ESCUELA DE FORMACIÓN POLÍTICA TED K


 Porque sólo la organización vence al tiempo, pero antes hay que hacer los deberes propios.


Autor: Sashapak_ (@sashapak_)

                 Sacro Imperio Rioplatense

                  as Caída Libre


Nota original: https://caidalibre.substack.com/p/escuela-de-formacion-politica-ted


Mi entorno me reprocha mi tono belicoso y pedante al debatir sobre estos asuntos. En mi intento de moderarme, abandoné temporalmente X.com para hacer rancho acá.

Hace unos días, el intelectual y dirigente de UxP Nicolás Vilela compartió un texto que abre buenos interrogantes para el futuro del peronismo, básicamente fortificando la posición de Cristina Fernández como conductora del movimiento.

Hasta donde puede entenderse, el texto busca pelearse con los cuatro de copas que le pegan a La Cámpora ya por deporte, y los unge como “enemigo sistémico”. Esto es un hábito que arrastra el núcleo duro que rodea a Cristina desde hace casi 15 años. Funcionarios e intelectuales que se perciben -entre otras cosas- como su guardia pretoriana intelectual y considera que los ataques a la conducción “esmerilan" la imagen del peronismo en su conjunto y que secretamente, trabajan para “la derecha”.

Nunca se llevaron bien con la crítica. No la admiten como puramente intelectual: siempre terminan acusando a la disidencia de portar alguna falla moral que los incapacita para formar parte del movimiento. Esto ya era malo cuando se trataba de dirigentes políticos y causó la Gran Fuga de 2013 con el Frente Renovador. Afortunadamente, Massa está de vuelta “adentro”. Resta asignarle un rol acorde a los tiempos que corren, el cual en mi opinión no debe ser de conducción programática-ideológica.

Pero lo que hemos visto a partir de 2019, es que a algunos alfiles de Cristina le molesta que la critiquen ya no periodistas, sino dirigentes retirados, blogueros y posteadores de redes sociales. Gente que está “afuera”. Quizás, es un llamado tácito a que estén “adentro”, como sugiere la nota de Vilela acusando a los que “rompieron” y fueron por la vía “narcisista” de volverse influencers. Influencers a los que luego van a buscar en campaña porque el partido no produce cuadros que puedan defender una idea sin dar vergüenza.

Hasta que aparezca alguien que pueda discutirle de igual a igual, Cristina es conductora del peronismo. Incluso tomando su decisión de retirarse, todo aquél que quiera ocupar su lugar deberá hacerlo a partir de dar vuelta algunos déficits discursivos a los que el movimiento no parece encontrarle la vuelta.

Ahora, si el nivel de discusión va a ser éste, vamos mal:

Parafraseando a Foucault, se puede definir al progresismo como la creencia de que el discurso determina la estructura. Por eso su agenda suele vincularse con reivindicaciones culturales, de derechos humanos, de libertades civiles más que con la redistribución económica. La crisis actual del progresismo, en América Latina y en el mundo, obedece a que los gobiernos no logran garantizar sostenidamente el bienestar económico de su población; entonces el discurso de legitimación o la batalla cultural generan desinterés o directamente rabia e indignación en amplios sectores.

Es lógico tener la precaución de no sucumbir en una reacción conservadora igualmente “falsa”, equivalente al progresismo en un sentido estético-cultural. Es un poco lo que representa LLA: un conservadurismo “integrado” a la lógica liberal, onda Reagan pero 40 años después. ¿Cáscaras vacías? Puede ser. Pero esa definición de progresismo no sólo es una excusa para decir “queremos y no podemos”, sino que es teóricamente errada y cercena toda posibilidad de crítica al rumbo cultural-ideológico tomado desde 2003. El progresismo es lo que es. No se “puede definir como”.

Desde hace algunos años, acá se está realizando una operación rara, donde Cristina es equivalente a una construcción cultural que es directamente incompatible con quienes somos. El progresismo contiene una versión de la tolerancia y de la diversidad entendidas a lo bestia, de forma barata y mercantilizable. Un idealismo que sugiere que antes de los incidentes de Stonewall no había putos. Por algo Eva Duarte sigue siendo una espina clavada en el feminismo (que siempre es liberal): porque representa la posibilidad de una cosmovisión alternativa, de una liberación femenina que no esté patrocinada por Amnesty.

Rehusarse a atacar al progresismo porque “del otro lado” hay “fachos” esperando con cuchillo y tenedor es un error similar al que se cometió alrededor del discurso económico y de gestión del estado. Hay más preocupación en parecer de centroizquierda que en construir una visión de Patria que acepte la tragedia de entrar al S XXI, y mitigue los daños. La tradición (de la cual el peronismo forma invariablemente parte) es móvil, se adapta a los tiempos. Pero no “compra” soluciones ni marcos conceptuales porque sí.

¡Más Rucci y menos Bernie Sanders! ¡Basta de FLACSO! Pero cuando Máximo tomó la decisión de oponerse el ruinoso acuerdo con el FMI y abandonar la jefatura de bloque, estaba sencillamente respetando la saludable tradición peronista de defender la soberanía política y el desendeudamiento externo.

Entonces, ¿se oponen a Bernie Sanders y a FLACSO o no? La performance de “oponerse al FMI”, ¿estaba sustentada en una posibilidad concreta de romper y administrar inteligentemente las consecuencias de un default o era una forma de romper con Alberto Fernández a costo 0?

La oposición infantil a ajustar y reformar el Estado que arrastró el núcleo duro de LC llega a un punto muerto con los 14 puntos de la carta de Cristina hace unos días. Ahí hay una bandera de consenso productivo que la deja más cerca de los tuiteros a los que la nota de Vilela ataca, que de Julia Strada. Algo no cierra.

La discusión en torno a los criterios de eficiencia en el Estado, y a la economía en general, encubre una limitación para comprender el carácter movimientista del justicialismo. Una empresa privada puede (y debe) funcionar bajo criterios de eficiencia distintos a un municipio (discusión para otro día). Pero ésto no implica a aceptar la adherencia a una visión liberal del trabajador, o el rechazo a cualquier noción de responsabilidad social.

Lo mismo les pasa con la renovación de cuadros. Florecen los “Sabag Montiel del análisis político” porque las puertas de acceso a ámbitos de debate y formación están cerradas. Porque esos “locos sueltos” son usados por la gente que está adentro de la política partidaria para armar operaciones, para esmerilar en nombre de. Los militantes se hace streamers porque las unidades básicas están cerradas y solo abren en campaña (con suerte). No hay mucha vuelta, se están peleando con un mundo que ya cambió. Hay que acomodar la tradición a las nuevas coordenadas.

Es más fácil y más coherente querer cultivar audiencias propias, reunirse en espacios que uno puede controlar, agruparse entre iguales. Conocernos a nosotros mismos. Estamos afuera no por vanidad sino porque entendemos que no queremos estar con ustedes. No somos locos dispuestos a inmolarnos, como el boludo de Montiel. Nos vamos al bosque a mandar cartas explosivas y publicamos nuestros manifiestos. Es todo lo que podemos hacer con los recursos a disposición.

Si para La Cámpora la “vocación programática” los deja aislados en una secta, entonces las críticas doctrinarias que les hace Guillermo Moreno son correctas. No están preguntándose honestamente por qué los critican, sino que reaccionan entendiendo que criticarlos no es legítimo, y mucho menos por fuera de “un partido” o una organización.

Lo que ustedes ven negativamente como “falta de organicidad” es como la luz al final del túnel: para nosotros, la salida a un oscurantismo político y una hipersensibilidad a las formas de discutir que condenan al movimiento a la extinción. Para ustedes, la luz de un tren que viene de frente.

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