ACUICULTURA
Autor: Marcelo Posada (@mgposada)
El año 2014 marcó un punto de inflexión en una actividad importante a nivel mundial y muy escasamente desarrollada en la Argentina: la acuicultura. Escasamente desarrollada y aún menos conocida por la mayoría de la población.
En aquel año, y por primera vez en la historia, la producción de pescados y otras especies de cultivo en el medio acuático superó a la producción extractiva de mares, ríos, lagos y lagunas. En otras palabras: se cultivaron más pescados que los que se pescaron.
¿Y qué pasó en ese año en la Argentina en esa producción? También se alcanzó un pico productivo pero, a la inversa de lo que sucedió en el mundo, en nuestro país a partir de 2015 la producción acuícola comenzó a descender, desde 4.000 tn en 2014 a 3.200 tn en 2017.
La acuicultura consiste en la explotación de organismos acuáticos (peces, moluscos, crustáceos, reptiles, anfibios y plantas), con la intervención del hombre en el proceso de cría con la finalidad de mejorar los estándares productivos (cantidad, calidad y variedad).
Es una actividad milenaria (con rastros de la misma en China y en los imperios mesopotámicos), que en nuestro país se inicia a principios del siglo XX con intervenciones en ríos y lagos patagónicos, en pos de poblarlos con salmónidos, y con estudios en la provincia de Buenos Aires centrados en la reproducción y repoblación con pejerreyes. Si bien se detectan emprendimientos acuícolas comerciales en la década de 1970, recién a fines de los años ’80 y más fuertemente a lo largo de la década de 1990, la acuicultura comienza a expandirse en las distintas regiones del país.
Argentina cuenta, según la regionalización oficial [1], con cuatro grandes cuencas de producción acuícola:
• Cuenca templada cálida y subtropical: comprende las provincias del Noreste, y zonas de Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos.
• Cuenca templada fría y cordillerana: discurre por las áreas cordilleranas de las distintas provincias argentinas, de Norte a Sur.
• Cuenca templada continental: abarca partes de Córdoba, San Luis, La Pampa, Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.
• Cuenca templada fría: comprende la costa atlántica, desde Buenos Aires hasta Tierra del Fuego.
En cada una de esas zonas se explotan 23 especies distintas, donde descuellan el pacú (Piaractus mesopotamicus) en Misiones, Chaco y Formosa y la trucha (Oncorhynchus mykiss), básicamente en Neuquén y Río Negro, representando el 59% y el 29%, respectivamente, del total acuícola producido y registrado. El 12% restante se distribuye entre carpas, surubíes, tilapias, yacarés, ranas, esturiones, mejillones, etc. [2] Prácticamente el 100% de la producción acuícola argentina se destina al mercado interno, por lo cual su desenvolvimiento sigue el ritmo de las fluctuaciones propias de dicho mercado.
Combinación y rotación entre arroz y pacú. Los rastrojos del arroz constituyen alimento para los peces y estos dejan heces durante un ciclo, lo que constituye abono para la siguiente cosecha de arroz. |
La producción acuícola argentina es, a nivel mundial, insignificante, representando el 0,005% del total global [3]. China, Indonesia, India y Vietnam explican el 80% de la producción mundial. El país latinoamericano mejor ubicado en el ranking de producción es Chile, que genera el 1,2% del total, centrado en la producción y exportación de salmón.
Los datos disponibles no permiten identificar con precisión qué países importan lo producido en la acuicultura, pero observando a los importadores de productos pesqueros en general (es decir, de pesca extractiva más acuicultura), se aprecia que, básicamente, se trata de países con una población de elevado poder adquisitivo (Alemania, España, Estados Unidos, Italia, Francia, Japón) o con una población que requiere crecientes volúmenes de proteína animal (como China). Los países con mayor poder adquisitivo explican el 43% del total de las importaciones pesqueras/acuícolas, y si se suma China, alcanzan prácticamente al 50% de las mismas. Es decir, en ese conjunto de países se asienta el nicho más dinámico de las compras que involucran a la producción acuícola mundial.
Los sistemas productivos acuícolas se clasifican según:
- el grado de carga orgánica por unidad de superficie acuática (extensivos, semi-intensivos, intensivos) o,
- según el lugar donde se instalen (de base terrestre o de base acuática) o,
- según el destino (para autoconsumo, para venta en el mercado) o,
- según la modalidad de organización y gestión (de subsistencia, empresarial).
Toda la acuicultura del país está configurada por la combinatoria de estas modalidades.
En Argentina, según estimaciones oficiales, los establecimientos acuícolas con organización empresarial representan sólo el 10% del total y explican el 80% del total de la producción. Complementariamente el 90% de los establecimientos son de pequeña escala, para autoconsumo o de bajos volúmenes de venta para el mercado interno. Son responsables del 20% del total de la producción nacional. Esta configuración general del sector productivo permite elaborar una visión global de la actividad acuícola estructural y dinámicamente débil.
La casi totalidad de la producción de truchas está en manos de establecimientos modernamente organizados, que trabajan parte del ciclo en unidades asentadas sobre tierra firme y lo finalizan en unidades flotantes, ubicadas mayormente embalses patagónicos. Por su parte, la producción de pacú se encuentra concentrada en unos pocos establecimientos de mayores dimensiones ubicados en Misiones, Chaco y Formosa, pero que producen más del 80% del total de esta especie.
La variedad de ambientes pasibles de explotarse con producción acuícola, y el amplio margen de desarrollo que tiene el país para esta actividad, dado su actual nivel de producción, sumadas a demanda internacional de estos productos, deberían ser un acicate para impulsar a la acuicultura argentina con una marcada orientación exportadora.
Sin embargo, y siguiendo recomendaciones de la FAO, el hoy Ministerio de Agroindustria ha venido impulsando desde mediados de la primera década del presente siglo, un esquema productivo denominado “acuicultura rural”, tributario del concepto de “acuicultura de recursos limitados” [4]. Su orientación, como se infiere, no está guiada por la inserción activa en los mercados internacionales, ni por una modernización de la gestión empresarial, ni por la elevación de los niveles tecnológicos y productivos, sino por incrementar la disponibilidad de alimento de las familias pobres rurales (autoconsumo) y/o por aumentar los ingresos prediales (venta de los excedentes de la producción no autoconsumidos).
Estos fines son benéficos, sin duda, para aquellas familias rurales pobres que recurran a la acuicultura como diversificación de alimentos e ingresos, pero no implican, bajo ningún aspecto, un impulso sectorial para la incorporación al comercio acuícola internacional, por lo tanto se desaprovecha la demanda en alza de esos productos.
En la provincia de Misiones se ha venido impulsando desde los años ’90 un desarrollo acuícola basado en microproducciones. Se subsidió de distintas maneras (vía adelantos de fondos por parte de una cooperativa, o vía directa de subsidios públicos) la construcción de estanques de tierra, de pequeñas dimensiones, que podían ser manejados por mano de obra familiar, para la cría y engorde de dos especies, básicamente: pacú y tilapia. El desarrollo de esas unidades fue dispar, con productividades inestables y sin inserción comercial mediocre. La gran mayoría de los productores venden su zafra de pescados “a pie de estanque”, al público consumidor directo o bien a acopiadores locales, obteniendo así unos reducidos ingresos, pero sin costos adicionales (ni monetarios ni intelectuales). Los intentos gubernamentales (de la provincia y de la Nación) en montar frigoríficos, estructurar la cadena, o armar un cluster [5] han insumido numerosos recursos, cuyo impacto no ha sido evaluado hasta el momento. Sin embargo, puede observarse que ni para el caso misionero, ni para el del resto de la región Noreste (ámbito de aplicación del mencionado cluster), se ha contemplado un enfoque exportador que usufructaría la creciente demanda mundial.
Orientar el desarrollo acuícola solamente al mercado interno implica desperdiciar una oportunidad de negocios que hoy existe, y condenar a los acuicultores nacionales a adecuarse a la meseta de demanda imperante en el mercado interno.
Un mercado interno que, además, consume poco pescado. Frente a un consumo aparente mundial de algo más de 20 kg/hab./año, la Argentina muestra un consumo decreciente, llegando en 2017 a alrededor de 7 kg/hab./año. Las causas de ese escaso consumo son variadas, pero pueden resumirse en:
• el país carece de una tradición gastronómica centrada en pescados y mariscos.
• las prácticas culinarias argentinas respecto del pescado carecen de variedad en técnicas y producto.
• los consumidores poseen una manifiesta desconfianza hacia la preservación de la cadena de frío que involucra al comercio de estos productos
• el pescado posee poco valor saciógeno, por lo cual termina compitiendo en forma desfavorable frente a las carnes rojas, por ejemplo.
Ovas listas para ser sembradas. |
Sin duda, un cambio en las pautas de consumo alimenticio requiere tiempo y esfuerzo, por lo cual plantear una estrategia productiva acuícola orientada a satisfacer a una población que no demanda tales productos, tiene pocas posibilidades de éxito.
El error más grave, sin embargo, es desperdiciar la demanda mundial.
La acuicultura argentina debe (y puede) crecer con fines exportadores, si se impulsa un esquema organizacional moderno, empresarial (individual o asociativo). Debe apelar a tecnologías modernas y adecuadas a las condiciones naturales del país, y responder en tiempo y forma a las demandas del mercado mundial.
Argentina cuenta con desarrollos tecnológicos en el área acuícola (como los alcanzados en el Centro Nacional de Desarrollo Acuícola), con iniciativas empresarias innovadoras pero aisladas (como la producción mixta de arroz y pacúes en el Chaco), con ambientes diversos (como las cuatro cuencas antes mencionadas) que permiten desarrollar un abanico de productos muy diferentes, y con un marco legal de promoción de la actividad (como la Ley 27.231).
Sólo se carece de una visión estratégica desde el Estado para comprender la necesidad de incentivar a la inversión privada en torno al eje acuícola exportador. Para ello la función pública será la del apoyo precompetitivo, la del acompañamiento a los privados y la de la colaboración para el diseño conjunto de una estrategia global sectorial.
Los ejemplos de países que operaron en ese sentido son varios, destacándose el caso de Chile, que de la carencia total de actividad acuícola, logró pasar a ocupar uno de los lugares destacados del mundo con su producción y exportación de salmones. Allí el Estado acompañó al privado, los estimuló, lo ayudó hasta que se tornó competitivo, y luego lo acompañó en su inserción internacional, pero nunca sobreponiéndose a la decisión y toma de riesgos de esos privados.
Mejillones en Tierra del Fuego. |
Ese es el camino que debería seguir la acuicultura argentina, que a diferencia de la chilena, posee una variedad de ambientes y productos mucho más rica y con mayor posibilidad de diferenciar su oferta.
La demanda mundial de productos acuícolas abrió una ventana de oportunidades, y está en la Argentina, en su Estado y sus agentes económicos, decidir si quieren o no aprovecharla, o permanecer en el actual estado de declive sectorial.
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[1] http://www.fao.org/fishery/countrysector/naso_argentina/es
[2] http://www.agroindustria.gob.ar/sitio/areas/acuicultura/publicaciones/_archivos//000000_Informaci%C3%B3n%20y%20noticias%20vinculadas%20al%20sector/170605_Producci%C3%B3n%20por%20Acuicultura%20en%20Argentina%20durante%20el%20a%C3%B1o%202016.pdf
[3] http://www.fao.org/3/a-i5555s.pdf
[4] http://www.agroindustria.gob.ar/sitio/areas/acuicultura/publicaciones/_archivos//000000_Desarrollos%20Acu%C3%ADcolas/131220_Piscicultura%20rural%20en%20subtropico%20y%20templado.pdf
[5] http://www.ucar.gob.ar/index.php/biblioteca-multimedia/buscar-publicaciones/24-documentos/391-plan-de-mejora-competitiva-cluster-acuicola-del-nea