Control y explotación, las verdaderas intenciones de la guerra contra el efectivo
Versión original: https://es.panampost.com/hana-fischer/2017/09/30/la-guerra-contra-el-efectivo/
Autor: Hana Fischer
A nivel mundial se está estableciendo una corriente de opinión a favor de la “bancarización obligatoria”. Las autoridades de los países que la impulsan suelen esgrimir que es una “tendencia irreversible”. Es decir, sería tan inevitable como cualquier “ley de la naturaleza”. Esa aseveración delata el sustrato conceptual marxista que sustenta esa postura, basado en famosas (y erróneas) “profecías” históricas.
La constatación de ese hecho debería ponernos en guardia contra las intenciones de sus promotores. Y, la referencia a Carlos Marx es relevante, porque las ideas que promovía involucraban una dictadura. Análogamente, hay una evidente tendencia hacia el despotismo en los gobernantes que quieren imponer la bancarización obligatoria.
Por supuesto que esa realidad la ocultan bajo retórica sofística –especialidad de los políticos–, donde el pretexto de la “seguridad” ocupa un lugar preponderante.
A raíz de lo mencionado, es relevante exponer las razones por las cuales sería nefasto para el hombre común que esa norma se impusiera.
Para empezar, los mandatarios pretenden que la gente crea que el establecimiento de la bancarización obligatoria está en la propia naturaleza de la cosas. Lo cierto es que esa medida surge de su arbitraria y abusiva voluntad.
Repasemos el origen de esa idea:
La guerra contra el dinero en efectivo (war on cash) comenzó en Estados Unidos en la década de los sesenta. ¿Cuál fue el pretexto? La lucha contra el crimen organizado. En función de esa premisa, en 1969 las autoridades sacaron de circulación los billetes de 500, 1.000, 5.000 y 10.000 dólares, aunque, irónicamente, siguen siendo de curso legal. Actualmente, con la excusa del combate contra el terrorismo islámico, se habla de también eliminar los de USD $100.
La lógica indica que frente a una premisa –en este caso la seguridad ciudadana– hay que contrastar lo que se afirma con la realidad. Pues bien, ¿qué ha ocurrido desde 1969 hasta la fecha? ¿Disminuyó la actividad de las bandas delictivas?
Según el blog estadounidense Business Pundit, las dos industrias más lucrativas del planeta son el tráfico de drogas y la prostitución; el tráfico de personas ocupa un lugar cercano. O sea, actividades ilícitas. Por su parte, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito calcula que el comercio ilegal del crimen organizado obtiene ganancias anuales de más de USD $2 billones. Esa cifra representa alrededor del 3,6 % de todo lo que produce y consume anualmente el mundo entero.
Por tanto, la verdad es que el crimen organizado en las últimas décadas ha adquirido una dimensión colosal –que atraviesa fronteras–, como nunca se había visto antes en la historia de la humanidad.
En consecuencia, la premisa que supuestamente daba pie a coartar la libertad financiera de los ciudadanos es falsa. Sin embargo –haciendo caso omiso a esa realidad irrefutable–, más y más gobiernos se van sumando a esa iniciativa. Lo más cómico (por no decir indignante), es que siguen utilizando el mismo argumento fallido.
Ejemplos de lo mencionado son: el Banco Central Europeo que anunció su propósito de cesar la impresión de billetes de € 500; el Ministerio de Hacienda alemán que se propone limitar a € 5.000 los pagos en efectivo; el Partido Socialista reclama la supresión total de los billetes de € 500; por su parte Dinamarca dejará de emitir billetes a partir de 2017 y Noruega está considerando adoptar medidas similares.
En América Latina, Uruguay –como es habitual desde que gobierna el Frente Amplio– es el “primero de la clase” en copiar aquellas medidas de los países desarrollados que cercenen libertades individuales. Argentina, Perú y Colombia van por el mismo camino.
Afortunadamente, frente a esta corriente liberticida promovida –increíblemente– por algunos de los países más desarrollados, hay quienes mantienen en alto la antorcha de la libertad. Entre ellos podemos mencionar al Banco Nacional Suizo, que proclamó que no se plantea eliminar sus billetes de 1.000 francos (el de mayor valor en todo el mundo). Entre las autoridades financieras alemanas se destaca Carl-Ludwig Thiele –uno de los directivos del Banco Central de su país–, quien alerta “que la limitación del pago en efectivo significa una pérdida de libertad para los ciudadanos”. En esa nación, verdes y liberales se oponen a los planes gubernamentales.
También en América Latina ha surgido una oleada de indignación y rechazo a esa imposición. En Uruguay se están promoviendo dos referéndums contra “la ley de esclavitud bancaria”. El eslogan es: “libertad y defensa de la privacidad”.
Pues bien, si la restricción en el uso de efectivo no ha redundado en una disminución del crimen, ¿cuál ha sido su efecto?
Tal como alertó Friedrich Hayek, el control de la moneda ha sido para los gobernantes un importante instrumento de poder y una tentadora fuente de ganancias.
¿Por qué? Porque es indudable que las autoridades mediante esa herramienta, y otras de similar naturaleza (intercambio tributario automático), se entrometen cada vez más en la esfera privada de los ciudadanos. O sea, nos espían. Pero a no equivocarse: no es para brindarnos mayor seguridad (hemos expuesto su rotundo fracaso en tal sentido), sino para ver de dónde pueden sacarnos un peso más.
Sobre el primer punto expuesto por Hayek, Edward Snowden reveló el modo en que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense nos vigila a todos. La bancarización obligatoria va en la misma dirección que el monopolio estatal de la emisión de la moneda, el curso forzoso y el curso legal: herramientas utilizadas para explotar al pueblo.
¿Cómo? A través de medidas económicas perniciosas, pero que ayudan a ganar elecciones. ¿El resultado? La persistente inflación y las crisis mal llamadas “capitalistas”, cuando en rigor, son producidas por medidas políticas y los Bancos Centrales. O sea que la gente –tributos mediante– le entrega a los gobernantes “plata de buena calidad” y estos se la devuelven “devaluada”.
Además, esas herramientas son las que hacen posible que el gasto público crezca sin tasa ni medida. Junto con él, la corrupción. Y ojo, que no nos estamos refiriendo solo a los países tercermundistas, también a los desarrollados.
Ahora, vayamos a otro aspecto del problema: el humanitario. Pensemos qué habría pasado si durante el nazismo hubiera estado en vigencia la bancarización obligatoria. Si hubiera estado penalizada la utilización de efectivo. ¡Qué papa para los nazis! Sin ningún esfuerzo y en forma inmediata, se hubieran quedado con el dinero de la totalidad de los judíos y demás “razas inferiores”, comunistas, homosexuales, opositores políticos y de todo aquel que molestara a algún jerarca. ¿Cuántos millones más de seres humanos hubieran muerto?
Esa situación es extrapolable a cualquier otro tiempo y lugar. ¿Qué sería de los perseguidos del mundo? ¿Cómo se defenderían? ¿Con qué medios podrían luchar por su sobrevivencia? Como es posible observar, este tema no es para nada un asunto banal.
Fedor Dostoievski señaló, con acierto, que la moneda es libertad acuñada. Es decir, que ella es imprescindible para poder llevar una vida digna e incluso para conservarla.
La bancarización obligatoria aumenta exponencialmente nuestra inseguridad personal, porque nos deja indefensos y a la merced de quienes ostenten el poder político.
¡Sí, habrá que luchar con todas nuestras fuerzas para denunciarlo e impedirlo!
Autor: Hana Fischer
A nivel mundial se está estableciendo una corriente de opinión a favor de la “bancarización obligatoria”. Las autoridades de los países que la impulsan suelen esgrimir que es una “tendencia irreversible”. Es decir, sería tan inevitable como cualquier “ley de la naturaleza”. Esa aseveración delata el sustrato conceptual marxista que sustenta esa postura, basado en famosas (y erróneas) “profecías” históricas.
La constatación de ese hecho debería ponernos en guardia contra las intenciones de sus promotores. Y, la referencia a Carlos Marx es relevante, porque las ideas que promovía involucraban una dictadura. Análogamente, hay una evidente tendencia hacia el despotismo en los gobernantes que quieren imponer la bancarización obligatoria.
Por supuesto que esa realidad la ocultan bajo retórica sofística –especialidad de los políticos–, donde el pretexto de la “seguridad” ocupa un lugar preponderante.
A raíz de lo mencionado, es relevante exponer las razones por las cuales sería nefasto para el hombre común que esa norma se impusiera.
Para empezar, los mandatarios pretenden que la gente crea que el establecimiento de la bancarización obligatoria está en la propia naturaleza de la cosas. Lo cierto es que esa medida surge de su arbitraria y abusiva voluntad.
Repasemos el origen de esa idea:
La guerra contra el dinero en efectivo (war on cash) comenzó en Estados Unidos en la década de los sesenta. ¿Cuál fue el pretexto? La lucha contra el crimen organizado. En función de esa premisa, en 1969 las autoridades sacaron de circulación los billetes de 500, 1.000, 5.000 y 10.000 dólares, aunque, irónicamente, siguen siendo de curso legal. Actualmente, con la excusa del combate contra el terrorismo islámico, se habla de también eliminar los de USD $100.
La lógica indica que frente a una premisa –en este caso la seguridad ciudadana– hay que contrastar lo que se afirma con la realidad. Pues bien, ¿qué ha ocurrido desde 1969 hasta la fecha? ¿Disminuyó la actividad de las bandas delictivas?
Según el blog estadounidense Business Pundit, las dos industrias más lucrativas del planeta son el tráfico de drogas y la prostitución; el tráfico de personas ocupa un lugar cercano. O sea, actividades ilícitas. Por su parte, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito calcula que el comercio ilegal del crimen organizado obtiene ganancias anuales de más de USD $2 billones. Esa cifra representa alrededor del 3,6 % de todo lo que produce y consume anualmente el mundo entero.
Por tanto, la verdad es que el crimen organizado en las últimas décadas ha adquirido una dimensión colosal –que atraviesa fronteras–, como nunca se había visto antes en la historia de la humanidad.
En consecuencia, la premisa que supuestamente daba pie a coartar la libertad financiera de los ciudadanos es falsa. Sin embargo –haciendo caso omiso a esa realidad irrefutable–, más y más gobiernos se van sumando a esa iniciativa. Lo más cómico (por no decir indignante), es que siguen utilizando el mismo argumento fallido.
Ejemplos de lo mencionado son: el Banco Central Europeo que anunció su propósito de cesar la impresión de billetes de € 500; el Ministerio de Hacienda alemán que se propone limitar a € 5.000 los pagos en efectivo; el Partido Socialista reclama la supresión total de los billetes de € 500; por su parte Dinamarca dejará de emitir billetes a partir de 2017 y Noruega está considerando adoptar medidas similares.
En América Latina, Uruguay –como es habitual desde que gobierna el Frente Amplio– es el “primero de la clase” en copiar aquellas medidas de los países desarrollados que cercenen libertades individuales. Argentina, Perú y Colombia van por el mismo camino.
Afortunadamente, frente a esta corriente liberticida promovida –increíblemente– por algunos de los países más desarrollados, hay quienes mantienen en alto la antorcha de la libertad. Entre ellos podemos mencionar al Banco Nacional Suizo, que proclamó que no se plantea eliminar sus billetes de 1.000 francos (el de mayor valor en todo el mundo). Entre las autoridades financieras alemanas se destaca Carl-Ludwig Thiele –uno de los directivos del Banco Central de su país–, quien alerta “que la limitación del pago en efectivo significa una pérdida de libertad para los ciudadanos”. En esa nación, verdes y liberales se oponen a los planes gubernamentales.
También en América Latina ha surgido una oleada de indignación y rechazo a esa imposición. En Uruguay se están promoviendo dos referéndums contra “la ley de esclavitud bancaria”. El eslogan es: “libertad y defensa de la privacidad”.
Pues bien, si la restricción en el uso de efectivo no ha redundado en una disminución del crimen, ¿cuál ha sido su efecto?
Tal como alertó Friedrich Hayek, el control de la moneda ha sido para los gobernantes un importante instrumento de poder y una tentadora fuente de ganancias.
¿Por qué? Porque es indudable que las autoridades mediante esa herramienta, y otras de similar naturaleza (intercambio tributario automático), se entrometen cada vez más en la esfera privada de los ciudadanos. O sea, nos espían. Pero a no equivocarse: no es para brindarnos mayor seguridad (hemos expuesto su rotundo fracaso en tal sentido), sino para ver de dónde pueden sacarnos un peso más.
Sobre el primer punto expuesto por Hayek, Edward Snowden reveló el modo en que la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense nos vigila a todos. La bancarización obligatoria va en la misma dirección que el monopolio estatal de la emisión de la moneda, el curso forzoso y el curso legal: herramientas utilizadas para explotar al pueblo.
¿Cómo? A través de medidas económicas perniciosas, pero que ayudan a ganar elecciones. ¿El resultado? La persistente inflación y las crisis mal llamadas “capitalistas”, cuando en rigor, son producidas por medidas políticas y los Bancos Centrales. O sea que la gente –tributos mediante– le entrega a los gobernantes “plata de buena calidad” y estos se la devuelven “devaluada”.
Además, esas herramientas son las que hacen posible que el gasto público crezca sin tasa ni medida. Junto con él, la corrupción. Y ojo, que no nos estamos refiriendo solo a los países tercermundistas, también a los desarrollados.
Ahora, vayamos a otro aspecto del problema: el humanitario. Pensemos qué habría pasado si durante el nazismo hubiera estado en vigencia la bancarización obligatoria. Si hubiera estado penalizada la utilización de efectivo. ¡Qué papa para los nazis! Sin ningún esfuerzo y en forma inmediata, se hubieran quedado con el dinero de la totalidad de los judíos y demás “razas inferiores”, comunistas, homosexuales, opositores políticos y de todo aquel que molestara a algún jerarca. ¿Cuántos millones más de seres humanos hubieran muerto?
Esa situación es extrapolable a cualquier otro tiempo y lugar. ¿Qué sería de los perseguidos del mundo? ¿Cómo se defenderían? ¿Con qué medios podrían luchar por su sobrevivencia? Como es posible observar, este tema no es para nada un asunto banal.
Fedor Dostoievski señaló, con acierto, que la moneda es libertad acuñada. Es decir, que ella es imprescindible para poder llevar una vida digna e incluso para conservarla.
La bancarización obligatoria aumenta exponencialmente nuestra inseguridad personal, porque nos deja indefensos y a la merced de quienes ostenten el poder político.
¡Sí, habrá que luchar con todas nuestras fuerzas para denunciarlo e impedirlo!