LINO VILLAR CATALDO Y LA LEY TELA DE ARAÑA



No soy de estar al tanto de las noticias (ya cargo con demasiado pesimismo como para andar agregando gratuitamente), pero ayer por fin nos llegó una buena: un jurado popular decidió absolver al médico Lino Villar Cataldo, llevado a juicio por matar a un delincuente que intentó robarle el auto.

Los detalles del caso están al alcance de cualquiera, pero la historia no tiene demasiadas aristas: el hombre percibió que su vida corría peligro y sin pensarlo actuó. Que el “arma” del ladrón resultara ser falsa no importó en ese momento: la moneda estaba en el aire, y la vida o la muerte eran cuestión de un instante. El instinto es nuestro lado animal, resultado de millones de años de refinamiento, y existe por algo: en la planicie africana, si los pastos se mueven, puede ser el viento o puede ser un león. El que se quede a averiguarlo, hágalo bajo su propio riesgo.

De la decisión del jurado poco se puede decir: la gente está cansada. Cualquier persona que no vive en una burbuja de privilegios corre peligro de ser víctima de las semibestias (efectos colaterales de la confiscación desaforada) que son dueñas de nuestras calles. Para el argentino común y de bien, no hay motivo alguno para condenar a Cataldo, cuya vida puede haber quedado arruinada de todos modos. Veremos qué sucede con Luis Chocobar, a quien le deseo una pronta recuperación de su trabajo y su vida.

¡Un país que condena a los policías y trata como nobles a los delincuentes! Merecemos lo peor. Qué depresión, carajo.

Lo que me impactó fue escuchar a la madre del muerto, indignada por la decisión de dejar libre al “asesino con matrícula”, que parece que zafó por ser médico y por matar a un chico pobre, reeditando el eterno verso progresista de que la ley es tela de araña: no la tema el hombre rico/no la tema el que mande/pues la rompe el bicho grande/y solo enrieda a los chicos.

Desconozco las circunstancias del juicio. No sé si el juicio por jurado es estándar o fue una excepción. Quizás alguien pueda explicármelo — yo he decidido no estar al tanto de nada de lo que pasa en este país. Si me apurás, no puedo nombrarte más de cuatro o cinco ministros. Simplemente no me importa.

Lo que sí tengo claro es que un jurado popular, de transformarse en la norma, es lo que menos quiere un delincuente. La ley es tela de araña, efectivamente, pero no como en las épocas de Martín Fierro. No tengo dudas de que la mamá de Ricardo Krabler habría preferido un juicio a la vieja usanza, y puedo comprender bien por qué.

Los motivos son varios y de todos los colores, y podemos especular todo el día. Yo tengo mi propia cuasi-teoría, como todo el mundo, pero el hecho sigue siendo innegable: la élite progresista y los “marginados por la sociedad” han formado una fuertísima alianza en detrimento del ciudadano honesto. No hace falta más que escuchar hablar a la señora, y a esta horrible gente en general, con toda la altanería de un privilegiado — porque lo es. Si tienen estómago escúchenla. Yo no aguanté más pasados los tres o cuatro minutos.

En este país sólo pueden quebrar impunemente la ley dos clases de personas: los que están por encima y los que están por debajo [1]. Es decir, los que están por fuera. Las élites son intocables como lo han sido siempre; y nosotros no somos ni por asomo el único país en el que los que están por debajo hacen de las suyas libremente. Es igual en Europa y Estados Unidos. La enfermedad se llama bioleninismo y la padecemos en todo Occidente.

Los que tenemos la mala suerte de estar adentro del sistema, no sólo somos el bicho chico que no puede zafar de la telaraña, sino que además la pagamos de nuestro bolsillo. Un trabajador de La Matanza paga con sus impuestos la Asignación Universal por Hijo que le llena la panza al que le mete un balazo a las seis de la mañana esperando el colectivo para ir a laburar. Sin dudas un sistema perverso.

Caso real y de lo más común para entender la ubicuidad de esta peste: tengo un vecino al cual la empresa de electricidad sancionó por adulterar el medidor, mientras a escasas tres cuadras hay una micro-villa en la que están todos enganchados — y de lo más campantes, porque ninguna cuadrilla se aventura por esos lugares. No justifico romper la ley: mi punto es señalar esta anarco-tiranía [2] en la que algunos pueden romper la ley y otros no (selective enforcement of law). Una obviedad a esta altura para cualquiera que haya asomado una vez la cabeza por la ventana, porque si hay algo que sobra es evidencia de que la única grieta en este país es entre la élite y su underclass mascota contra nosotros, los ciudadanos comunes.


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[1] Nótese que no dije “los de arriba y los de abajo”, sino los que están por encima y los que están por debajo — o sea, los que están por fuera. Los que están abajo, en cambio, son los pobres, que siguen estando adentro del sistema y son tan vulnerables a la telaraña como usted y yo. 
[2] “Under anarcho-tyranny, the control of genuinely dangerous elements […] is put on the back burner. The real problem is how to squeeze money out of ordinary citizens who will not complain, will not fight back, and will not start slashing people in the face”. Synthesizing Tyranny. Samuel Francis.


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