UN LARGO CAMINO POR DELANTE - UN MANUAL DE USO PARA CONSERVADORES

Arte: Tatsuya Ishida (@TatsuyaIshida9). Conferencia de prensa en la Casa Blanca.

Los conservadores perdieron la guerra cultural. A nivel nacional [EEUU] los conservadores deben dejar de lado las batallas culturales en favor de concentrarse en la supervivencia de la nación.


Autor: Josiah Lippincott para American Greatness (@theamgreatness)

Nota original: https://amgreatness.com/2023/04/27/conservatives-lost-the-culture-war-and-the-trump-agenda-is-the-only-path-forward/

En inglés al pie.



Nota del Editor: Si bien es un artículo que se focaliza en los problemas de EEUU por la naturaleza misma de la globalización, muchos de sus puntos son de aplicación en nuestro país. Por eso creemos que es relevante su lectura y pensar soluciones para nuestra Patria.

Inmigración, comercio exterior, guerra y crimen. Tener razón en esos cuatro puntos es lo que llevó a Donald Trump a la presidencia [de EEUU] en el 2016. Los siguientes siete años no han cambiado nada. El único candidato de la derecha que puede llegar a ganar la presidencia [de EEUU] en el 2024 lo podrá hacer sólo si hace campaña sobre limitar la inmigración (construyamos el muro), incrementar las tarifas de importación, irse de Ucrania, y restablecer la ley y el orden (en particular en lo que respecta a elecciones y la crisis de opioides).

Estos son los puntos centrales que toda coalición de centro derecha necesita para ganar las elecciones nacionales. Ningún supuesto político conservador con aspiraciones a la máxima magistratura debería hacer comentario alguno sin mencionar al menos uno de estos cuatro puntos. ¿Si un periodista pregunta sobre Seguridad Social? Conteste sobre por qué necesitamos parar de darle dinero a Volodymyr Zelensky. ¿Un oponentes demócrata trae el tema del calentamiento global? Hablemos de la necesidad de construir el muro y hacer que México lo pague.

Los temas que hacen a la supervivencia de la nación son de primordial importancia. Cuál es el punto de pelear la guerra cultural si no tenemos un país en el cual dicha guerra tenga lugar. Los conservadores no tienen ningún camino viable al poder de ninguna otra manera.

La estrategia de Paul Ryan de pedir menores impuestos y desregulaciones es el error de ayer. A los votantes no les queda suficiente carne en el asado para que les importe. Pedir por prerrogativas, por ejemplo cortes a la seguridad social o al servicio de salud [Medicare] es suicidio político. Como han demostrado las elecciones de mitad de término en el 2022, hacer campaña sobre temas sociales como el aborto es ir a perder.

Odio ser el portador de malas noticias pero la guerra cultural terminó y los conservadores perdimos...al menos por ahora. Tratar de volver sobre estas viejas batallas en el momento actual, cuando la Cristiandad institucional no tiene más fuerza política o prestigio cultural, es una perdida de tiempo - al menos a nivel nacional.

El Covid-19 mostró la debilidad de la Cristiandad en Norteamérica con dolorosa claridad. Las iglesias protestantes y católicas por igual se declararon a sí mismos no esenciales en forma abrumadoramente mayoritaria durante la primavera [boreal] del 2020. Esto fue, tristemente, el reconocimiento de una realidad de vieja data.

Virtualmente hoy a nadie le importa si el Papa o algún pastor de una megaiglesia protestante, sea el caso, tenga que decir sobre la vida política o cultural. Sus avales no mueven la aguja y su influencia es prácticamente nula, aún en su propia grey, cunado se trata de preservar los viejos standards de la moralidad y decencia cristiana.

Desde 1933, la derecha norteamericana ha sufrido pérdida tras pérdida en la guerra cultural, desde las leyes por blasfemia hasta la pornografía, desde el rezo en las escuelas hasta el aborto, desde el matrimonio homosexual hasta hombres biológicos usando baños de mujeres, los conservadores y cristianos han sufrido una serie de derrotas sin solución de continuidad.

Arte: Tatsuya Ishida
Tiroteo en la Iglesia I


Los curas y pastores de Norteamérica no pudieron parar esta decadencia. Y, por la mayor, parte, realmente no trataron de hacerlo o pareciera no quererlo. Aparte de algunas sutilezas metafísicas y objeciones nimias teológicas, no puedo detectar alguna diferencia real en los innumerables sermones y homilías que he escuchado a lo largo de mi vida. El pastor moderno quiere poco más que emitir trivialidades y colectar limosna.

Arte: Tatsuya Ishida
Tiroteo en la Iglesia II

Las vagas admoniciones como "tengan fe" y "sigan a Cristo" que salpimientan las exhortaciones dominicales desde los púlpitos de EEUU generalmente carecen de una base práctica. Los pastores norteamericanos, salvo algunas excepciones, se escabullen de pelear por la fe que supuestamente aman. Les falta la firmeza y lealtad de nuestros mayores. Comparen a San Agustín con el Papa Francisco o a Martín Luther con David French. Nuestros ancestros cristianos tenían acero en sus almas. El pastor moderno es por lo general, blando.

Arte: Tatsuya Ishida
Tiroteo en la Iglesia III

Vivimos en un país donde el presidente dice que es ser antisemita prohibir la cirugía trans para menores. Y aún así usted debe esforzarse para tratar de escuchar algún sacerdote o pastor elevar alguna palabra en respuesta. Millones de norteamericanos sufren, están desesperadamente confundidos sobre su verdadera identidad e impulsos sexuales, y los líderes de las iglesias casi nada tienen que decir. Trabajadores esenciales, verdaderamente.

Arte: Tatsuya Ishida
Tiroteo en la Iglesia IV

Los EEUU están llenos de grupos de hombres, de estudios bíblicos, de entrenamiento en la disciplina, de seminarios femeninos, y de conferencias religiosas. Sin embargo la tasa del divorcio está por los techos, los abortos son cosa común y la homosexualidad es glorificada en los verdaderos centros del poder financiero y político norteamericano. Cualquiera sea la utilidad que esta frenética actividad religiosa tenga en la fe privada de los ciudadanos comunes norteamericanos, queda abundantemente claro que no produce ningún beneficio real en la salud moral y espiritual de la nación como un todo.

Uno se pregunta cuál es el propósito, a este punto, de la diferenciación entre la denominación de los diferentes servicios. El Papa Francisco, al igual que John MacArthur, acuerda con la visión izquierdista del racismo. Y Tim Keller, al igual que el Papa Francisco, elogia la inmigración amsiva. En los más prominentes temas progres de nuestro día hay un total acuerdo entre los líderes de las supuestamente diferentes denominaciones cristianas.

Los EEUU tienen un consenso mayoritario moral, claro que sí. Sólo que éste es progre. La izquierda controla todos y cada uno de los centros institucionales de poder de los EEUU. Wall Street, los medios de comunicación, las universidades, Hollywood, los militares - diga usted - en todos lados el consenso progre reina supremo. No hay una sola compañía listada en Fortune 500 en los EEUU, ni una, que denuncie la cirugía transgénero en menores.

Todas esas instituciones dan forma a la conciencia pública en una forma que los conservadores simplemente no pueden hacerlo. El consenso fabricado por todas estas instituciones es real y nos rodea. Una gran porción de los norteamericanos simplemente aceptan todo lo que sus televisores y celulares les dicen que deben creer no importa cuán pervertido, erróneo o dañino sea. Incluso algunos de aquellos quienes no están de acuerdo con eso, al menos se inclinan ante el consenso moral. Piense en todo esos millones de personas que se vacunaron, no porque querían hacerlos sino porque "su trabajo se lo exigía" o porque "no puedo viajar sin la vacuna".

La idea de que grandes números de norteamericanos van a "despertarse" y "empujar y hacerlos retroceder" simplemente no va a pasar. No es como funciona la opinión popular. La idea que los norteamericanos van a ver el transgenerismo como un puente demasiado lejos, creo, es una sobrevaloración. Recuerdo los "debates", o lo que estos fueran, sobre el matrimonio homosexual. Recuerdo cuando aprobaron Prop 8 en California en el 2008. También recuerdo cómo cada uno de los contratiempos que sufrió la izquierda no tuvieron ningún efecto significativo al final. Para el año 2015, el matrimonio homosexual era la ley del país. Hoy por hoy es una ortodoxia progre intocable que es apoyada por la mayoría de los norteamericanos, incluidos una gran cantidad de "conservadores".

Emitir ensayos sobre teología de más de 10.000 palabras y la nueva ley natural no va a resolvel los problemas sobre temas sociales tampoco. Millones de norteamericanos no empezaron a meterse consoladores en sus orificios, ni engullen hormonas para cambiar su sexo, ni consumen miles de millones de horas de pornografía por año porque hayan leído un artículo o escuchado una argumentación. Estas perversiones sexuales y sociales surgen surgen de una fuente mucho más profunda, una que no se resuelve con discusiones y riñas en los think tanks de Washington DC con el fin de cambiar políticas y leyes.

La crisis espiritual que aflige a Occidente va más profundamente que la mayoría de los conservadores sociales desea admitir. Ellos no comprenden cuán mal están las cosas; razón por la cual están parados, desconcertados, con las bocas abiertas, mientras intentan comprender cómo "recórcholis" pasa esto o por qué oficiales de las Fuerzas Armadas de los EEUU se visten con ropas de cuero, se disfrazan de mascotas con trajes fetiche mientras se sodomizan los unos a los otros en uniforme y luego postean las fotos en los medios sociales.



En vista de nuestra presente crisis moral y espiritual, creo totalmente que la controversia creada por Bud Light/Dylan Mulvaney es meramente un parpadeo en el radar y que pasará rápido. En los '90s Ikea hizo el primer comercial global que mostraba una pareja homosexual. En el 2022 el valor de bolsa de Ikea fue de U$D 17 mil millones. Go woke, go broke? [¿Se vuelve progre, entonces quiebra?]

Seguro.

Los Matt Wash de este mundo no quieren escuchar lo que voy a decir, pero tratar de discutir a la izquierda con argumentos socráticos disecados (¿Qué es una mujer?) es una batalla perdida. Tratar de ganarle a la izquierda con hechos y lógica es una pérdida de tiempo. El poder político no surge de ganar puntos en un debate en el "libre mercado de las ideas". Proviene de la disposición de imponer las creencias de uno sobre el resto y de poseer los medios para lograrlo.

Toda moralidad requiere imposición.

La izquierda implícitamente comprende este punto. Están más que felices en aplastar a sus oponentes. Sólo pregúntenle a Donald Trump, John Eastman, Douglas Mackey o a cualquiera de los acusados por los hechos del 6 de enero (2020). Quítenle el barniz de civilización y la política no es más que la distinción entre amigos y enemigos. Es por eso que la Casa Blanco fue anfitrión del Día de la Visibilidad Trans justo dos días luego de el asesinato de seis cristianos en Tennessee por parte de un terrorista transgénero.

En algún punto, todo régimen político debe pararse de manos y poner un límite. Algunas personas piensas que el canibalismo está mal; otros piensan que está bien. Si los primeros prevalecen políticamente deben estar dispuestos a usar la fuerza en contra de los segundos. Al final, eso es lo que la moralidad requiere. Eso es lo que es la moralidad.

Los conservadores y los cristianos hoy simplemente carecen de la fuerza de voluntad para imponer a la izquierda su moralidad social. Esa es la razón por la que se pierden las batallas culturas y por la cual la izquierda gana. Los conservadores ni siquiera se atreven a hacer burla de sus enemigos. Si usted quiere incomodar a "respetables " conservadores sociales y cristianos, llame "puta" a una prostituta en su presencia. Búrlese de OnlyFans diciendo que es una cueva de "putarracas". Exprese en público repulsión por la sodomía. Verá como los "conservadores" y "cristianos" tiemblan con dolor psíquico.

Esa firme condena moral, me han dicho frecuentemente, es "poco cristiana" y sentenciosa y prejuiciosa. "Nosotros" necesitamos "cuidar el tono [con el que decimos las cosas]" mientras "nosotros" buscamos "atraer a otros hacia nuestra fe". Mientras su rebaño es atacado por los lobos, los pastores condenan a aquellos que se atreven a defenderse y atacar a los atacantes. Hay muchos de estos casos.

La debilidad de la derecha cristiana de Norteamérica tiene raíces profundas y está en serios problemas. Desearía que no fuera de esta manera. Desearía que mis amigos cristianos tuvieran más espíritu. Desearía que nuestros líderes lideraran. Pero ésa no es nuestra realidad, por mucho que deseáramos que lo fuera.

En este preciso momento, los conservadores en las áreas profundamente rojas [republicanas] pueden pelear batallas culturales a nivel local y estadual [provincial]. Aún en estados púrpura [50% republicanos, 50% demócratas] todavía hay margen de maniobra en contra de la hegemonía cultural. En todo el resto del país, en particular a nivel nacional, los conservadores deben dejar de lado las batallas culturales para favorecer los temas que tienen que ver con la supervivencia de la Nación.

Trump nos demostró que aún en nuestra cultura moral degradada, un gran porcentaje de norteamericanos quieren que la nación sobreviva. No se odian a sí mismos a pesar de toda la propaganda a la que son sometidos.  El viejo consenso pre Segunda Guerra Mundial en favor del proteccionismo, la no intervención y restriccionan a la inmigración es enormemente popular.

Si ganamos en esos frentes y aseguramos un futuro para nuestro país, entonces, y sólo entonces, tendremos alguna chance para pelear una vez más por la familia, nuestra fe y el retorno de la decencia.

Ese día, sin embargo, está todavía muy lejos. Tenemos trabajo que hacer.


* * *



Conservatives Lost the Culture War and the Trump Agenda Is the Only Path Forward 

Immigration, trade, war, and crime. Being right on these four issues propelled Donald Trump to the presidency in 2016 against all odds. The intervening seven years have changed nothing. The only way a candidate from the Right can possibly win the presidency in 2024 is by campaigning on limiting immigration (build the wall), increasing tariffs, getting out of Ukraine, and restoring law and order (especially in regards to elections and the opioid crisis).

These are the core issues for the center-Right coalition needed to win national elections. No supposedly conservative politician with aspiration for higher office should ever make any public statement without hammering at least one of these points. Journalist asks about Social Security? Talk about why we need to stop giving money to Volodymyr Zelenskyy. Democratic opponent brings up climate change? Talk about why we need to build the wall and make Mexico pay for it.

The issues of national survival are of primary importance. There is no point in fighting a culture war if we don’t have a country in which this war can take place. Conservatives do not have a viable path to political power any other way. 

The Paul Ryan strategy of calling for lower taxes and deregulation is yesterday’s failure. Voters don’t have enough skin in that game to care. Calling for entitlement reform, i.e, cuts to social security and medicare, is political suicide. And as the 2022 midterms showed, campaigning on social issues like abortion is also a losing gambit. 

I hate to be the bearer of bad news but the culture war is over and conservatives lost . . . at least for now. Trying to rehash these old battles in the present political moment, when institutional Christianity no longer has any meaningful political or cultural clout, is a waste of time—at least at the national level.

COVID-19 made the weakness of American Christianity painfully clear. Protestant and Catholic churches alike overwhelmingly declared themselves nonessential during the spring of 2020. That was, sadly, merely an acknowledgement of a longstanding reality.

Virtually no one today cares what the pope or any megachurch pastor, for that matter, has to say about political and cultural life. Their endorsements do not move the needle and their influence has had little to no bearing, even on their own flocks, when it comes to preserving the older standards of Christian morality and decency.  

Since 1933, the American Right has posted loss after loss in the culture war. From blasphemy laws to pornography, school prayer to abortion, gay marriage to biological men using women’s bathrooms, conservatives and Christians have suffered a nearly unmitigated series of losses. 

America’s pastors and priests couldn’t stop this decline. And, for the most part, they didn’t really try or seem to want to. Aside from a few metaphysical niceties and theological quibbles, I can detect no real difference in the innumerable sermons and homilies I’ve heard in my lifetime. The modern pastor wants little more than to issue platitudes and collect the tithe.

The vague admonitions to “have faith” and “follow Christ” that pepper the Sunday morning pastoral exhortations from America’s pulpits generally lack any practical core. America’s pastors, with few exceptions, shy away from fighting for the faith they supposedly love. They lack the sternness and fidelity of their forebears. Compare a St. Augustine to a Pope Francis or a Martin Luther to a David French. Our Christian forebears had iron in their souls. The modern pastor is generally soft.

We live in a country where the president says it is antisemitic to ban trans surgery for minors. And yet you will strain yourself trying to hear any priest or pastor say a word in response. Millions of Americans are hurting, desperately confused about their very identity and sexual impulses, and the leaders of the churches have almost nothing to say. Nonessential workers indeed.

America is awash in men’s groups, Bible studies,discipleship training, women’s seminars, and worship conferences. Yet divorce is through the roof, abortion is common, and homosexuality lauded from the very centers of American financial and political power. Whatever utility all this frenetic religious activity has had for the private faith lives of ordinary Americans, it is abundantly clear it has not had any real benefit for the moral and spiritual health of the nation as a whole. 

One wonders what purpose, at this point, the differentiation between denominations even serves. Pope Francis, just like John MacArthur, agrees with the leftist view of racism. And Tim Keller, just like Pope Francis, lauds mass immigration. On the most prominent liberal issues of our day there is total agreement among the leaders of the West’s supposedly different Christian denominations. 

America has a moral majority, all right. It’s just liberal. The Left controls every institutional power center in America. Wall Street, the media, the universities, Hollywood, the military—you name it—everywhere the liberal consensus reigns supreme. There is not a single Fortune 500 company in America, not one, that would denounce transgender surgery for minors. 

Those institutions shape the public consciousness in a way social conservatives simply cannot. Manufactured consent is real and all around us. A large portion of Americans simply accept whatever their televisions and cellphones tell them to believe no matter how perverted, wrong, or harmful. Even many of those who do not agree with it, at least bow to the moral consensus. Think of all those many millions who got vaccinated, not because they wanted to, but because their “job required it” or because they couldn’t “travel without it.”

The idea that large numbers of Americans are going to “wake up” and “push back” is simply a cope. That’s not how popular opinion works. The idea that Americans are going to see transgenderism as a bridge too far is, I think, much overhyped. I remember the gay marriage “debates,” such as they were. I remember Prop 8 passing in 2008 in California. I also remember how none of these setbacks for the Left ultimately had any bearing in the end. By 2015, gay marriage was the law of the land. Today it is untouchable liberal orthodoxy supported by a majority of Americans, including large numbers of “conservatives.”

Deploying more 10,000-word essays on teleology and the new natural law isn’t going to solve the social issue problem either. Millions of Americans didn’t start shoving dildos in orifices, guzzling sex change hormones, and consuming billions of hours of pornography a year because they read an article or heard an argument. These sexual and social perversions spring from a much deeper source, one that isn’t going to be solved by policy wrangling in D.C. think tanks.

The spiritual crisis that afflicts the West runs far deeper than most social conservatives want to admit. They don’t understand how bad things really are, which is why they stand around, mouths agape, as they try to figure out what a “furry” is or why U.S. military officers dress up in leather “pup play” fetish gear while they sodomize each other in uniform and then post photos to social media.

In light of our ongoing moral and spiritual crisis, I fully expect that the Bud Light/Dylan Mulvaney controversy is merely a blip that will soon pass. In the 1990s Ikea ran the world’s first commercial featuring a gay couple. In 2022, Ikea was valued at $17 billion. Go woke, go broke? 

Sure. 

The Matt Walsh’s of the world won’t want to hear this, but trying to fight the Left on gender with desiccated Socratic arguments (“What is a woman?”) is a losing battle. Owning liberals with facts and logic is mostly a waste of time. Political power doesn’t flow from scoring debate points in the “free marketplace of ideas.” It comes from the willingness to impose one’s beliefs on others and possessing the resources to do so. 

All morality requires enforcement. 

The Left implicitly understands that point. They are more than happy to crush their opponents. Just ask Donald Trump, John Eastman, Douglas Mackey, or any of the January 6 defendants. Strip away civilization and politics boils down to the distinction between friend and enemies. That’s why the White House hosted a trans day of visibility just two days after a transgender terrorist murdered six Christians in Tennessee. 

At some point, every political regime must put its foot down. Some people think cannibalism is wrong, others think that it is right. If the former are to prevail politically they must be willing to use force against the latter. In the end, this is what morality requires. This is what morality is.  

Conservatives and Christians today simply lack the force of will to impose their social morality on the Left. That is why they lose cultural battles and the Left wins. Conservatives aren’t even willing to mock their enemies. If you want to make “respectable” social conservatives and Christians uncomfortable, call a prostitute a “whore” in their presence. Mock OnlyFans as a den of “sluts.” Express deep revulsion at sodomy. Watch them writhe in psychic pain. 

Such firm moral condemnation, I am frequently told, is “judge-y” and “un-Christian.” “We” need to “watch our tone” as “we” seek to “draw others to the faith.” As their flock comes under attack from wolves, the shepherds condemn those who would fight back. There are many such cases. 

The deep-rooted weakness of the American Christian Right is a serious problem. I wish it wasn’t this way. I wish my fellow Christians had more spirit. I wish our leaders would lead. That isn’t the reality we have, though, as much as I may wish otherwise.

Right now, conservatives in deep red areas can still fight cultural battles at the local and state levels. Even some purple states, at the local level, still provide a way to maneuver against the Left’s cultural hegemony. Everywhere else, and at the national level especially, conservatives must sideline the cultural battles in favor of the issues of national survival.  

Trump showed that even in our degraded moral culture, a huge percentage of Americans still want the nation to survive. They don’t hate themselves despite all the propaganda to which they’ve been subjected. The old pre-World War II conservative consensus in favor of protectionism, non-intervention, and immigration restrictions is still enormously popular. 

If we win on those fronts and secure a future for our country then, and only then, will we have a chance to fight once again for the family, for our faith, and for a return of moral decency. 

That day, however, is still a long way off. We have work to do. 





 





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