Q.E.P.D.
Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)
Hoy falleció Bergoglio, el Papa Francisco.
Para mi sorpresa, me embarga la congoja.
Francisco contaba con información completa, en calidad y cantidad, mucho más que cualquier jefe de estado, porque él agregaba su carácter de jefe de la Iglesia y de la Compañía de Jesús.
En su triple condición sabía más cosas que las que cualquiera de nosotros pudiera sospechar.
Aún así, en mi infinita cortedad, ignorancia, soberbia y temeridad me creí (al igual que otros) con capacidad para valorar sus actos.
Su posición frente a las guerras fue impecable. Como cuando la Unión Europea y sus medios de comunicación quisieron forzarlo al bullying contra Rusia. Con rectitud y templanza, se negó. Pidió la paz entre Ucrania y Rusia.
Llevó la Fe a numerosos países del Tercer Mundo, lo que es encomiable.
A mi entender tuvo una posición permisiva frente a la implementación de aborto en Irlanda y Argentina, lo que me cuesta digerir. Pero nuevamente, ¿quién soy yo? ¿con qué información cuento?
En la otra mano, Francisco asumió con decisión y valentía la defensa de Alfie Evans. Intentó por todos los medios evitar que el maligno estado inglés lo asesinara. Sin éxito, lamentablemente. Aún así, su clara posición constituyó un gran ejemplo para todos nosotros.
Le tocó conducir la Iglesia en un mal momento. Sus años de papado coincidieron con los mejores de las fuerzas del mal y los peores nuestros. (Nosotros somos los buenos). Creyeron - los malos - que nos tenían a todos en un puño.
No sabemos cómo esta lucha contra el mal va a terminar. Tengo fe en que seremos victoriosos.
Lo que no podemos dudar es que Argentina nació para grandes cosas. Voy a tomar las palabras de @demarcation2512 que dicen más o menos así. “Los que dicen que Argentina es insignificante ignoran que pusimos a la reina de la Casa de Orange - a la madre de sus herederos - y al Papa”. Estamos destinados a la grandeza, como Bergoglio.
Francisco, humano al fin, con sus claroscuros, plantó bandera en algunos puntos, en tiempos no propicios. Bien por él.
Ser Gardel con vacas gordas, lo hace cualquiera.
Saber qué hacer en tiempos aciagos con el fin de achicar las pérdidas, defender a los débiles cuando uno es punto y no banca, requiere inteligencia, astucia y una especie diferente de valentía; templanza para dominar la temeridad. Francisco demostró poseer esas virtudes.
La Iglesia, como la Argentina, en el supuesto caso de que seamos cosas diferentes, o lo que es lo mismo, los países católicos, no estamos pasando el mejor de los tiempos. Vivimos en un mundo dominado por los que nos quieren ver sojuzgados o muertos.
Saber sobrevivir, realinearse, reagruparse, recuperarse para ser el ganador al final de una larguísima carrera de enduro requiere todos los atributos que nuestro Bergoglio, que Francisco, demostró poseer.
Es hora de estudiar lo que él dijo e hizo, porque tal vez ahí estén las enseñanzas que nos servirán en los duros años futuros.
La guerra -todavía- no empezó. Hasta ahora sólo vivimos maniobras de debilitamiento.
Capaz se requirió que falleciera para que uno entendiera que Bergoglio no era como uno quisiera que fuera sino que fue quien condujo la nave de más de mil millones de almas con el único objetivo de que no encallara ni se hundiera.
Si así fuera, fue más que exitoso. Estamos al inicio de una nueva era y estamos aquí. Enteros y con Fe.
Que en paz descanse y que Dios le tenga en su Gloria.
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