IMAGINACIÓN


Hay opciones diferentes a arruinar el trabajo de decenas de miles de compatriotas.

Autora: Iris Speroni


El gobierno actual, al igual que el anterior, sólo atinó a:

  1. subir impuestos (impuestos nuevos + mayores alícuotas de los existentes).

  2. hacer desaguisados con el Banco Central.

  3. gastar en frivolidades.

  4. favorecer a los amigos.

  5. desentenderse de los problemas que le preocupan a la población.

  6. impedir la prosperidad.


Al hacer las cosas mal, todo se desbalancea [1]. 


Con una inflación del 3% mensual, el salario de este mes alcanza para comprar un 3% menos de cosas que en el mes anterior. La diferencia, las cosas que pude comprar en octubre 2021 y no puedo comprar en noviembre 2021, es un impuesto adicional que le cobró el estado a los trabajadores formales, a los trabajadores informales, jubilados, pensionados y beneficiarios de planes sociales. Es un tributo equivalente al 3% de todas las ventas del país, por mes, que los funcionarios cargan en las espaldas de los más vulnerables de nuestra nación.


¿Cuál es el problema para los políticos? 


  • Por un lado tener inflación es un negoción: licúan las obligaciones del estado: retrasan sueldos de empleados públicos, jubilaciones y beneficios sociales. 

  • Por el otro aumenta la recaudación, al menos en términos nominales (los números que se ven). Durante 2020 y 2021, también aumentó la recaudación en términos reales (aumentó más que la inflación). 


Recaudan más, bajan las obligaciones donde no pueden morder y tienen más dinero disponible para gastar en donde sí pueden: a. las compras del estado, b. el pago de intereses (a y b sí se ajustan por inflación: b es dos veces o más el total de salarios del gobierno nacional). 


Los políticos, en sus cuevas, ganan con el mercado de cambio desdoblado. Compran dólares a $ 100 y los venden a $ 200. Se suma a sus ingresos declarados (sueldos jerárquicos, rentabilidad de proveedores del estado), que los transforman en dólares adquiridos a mitad de precio. Un mejor negocio que traficar armas, drogas o dedicarse a la trata de blancas. ¿En qué lugar del mundo se puede comprar a $1 lo que vale $2?


¿Quién en su sano juicio va a querer desarmar semejante rueda? Durante el año 2020, mientras la gente perdía su trabajo o su negocio, los políticos argentinos y sus “empresarios” amigos se embolsaron U$D 26.000.000.000.- (veintiséis mil millones de dólares). [2].


¿Cuál es el inconveniente de esta estafa contra la Nación Argentina y contra su pueblo? Que un salario de U$D 300 mensuales no alcanza. Y si no alcanza, los políticos corren el riesgo de la horca, o en su defecto, que los desplacen por otros.


Pagan sueldos de U$D 300 en lugar de U$D 1200. 


La respuesta del gobierno es: 

  • subsidiar i. la garrafa de gas; ii. el gas de red (sólo en el conurbano de la ciudad de Buenos Aires y en la capital federal); iii. la tarifa eléctrica también en localizaciones escogidas; iv. precios de algunos comestibles; v. el transporte público para capital y gran Buenos Aires;

  • hacer malabares para que no suba el precio de la carne vacuna, de pollo o porcina.


En efecto, un pasaje de colectivo en capital sale U$D 0,10, a diferencia del resto del mundo (y de algunos lugares del interior) donde sale U$D 1. Pero si tuviéramos que pagar el pasaje U$D 1, (U$D 2 por día, U$D 44 por mes), el salario debería subir, mínimamente de U$D 300 a U$D 344. Los gobernantes no están dispuestos.


Todos los subsidios listados cuestan fortunas al estado. Pero los funcionarios prefieren hacerlo antes que: a. dejar de emitir, b. pagar buenos salarios a los servidores públicos, c. dejar de hacer negocios. Total, los subsidios caen en manos de amigos o de sí mismos.


Queda la comida. Soluciones erróneas: “precios cuidados” o similares. Donde una parte del precio del producto lo paga el cliente y el resto el estado. Es un acuerdo entre la secretaría de comercio y las grandes cadenas de supermercados, capitalismo de amigos tanto del gobierno kirchnerista como del macrista. Otro caso es el bochornoso “fideicomiso aceitero”. En fin, que para que un salario de hambre alcance para algo, los alimentos deben valer - al igual que los salarios - chirolas.


Hay que aprender a detectar los laberintos de justificación de los funcionarios. Hace décadas que escuchamos que uno de los problemas de Argentina es que produce alimentos, y que es una desgracia para el país, porque los alimentos “tienen precios internacionales” y hay que buscar maneras de “desacoplar los precios de los alimentos de los precios internacionales”. Delirante, toda vez que tener alimentos y poder exportarlos es una bendición (ver discurso al pie).


Si alguna vez escuchan “desacoplar los precios internos de los internacionales”, no lo duden: quien lo dice los quiere perjudicar.  Sólo desea pagar salarios de hambre (a.k.a. U$D 300) y al mismo tiempo evitar que lo ahorquen.


Este año el Ministerio de la Producción decidió cerrar o limitar las exportaciones de carne vacuna. Ustedes saben que sólo fue un negocio entre fulleros: los frigoríficos grandes arreglaron con funcionarios públicos un mecanismo para excluir de la exportación a los frigoríficos chicos.


Pero para la tribuna la argumentación fue otra: “queremos abaratar la carne para la mesa de los argentinos”. ¿A quién se le ocurre abandonar un negocio como es exportar carne a China? Pues a nuestros funcionarios jerárquicos, como el gobernador de la provincia más grande y que contiene el 37,5% del stock ganadero, la vicepresidente y el presidente del país. En cambio Paraguay y Uruguay aprovecharon y sin desabastecer a su población, incrementaron sus exportaciones, que redundan en más trabajo, más ganancias, más divisas, más prosperidad para el país.



Imaginación


Hay opciones diferentes a arruinar lo que representa trabajo para decenas de miles de compatriotas, como es la cadena de la carne. La solución obvia es que todo trabajador gane mínimo U$D 1.200 (en blanco) y que pague por todo (Kwh, gas, colectivo, carne) lo que ello vale.


Pero si sale un negocio, que no sabemos cuánto va a durar, como vender carne vacuna, hay salidas más imaginativas que las que aplican nuestros funcionarios.


  • Llevar el rodeo a 200 millones de cabezas de ganado vacuno y otro tanto de ovino. La regla grosera es: 3 vacunos por habitantes. Esto permite exportar la mayoría de la producción y nosotros con el asado (el costillar no se exporta) mal que mal nos arreglamos. Fue una regla inteligente que nos sirvió todo el SXX.

  • Reemplazar una proteína por otra. El índice de la FAO es gramos de proteína por día por habitante. Si es pescado, carne vacuna, porcina, ovina o caprina, huevos, queso, mucho no importa; las necesidades están cubiertas. En Argentina comemos 110 kg por habitante por año de carne (2020), a lo que debemos agregar huevos y queso. Consumimos en promedio 240 huevos por habitante por año, uno de los mayores índices del mundo. Roast beef o un surubí a la parrilla es lo mismo, en cuanto a lo que el cuerpo necesita (de hecho es mejor la variedad).


Por eso, existe una solución creativa: a) exportar carne vacuna y b) que la población coma sanamente. No es antitético. Se puede resolver. Comer cabrito, corderito, pescado, más queso, cerdo, pollo, ganso, pavo, pato, perdiz, conejo, liebre, mariscos.


Resulta que las cadenas de comercialización de la mayoría de esos productos o no existe o es defectuosa. Intente usted comprar pejerrey o surubí o dorado o merluza negra o centolla o mejillones en la ciudad de Buenos Aires. 


En la capital el kilo de pata de cordero (hueso incluido) es más caro que el kilo de cuadril vacuno de primera calidad. Conseguir chivito o conejo es una odisea. 


Por lo tanto, hay mucho para hacer. La propuesta implica mejorar la calidad de vida de la población, además de miles de puestos de empleos en todo el país para producir, transportar y comercializar carnes diversas al tiempo que se liberan excedentes vacunos para la exportación.


Es decir, todo lo contrario a lo que ha hecho el actual gobierno en los últimos dos años, que es menos trabajo, menos productos para elegir, peor calidad y precios más caros. 


Parte, porque el actual estado de cosas los hace ricos. Parte, porque no tienen imaginación.


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