ESCUCHEN - CORRAN LA BOLA
Autor: reaxionario (@reaxionario)
Nota original: https://reaxionario.substack.com/p/escuchen-corran-la-bola
Mi primer contacto con el ya famoso “corran la bola” no fue la canción en sí — fue escuchando un programa de fútbol en el que los periodistas en un tono bien solemne de “periodismo responsable” se lamentaban acerca de una canción “racista” y “homofóbica” — me niego a usar esos términos, inventados por dementes, sin el detalle de las comillas — que desgraciadamente había logrado salir en vivo por TyC Sports, dejándonos mal parados ante todo el mundo o alguna cosa semejante.
Todo esto, por supuesto, en una Copa del Mundo complicada, en la que los medios parecen tener como mandato recordar a la audiencia cada cinco minutos que Qatar no es exactamente un ejemplo de “derechos humanos”. No hay programa en el que no se remarquen las diferencias culturales entre nosotros y ellos —la “civilización” y la “barbarie”. Es más, varios artistas ya se bajaron de la inauguración por este mismo motivo. Dua Lipa, por ejemplo, dijo, con la santimonia característica de este tipo de gente, que visitará Qatar cuando se bajen los pantalones ante los LGBT y transformen a Doha en la San Francisco de Medio Oriente — aunque reconozco que es ligeramente posible que esas no hayan sido exactamente sus palabras.
Por otra parte, sabemos que los equipos anglosajones van a viajar con la banderita multicolor pintada en el avión, y no tengo dudas de que harán la clásica pantomima de arrodillarse antes del pitazo inicial — porque para ellos simplemente ir a jugar a la pelota y volver a casa sin dar la nota es inconcebible.
Hace unos días me topé con este brillante tweet de @drevax que en mi opinión pinta de cuerpo entero la postura de algunos respecto al Mundial o literalmente cualquier evento masivo cuyo único propósito es el mero entretenimiento:
https://twitter.com/drevax/status/1591120815487008768
No por nada son descendientes de los puritanos (y no lo digo a la ligera como hacen algunos). Odian que la gente se divierta si no es una diversión controlada y con un fin de “concientización social”. Para ellos no existe pasarla bien por pasarla bien — son infelices y quieren que todos sean infelices.
Pero hablemos de la canción. Con una letra muy sencilla, que para nosotros no es más que una simple gastada, una canción de cancha desenmascaró una realidad muy incómoda para la selección de Francia — es decir, que en sus equipos prácticamente no hay franceses. De hecho, sostengo que los franceses son malos para el fútbol y sin esta “ayudita” no pasarían de la fase de grupos, si es que llegaran siquiera a superar la eliminatoria.
¿Se acuerdan del famoso cuento de Hans Christian Andersen, El traje nuevo del Emperador? Acá estamos exactamente en la misma situación. Como para ser parte de la “civilización” hay que creer — o al menos fingir creer — en algunas mentiras, todo aquel que quiera ser considerado parte del in-group tiene que participar en esta especie de delirio colectivo en el que, si bien todos sabemos que estamos mintiendo, decir la verdad resulta socialmente inconveniente.
Y todo venía más o menos bien hasta que un grupo de bárbaros, ante los ojos de millones de personas, salió a decir que el Emperador estaba en pelotas. Incomodar con la verdad: ese es el fin del humor. Y como vivimos bajo una ideología que no resiste el menor análisis y requiere un compromiso especial con la censura y la persecución, no es ninguna sorpresa que el progresismo lo deteste.
Y para hacer todo todavía más hermoso, el episodio generó una reacción bastante importante entre los africanos, que, según nos venimos a enterar, no están del todo felices de ser despojados de sus mayores figuras a manos del poder económico de Europa. Los argentinos trataríamos algo así ni más ni menos que como traición a la Patria — como cuando Nathy Peluso dijo que se sentía más española que argentina y casi la linchan.
Por eso es que teníamos que ser nosotros — que no poseemos la mansedumbre del neozelandés o la del canadiense — los primeros en decir lo que pocos han tenido los huevos para decir.
Y es que lo mejor de esta canción es que nada de lo que dice es falso, y por eso resultó ser particularmente molesta para los medios franceses. Y digo “los medios” porque dudo que los verdaderos franceses se sientan representados por este equipo, y no tengo dudas de que más de uno estaría de acuerdo con nosotros.
Pero más allá de eso, que es una cuestión que tendrán que resolver entre africanos y europeos, para mí el verdadero punto pasa por otro lado: la libertad de decir lo que se nos canta.
Creo que los argentinos somos muy abiertos a todo, pero hay temas en los que siempre hemos de trazar la línea, como nuestro humor y nuestra carne. Hace mucho tiempo que quieren quitarnos ambas, y día tras día somos sometidos a bombardeos propagandísticos constantes desde todos los frentes. No hay momento en el que alguien no nos esté recordando que nuestra brújula moral está rota y hay que comprar otra — pero no cualquier otra. Tiene que ser la que vende Vicky Donda, representante local de la ideología angloamericana y principal encargada de declararte enfermo para intentar venderte la cura.
A pesar de todo, y aunque nos “portemos bien” en la universidad o el trabajo — a veces elogiando las prendas del Emperador como si pudiéramos verlas — lo cierto es que, cuando nos sentimos cómodos, seguimos y seguiremos siendo argentinos. Yo juego al fútbol en dos equipos y no he visto jamás el más mínimo indicio de capitulación. El humor sigue intacto, como si siguiéramos en los mejores días de Rompeportones.
Y es precisamente el fútbol esa especie de última frontera a conquistar por el progresismo. Es una especie de Isla Sentinel del Norte — un lugar habitado por salvajes y sobre el cual ninguna fuerza evangelizadora ha logrado prevalecer hasta ahora.
Podrán llenar nuestros clubes de kommissars de género, y someterlos a regulaciones absurdas. Podrán llenar los estadios de mensajes políticos y banderitas arcoíris. Pero no hay INADI que nos pueda quitar nuestra esencia. Una década de teoría de género y los “no binarios” no superan el 0,1% de la población, cuando la misma ideología está haciendo estragos en otras partes del mundo; una década de propaganda contra la “transfobia” y todavía no han logrado quitar la palabra “cometravas” de nuestro vocabulario.
Contra todo y contra todos, Argentina resiste.