DEFINIR LAS PRIORIDADES DE UNA NACIÓN


El candidato a presidente de EEUU define prioridades para el futuro y sabe cómo hacerlo.

Autor: Edward Ring (@edring)

Nota original (en inglés al pie): https://amgreatness.com/2023/03/28/trump-again-defines-national-priorities/


El ex presidente de EEUU nuevamente ha marcado el territorio sobre qué hay que pelear en la próxima elección. Al hacer esto, le brinda a la nación [EEUU] un gran servicio.


Nota de Restaurar: Entender los mecanismos para establecer un plan de acción y qué ingredientes debe tener el mismo puede ser útil para que nosotros hagamos lo propio.


Observadores políticos y activistas partidarios debaten si Donald Trump o algún otro candidato republicano tienen chances de vencer a su rival demócrata en la elección presidencial de 2023. Pero a principio de este mes, Trump demostró que, así como ya lo hizo en 2016, levanta los puntos de campaña que son temas centrales a discutir para el futuro de los EEUU, puntos sobre los cuales ningún otro candidato habla. La última salva de lo que han sido casi ocho años ininterrumpidos de una persecución orquestada contra Trump son una enorme distracción pero no cambian esta realidad.

El candidato Trump en el 2016 marcó temas que Michael Anton hábilmente resumión en The Flight 93 Election["El vuelo 93 hacia la elección"] como "fronteras abiertas, sueldos bajos, outsourcing, desindustrialización, comercio internacional desventajoso, y una infinita, sin sentido e inganable guerra". Al ocuparse de esos temas abandonados por el resto de los políticos, Trump, en su campaña, derrotó los pronósticos y ganó la elección. Esos temas por él elegidos en su momento son hoy centrales en la discusión pública y polarizan a los EEUU. Puede ser que estén sin resolver, pero hoy son centrales en lugar de periféricos.

Esta vez, la campaña 2024 de Trump en su website incluye  en su agenda una lista de temas que lo han definido a él desde su debut político. Incluye desregulación, zonas de oportunidad, comercio justo, devolver la industria al territorio norteamericano, dominio en energía, fronteras seguras, reclamar soberanía nacional, guerra a los carteles de droga, ley y orden, disponibilidad militar, derechos de los padres, fin de la censura, integridad del proceso electoral y más. Alguien que cuestiones la coherencia de la agenda política de Trump es invitado a leer la lista, la cual es muy específica y extensa. Pero en el video emitido en su sitio de campaña el 4 de marzo, Trump mira hacia el futuro.


El futuro según Trump

En la llamada Agenda 47 - presumiblemente basada en su aspiración de ser el presidente 47º de los EEUU - Trump desafía a los norteamericanos a, una vez más, "perseguir los grandes sueños y atreverse a nuevos proyectos". Remarca anteriores logros nacionales, como los asentamietos de fronteras, el sistema interestatal de carreteras, y el despliegue de satélites de comunicación. En lo que él caracteriza el nuevo "salto cuántico" al progreso, Trump convoca a un concurso nacional de desarrolladores urbanos para presentar diseños de nuevas "Ciudades de la Libertad", con 10 diseños que, de ser electos ganadores, serán alocados en tierras federales para su construcción.

Trump luego enumera una serie de objetivos relacionados, que incluyen convocar a la industria de EEUU a ganar la carrera de la comercialización de la movilidad aérea autónoma, revitalizar las regiones económicamente deprimidas al invertir en la producción de manufacturas que necesitaremos si la economía de los EEUU se va a desconectar de China, e iniciativas para bajar los precios de los autos y bajar los costos de el hogar unifamiliar. Trump también quiere que haya "bonos para bebés" para fomentar a que haya un nuevo boom de nacimientos en los EEUU. Finalmente, Trump dice que desafía a los gobernadores a que las ciudades y aldeas sean más vivibles y que se levanten monumentos a los héroes de los EEUU.

Al final de este video de cuatro minutos, Trump promete "incrementar dramáticamente los estándares de vida de la población y construir un futuro que una al país a través de la emoción, la oportunidad y el éxito".

Trump pone el dedo en la llaga. Cada uno de sus objetivos es un generador de productividad e innovación, comenzando con las nuevas ciudades. ¿Por qué el gobierno federal no permitiría la privatización de un mero 0,5% de las tierras públicas federales de los EEUU? Eso sería, a grandes rasgos, 13.000 kilómetros cuadrados; en caso de ser distribuídos en superficies  cuadradas de igual extensión, daría lugar a 10 nuevas ciudades, cada una de ellas de 114 kilómetros de lado.

Lo que intriga y seduce de esta propuesta es que, en su núcleo, es una noción libertaria - devolver tierras públicas al sector privado. Si miramos más profundamente, invita a los norteamericanos a crear 10 escenarios futuristas para el desarrollo urbano en lo que es un lienzo en blanco. La mezcla de fondeo público y privado sería definido por cada uno de los estados que se involucren. Como esas ciudades planifiquen como manejar su transporte, energía, alimento, agua y sistema cloacal diferirá de unos a otros; y cuán exitosos sean cada uno de ellos podrá ser modelos para la revitalización de todo el país [EEUU].

Los estados rojos [republicanos] pueden buscar un equilibrio entre innovación como códigos de construcción convencionales y a su vez costo-efectivas, y permitir infraestructura, mientras que en los estados azules [demócratas] uno puede esperar que las nuevas ciudades aspiren a ser modelos de sustentabilidad, uno espera, con aplicaciones prácticas. Gran parte de las innovaciones están hoy disponibles, incluyendo usar madera laminada en la construcción de edificios de alto y de media altura; formas innovadoras para reutilizar y recolectar nutrientes del agua cloacal; agricultura dentro de estructuras edilicias, y una expansión radical de conductos de transporte, tanto bajo suelo como por el aire.


Puede que sean "Los Supersónicos"


Aún algunos detractores de Trump en los medios reconocen que un sistema descentralizado de movilidad aérea está a la vuelta de la esquina. Dentro de una década o menos, empezaremos a ver pequeños drones con pasajeros llevando gente de un punto a otro dentro de las ciudades o entre ellas. La sorprendente simplicidad de la tecnología, utilizando lo que se aprende de los drones y de los automóviles a control remoto, permitirá, eventualmente, bajar los precios de tal forma que el consumidor promedio pueda acceder a él.

Y Trump tiene toda la razón cuando urge a los norteamericanos de ser pioneros en esta tecnología, que será un valioso puntapié, permitirá descongestionar el suelo y abrir lo que de otra manera es patrimonio inmobiliario inaccesible.

Varios años atrás, al discutir una compañía tuneladora, Elon Musk dijo: "la industria de la construcción es uno de los únicos sectores de nuestra economía que no ha mejorado su productividad en los últimos 50 años". Si bien Musk pudo haber exagerado, los nuevos desarrollos en materiales por la ciencia, la robótica, la electrónica, las comunicaciones y los sistemas de integración prometen revolucionar la industria de la construcción. Y, de nuevo, para parafrasear a Trump, la revolución va a suceder en los EEUU, o va a suceder en otro lado.

El hecho de que estemos desarrollando capacidad para usar nuevos materiales y tecnologías para construir y facturar a muy bajos costos brinda credibilidad al desafío de Trump de reducir los costos de automóviles, de hogares unifamiliares y el costo de vida en general. El compromiso de Trump a la desregulación - claramente demostrado en su primer término - tal vez, aunada a nueva legislación apoyada por ambos partidos, pueda ser la llave de una nueva era de competencia entre los grandes fabricantes y desarrolladores para adoptar nuevas tecnologías que creen versiones SXXI del concepto del Ford T (Model T): automóviles y hogares a los cuales las familias con un solo ingreso puedan acceder. Ése es un objetivo digno de una gran nación.


De la caída de la tasa de natalidad a una explosión de nacimientos

Que nos lleva a uno de los puntos más urgentes de EEUU del cual nadie habla: la caída de la tasa de natalidad. Hace tiempo que eso debió hacerse. En 1966, al observar cómo los niños nacidos en las post-guerra hasta 1965 (baby boomers) no tenían hijos en la cantidad suficiente para reemplazarlos, el demógrafo Ben Wattenberg escribió "El Nacimiento de la Muerte: ¿Qué sucede cuando la gente en los Países Libres no tiene suficientes niños?". Su libro fue profético. Resulta que en todo el mundo desarrollado, incluido los EEUU, experimenta una caída profunda de su población. En los EEUU, la severidad del problema está temporariamente disimulada por el hecho que los baby boomers (los norteamericanos nacidos entre 1946 y 1964, años en los que las tasas de nacimientos fueron inusualmente altas) sólo ahora comienzan a alcanzar el final de su esperanza de vida, y porque desde 1988 los EEUU han admitido decenas de millones de inmigrantes.

Una caída abrupta de la población de los EEUU no es broma. Nuestra actual tasa de reemplazo es de 1,6 nacimientos por mujer significa que por cada 1 millón de norteamericanos hoy, habrá sólo 440.000 nietos. Pongámoslo de otra manera: si el lapso entre generaciones promedia los 25 años, basados en las actuales tasas de natalidad, dos tercios de la población total de los EEUU será borrada de la faz de la tierra en el próximo siglo. Hay solo dos maneras de parar esto: reemplazo masivo de población a través de la inmigración o aumentar las tasas de natalidad de los nativos.

Para Trump lanzar un diálogo nacional serio sobre qué será necesarios para incrementar los nacimientos en los EEUU tal vez lo más futurista de todos los temas y el que más consecuencias tendrá, de todos los puntos nuevos que trae a colación. Trump propone "bonos por bebé" en la forma de incentivos financieros para que las parejas tenga más niños.

Pero las otras prioridades de Trump también deberían hacer que los jóvenes norteamericanos tengan más niños: crear lugar para que nuevas ciudades crezcan, crear más oportunidades de trabajo al traer al país empleo en la industria, estimular nuevas tecnologías y aumentar la productividad con la movilidad aérea y hacer que los hogares y los automóviles sean accesibles.


Lograr que los norteamericanos estén juntos

La prioridad final de Trump, en concordancia con los puntos explorados anteriormente, agrega un incentivo intagible para que la gente forme familias. Como él lo pone, "uniremos a nuestros país mediante la emoción, la oportunidad y el éxito".

Genera excitación compartida volver hermosos los espacios urbanos de los EEUU, al hacer que las ciudades y los pueblos sean habitables y en construir monumentos a los héroes del país. Hace que la gente se sienta parte de algo grande y valioso. Es una fuerza unificadora con un atractivo poder que falta en su totalidad en la obsesión de la izquierda de hacer de la "inclusión" un mandato.

Vivek Ramaswamy, quien anunción su intención de competir con Trump en la nominación presidencial por parte del Partido Republicano, es muy sólido en varios puntos. En forma repetida sostuvo que uno de los mayores desafíos de los norteamericanos hoy es definir "¿qué significa ser norteamericano?". Trumpo, con los nuevos objetivos que le lleva a la población, contesta esa pregunta. Para ser optimista, exitoso, y excitado por lo que él promete es un futuro deslumbrante.

Trump no sólo eleva temas cruciales que enfrentan hoy los norteamericanos que ningún otro político tiene la visión o el coraje de elevar. También hay un lado de Trump que nadie reconoce excepto sus propios seguidores. Trump a veces perdió el tiempo en contraataques virulentos en la perpetua campaña de demoler su figura pública. Aún así, él, callado y sin desmayo, trabajó en buscar soluciones durante su entera presidencia, desde buscar fondos para los colegios en los barrios con mayoría de población negra, hasta eliminar excesivas regulaciones federales o promover la libertad de elegir el servicio médico e implementar reformas en el sistema de justicia. Es una larga lista. Ahora Trump ha identificado nuevos desafíos y propone grandes soluciones.

Es saludable y necesario debatir quién tiene el mejor perfil para ser candidato en 2024 o cuál tiene más chances de ganar. Pero Donald Trump nuevamente ha marcado territorio sobre qué va a discutir y con eso, una vez más, nos ha hecho a todos nosotros un enorme servicio.


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Trump Again Defines National Priorities

Political observers and partisan activists debate whether Donald Trump or some other Republican candidate has the best chance of beating a Democratic rival in the 2024 presidential election. But earlier this month, Trump demonstrated that just as he did in 2016, he is raising campaign issues central to America’s future, issues that no other candidate is talking about. The latest flare-ups of what have been nearly eight years of relentless, orchestrated prosecution of Trump are a massive distraction but don’t change this reality.

Candidate Trump in 2016 raised issues Michael Anton adroitly summarized in “The Flight 93 Election” as “open borders, lower wages, outsourcing, de-industrialization, trade giveaways, and endless, pointless, winless war.” Making these neglected issues the themes of his campaign, Trump beat the odds and won the election. These are now among the most public and polarizing issues in America. They may be unresolved, but they are now central instead of peripheral.

This time, Trump’s 2024 campaign website includes under his agenda a list of the issues that have defined him since his political debut. They include deregulation, opportunity zones, fair trade, reshoring of industry, energy dominance, secure borders, reclaiming national sovereignty, war on drug cartels, law and order, military readiness, parents’ rights, ending censorship, election integrity, and more. Anyone questioning the coherence of Trump’s policy agenda is invited to read this list, which is long on specifics. But in a video released on his campaign website on March 4, Trump looked into the future.

The Future According to Trump

Calling it Agenda 47—presumably based on his aspiration to become America’s 47th president—Trump challenges Americans to once again “pursue big dreams and daring projects.” He points to previous national accomplishments, such as the settlement of the frontier, the interstate highway system, and the deployment of communications satellites. In what he characterized as America’s next “quantum leap” in progress, Trump calls for a national contest for urban developers to submit designs for new “Freedom Cities,” with 10 winning designs to be allocated federal land for their construction.

Trump then enumerates several related goals, including calling for American industry to win the race to commercialize airborne mobility, revitalization of economically depressed regions by investing in the manufacturing assets we’re going to need as we disconnect from China, and initiatives to lower the cost of a car and lower the cost of a single-family home. Trump also wants “baby bonuses” to encourage a new baby boom in America. Finally, Trump says he would challenge the state governors to make cities and towns more livable and build monuments to American heroes.

At the conclusion of Trump’s four-minute video, he vows to “dramatically increase living standards and build a future that brings our country together through excitement, opportunity, and success.”

Trump is on to something. Every one of his goals is a driver of productivity and innovation, starting with new cities. Why shouldn’t the federal government allow for the privatization of a mere 0.5 percent of federal land in the United States? That would be roughly 5,000 square miles which, if split evenly and allocated as squares, would be 10 new cities, each 22 miles on a side.

What’s intriguing about this proposal is that at its core it is a libertarian notion—turning public land back over to the private sector. Digging deeper, it invites Americans to create 10 futuristic scenarios for urban development on a blank slate. The mix of public and private funding could be left up to the individual participating states. How these cities planned to manage their transportation, energy, food, water, and waste management challenges could differ greatly, and how successful each of them would be could then become an instructive model for urban revitalization all over America.

Red states might strike a balance between innovation and sticking with more cost-effective conventional building codes and enabling infrastructure, whereas in blue states, one might expect new cities that aspire to become models of sustainability, hopefully in sufficiently practical applications. Plenty of innovations are at our disposal today, including using laminated timber for construction of high-rise and mid-rise structures, innovative ways to reuse water and harvest nutrients from wastewater, indoor agriculture, and radical expansion of transportation conduits, both underground and in the air.

It Might Be “The Jetsons”

Even some of Trump’s media detractors acknowledged that decentralized air mobility is just around the corner. Within a decade or less, we will begin seeing small passenger drones ferrying people from point to point within and between cities. The surprising simplicity of the technology, leveraging what we’re learning from unmanned drones and self-driving cars, may eventually bring the prices down within reach of the average consumer.

And Trump is absolutely right when he urges Americans to pioneer this technology, which will yield valuable technological spin-offs, relieve traffic congestion on the ground, and open up otherwise inaccessible real estate.

Several years ago, discussing his groundbreaking (pun intended) tunneling company, Elon Musk said, “the construction industry is one of the only sectors in our economy that has not improved its productivity in the last 50 years.” While Musk might have overstated his case, new developments in materials science, robotics, electronics, communications, and systems integration promise to revolutionize the construction industry. And again, to paraphrase Trump, that revolution is going to happen in America, or it is going to happen somewhere else.

The fact that we are developing the capacity to use new materials and technologies to build and manufacture at far lower costs brings credibility to Trump’s challenge to reduce the cost of cars, single-family homes, and the cost of living generally. Trump’s commitment to deregulation—clearly demonstrated in his first term—perhaps along with new and bipartisan antitrust legislation, could be the key to a new era of competition as major manufacturers and developers adopt new technologies to create 21st-century versions of the Model T concept: cars and homes that families with a single wage earner can nonetheless afford. This is a goal worthy of a great nation.

From Baby Bust to Baby Boom

Which brings us to one of the most urgent issues in America that nobody’s talking about: the Baby Bust. It’s been a long time coming. In 1988, observing that baby boomers were not having children at replacement levels, demographer Ben Wattenberg wrote The Birth Dearth: What Happens When People in Free Countries Don’t Have Enough Babies?. His book was prophetic. It turns out the entire developed world, including the United States, is experiencing a population crash. In the United States, the severity of the problem is temporarily obscured by the fact that baby boomers (Americans born between 1946 and 1964, years when birth rates were unusually high) are only beginning to reach the end of their natural life spans, and because since 1988 the United States has admitted tens of millions of immigrants.

A population crash in the United States is no joke. Our current replacement rate of 1.6 births per woman means that for every 1 million Americans today, there will only be 440,000 great-grandchildren. Put another way, if the time span of one generation averages 25 years, based on current birth rates, two-thirds of America’s total population will be wiped out within the next century. There are only two ways to stop this: mass replacement of the population through immigration or increased native birth rates.

For Trump to launch a serious national dialogue about what it is going to take to increase birth rates in America is perhaps the most futurist oriented, and the most consequential, of all the new issues he’s raising. Trump is proposing “baby bonuses” in the form of financial incentives for couples to have more children.

But Trump’s other new priorities also should make it easier for young Americans to choose to have more children: creating room for growth in new cities, creating new job opportunities by reshoring manufacturing jobs, stimulating new technologies and boosting productivity with air mobility, and by making homes and cars affordable.

Bringing Americans Together

Trump’s final priority, echoing themes he’s explored before, adds an intangible incentive for people to form families. As he put it, we will “bring our country together through excitement, opportunity, and success.”

There is a shared excitement created by beautifying America’s urban spaces, by making cities and towns more livable, and by building monuments to American heroes. It makes people feel like they’re part of something big and worthwhile. It is a unifying force with a natural attractive power completely missing from the leftist obsession to make “inclusion” a mandate.

Vivek Ramaswamy, who has announced his intention to compete with Trump for the GOP presidential nomination, seems pretty solid on many issues. He has repeatedly stated that one of the biggest challenges facing Americans today is to define “what does it mean to be an American?” Trump, with the new issues he’s bringing before the American people, is answering that question. To be optimistic, successful, and excited by what promises to be a dazzling future.

Trump is not only raising the core issues facing Americans today that no other politician has the vision or courage to raise. This is also the side of Trump that nobody acknowledges outside of his own supporters. Trump has indulged in sometimes overwrought counterattacks in the ongoing and perpetual campaign of character assassination against him. But nonetheless, he quietly and tirelessly worked for solutions during his entire presidency, from funding black colleges and eliminating excessive federal regulations to encouraging medical freedom and implementing criminal justice reform. It’s a long list. Now Trump is identifying new challenges and proposing big solutions.

It is healthy and necessary to debate who may be the best standard bearer for the GOP in November 2024 and who may be the candidate most likely to win. But Donald Trump has again defined the territory over which that contest will be fought, and for that, once again, he has done us all a tremendous service.


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