FLOTANDO EN EL VACÍO

 




"La historia es la patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la patria"...Hugo Wast

 Autor: Marcos Kowalski  (@kowalskimarcos)




Lo que llamamos “nuevo orden mundial” no es nuevo, históricamente podemos hablar del inicio del mismo a partir de la denominada “Revolución mundial”, que abarcaría la Reforma tanto como la Revolución francesa, la Revolución bolchevique y la Revolución tecnocrática. Así lo han hecho, entre otros, Christopher Dawson, Julio Meinvielle, Vintila Horia, Gustave Thibon, y, aquí en Córdoba, los Albertos Caturelli y Boixiados.

Pero hay un nuevo relanzamiento del orden mundial contemporáneo que nace a fines de los años 80 del siglo XX con la caída del Muro de Berlín y, a comienzos de los 90, con la implosión de la Unión Soviética y el mensaje de George Bush (p) al parlamento norteamericano sobre la necesidad de la construcción de un one world.

Como consecuencia de este proyecto aparecen la teoría del derrame en economía, la “guerra preventiva” en el orden militar, la democracia neoliberal en materia política, el multiculturalismo (Martin Heidegger) en los terrenos de la filosofía, educación y cultura, la new age como alternativa a la religión y el hombre light en los campos de la antropología.

El nuevo orden mundial que se inaugura con la modernidad, y se agudiza en nuestros días, se expresa en los relatos o discursos que con pretensión de universalidad ella misma elaboró.

Algunos de ellos se resumen en la idea de progreso indefinido; el poder omnímodo de la razón; la democracia como forma de vida; la subjetivación del cristianismo; el afán de lucro con el hedonismo como motor social; y la manipulación de la naturaleza por la técnica.

Estos seis grandes relatos de la modernidad se vinieron abajo, no tanto por la crítica que se le hiciera desde una óptica pre-moderna, sino por las consecuencias contradictorias a que los mismos arribaron. A ello se suma la falta de un acorde progreso en el campo moral, por no hablar mejor de retroceso, del hombre contemporáneo.

Recordemos que, a la democracia como forma de vida, la frustró no sólo el fracaso de los gobiernos socialdemócratas con sus “democracias” exclusivamente procedimentales sino además la existencia de otras posibilidades de organización política, fuera del marco del capitalismo liberal sobre todo en nuestros días; por la lucha de los pueblos.

En la cuarentena de la llamada pandemia se produjo un fenómeno social, resurgiendo ideales nacionalistas en todos los países del Planeta, ideales que, a partir del sentido Nacional son capaces de permitir a los seres humanos seguir existiendo en la historia.

Sin embargo, hay un conjunto de personas que parecen padecer una enfermedad del alma (es Platón quien llama nosos “enfermedad del alma” a los hombres mitad justos y mitad injustos, los impulsados por una ambición desmedida.) de los entendimientos torcidos, sobre todo en los agentes políticos, económicos, sociales y culturales, es la ideología.

La ideología, que como sistema de ideas que defiende en forma solapada los intereses de un grupo, clase o sector, invadió toda la vida de la Nación. Casi no quedan resquicios ante el totalitarismo del pensamiento único en donde el hombre común se pueda mover a sus anchas. Generando un vacío y una división atroz entre nosotros.

la desconexión sideral con la temperatura de la calle que padecen los que, ideologizados, aparecen por “derecha o Izquierda”, (en realidad dos categorías del mismo sistema socialdemócrata) en la conducción de los “partidos políticos” los hacen impulsar propuestas contrarias a la cultura arraigada en la mayoría de los ciudadanos de una Nación.

Para impulsarlas, necesitan la tragedia general, el enojo generalizado, esas personas que lloraban con piedras en la mano, esos chicos que no tienen para comer, esa inmensa cantidad de asalariados que miran con miedo a los que duermen en la calle porque se convirtieron en una posibilidad.

Esos que con dos salarios mínimos son pobres, esos que no quieren jubilarse para que no se los coman los piojos, esos que no salen de sus casas de noche por temor a la inseguridad, esos que no salen de sus casas ni de día por pánico a los tiros, esos que se funden.

Ésos, todos ésos, son necesarios, son sus clientes y objetivos. Destinatarios de las migajas, mientras los integrantes de la “runfla” con el alma enferma se regocijan y disfrutan en playas extranjeras, luego de comernos la cabeza con que todos nos vamos a morir o terminaremos pobres.

El campo político argentino no se divide en izquierdas y derechas, más o menos progresistas, marxistas o liberales, libertarias. Basta un recorrido por nuestra historia para dar cuenta de que, si nos basamos en esa oposición, poco podemos entender de los procesos políticos en nuestro pasado y nuestro presente.

Lo que divide la política en nuestro país es el patriotismo o la falta de él. Esos son los verdaderos dos proyectos políticos que se han enfrentado y se enfrentan en nuestra Nación. La Patria contra “El nuevo orden mundial” y sus agentes vernáculos organizados en una “runfla” anti-patria.

Estos pensamientos enajenados (los de la “runfla política) de nuestra realidad sólo pueden hacer surgir soluciones mundialistas para los problemas propios, y sobre todo para el problema central, que es la dependencia de una agenda progresista mundial que nos quiere comiendo insectos en lugar de nuestro tradicional asado.

Ante todo, esto, los argentinos que todavía sentimos la Patria, la Argentina, debemos pensar en nacional que aparece como una tarea central e insoslayable para el análisis de la realidad nacional y para la posibilidad de configurar un movimiento nacional que avance en la emancipación de la Patria.

Para ese movimiento Nacional debemos construir un conjunto de ideas que, sigan o no la lógica académica, resulten ideas con un alto nivel de coherencia, que consideramos deben servir mucho más al desarrollo de las luchas del pueblo argentino por su emancipación que las toneladas de artículos académicos en el formato que se quiera.

Es importante también pensar en el para qué de las ideas, y el para quién. Partiendo de estas preguntas es que consideramos y revalorizamos las ideas nacionales. La idea abstracta, sin aplicación a la realidad es mero fetichismo intelectual, que siempre responde a alguna ideología.

Las ideas nacionales son tales no solo por su origen geográfico, la influencia telúrica, sino también por su correspondencia con las necesidades nacionales, que no son otras que las de la población argentina. Tienen validez teórica y pertinencia metodológica.

Negar nuestra tradición Nacional, la esencia cultural de nuestras ideas, es una “ceguera intelectual” que parte de la idea de que lo de afuera (sobre todo el progresismo de Europa social-demócrata y Estados Unidos) es mejor y que lo propio no está a su altura.

Solo proviene de la matriz cultural iluminista adoptada por la clase dominante desde comienzos del siglo XIX en nuestro país y que ha sido parte de la conformación de una visión de un orden dependiente.

Debemos tener en cuenta que la validez de una idea debe medirse en su contexto, en tanto sea plausible aplicarla a la propia realidad. La aplicación de ideas abstractas a una realidad concreta ha llevado incluso a grandes matanzas.

No pretendemos aquí negar otras tradiciones de pensamiento, pero sí ponerlas en tensión con las nacionales, tomando en cuenta la validez de las diferentes tradiciones y nutriéndonos de ellas.

Lo que no se puede ni debe aceptar es la negación de todo el pensamiento Nacional que pretende el espectro ideológico del sistema en base a prenociones y desconocimientos. No se puede aceptar la incorporación de los valores universales como absolutos, la adopción de lo ajeno en detrimento de lo propio.

El mundialismo actual penetra en los países que pretende oprimir no sólo a través de su estructura económica, sino también culturalmente: actúa disolviendo los márgenes de la comunidad Nacional, y, al fin y al cabo, trata por todos los medios a su alcance de impedir la conformación de una conciencia Nacional.

Debemos resistir la colonización pedagógica que pretende penetrar las conciencias estrechando los márgenes del pensamiento y rompiendo con el sentido común, por lo que es necesario animarse a pensar por uno mismo, romper con las enseñanzas, en tanto fueron aprendizajes contra nosotros mismos.

Tengamos siempre en cuenta que la falsificación de la historia es nodal en la colonización pedagógica, por eso la necesidad de rescatar acontecimientos negados, personajes silenciados, y también mirar los mismos sucesos y personajes, desembarazándonos de la óptica ideológica, tanto liberal como marxista, que los ha tergiversado o abordado desde sus propios intereses.

Es imperiosa la reconstrucción de nuestra historia cultural a partir de los abordajes de las problemáticas nacionales. Esta relectura es tomando a la cultura Nacional como uno de los ejes de nuestra argentinidad.

Esta cultura Nacional en perspectiva histórica aparece como sentido Nacional, en oposición al progresismo salvaje que se nos quiere imponer. Teniendo en cuanta siempre que la teoría sin práctica es mero discurrir intelectual, y la práctica sin teoría conlleva errores estratégicos.

El sentido Nacional cuando se hace consciente se vuelve conciencia política para avanzar en la construcción de un patriotismo. La “runfla” apátrida que conforma nuestra dirigencia social-demócrata, hasta ahora, ha hecho lo que convenía a los extraños. Estamos siendo lo que “el nuevo orden mundial” les manda imponernos. Empecemos a ser y a pensar de acuerdo a nuestras necesidades.


Marcos Kowalski


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