EL ABORTO Y EL COITO


Autor: Pier Paolo Pasolini
19 de enero de 1975

Nota de la editora: Esta nota fue acercada por TV (@TVRichards). Gracias. Algunos comentarios previos. En Restaurarg estamos convencidos que este debate sobre el aborto es un ardid del gobierno para distraernos del tema económico hasta que llegue el mundial. El mismo sistema que usaba el gobierno de Cristina Fernández, de imponer discusiones banales, para mantenernos ocupados todo el tiempo, mientras cerraban tratos con las mineras, pesqueras y petroleras (etc.), ponían bases militares chinas o cerraban represas y centrales nucleares sin mayor discusión. Esta película ya la vimos y no quisimos ser parte del circo. Dicho esto, ES un tema importante y vale la pena ir pensándolo. Sin hablar del aborto, sí hemos publicado una nota sobre planificación familiar, de Eugenia Campos Carlés, "LA IDEOLOGÍA DEL MAL", (aquí). Arrancamos con Pier Paolo Pasolini, una nota de 1975. Hay puntos accesorios que no tienen desperdicio y sobre los que quiero llamar la atención: su concepto de los progresistas y la "Realpolitik", el "poder", el "consumismo" como facilitador del coito heterosexual - es una conclusión muy inteligente (y muy compleja)-, la libertad "regalada" por el poder genera neurosis, se trata de una facilidad inducida e impuesta, y el poder como enemigo de la historia de los pueblos. Para leer y releer. Hyspasia


SUMARIO: Aun declarándose a favor de la iniciativa radical para la celebración de ocho referéndums (contra el concordato, en pro de la abolición de los tribunales militares, contra los delitos de opinión, contra las leyes de los manicomios, contra la financiación pública de los partidos, contra el “Juez Sumariante” y en pro de la despenalización del aborto), Pasolini se pronuncia en contra del referéndum en pro de las despenalización del aborto porque está en contra de la falsa liberación heterosexual impuesta por la sociedad de consumo que conduce a rechazar todo lo que es sexualmente distinto. (Marco Pannella contesta con el artículo “El cordero, el zigoto y Pasolini - ARCHIVO PARTIDO RADICAL, texto nº 1188).

(“Corriere della Sera” del 19/1/1975)

Estoy a favor de los ocho referéndums del Partido radical, y estaría dispuesto a llevar a cabo una campaña de apoyo inmediatamente.

Comparto con el Partido radical el ansia de la ratificación, el ansia de dar forma a realidades inexistentes: que es el primer principio de la democracia.

Sin embargo, me traumatiza la legalización del aborto, porque la considero, como mucha gente, una legalización del homicidio. En los sueños, en el comportamiento cotidiano - cosa común a todos los hombres - yo vivo mi vida prenatal, mi feliz inmersión en las aguas maternas: sé que ahí yo ya existía. Me limito a decir ésto, porque, a propósito de la legalización del aborto, tengo cosas más urgentes que decir. Que la vida es sagrada, eso es obvio: es un principio más fuerte todavía que el de la democracia, y es inútil repetirlo.

Lo primero que querría decir es ésto: que a propósito del aborto, es el primero, el único caso en el que los radicales y todos los abortistas demócratas más puros y rigurosos se remiten a la “Realpolitik” y por lo tanto recurren a la prevaricación “cínica” de los datos de hecho y del sentido común.

Si bien se han planteado siempre, en primer lugar, y tal vez idealmente (como es justo que así sea), el problema de cuáles son los “principios reales” que hay que defender, esta vez, en cambio, no lo han hecho. Como ellos saben muy bien, no existe un sólo caso en el que los “principios reales” coincidan con los que la mayoría considera sus propios derechos. En el contexto democrático, se lucha, desde luego, por la mayoría, es decir, por todo el consorcio civil, pero se encuentra con que la mayoría, en su santidad, no tiene nunca razón: porque su conformismo es siempre, por naturaleza, brutalmente represivo.

¿Por qué yo considero no “reales” los principios sobre los que los radicales y en general los progresistas (conformistamente) basan su lucha para la legalización del aborto?.

Por una serie caótica, tumultuosa y emocionante de razones. Sé, tal y como he dicho, que la mayoría está, toda, potencialmente a favor de la legalización del aborto (aunque tal vez en el caso de un nuevo “referéndum” muchos votarían en contra, y la “victoria” radical sería mucho menos estruendosa).

De hecho, legalizado supone - no cabe la menor duda - una enorme comodidad para la mayoría. Sobre todo porque facilita el coito - el acoplamiento heterosexual - ante el que ya no existirían obstáculos. Pero, ¿quién ha sido el que ha querido tácitamente, ha promulgado y tácitamente ha hecho entrar a formar parte, ahora ya irreversiblemente, en las costumbres esta libertad del coito de la “pareja” tal y como la concibe la mayoría - esta maravillosa mayoría permisiva para con ella misma? El poder, el consumismo, el nuevo fascismo. Se ha apoderado de la exigencias de libertad, por decirlo de alguna manera, liberales y progresistas e identificándose con ellas les ha restado valor, les ha cambiado su naturaleza. 

Actualmente, la libertad sexual de la mayoría es en realidad una convención, una obligación, un deber social, un ansia social, una característica irrenunciable a la calidad de vida del consumidor. En resumidas cuentas, la falsa liberalización del bienestar ha creado una situación igualmente fuerte y poco sana como la que existía en los tiempos de la pobreza. De hecho, en primer lugar, todo resultado de una libertad sexual “regalada” por el poder es una auténtica neurosis general. 

La facilidad ha creado la obsesión; porque se trata de una facilidad “inducida” e impuesta, derivada del hecho que la tolerancia del poder concierne única y exclusivamente a la exigencia sexual expresada por el conformismo de la mayoría. Sólo protege a la pareja (no sólo a la casada, obviamente). Y la pareja ha acabado por convertirse en una condición paroxista, en vez de convertirse en símbolo de libertad y felicidad (tal y como sucedía en las esperanzas democráticas). 

En segundo lugar: todo lo que es “sexualmente “distinto” se ignora y se rechaza. Con una violencia comparable solamente con la nazi de los campos de concentración (nadie recuerda nunca, naturalmente, que los sexualmente distintos acabaron ahí metidos). Es verdad, de boca para afuera, que el nuevo poder extiende su falsa tolerancia también a las minorías. No hay que excluir de antemano que, antes o después, se hable sin tapujos de ello en televisión

Por otra parte, las élites son mucho más tolerantes con las minorías sexuales que hace tiempo, no niego que sea sinceramente (pero, porque ello gratifica sus conciencias). Como compensación, la enorme mayoría (la masa: cincuenta millones de italianos) se ha convertido a una tolerancia tan soez, violenta e infame, sin precedentes en la historia de Italia. A lo largo de estos últimos años, hemos contado antropológicamente con un enorme fenómeno de abjuración: el pueblo italiano, junto con la pobreza, no quiere recordar tampoco su “tolerancia” real: es decir, no quiere acordarse de los dos fenómenos que han caracterizado su historia.

Esa historia con la que el poder quiere acabar de una vez por todas. Es esta misma masa (dispuesta al chantaje, a pisotear y a linchar a las minorías) que, por decisión del poder, está pasando por encima de la vieja convención clerical-fascista y está dispuesta a aceptar la legalización del aborto y por lo tanto la abolición de todo obstáculo en la relación de la pareja consagrada.

Ahora, todos, desde los radicales hasta Fanfani(1) (que esta vez precediendo hábilmente a Andreotti(2), está echando los cimientos de una incluso prudentísima abjuración teológica, a despecho del Vaticano). Todos, digo, cuando hablan del aborto, omiten hablar de lo que lógicamente lo precede, es decir el coito ….

* * *



N.d.T. (1) Amintore Fanfani: (Pieve S.Stefano 1908). Secretario de la Democracia cristiana (1954-59; 73-75), presidente del Consejo italiano (1958-59; 60-62; 62-63; 82-83), ministro de asuntos exteriores (64-65; 65-68), presidente del senado (68-73; 76-82).
(2) Giulio Andreotti: (Roma, 1919) exponente de la Democracia Cristiana. Ministro del interior (1954), de hacienda (1955-58), del tesoro (1958-59), de defensa (1959-66) y 1974), de industria ((1966-68), del presupuesto del Estado (1974-76). Presidente del consejo italiano del 1972 al 1973, del 1976 al 1979, y en 1990.

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