TRAIDORES SERIALES
Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)
Los argentinos hemos sido víctimas de la traición de nuestros gobernantes por décadas.
En ese punto no somos muy diferentes a los ciudadanos de otros países occidentales perteneciente al Mundo Occidental y ex-Cristiano.
Ahora bien, uno sólo es traicionado si cree en el otro; en su palabra.
Hay gobernantes que no traicionan por la simple razón que los votantes no creyeron en ellos. Ejemplo: en mi caso, Horacio Rodríguez Larreta no me traicionó porque jamás creí que podía producir algún bien a la comunidad. Simplemente, con su accionar, confirmó mis expectativas.
En Argentina sufrimos un estado asfixiante y agobiante, voraz impositivamente, que vive pura y exclusivamente para girar dinero a intereses privados. Ver EL ESTADO CROUPIER.
Pueden ser los bancos con los pasivos del BCRA remunerados (¿les podremos decir adiós?) o los pasivos del Tesoro, los concesionarios de líneas de colectivo, los cuales reciben subsidios; infinidad de fundaciones, las concesionarias de distribución de energía.
Luego están los que reciben exenciones fiscales y aduaneras: las terminales automotrices, petroleras, mineras.
Por último tenemos a todos los que se benefician con las diferencias cambiarias, lo que ha sido el gran negocio argentino en la última década: comprarle los dólares a los giles del campo a mitad de precio (con Alberto Fernández llegó a ser a un tercio) y quedárselo o venderlo a precio de mercado. A los favorecidos les dejó más dinero que vender fentanilo en Nueva York. Y con menos riesgos. Ver EL TAMAÑO DEL BOTÍN.
El giro de riqueza de nosotros a los intereses particulares puede financiarse mediante recaudación impositiva, deuda o emisión monetaria.
Mientras, el resto de nosotros, estamos en galeras remando y pagando todos y cada uno de los impuestos que caprichosamente nos revolean.
Y quienes más pagan son los trabajadores, activos y pasivos (jubilados y pensionados) y los productores agropecuarios. Porque Argentina tiene un único modelo político-económico: VIVAMOS TODOS DEL CAMPO. Ver LA PARTICIPACIÓN DEL CAMPO EN LA VIDA PÚBLICA ARGENTINA.
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Gran parte del pueblo argentino votó a la dupla Milei-Villarruel el año pasado con diversos objetivos. Esto fue analizado en extenso por otros y no voy a saber aportar una luz nueva en el tema. Ver REBELIÓN INTERIOR
Podemos decir que hubo un ánimo de ruptura, de rebeldía con el status-quo; el enojo por la falta de crecimiento en los últimos doce años, con sus consecuencias más inmediatas: caída de nivel de vida, desocupación y ocupación informal, desánimo y prevalencia de los empleos estatales.
También un rechazo a la agenda progre (woke) super-radical sostenida por Cristina Fernández, luego exacerbada por Mauricio Macri y llevada al paroxismo por Alberto Fernández en la Nación (aborto, hormonización de niños, Donda con su afro-algo, Gómez Alcorta, Sudor Marika, Teresa Parodi, etc.) y por Horacio Rodríguez Larreta en Ciudad (jornadas sadomasoquistas en lugares públicos, la semana trans, la semana queer, veganismo, la ciudad de 15’, ESI, aborto, Agenda 2030, etc.). A lo que se le sumó la gran farsa de la falsa pandemia.
Todos los agraviados, los ofendidos, los derrotados, los enojados, los perdidosos decidieron votar a los nuevos, porque a los otros los conocían/conocíamos demasiado.
En estos meses uno ha visto, por la prensa, que el presidente ha hecho migas con los mismos de siempre (en adelante LMDS). Con los que sostuvieron los gobiernos de NK, CF, MM y AF (para no ir más atrás, que podemos). Los mismos nombres que pocos meses antes habían apoyado la precandidatura de Wado de Pedro, ahora se mostraban como grandes amigos del flamante gobierno.
Y aquí aparece la gran duda. ¿Es posible gobernar con esa gente (LMDS) en contra? ¿O estarían organizando un golpe de estado a los cinco minutos, como tantas veces lo hicieron? Y si uno decidiera aceptar el desafío e ir al choque, ¿qué medidas habría que tomar para hacer frente a un intento de insurgencia organizado por los más poderosos de la Argentina? Recordemos que tumbaron a Perón en 1955 y a todo el resto en las décadas subsiguientes hasta llegar al último episodio en el 2001.
El presidente prometió no subir impuestos. Repuso algunos, no bajó otros. La dirección económica afirma que necesita la recaudación para obtener el superávit fiscal. Supongamos por un minuto que les creemos, ¿y los impuestos que casi no tienen recaudación o que la recaudación es prácticamente despreciable? ¿Tampoco se pueden eliminar? ¿Y las miles de regulaciones que no implican recaudación? Avalancha de presentaciones juradas, cambios regulatorios de la AFIP permanentes, procesos tortuosos aduaneros, etc. ¿Tampoco?
Acá tengo una solución: el cargo de defensor del pueblo se encuentra vacante. ¿Por qué no nombrar un defensor del abuso impositivo? No para las grandes empresas, que cuentan con estudios de abogados tributaristas caros y dedicados, con batallones de profesionales. No. Para el hombre de a pie. Para el ferretero de Laboulaye o el rotisero de Paso de los Libres, para la enfermera, el policía de la Provincia de Neuquén.
Y ahí empezar a desmalezar. Uno de los costos impositivos es el monto del tributo. El segundo es financiero, por la cantidad de adelantos impositivos que se abonan (percepciones, retenciones y adelantos propiamente dichos). Los adelantos citados se comen el capital de trabajo de las empresas y los comercios, en particular en el caso de las Pymes.
Por último, el otro costo impositivo es en horas-hombre. Formularios, presentaciones, DDJJ, permisos, certificados de exenciones, la obligatoriedad de estar alertas a los cambios permanentes de regulaciones.
Este último punto considero que es una carga pública (trabajar gratis para el estado).
La Constitución Nacional es clara: las cargas públicas y el servicio militar obligatorio (que es otra carga pública) sólo las puede fijar el Congreso, con la Cámara de Diputados como cámara de inicio. Porque hace a la libertad personalísima de todos nosotros. Actualmente esta gigantesca carga pública la determina la AFIP, por delegación de la ley que la regula; y las rentas provinciales, como si pudieran.
Creo que esa delegación es inconstitucional, porque, como dije, las cargas públicas las debe fijar el Congreso a iniciativa de la HCD. Esto no es un perjuicio de recaudación estatal. Es quitarle el divertimento sádico a miles de burócratas de la AFIP sobrepagados. Ver EMPLEADOS DE LA AFIP: VERDADEROS SAQUEADORES DEL ESFUERZO DEL PUEBLO.
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Un punto del nuevo gobierno que a mi entender ha pasado desapercibido, es la paz interior. Luego de dos décadas de cortes permanentes en rutas y las Avenida 9 de Julio, se ha restablecido cierta paz; a pesar de las durísimas condiciones que padece la población con la recesión actual.
No es poco mérito. Y lo ha logrado este gobierno.
De igual forma que el fantástico desfile la fría mañana del 9 de Julio, que ha hecho feliz a millones de argentinos que extrañaban el ritual anual de sentirse orgullosos de ser argentinos y de la celeste y blanca.
Es como si de a poquito el país retomara una senda de cordura que la mayoría de la población nunca quiso abandonar. Y que nos sacudiéramos de encima el aquelarre de delirantes, drogones y ladrones. Ver ORDEN Y CAOS.
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El gobierno prometió acabar con los pasivos remunerados del BCRA. Ojalá lo pueda sostener. Consideré siempre que ese era el primer paso imprescindible para cualquier cosa que se quisiera hacer. Enhorabuena.
Ahora bien. El país va a ponerse en marcha en la economía real cuando se eliminen los derechos de exportación y el diferencial del tipo de cambio. El presidente lo tiene muy en claro. Por eso lo prometió en el Llao-llao y en la SRA en la campaña electoral. Esperemos que lo pueda implementar cuanto antes.
Esto no lo digo por un interés sectorial o personal, que no tengo. Lo sostengo y defiendo porque entiendo que si queremos elevar el nivel de vida de toda la población, tener trabajo pleno, pagar la deuda, acumular reservas, no tener inflación y crecer en todos los órdenes: comercial, industrial, de servicios y agropecuario, sólo lo haremos cuando el campo pueda crecer.
Así financiaron el crecimiento en Brasil, Paraguay y Uruguay. En particular Brasil, que nos pasó de largo como referente agropecuario del mundo, con 200 millones de cabezas de ganado y triplicando y quintuplicando nuestras cosechas. Brasil tiene reservas, casi no tiene deuda, no tiene inflación y una clase media en crecimiento. Fundó cientos de ciudades en todo el país, que no sólo producen soja o carne; también consumen materiales de construcción, maquinaria, aire acondicionado, electricidad, manuales escolares, indumentaria, calzado, rodados, etc. Brasil vivió en estos últimos años el mismo proceso que benefició a la provincia de Buenos Aires entre 1900 y 1930.
Nosotros los argentinos sabemos qué hay que hacer, sabemos hacerlo. Lo hicimos.
Ésta es la única solución. No tenemos otra. Armonizar todos estos intereses es el desafío de los actuales gobernantes.
Caso contrario se haría acá lo mismo que en todos los países de occidente, lo mismo que ya hemos vivido: una traición más al electorado que no es otro que el Pueblo Argentino.
Ante la duda hay dos reglas que debemos respetar: si sirve para la Felicidad del Pueblo y para la Grandeza de la Patria, entonces se hace; caso contrario se busca otro camino.
La cosa simple.
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