EL PAÍS CENTRÍFUGO
Autor: Santiago González (@gauchomalo140)
Nota original: http://gauchomalo.com.ar/pais-centrifugo/
La Argentina es un país del que se fugan los capitales y del que se fuga el talento. Dicho de otro modo, todo lo que tiene algún valor y no está atornillado al suelo trata de escapar y ponerse a salvo. No todos los dineros fugan ni todos los brillantes se van del país, pero tarde o temprano los que no lo hicieron encuentran fatalmente la ocasión de lamentarlo.
Esta dinámica centrífuga es el síntoma por excelencia de la enfermedad nacional, y mientras no la reconozcamos como tal y la coloquemos en el centro de nuestro debate y de nuestras preocupaciones, con la urgencia que merece, estaremos perdiendo el tiempo y agravando la condición del mal. Un país que no atesora la riqueza que produce ni retiene a los más creativos, a los más emprendedores o a los más audaces, no tiene futuro: capital y talento son los insumos básicos que mantienen una nación andando.
Aquí tropezamos con un requisito previo, la primera pregunta a la que debemos dar respuesta:
- ¿tenemos realmente la voluntad de mantenernos constituidos como nación?
- ¿Nos importaría si Cuyo, la Patagonia o la Mesopotamia decidieran retirarse de la república federal y constituir naciones separadas?
- ¿Creemos realmente ser parte de un destino que nos compromete a todos los que nos llamamos argentinos?
- ¿Estamos convencidos de que correntinos y porteños, jujeños y fueguinos tenemos algo en común?
- ¿Estamos dispuestos a ceder algo propio para asegurar la unión y la perduración de las Provincias Unidas?
Sólo si la respuesta a estas preguntas es afirmativa tiene sentido encarar la cuestión del centrifugado. Que no es un problema aislado y autónomo sino, como dijimos, el síntoma de un mal mayor y más grave. Tan grave que el análisis de este síntoma debería permitirnos hacer el diagnóstico del mal profundo que aqueja a la nación, y señalarnos el camino hacia un tratamiento acertado.
¿Qué impulsa a nuestros mejores hombres y mujeres al exilio? ¿Por qué ni siquiera los que gobiernan se tienen a sí mismos la confianza que reclaman a terceros y mantienen sus fortunas fuera del país? ¿Por qué alguien renuncia al lugar donde están sus afectos para probar suerte en otras sociedades cuyo recibimiento no siempre es amistoso y cuyas condiciones de vida suelen ser mucho más rigurosas y exigentes que las nuestras?
¿Por qué un empresario decide desprenderse de la obra muchas veces comenzada por sus padres o sus abuelos para cambiarla por dinero, y marcharse ambos fronteras afuera?
Estos comportamientos drásticos tienen motivaciones concretas, tangibles y mensurables, y no arraigan en vaguedades psicológicas que, de ser ciertas, constituirían una rara clase de epidemia. Las respuestas que un examen honesto, desapasionado y riguroso pueda dar a esas preguntas permitirían la elaboración de un diagnóstico y, como paso siguiente, la discusión política del tratamiento.
Cualquier otra clase de debate sobre temas parciales, acotados o secundarios, resultará seguramente inconducente como todos los que se han hecho desde el restablecimiento de la democracia, por poner una fecha cualquiera. Como si frente a un auto que no arranca estuviéramos discutiendo el color de la carrocería o la calidad del tapizado, en vez de echar un vistazo al motor o asegurarnos de que tiene nafta. Si no podemos contar con nuestra riqueza y con nuestro talento, mejor ni nos molestemos en imaginar un destino nacional soberano, independiente y sustentable.-
Santiago González
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