and Iran, and opportunists like Turkey and India all foresee the end of the dollar as the international currency. After the American humiliation in Afghanistan, the Islamic world, particularly on the West Bank and in Syria, all see the United States as increasingly weak.
The Biden Administration brags that it has saved NATO by pouring weapons into European Ukraine. But Europe is starving for fossil-fuel energy, about exhausted with emptying its arsenals in aid to Ukraine, and terrified that Biden is just enough a multilateralist to lead the alliance into a confrontation with Russia, but also so incompetent as to ensure either an economic depression or nuclear standoff.
Mexican President Andrés Manuel López Obrador basks in the publicity of helping an ailing Biden mount stairs, as he brags that 40 million Mexican nationals have entered the United States—the majority of them illegally. He prods Mexican expatriates to vote for Democrats to ensure the border is wide open and a perpetual vehicle for Mexican, not U.S. interests, in ensuring billions of dollars in remittances, defusing social tensions at home, and encouraging them abroad in the United States. Do we help defend the borders of Ukraine because we cannot defend our own? Are 100,000 dead Americans due to imported fentanyl mere collateral damage from open borders?
The more our chairman of the Joint Chiefs of Staff and secretary of defense tour the world, sound off on contemporary strategic issues, or weigh in on domestic politics, the more apprehensive our allies become, wondering how the once-vaunted U.S. Armed Forces have descended into some bizarre woke commissariat.
The international financial community is terrified of $33 trillion in aggregate U.S. debt, a record 130 percent of annual American GDP. It was aghast as the Biden Administration blundered ahead printing money to encourage labor non-participation during a supply chain crisis, inciting inflation, inviting high interest rates, and all but ensuring bank collapses.
The world abroad will tolerate no more lectures from American grandees about the evils of tribal hatred or the benefits of democracy—not when race relations in America are regressing to Balkan-like venom. Anti-democratic rogue regimes indict their former presidents; they put on trial their current political rivals; and they let criminals go free if they serve ideological ends. Now the United States does the same, driven by the Left’s paranoid and irrational hatred of Donald Trump, and its eagerness to destroy all customs and traditions to vent its antipathy to all things Trump.
Foreigners assume that downtown Baltimore, Detroit, Los Angeles, Memphis, San Francisco, or Washington are medieval—filthy, unsafe, vacant, and malodorous. Western civilization discovered 2,500 years ago how to remove excrement from its city cores; now it has either lost or forgotten that ability along with the knowledge that crime and disease thrive amid sewage and garbage.
The U.S. media was once the world’s gold standard. The New York Times claimed it was the paper of record. Network news was liberally slanted but often fair. Crusading independent journalists often kept government honest. But all that has now become a global laughingstock: ridiculously wrong about “Russian collusion,” predictably partisan about “Russian disinformation” and Hunter Biden’s laptop, egging on Alvin Bragg’s pathetic indictment of candidate and former president Trump, and giddy when an ex-president’s home is raided by FBI, or he is tried as a private citizen by a partisan Senate.
So as the military, political, financial, economic, and cultural status of the United States reaches a nadir, what is the reaction of a blinkered America?
What remedies are Americans preparing, as they totter on the abyss of disasters comparable to the U.S. Civil War, Great Depression, World War II, or 1960s-style cultural madness?
Marshall Plans to balance budgets? A 600-ship navy? Two more crack army divisions? A continental missile-defense system? A restoration of the cores of American cities? Plans to secure the border? To ratchet up oil and gas production? To drop the racial and sexual tribalism and restore a meritocracy? To reform higher education? To begin charging criminals with the felonies they have committed? A cleaning of the FBI, CIA, Justice Department, and IRS?
Hardly.
Instead Americans are wondering why a local prosecutor has charged with felonies the first president in history, and currently the leading 2024 presidential candidate, for having a purported liaison 16 years prior and concluding a non-disclosure agreement supposedly to hide it.
A man pretending to be a woman is cashing in on his media-created persona, winning million-dollar advertising contracts from woke corporations for hawking their beer and sports bras. Do these corporations believe that America’s women are so un-endowed that CEOs must hire a man without bosoms to become their national spokesperson for best accommodating cleavage he doesn’t have in a competition he doesn’t enter?
America’s downtowns are reaching a breaking point of vacancy, vagrancy, and violence that makes life there unsustainable, while the country argues over gender pronouns. As violent crime soars, especially hate crimes, interracial crimes, and inner-city crime, a mostly black woman’s championship basketball team stages a media psychodrama of pouting and hurt feelings—as it claims it was “disrespected” by left-wing First Lady Jill Biden and will not go to the White House but prefers instead to be hosted at one of the Obamas’ three mansion estates—a duo not heretofore known for welcoming in strangers, especially of the poorer sort.
What else rises to America’s fiddling attention as the world burns up abroad?
Students in American universities, whether at Stanford Law School or San Francisco State University, shout obscenities at federal judges or seek to beat up invited speakers. Their disruptions are encouraged by their own deans’ silence or active encouragement. The common denominator in both cases is that the disrupters and attackers freely admit they violate university rules and/or the law, and yet assume their ideology and their claims on victimhood exempt them from any consequences for their atrocious conduct. And they are proven right on both counts.
All know that a few expulsions of the elite and pampered lawbreakers would restore sanity to lectures; all know that administrators either side with the culprits or fear their own careers would suffer should they enforce the rules they are charged to uphold
As transgenderism sweeps the country and wins the attention of the White House, the media do their best to hide the facts that the transgendered mass murderer in Nashville wrote a blueprint of how and why she would soon be killing 9-year-olds, that another would-be transgendered mass killer was stopped just in time in Colorado, that another transgender would-be assassin traveled to the home of Supreme Court Justice Kavanagh to murder him.
To speak the truth that men not just in cross-dress perform sexualized dance skits for audiences that include children, but remain both exempt from legal ramifications and are in hot demand is nearly felonious. Best-selling novelist J. K. Rowling, tennis great Martina Navratilova, and All-American swimmer Riley Gaines—they all cannot go out in public alone without assuming they will be physically attacked by the “peaceful” transgendered community. Their sin? The mere suggestion that those born as biological men cannot declare themselves women and thus assume thereby they are.
So America suffers the sins of omission—squabbling over the nonessential—and commission—losing wars, going broke, ruining its economy, flirting with civil war. We know these are all self-inflicted wounds. But apparently, we believe their remedies are worse than the original maladies. And so we fixate only on the irrelevant that we think we can address while ignoring the existential we know we no longer can solve.
The world is terrified and stunned at the result—and increasingly looking elsewhere to non-American solutions.