ATAQUE DESCARNADO


El New York Times ataca a un científico por defender la carne.


Autor: John Hirschauer

Nota original: https://www.theamericanconservative.com/a-meatless-attack/ 

En inglés al pie.



No recuerdo exactamente cuando sucedió, pero un día me desperté y todos los almacenes y las cadenas de comida rápida estaban vendiendo carne falsa. Realmente fue así de rápido: un día, Burger King vendía hamburguesas; al día siguiente vendía patties de soja.

Parte de la locura por la carne sintética es función de la oferta y la demanda. A algunos vegetarianos les gusta el gusto de la carne, y algunos mediombientalistas quieren comer sustitutos de carne para no sentir culpa. El mercado le da a la gente, aún a los vegetarianos, lo que ellos quieren.

Pero el aumento de la carne sintética no puede ser considerado parte de la guerra contra la agricultura animal. En el 2019, Lancet pidió "una transformación radical del sistema alimentario global" para luchar contra el cambio climático, insistiendo que el consumo global de carne iba a "tener que ser reducido más del 50%" para lograr los "beneficios medioambientales" deseados. Scientific American sugería que las personas comieran menso carne "para tackear la crisis climática". Una portada de The New York Times (TNYTdemuestra que la carne y los granjeros de los EEUU tienen enemigos poderosos y muy bien conectados.

El artículo de TNYT ataca el trabajo de Frank Mitloehner, un investigador y científico en conducta animal en la Universidad de California (University of California) Davis, quien encabeza el Centro de Claridad y Liderazgo para la Investigación y Conciencia Medioambiental (CLEAR - Clarity and Leadership for Environmental Awareness and Research Center). El NY Times de Hiroko Tabuchi informó que el Centro CLEAR, que da lugar al blog de Mitloehner y auspicia sus investigaciones, es financiado parcialmente por un grupo llamado IFEEDER (Institute for Feed Education and Research - Instituto para la Educación e Investigación Alimentaria), una fundación asociada a la American Feed Industry Association (Asociación Norteamericana de la Industria Alimenticia). La implicación, nunca explicitada, es que las investigaciones de Mitloehner se ven sesgadas a favor de los donantes del centro.

Mitloehner es un crítico regular de los activistas académicos que buscan destruir la industria agropecuaria de los EEUU. En lugar de querer sacrificar a todo el ganado y todos los ranchos ganaderos y reemplazarlos por granjas de grillos, Mitloehner trabaja con los granjeros y ganaderos para cambiar las prácticas alimentación de los animales y bajar la huella de carbono. Propone reformas, no revolución.

"La gente quiere que nosotros acabemos con la ganadería para que esta desaparezca o se reduzca significativamente; pero ése no es nuestro lugar o nuestra responsabilidad", dice Mitloehner en su blog. "Nuestra misión es simplemente reducir el impacto de la agricultura animal sobre el clima y el medioambiente, y para hacer eso, debemos trabajar con la gente que produce la comida que nos alimenta a todos nosotros".

Mitloehner es no lo que los progres llamaría un "negacionista del cambio climático" ("climate denier") - él ha dicho que el cambio climático es "el mayor desafío de nuestros tiempos", y está más preocupado sobre los efectos del cambio climático que la mayoría de las personas de derecha. Sus esfuerzos han contribuido a provocar cambios en la sustentabilidad de la agricultura; la producción de leche, por ejemplo, usa ahora 90% menos de tierra y 65% menos de agua en 2007 que en 1948. Pero de igual manera, Mitloehner ha rechazado intentos de sobredimensionar el efecto negativo sobre el medioambiente de la agricultura animal, incluido el informe de Naciones Unidas sobre el efecto ambiental de los rodeos de ganado; a tal punto que la ONU se vio obligada a revisar sus informes a la luz de las críticas recibidas.

Como concede NY Times, no existe evidencia que Mitloehner, U.C. Davis, o el Centro CLEAR hubieran violado secretos o reglas éticas. En cambio, el NY Times insinúa que su investigación o sus prácticas de agricultura sustentable están teñidas, y aquí cita a un profesor que acusa a Mitloehner de "subvaluar cualquier impacto de los rodeos de ganado" y llegar a conclusiones "discordantes del consenso científico".

El profesor no especifica en qué puntos disiente Mitloehner del supuesto "consenso científico", y los colegas de Mitloehner defienden el rigor académico del científico. La genetista animal y profesora de U.C. Davis, Alison Van Eenennaam, por ejemplo, dijo en respuesta al artículo de NY Times que Mitloehner jamás en sus presentaciones hizo "alguna afirmación que no estuviera revisada por sus pares" y reconoción que el ganado es responsable del 14% de las emisiones de efecto invernadero mundiales.

Pero aún tomantdo el "consenso científico" como genuino, ¿Qué hacemos con la afirmación de que el ganado es responsable del 14% de las emisiones de efecto invernadero mundiales? ¿Se supone que la gente alrededor del mundo va a abandonar el consumo de carne para potencialmente bajar las temperaturas globales una fracción de un grado centígrado en la próxima centuria?

Los ambientalistas responderían "Sí", y la mayor crítica a Mitloehner para ser que él no quiere que la gente comience a comer insectos. Cuando el año pasado publicó un blog donde critica la idea de dejar de comer carne animal y que hacerlo no reportaría ninguna diferencia significativa en la temperatura global, Johns Hopkins envió una mordaz carta a Mitloehner donde insistía que el científico "había falsificado...la evidencia" y redobló su llamado a que los norteamericanos periódicamente dejara de comer carne "dar un paso hacia reducir la huella de carbono". El NY Times le respondió a la afirmación de Mitloehner  que las dietas individuales no "afectan drásticamente el clima y el medioambiente" con una patética acusación de que el "consenso científico" afirma que "las elecciones en la alimentación sí afectan al clima".

¿Por qué les importa tanto el consumo de carne, cuando, según sus propios estimados, es un contribuidor relativamente insignificante al cambio climático? Vean cuáles son las alternativas propuestas a dejar de criar animales en ranchos y granjas: carne de insectos en "bug farms" (granjas de insectos) gerenciadas por progres en galpones urbanos o carne sintética fabricada por químicos de la Ivy League (conjunto de universidades de élite del este de los EEUU). Comparen a estos trabajadores con el granjero o peón de granja o rancho  promedio que, si bien con menos trabajo de fuerza que hace 50 años atrás debido al aumento de la utilización de maquinaria, luce menos como un votante demócrata que un científico de una planta de Beyond Meat. Cuando usted considera que los vegetarianos tienden a tener menores niveles de testosterona que sus pares comedores de carne, las razones por la jihad anti carne de NY Times se vuelven obvias.

Vale la pena remarcar que tanto los progres como los conservadores evaden cuestiones cruciales de la agricultura moderna al focaliza su atención sobre la extensión en la cual las emisiones de metano provenientes del ganado contribuyen al aumento de las temperaturas globales. Los ambientalistas y los defensores del status quo, ambos, ignoran el aumento de la cría a corral y la proliferación de agroquímicos y sus efectos sobre el medio ambiente y la salud pública. La exposición a los numerosos pesticidas y fertilizantes ha sido atada a daños en el sistema nervioso y al cáncer; los pesticidas son regularmente detectados en el 88% de los ríos y arroyos de los EEUU. Los químicos que ponen en el agua, de hecho, vuelven homosexuales a los sapos. Esos mismos químicos están en nuestra agua, también.

Sería deseable de que Mitloehner se focalizara en esos temas también. Pero si todo lo que él logra es evitar que nosotros comamos un Impossible Whopper, él tiene todo mi apoyo.

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Sobre el Autor:

John Hirschauer

John Hirschauer es editor adjunto de The American Conservative. Previamente se desempeñó en William F. Buckley Jr. Fellow en el National Review y en la redacción de RealClear.


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I don't remember exactly when it happened, but one day I woke up and all the grocery stores and fast food chains were selling fake meat. It really was that fast: one day, Burger King sold hamburgers, the next, it sold soy patties.

Part of the synthetic meat craze is a function of supply and demand. Some vegetarians like the taste of meat, and environmentalists want a guiltless meat substitute. The market gives people, even vegetarians, what they want.

But the rise of synthetic meat cannot be considered apart from the broader war on animal agriculture. In 2019, the Lancet called for a "radical transformation of the global food system" to fight climate change, insisting that global meat consumption would "have to be reduced by more than 50%" to achieve the desired "environmental benefits." Scientific American suggested people eat less meat "to tackle the climate crisis." And a Monday hit piece on the front page of the New York Times demonstrates that meat and American farmers have powerful and well-connected enemies.

The Times piece attacked the work of Frank Mitloehner, a researcher and animal scientist at the University of California, Davis, who heads the university's Clarity and Leadership for Environmental Awareness and Research (CLEAR) Center. The Times's Hiroko Tabuchi reported that the CLEAR Center, which hosts Mitloehner's blog and supports his research, is funded in part by a group called IFEEDER (Institute for Feed Education and Research), a nonprofit associated with the American Feed Industry Association. The implication, never stated, is that Mitloehner's scholarship is compromised by the center's industry donors.

Mitloehner is a regular critic of activist scholarship that seeks to tear down the American agricultural industry. Instead of trying to end cattle ranching and replace it with cricket farming, he works with farmers to change their feeding practices and lower their carbon footprint. He is a proponent of reform, not revolution.

"People want us to go on record that animal agriculture should fade away or be significantly reduced, but that’s not our charge or our place," Mitloehner said on his blog. "Our mission is simply to reduce animal agriculture’s impact on our climate and environment, and to do that, we must work with the people who are raising the food that feeds us all."

Mitloehner is not what progressives would call a "climate denier"—he has called climate change "the biggest challenge of our lifetime," and is more concerned about the projected effects climate change than most mainstream right-wingers. His efforts have contributed to seismic shifts in the sustainability of agriculture; the production of milk, for example, used 90 percent less land and 65 percent less water in 2007 than it did in 1948. But he has pushed back on attempts to overstate the negative environmental effects of animal agriculture, including on a United Nations report on the environmental effects of livestock that the supernational body was later forced to revise in light of his criticism.

As the Times concedes, there is no evidence that Mitloehner, U.C. Davis, or the CLEAR Center violated disclosure or ethics rules. Instead, the Times insinuates that his research on sustainable agricultural practices is tainted, and quotes a professor who charges Mitloehner with "downplay[ing] every impact of livestock" and reaching conclusions "discordant from the scientific consensus."

The professor doesn't specify the issues on which Mitloehner dissents from the supposed "scientific consensus," and Mitloehner's colleagues defend his academic rigor. Animal geneticist and fellow U.C. Davis professor Alison Van Eenennaam, for example, said in response to the Times report that Mitloehner in presentations has never made "a statement that was not supported by peer-reviewed papers" and has acknowledged the prevailing estimate that livestock are responsible for about 14 percent of global greenhouse gas emissions.

But even taking the "scientific consensus" at face value, what are we supposed to make of the fact that livestock are responsible for 14 percent of global greenhouse gas emissions? Are people around the world supposed to give up meat to potentially lower global temperatures by a fraction of a degree centigrade in the coming century?

Environmentalists would answer "yes," and the biggest criticism of Mitloehner seems to be that he doesn't want people to eat bugs. When he put out a blog post last year criticizing the idea that giving up animal meat would make a meaningful difference in global temperatures, Johns Hopkins put out a scathing letter insisting that Mitloehner "mischaracteriz[ed]... the evidence" and redoubling their call for Americans to periodically forgo meat "to take a step toward reducing their environmental footprint." The Times responded to Mitloehner's view that individual diets do not "drastically affect the climate and the environment" with a snide parenthetical claiming that "the scientific consensus" holds that "food choices do affect the climate."

Why do they care so much about meat consumption when, by their own estimates, it is a relatively insignificant contributor to climate change? Look at the proposed alternatives to farm-raised animal meat—insect meat from nerd-run "bug farms" in urban warehouses and synthetic meat concocted by Ivy League chemists. Compare those workers to the average farm hand who, though less of a grunt than he was 50 years ago due to the rise of factory farming, looks less like a Democratic voter than does a scientist at a Beyond Meat plant. When you consider that vegetarians tend to have lower testosterone than their meat-eating peers, the reasons for the Times's anti-meat jihad become obvious.

It is noteworthy that both progressives and "conservatives" are evading crucial issues in modern agriculture by focusing their attention on the extent to which methane emissions from livestock contribute to rising global temperatures. Environmentalists and defenders of the status quo ignore both the rise of factory farms and the proliferation of agrochemicals and their effects on the environment and public health. Exposure to various pesticides and fertilizers has been linked to nervous system damage and cancer, and pesticides are regularly detected in some 88 percent of America's rivers and streams. The chemicals they're putting in the water are, in fact, turning the freaking frogs gay. Those chemicals are in our water, too.

It would be nice to see Mitloehner focus on those other issues. But if all he is does is keep me from having to eat an Impossible Whopper, he has my ready support.

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