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BIG OIL - PETROLERAS


¿Las grandes compañías petroleras van camino a la extinción?


Autor: Neil Collins

Nota original: https://reaction.life/is-big-oil-heading-for-extinction/

En inglés al pie.

Traducción @Hyspasia

"Si usted reduce la oferta pero la demanda no cambia, lo único que sucede es que los precios suben". Esto es tan obvio que no necesita explicación, pero pareciera que Bernard Looney siente que tiene que educarnos. El jefe de BP [N. de T.: British Petroleum] difícilmente puede quejarse de los altos precios del petróleo y del gas, que han convertido a su compañía en una "máquina de dar dinero" en los últimos meses. Sin embargo, él invitó a los activistas del cambio climático a considerar el efecto que podría tener un freno en la extracción de hidrocarburos en el Mar del Norte.



El mundo va a necesitar gas y petróleo por muchas décadas más, por más rápido que crezcan otras fuentes de energía, y cada barril que no se saque de las olas de Britannia deberá ser reemplazado por un barril que provenga de ultramar. Todos vemos cómo Rusia puede jugar en las ligas grandes de la política gracias a su oferta de gas, mientras los precios remontan vuelto y las pequeñas empresas de oferta de energía quiebran. Menos producción en el Mar del Norte implica mayor dependencia de lugares como Arabia Saudita, Irán o Venezuela, desplaza empleo y riqueza a regímenes no conocidos por su tolerancia a los activistas, tanto sea del cambio climático o de cualquier otra causa.

Hay otro efecto, más sutil, que fuerza a las grandes compañías de petróleo a reducir su escala de E&P (N. de T.: exploración y producción). Los compradores de los negocios que ellos venden frecuentemente tienen propietarios privados (*), esencialmente, gente o empresas desconocidas. Esos compradores raramente se ocuparán de los estándares de polución que nosotros esperamos por parte de las grandes compañías petroleras (Big Oil), y son prácticamente impermeables a la presión que tanto British Petroleum como Royal Dutch Shell enfrentan día a día. Larry Fink, el jefe de Blackrock, que gerencia £7tn de dinero ajeno, lo dijo con todas las letras en COP26 esta semana, argumentando en contra de que las compañías petroleras se libren de sus activos, ya que esto desplaza producción a mercados menos transparentes ("opacos"). Agregó: "Las compañías de hidrocarburos son parte de la solución, no el problema".

Su problema subyacente es que ellos no conocen una solución mejor que la que propone el resto. El petróleo y el gas es lo que ellos conocen; su experiencia en aerogeneración, energía solar y electricidad está en proceso de aprendizaje o se adquiere a altos precio a costa de los accionistas. Salirse del negocio que uno conoce puede significar una destrucción de valor severa, como Anglo American acaba de demostrar. En junio el gigante minero se desprendió de su negocio de carbón, Thungela (**). Se mudaron a actividades que recibieron aplausos de los verdes, pero que no les agregan valor a compañía. Desde entonces el precio de las acciones de Anglo bajaron un diez por ciento mientras que las acciones de Thungela casi se triplicaron.

Mientras tanto, mientras el aire caliente circulaba por el COP26, no lo hacía en el Mar del Norte. Los dos negocios verdes favoritos del mercado, Orsted y Vestas Wind, ambos decepcionaron esa semana. Orsted, la que hace esos monstruosos molinos de viento, bajó su proyección de ganancias por segunda vez este año, y advirtió que "hay un desafío global para los negocios de renovables". Vestas, que lidera el rubro, ha recibido un feo golpe debido a las condiciones actuales, que según la definición de su gerente general Mads Nipper tiempo atrás, es como gerenciar una granja cuando no llueve. Las acciones de Vestas Wind cayeron un 20% en lo que va del año.

Más inestable que el clima, pareciera que el precio de las turbinas de los aerogeneradores no baja, o no lo hace tan rápido como lo afirmó el primero ministro [Boris Johnson]. Un estudio  efectuado sobre las cifras contables públicas de las empresas del sector muestra que bajar el precio a menos de las £ 100 por megawatt hora de capacidad - precio antes de agregar costo de back-up o almacenamiento - va a ser difícil, especialmente desde distancias como el Dogger Bank [costa del Mar del Norte].

Un precio de  £100/MWH es más del doble del precio actual de mercado, y lo peor está por venir. La red de electricidad balancea oferta y demanda, y reporta cada origen a lo largo del día. El lunes (***), los registros muestran que los aerogeneradores (****) prácticamente no entregaron energía a la red, en momentos de un pico de alta demanda de electricidad. Que las luces del reino se mantuvieran prendidas en Gran Bretaña (Terrible papelón pudo ocurrir durante la reunión de Glasgow por el COP26) se debió gracias al combustible que los líderes del mundo se apuran a demonizar, quemándose en las pocas usinas termoeléctricas a carbón que todavía nos quedan en la estación de Drax.

Usina termoeléctrica de Drax.

Hasta ahora, por más incómodo que parezca, la real extensión de la pequeña crisis energética  de la tarde del lunes 01/11/21 se reflejó en los precios de la electricidad que debemos pagar: £ 4000/MWH (esto es £ 4 por kilowatt por hora, comparado con el costo promedio actual para los hogares que es de 14,40 peniques por kilowatt por hora) o dicho de otra manera 100 veces más caro lo que es la norma del mercado. Lamentablemente para los accionistas de Drax, esta bonanza no duró, y de todas maneras sus gerentes no harían alharaca sobre el tema, desde el momento que les gusta presentar a su empresa como la líder en la revolución verde, gracias a que queman pellets de madera importados.

Y en cuanto a Shell y BP, cada vez un mayor número de inversores miran a sus acciones como activos perdidos, que van camino a la extinción o la irrelevancia, y se deshacen de ellos por el precio que pueden obtener. La presión para "ser más verde" y porque las compañías abandonen lo que constituye su negocio principal va a crecer. Se refleja en la incompetencia del directorio de Shell para determinar una política de dividendos que dure más que unos pocos meses. Se refleja en el grito desesperado de Sr. Looney sobre la ley de oferta y demanda. Ambas compañías devuelven el capital a sus accionistas tan rápido como decentemente pueden, dada la volatilidad del precio del petróleo. En estas circunstancias puede ser lo menos peor que pueden hacer.

* * *


Notas de la Traductora:

(*) "private owned": significa que no cotiza en bolsa y que no tiene paquetes accionarios en manos de fondos de inversión y si los tienen no poseen paquetes controlantes. Básicamente, sin control por parte de la SEC (la CNV de EEUU) o su contraparte británica.

(**) Thungela: Operación de carbón para generación de energía térmica en Sudáfrica. https://www.angloamerican.com/media/press-releases/2021/07-06-2021

(***) Por el lunes 1º de noviembre 2021.

(****) Del Mar del Norte.


* * *

Is Big Oil heading for extinction?

A collection of american vintage retro fuel transporting trucks. Shell oil and BP oil company.
Credit: seeshooteatrepeat via Shutterstock
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“If you take away supply but demand does not change, the only thing that happens is prices go up.” This is surely so obvious that it does not need stating, but it seems that Bernard Looney feels he still has some educating to do. The boss of BP could hardly complain about high oil and gas prices, which have turned the company into a “cash machine” in the last few months, but then he invited the climate activists to consider the effect of stopping hydrocarbon extraction from the North Sea.

The world is going to need oil and gas for many decades yet, however fast other energy sources grow, and each barrel that is not pulled out from beneath Britannia’s waves must be replaced by one from somewhere overseas. We are already seeing how Russia can play global politics with the supply of gas, as prices soar and small energy supply companies fail. Less output from the North Sea spells more dependency on the likes of Saudi Arabia, Iran and Venezuela, shifting jobs and wealth to regimes not known for their tolerance of activists, climate or otherwise.

There is another, more subtle effect of forcing the big companies to scale back their e&p. The buyers of the businesses they are selling are frequently privately owned, essentially unknown, entities. Those buyers are unlikely to operate to the pollution standards we expect from Big Oil, and they are almost impervious to the pressure that BP and Royal Dutch Shell face daily. Larry Fink, the boss of Blackrock, managers of £7tn of other people’s money, spelt this out at COP26 this week, arguing against oil companies getting rid of their assets, as this shifts production into ”opaque” private markets. He added: “Hydrocarbon companies are part of the solution, not the problem.’’

Their underlying problem is that they have no more idea of a solution than anyone else. Oil and gas is what they know; their expertise in wind, wave, solar and electricity is being learned or expensively acquired at the shareholders’ expense. Getting out of what you know can mean serious value destruction, as Anglo American has just demonstrated. In June the mining giant sloughed off its coal business, Thugela. The move won green plaudits, but has hardly been value-adding. Since then Anglo shares have fallen by a tenth, while Thugela has almost trebled.

Meanwhile, as the hot air was blowing at COP26, it has been failing to blow in the North Sea. The market’s two favourite green energy businesses, Orsted and Vestas Wind, both disappointed this week. Orsted, which makes the monster windmills, cut its margin forecast for the second time this year, and warned of an “increasingly challenging global business environment for renewables”. Vestas, which runs them, has taken a nasty hit from settled conditions, once described by CEO Mads Nipper as like managing a farm when it doesn’t rain. The shares have fallen by a fifth this week.

Even more unsettling than settled weather, it seems that the cost of the turbines is not falling anything like as fast as the prime minister claims. Low bids have tended to be “contracts for difference”, which are effectively options to supply, rather than an estimate of construction costs. A study culled from the published accounts shows that getting that price below £100 per megawatt hour of capacity – even before the cost of back-up or storage – is going to be hard, especially on the farther reaches of the Dogger Bank.

A price of £100/MWH is more than twice today’s market, and there may be worse to come.The electricity grid balances supply and demand, and reports each source of juice throughout the day. On Monday, the record shows that the windmills hardly turned during the peak period for electricity demand. That the lights stayed on (how embarrassing would that have been in Glasgow?) was thanks to the fuel the world’s leaders were so busy demonising, burned in the last remaining coal-fired furnaces of Drax’s power station.

So far, so awkward, but the real extent of the little crisis on Monday afternoon is reflected in the price the network had to pay; £4000/MWH (that’s £4 per kilowatt hour, compared to the current national household average of 14.4p) or nearly 100 times what might be regarded as the market norm. Sadly for the shareholders in Drax, this bonanza did not last long, and the managers are unlikely to crow about it, since they are keen to present their company as a leader in the green revolution, thanks to their burning of imported wood pellets.

As for Shell and BP, increasing numbers of investors regard the shares as wasting assets, headed for extinction or irrelevance, and are dumping them for what they can fetch. On Monday eight million Shell shares changed hands, or around £130m-worth. The pressure to “do more green” and increasingly abandon the companies’ core competences is only going to grow. It’s reflected in the Shell board’s incompetence when it comes to setting a dividend policy which lasts more than a few months. It’s reflected in Mr Looney’s cry of despair about the law of supply and demand. Both companies are returning capital to their shareholders as fast as they decently can, given the likely volatility of the oil price. In the circumstances, it may be the least worst thing they can do.

It’s the way he tells them

Wirecard is the gift that keeps on giving, at least to readers of the FT, the paper that exposed Germany’s biggest (known) fraud. A cracking article this week revealed that “one of Austria’s most senior military officials has been removed from a sensitive government position amid concerns over his links to Jan Marsalek, the former chief operating officer” of the company. Mr Marsalek was last seen en route to Minsk, and the official, Gustav Gustenau, was until recently head of the office of security policy within the Austrian ministry of defence.

As the FT discovered when it first broke the story, the locals have an idiosyncratic way of dealing with embarrassing stories – they try and shoot the whistleblower. The German securities authority, rather than investigate the Wirecard scandal, launched legal proceedings against the paper, suggesting that it had exploited inside information. Mr Gustenau’s response to enquiries? “It would be gratifying if the completely unfounded public debate about my person could cease.”

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