¿MATAR LA ECONOMÍA PARA MATAR EL VIRUS?


Autor Pat Buchanan *
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/matar-la-economia-para-matar-el-virus/

“No podemos permitir que el remedio resulte peor que la enfermedad”, tuiteó el presidente Donald Trump en la noche del domingo, y agregó que, luego de la paralización por 15 días vigente actualmente, “vamos a decidir sobre el camino a seguir.”

Se dice que en privado Trump manifiesta una profunda preocupación respecto del daño que la paralización por el virus corona causa a la economía estadounidense, y se pregunta si hay seguridades de que  podrá volver a ponerse en marcha. Aunque lo fustigaron por sus declaraciones, el argumento de Trump merece atención.

Los Estados Unidos han aplicado debidamente medidas extremas para responder al reto y controlar el virus que amenaza las vidas de millones de estadounidenses, especialmente  los ancianos enfermos. Pero es necesario hacerlo sin matar la economía de la que dependen otros millones de norteamericanos.

Es claro que los Estados Unidos no estaban preparados para esta pandemia. Y ya vendrá el momento de evaluar responsabilidades por la falta de mascarillas quirúrgicas, túnicas médicas, guantes de látex, respiradores, ventiladores y camas de hospital. Pero el imperativo inmediato es producir esas camas y esos equipos, y hacérselos llegar a médicos, enfermeras y personal hospitalario, los soldados que se baten en el frente de la batalla para controlar el virus.

Sin embargo, en el marco de esta paralización se cierran todas las “actividades no esenciales” y se instruye a sus trabajadores a refugiarse en sus casas y mantener “distancia social” respecto de amigos y vecinos a fin de minimizar el riesgo de que este virus fácilmente transmisible continúe propagándose.

Lamentablemente, lo que para algunos es “no esencial” –bares, restaurantes, hoteles, comercios, cruceros, destinos turísticos, tiendas, centros comerciales– para  otros millones de norteamericanos significa empleo y fuentes indispensables de ingresos. Cerrar los negocios donde trabajan esos estadounidenses significa cancelar los salarios con los que pagan el alquiler y compran la comida y los medicamentos que ellos y sus familias necesitan para alojarse y vivir. Y si los salarios y las remuneraciones de las que dependen los trabajadores se frenan, ¿cómo se supone que van a vivir estos millones de nuevos desocupados? ¿Cómo van a hacer los que respeten las instrucciones del presidente y los gobernadores, y se queden en sus casas, para conseguir los medicamentos y comprar la comida con que alimentar a sus familias?

¿Hasta cuándo puede sostenerse la cuarentena si los que no tienen trabajo o no tienen ingresos ya no pueden cubrir sus necesidades elementales? ¿Se necesita crear una crisis económica y social para resolver la crisis sanitaria?

“Tuvimos que destruir la aldea para salvarla”, se dice que dijo un oficial del ejército estadounidense durante la guerra de Vietnam. ¿Tenemos que mutilar o destruir la economía para rescatar a la nación norteamericana de la crisis del virus corona de 2020?

Además está la cuestión del tiempo. Muchos norteamericanos pueden sobrevivir con lo que tienen a mano durante dos a cuatro semanas. Muchos menos pueden sobrevivir sin ingresos durante dos a cuatro meses. Si paramos la economía, ¿con qué nos vamos a encontrar cuando pase la crisis sanitaria, sea en mayo, junio, julio, agosto o septiembre? Todas esas actividades no esenciales que pusimos en letargo, ¿volverán a la vida?

El sistema de mercado libre que nos legaron Hamilton y los patricios es el mejor diseño del mundo para distribuir bienes y servicios y para asegurar la prosperidad. Y en una población cuya expectativa de vida supera en varias décadas la de comienzos del siglo XX, hay programas gubernamentales para atender las necesidades vitales de quienes ya no tienen acceso a ellas ni pueden procurárselas.

Pero se necesitan empresas que provean las mercaderías.

Y si, por orden del gobierno, la economía libre de los Estados Unidos se cierra parcialmente porque no resulta esencial en esta crisis sanitaria, el gobierno podría cargar con la responsabilidad de haber creado condiciones conducentes a la revuelta social.

En algún momento el gobierno tendrá que abrir las cadenas de suministro y asumir el riesgo de permitir que el mercado funcione para proveer alimentos, porque de lo contrario la gente va a entrar en pánico, comprando a lo loco, acaparando y valiéndose de cualquier medio para obtener lo que necesitan para sí mismos y para sus familias.

Las noticias sobre gente que, en esta nación fuertemente armada, acumula armas y municiones sugieren una generalizada aprensión respecto de lo que puede ocurrir. Si se permite que una crisis sanitaria induzca una crisis económica que desemboque en una crisis social, el sistema político norteamericano, nuestro sistema democrático, podría verse puesto a prueba severamente.

No olvidemos. En la mayor crisis de la historia de esta nación, cuando la cuestión era si la Unión Americana iba a partirse en dos naciones, Abraham Lincoln suspendió el derecho de habeas corpus, clausuró las legislaturas estatales, cerró diarios, encarceló periodistas y estuvo dispuesto a meter preso al presidente de la corte suprema. Y por haber tomado las medidas dictatoriales que tomó, y por haber librado la guerra más sangrienta de la historia norteamericana, contra otros norteamericanos, muchos consideran ahora a Lincoln como el más grande de nuestros presidentes.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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