OTRA VEZ LA ALEGRÍA VIENE DE ÁFRICA

 



“...una amnesia ... que hace olvidar el pecado, el infierno..."




Autor: Bernardino Montejano *

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/otra-vez-la-alegria-viene-de-africa/ en @gauchomalo140


El buen espíritu es contagioso. Y otra vez llega del África, ahora con la colaboración de un buen nuncio en Kenia, el holandés Humbertus van Megen, otra prueba del renacimiento católico en los Países Bajos, después de haber tocado fondo durante el frío invierno posconciliar.

El arzobispo van Megen no da muchas vueltas y denuncia las causas del retroceso de la Iglesia en Europa, señalando que “las enseñanzas de la sociedad occidental sobre el aborto, la eutanasia, la teoría del género, son claros síntomas de una sociedad que ha perdido su brújula interior y flota indefensa en el tempestuoso mar de los deseos humanos, sacudida y debilitada en todos sus aspectos” (Palabras en la consagración episcopal de monseñor John Kiplino Lelei, obispo auxiliar de la diócesis de Eldorel, en Kenia).

El nuncio muestra que “es evidente para todos ver cómo Occidente, una sociedad secular, ha perdido su vigor y está cada vez más ensimismada”, y añadió que la sociedad occidental no es más la luz para las naciones; más bien pone su lámpara bajo el celemín, “su luz es cada vez más tenue”. Por el contrario, la Iglesia en África “es cada vez más fuerte”.

Y las cifras corroboran sus palabras. Según las estadísticas vaticanas, mientras el número de los católicos siguió disminuyendo en Europa, África registró el mayor crecimiento de su población católica en 2021 y añadió 8 millones 300.000 católicos nuevos. Y los 236 millones de católicos africanos representan alrededor del 20% de la población católica mundial.

El nuncio, con un lenguaje Cristo céntrico, ausente hoy en tantas bocas episcopales, afirma claramente: “Las enseñanzas de Cristo son indispensables; son la única medida aceptable para todos los seres humanos, como la brújula es el único instrumento fiable e indispensable para un capitán que encuentra su camino a través de los mares oscuros y tumultuosos”.

Sus palabras nos traen a la memoria un texto de Saint-Exupéry que tiene sabor a mar y que reivindica la firmeza y la perseverancia, comparadas con “la roda de un navío, que a pesar de la demencia del mar, retorna inexorable a su estrella” (“Ciudadela”, LXX).

Dirigiéndose al nuevo obispo, el nuncio le advirtió: “serás criticado de muchas maneras y la gente intentará destruirte por la sencilla razón de que defiendes las enseñanzas de Cristo” y le enseñó que “sobre la roca de Cristo se aplasta nuestro orgullo, se revela nuestra vanidad. A la gente le cuesta aceptarlo… hoy, se habla mucho de humildad, pero muy pocos son capaces de vivirla. Las enseñanzas de Cristo son para muchos una piedra de tropiezo en lugar de una luz para las naciones”.

El padre Stan Chu Llo, investigador de la Universidad DePaul, sostiene algo importante: “África no es simplemente el futuro de la Iglesia Católica; es ahora el rostro del cristianismo”.

Y agrega: “Se puede decir que la fe está creciendo no solo en número, sino también en influencia en África y fuera de ella en las áreas de educación católica, sanidad, espiritualidad y justicia social. Fuera del continente africano existe un número significativo de sacerdotes y religiosos católicos que son misioneros en otras partes del mundo, principalmente en Europa y Norteamérica y en menor medida en Asia. Los católicos del África están empezando a reinventar el catolicismo en su propia y singular celebración de la sagrada liturgia, en el arte y en la música, así como en la producción teológica”.

El informe de info católica (31/5/2024), de donde tomamos los datos, tiene algunos jugosos comentarios: uno de Zarcos: “La brújula de la que habla enloqueció con el Concilio Vaticano II. No para de dar vueltas desde entonces, de ahí la decadencia moral de la sociedad occidental”; de Fernando Cavanillas, quien se pregunta ¿por qué la Iglesia de Occidente ha perdido su vigor? Por “una amnesia de origen sociológico y tecnológico que hace olvidar el pecado, el infierno y la doctrina tradicional de la Iglesia” y de Generalife: “Sal insípida, levadura convertida en masa. Afán de rebajar, diluir, edulcorar. Se recoge lo que se siembra”.

En la Liturgia de las Horas de estos días encontramos un par de textos que parecen describir cosas que pasan en la Europa de hoy. El primero es de la carta del apóstol Santiago, dirigida a todos nosotros, pero pareciera en forma especial al papa Francisco: “Sea todo hombre pronto para escuchar, tardo para hablar, remiso para la cólera… recibid con docilidad la palabra de Dios… Llevad a la práctica la palabra… quien escucha la palabra y no la pone en práctica se parece a aquél que se miraba la cara en el espejo y, apenas se miraba, daba media vuelta y se olvidaba de como era… Quien piensa que sirve a Dios y no refrena su lengua se engaña a sí mismo”.

El segundo texto es de San Pablo, de la segunda carta a los Corintios, en la que expresa su miedo porque “no os voy a encontrar como yo quisiera”. Es como si ahora se propusiera visitar a la Europa decadente; por eso les escribe: “Temo que haya contiendas, envidias, animosidades, rivalidades, detracciones, murmuraciones, insolencias, desórdenes”.

Todo esto ¿no lo vemos hoy en la Iglesia de Occidente, sin vigor, debilitada, caótica? Que Dios y el ejemplo de la Iglesia del África, nos ayuden.


* Presidente del Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos y del Instituto de Filosofía Práctica.


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