GALLITO CIEGO

El votante llega al comicio presidencial acosado por el miedo y manipulado para optar entre dos candidatos más o menos parecidos
"La Gallina Ciega", Goya,tapiz.

Autor: Santiago González (@gauchomalo140)
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/gallito-ciego/

Al tratar de darle forma en mi imaginación al escenario electoral del domingo, me acordé de la película de Santiago Carlos Oves que da el título a esta nota. Facundo Di Paolo, un muchacho recién salido del secundario y necesitado de trabajo, se encuentra con un doctor Benavídez que lo elige como ayudante para tareas de oficina. Su primera misión: repartir algunos sobres por la ciudad y cobrar un cheque. El cajero le pide los datos personales y le entrega la plata, el doctor Benavídez la recibe conforme, y lo alienta: “¡Di Paolo…! ¡Desde el primer momento me di cuenta de que usted tiene un gran futuro en nuestra empresa!” Lo que el joven no sabe es que el cheque era robado, y que el rastro conduce ahora directamente a su persona. Benavídez desaparece, y Facundo carga con las consecuencias, usado en una operación que el submundo denomina “gallito ciego”: convenientemente manipulado, alguien cumple un cometido de apariencia normal sin tener la menor idea de lo que en realidad está haciendo, ni a quién sirve o perjudica, ni qué riesgos corre. Este domingo, más del 80% de los ciudadanos seremos los gallitos ciegos de quienes nos manipularon para inducirnos a votar por una u otra de dos opciones privilegiadas.

¿Alguien sabe qué piensa hacer Mauricio Macri si es que resulta reelecto? De eso no dijo una palabra. Se limitó a unas arengas motivacionales vacías de contenido y de compromiso, y a prometer que vienen tiempos mejores, como lo hizo desde que asumió. ¿Alguien sabe qué piensa hacer Alberto Fernández si gana la elección? Su discurso se ha limitado a criticar al gobierno actual, y a prometer también un futuro auspicioso. ¿Cómo lo va a hacer? De eso no dijo una sola palabra, dejando jugar en la imaginación del electorado la idea de un milagroso retorno a los tiempos de Néstor Kirchner, que hoy parecen dorados por comparación. Como el doctor Benavídez al incauto Di Paolo, Macri y Fernández nos prometen un gran futuro en la empresa argentina. Como el doctor Benavídez, nos necesitan en realidad para otra cosa, reclaman nuestro voto para adelantar agendas que no conocemos pero cuya matriz sospechamos, porque desde hace casi medio siglo, gobierne quien gobierne, la pobreza se extiende y la riqueza se concentra. Cuando vayamos el domingo a votar, seremos los gallitos ciegos de quienes se adueñaron del país, y lo van ordenando (ordeñando) según sus intereses.

En realidad, les importa poco quién gane la elección: cualquiera de los dos principales candidatos va a hacer un ajuste drástico sometiendo el país a desconocidas estrecheces antes de que la máquina productiva vuelva a ponerse en movimiento. Macri, porque ya comprobó el costo de no hacerlo; Fernández, porque no es tonto, y porque además cree que las credenciales peronistas que reivindica para sí le dan margen adicional para apretar el torniquete. Por algo su compañera de fórmula se ocupa continuamente de advertir que las cosas no van a ser como antes, que las viejas recetas ya no sirven, que se vienen tiempos difíciles y que habrá que apechugar. Es natural entonces que los manipuladores del gallito, entre ellos por supuesto la gran prensa, se inclinen por estos dos candidatos que les resultan confiables, y puedan aplaudir llegado el caso a uno u otro, porque los dos implican el mismo modelo de país: capitalismo de amigos, gasto político intocable, calle tranquila a fuerza de “redistribución de ingresos”, socialdemocracia globalista, multicultural, abortera y derechohumanista, y muchos festivales gratis. Gallito entretenido y mal informado no recupera la vista.

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La película de Oves tiene como subtítulo “Nada es lo que parece”. Cuando el votante ha sido manipulado por el establishment para una operación de “gallito ciego” que lo induce a optar por un camino o por otro es porque ambos caminos conducen en la misma dirección, aunque por distintos paisajes. El sentido común instalado por la prensa anticipa una victoria del kirchnerismo en primera vuelta. Pero nada asegura que las cosas vayan a ocurrir así. Es un dato aceptado que los dos polos electorales tienen cada uno un piso seguro del 30% del electorado, y que la elección la define el 40% restante, en general votantes de clase media sin alineación partidaria que se enfrentan ahora a un duro dilema: admiten a regañadientes que el gobierno de Macri, “su” gobierno, les arruinó la vida, pero encuentran inaceptable la idea de que sea el peronismo, el gobierno de “los otros”, el que se la venga a componer. ¿Votarían a Fernández?

Además, en el país hubo un cambio de clima después de las PASO. Antes de las primarias la emoción dominante era la bronca, y la bronca alentó el castigo. Desde las primarias hasta aquí la emoción dominante ha pasado a ser el miedo, acicateado por la inflación descontrolada, el dólar indomable, y un nuevo default en el horizonte. El miedo atraviesa a toda la clase media, cualquiera sea su preferencia política, porque la clase media es la que lleva las de perder desde hace mucho tiempo, y viene perdiendo especialmente en los últimos tiempos. Ahora bien, nada genera mayor temor que lo nuevo, lo desconocido. Y en esta instancia electoral, lo nuevo y lo desconocido es Fernández, no Macri. El candidato del Frente de Todos tuvo éxito en mostrarse como alguien que no arrastra consigo los aspectos más detestables del kirchnerismo. Pero eso mismo lo convirtió en un enigma: Alberto no es Cristina, muy bien, pero ¿quién es? Que Alberto no sea Cristina, que pocas veces se hayan mostrado juntos ¿es una buena o una mala noticia para quienes lo votaron en las PASO? El miedo, que busca refugio en lo conocido y huye de lo desconocido, alentó la respuesta numerosa a las convocatorias posibilistas del presidente Macri. El otro miedo, el de la vereda de enfrente, que también existe, ¿encontrará su amparo en las compadradas de Alberto?

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En estas pobres condiciones nos aproximamos al domingo: gallitos ciegos, tratando de orientarnos, de acertar el rumbo desde donde provienen las voces, de interpretar las señales, como en el juego de salón. Metidos en este nuevo tembladeral, en esta incertidumbre sin tregua, en buena parte por nuestra propia irresponsabilidad: como dice el poema de César Fernández Moreno: “Quise vivir la vida como un juego / y elegí justamente el de la venda.” Mala elección, sin duda. Una cosa es no ver por inexperiencia, como el joven de la película de Oves, y otra es no querer ver. La prudencia aconseja ahora abrir los ojos, aunque sea tarde,  aunque sea para contener los daños. Si Fernández se impone en primera vuelta, habrá que estar atento a lo que ocurre en los mercados. Si por el contrario Macri logra los votos suficientes como para llegar a un ballotage, convendrá observar lo que ocurra en la calle, especialmente en un contexto regional de violencia social. Los mercados y la calle son lugares peligrosos para gallitos sin luz arrojados de improviso al reñidero.

–Santiago González

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