CENTINELAS



Autor: Juan Martín Perkins (@JuanMPerkins)

Pienso que si me acodara en la barra de un Pub de Malvinas y me pusiera a tomar cerveza con un Kelper, encontraría que tenemos muchas coincidencias.
Estaría de acuerdo con él en que los argentinos fuimos bravos guerreros y que mas vale no darnos ni un tranco de ventaja porque vivimos con la sangre en el ojo con Malvinas.
Aunque no parezca, la suficiente sangre como para dejarnos llevar a una guerra siendo demasiado jóvenes, con nula instrucción, tecnología atrasada y armamento obsoleto. Es obvio que somos bravos por demás y muy inconscientes.




Estaríamos de acuerdo en que si no se hubieran resistido, hoy, en vez de ser una apacible aldea ordenada y limpia, con casas simpáticas de jardines floridos habitadas por gente amable y educada, podrían haber optado por la propuesta nacional y popular y hoy estarían como los grandes emprendimientos patagónicos. Grandes carteles de “Aquí también la nación crece” decorarían la monotonía del paisaje austral.

En vez de kelpers con hijos de pecas y pelo enrulado estarían llenos de sakeadores al estilo Rudy Ulloa Igor administrando casinos y prostíbulos propiedad de Néstor, Cristina y Cristóbal López.
No tendríamos dudas, mi amigo Kelper y yo, de que las islas conocieron y tienen lo mejor de nosotros. Sólo lo mejor, esa bravura e inconciencia del que ofrenda hasta el alma por amor a la patria.



Si tomara una cerveza con mi amigo Kelper estaríamos de acuerdo en que es cierto que Galtieri terminó siendo el mejor agente inglés y que su guerra alejó la posibilidad de un inminente acercamiento POR DECADAS.
Estaríamos de acuerdo en que es curioso que en Argentina sigamos hablando y actuando como si esa guerra “de Galtieri” no hubiera existido y que es un espanto el trato que le hemos dado a nuestros soldados.
Estaríamos muy de acuerdo en que Malvinas se ha transformado en una bandera electoral que, cada tanto, un líder deshonesto agita y nos toma por idiotas.
Estaríamos de acuerdo en que jamás se invirtió en ninguna idea de largo plazo. Nunca un intercambio estudiantil, un contingente de médicos para hacer la residencia en el “hospital de Puerto Argentino”, maestros que enseñen el castellano en sus colegios o alumnos del Carlos Pellegrini que vayan de viaje de egresados a visitar ese pedazo de patria.



A la quinta cerveza, acordaríamos que es un trabajo muy arduo pero es el único que nos queda, sobre todo después de perder una guerra y 35 años de indiferencia.
Parece que por fin vamos entendiendo. Después de 35 años las tumbas tienen nombre y una madre que llora abrazada a una cruz. ¡35 años al viento como soldados de la patria sólo conocidos por Dios!


Si me tomara unas cervezas en el Pub de Malvinas no discutiría si estoy en Puerto Argentino o Stanley, preguntaría donde están enterrados los soldados ingleses que dejaron la vida en la guerra… y cuando me contesten que fueron repatriados envueltos en su bandera, les rendiría homenaje y luego preguntaría donde están enterrados mis compatriotas.
Estaríamos de acuerdo con mi amigo Kelper en que mis compatriotas, enterrados en Darwin, descansan en paz.
Ellos están en casa. Son los centinelas de Malvinas. Centinelas de la patria.

Juan Martín Perkins

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