GLOBALISMO Y "ANTIGLOBALISTAS"


I may say at the outset that my own mind has reached the clear and settled conviction that a federation of the world is not only possible and easy of attainment, but that it is desirable in the extreme as a fundamental social necessity.

Federation of the World. Benjamin Trueblood.



Autor: El Reaccionario (@altrightar)


Nota Original: https://elreaccionarioarg.wordpress.com/2019/10/11/globalismo-y-anti-globalistas/


Muchas veces vemos en Twitter a ciertas criaturas interesantes que parecen atrapados en una especie de Día de la Marmota — una especie de loop de Crisis de los Misiles. Como fenómeno es muy interesante, porque no se trata de boomers que creen que todo sigue como cuando tenían dieciocho años, sino de estudiantes universitarios que idolatran a Reagan y matarían a su madre por una green card.

Para estos chicos el globalismo es un fenómeno soviético. La Guerra Fría no terminó, parece — y para colmo ahora el marxismo es mucho peor. Ahora es marxismo cultural: mucho más difícil de detectar y aún más difícil de erradicar. Hasta Proctor & Gambler y Gillette parecen ser agencias del Kremlin. En cualquier momento se levanta Lenin, como en aquél episodio de Los Simpson. El hecho de que Soros tenga mucho más de William Ladd que de secretario del CPSU les pasa totalmente desapercibido.

Alguien tiene que avisarles a algunos que los setenta ya terminaron. El mito de los desaparecidos vivirá mientras respiren los que lo usan para hacer negocios — desde Hebe de Bonafini hasta Victoria Villarruel (*).

El globalismo, por supuesto, no tiene nada de soviético. El verdadero globalismo, al menos. Es curioso cómo funciona, porque justamente el éxito de todo globalismo es volverse invisible — volverse parte de nuestra naturaleza. Está ahí, pero no te das cuenta, y por eso es tan complicado romper el hechizo. Como dice Moldbug, el pollito por nacer no sabe lo que es un huevo, porque sólo concibe la vida dentro del huevo. El huevo es su universo.

Con el globalismo nos pasa más o menos lo mismo. Nuestro huevo es la cultura americana (el globalismo americano — el verdadero globalismo): los chicos argentinos de los ’90 crecimos con Bob Esponja, Britney Spears y Harry Potter. Igual que los franceses. Igual que los mexicanos. Igual que los australianos. Ése es nuestro huevo y nos gusta, aunque en el fondo, en nuestro subconsciente y para algunos en nuestro espíritu, nos pese la imposición brutal de un mundo unificado — de un único mercado que amenaza todas las tradiciones y costumbres locales, y hasta la propia existencia de las naciones, que ya no son soberanas. [1]

Pero bueno, este globalismo ya es nuestro, y ni globalismo nos parece. Es ni más ni menos que el orden natural de las cosas, que diaramente es amenazado por fantasmas — el globalismo chino, el globalismo soviético, el Islam. A esos hay que detenerlos a toda costa.

Y eso es lo que, lamentablemente, se entiende por anti-globalista hoy en día, aún cuando uno no deje de intentar salvar el término de su desafortunado destino orwelliano: anti-globalismo es pro-globalismo. Pero globalismo real: el de George Canning; el de la Doctrina Monroe; el de la American Peace Society; el de Woodrow Wilson. Lean A World in Ferment, de Nicholas Butler, y quizás (quizás) empiecen a romper el cascarón. Otros pueden leer Vampire of the World, de Mencius Moldbug.

Un anti-globalista es lo que el cubano Julio César Gandarilla llama en Contra el yanqui “florindos deslumbrados”: defensores de un estilo de vida que no les es propio pero que anhelan, arrojándose a los pies de la mesa del americanismo, ansiosos por, aunque más no sea, unas pocas migajas de American Dream.

La idea de Libertad tampoco escapa: libertad es libertad para ser lacayos de Estados Unidos — renunciar a la autonomía política e intelectual a cambio de la “libertad” para comprar juguetes a precios bajos. Con el producto viene la nefasta ideología, pero eso no es importante.

Y eso no alcanza tampoco: ser anti-globalista es ser un activista por los intereses de Estados Unidos. No alcanza con haber entregado a la propia nación, sino que hay que moverse para que llegue a todos los rincones del hemisferio y del globo. Hay que intervenir Venezuela; hay que sacar a Maduro. Por favor, señor Trump. Ustedes saben de quiénes hablo.

Y ni hablar de los que quieren “liberar” a Medio Oriente de la opresión islámica: arrebatar las mujeres de los brazos del patriarca para entregarlos… ¿a qué? A la promiscuidad, al aborto, al hedonismo. United States of the World es el objetivo, y hay que bombardear con Napalm & Rainbows hasta que se cumpla — hasta que Imagine finalmente deje de ser sólo Imagine.

Podrás decir que Trump está en contra del globalismo, pero en ese caso no sé qué decirte, como no puedo explicarte que pasto es verde. Sí te digo que Trump antes de ser cualquier cosa es norteamericano, y en su ADN está el llamado al Destino Manifiesto de llevar libertad y democracia a todos los rincones de la Tierra. Lo que diga después sobre Hillary Clinton o el tema del muro es secundario.

Ser un genuino anti-globalista es otra cosa, amigos. No pasa por defender el globalismo bueno de los globalismos malos, sino por reconocerse autónomo. No pasa por Laje, que es un “florindo deslumbrado” de lo más abyecto, y un college republican de outlet que hace dinero vendiendo versos a chicos impresionables.

Si querés empezar a ser un anti-globalista de verdad, descolgá el poster de Reagan y avivate de que no estamos en la Guerra Fría, y que si el globalismo norteamericano no nos parece una amenaza es porque lo tenemos metido en el traste desde los días de Monroe — como quien, decía Borges, se acostumbra a una vieja dolencia.

[1] The Relevance of the Communist Manifesto. Zizek.




Agradecemos la difusión de este artículo:  

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(*) Nota de Restaurar: No compartimos la opinión del autor sobre el accionar de la Dra. Villarruel. Consideramos su labor de difundir "la otra historia" imprescindible y a la Dra. como una persona irreemplazable por su coraje y perseverancia. Dicho esto, Restaurar, fiel a su costumbre, decidió respetar los dichos del autor sin censura o prevención alguna.

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